Propuesta de matrimonio
I
Angielizz
Berk había sido el hogar de los dragones y los vikingos desde tiempos inmemoriales, pero sólo cuatro años antes había comenzado a ser el hogar de Hiccup también, Berk también cambió, pasó de ser el hogar de la guerra entre vikingos y dragones, al hogar pacifico de ambas especies.
Hiccup, el debilucho niño que parecía llevar a Berk hacia un funesto destino, aquel joven que desentonaba tanto por su fisonomía como por sus pensamientos se había convertido en el héroe de todos al destruir a la muerte roja años cinco años atrás.
Y cinco años aunque pocos parecían ahora una eternidad o por lo menos un gigante paso a una nueva era. La vida de Hiccup había cambiado, ahora era un héroe, también era un jinete de dragones, era el jinete y mejor amigo de un furia nocturna, ya no era aquel debilucho y asustadizo vikingo, pero el mayor cambio de todos había sido su amistad con Astrid.
Mientras pasaba su mano sobre las escamas oscuras de Chimuelo, soltó un suspiro melancólico y de enamorado.
La chica era su total opuesto de aquello estaba seguro, ella era agresiva y astuta, era agil y veloz. Él aunque había adquirido ciertos músculos en los lugares necesarios no había obtenido el cuerpo esperado de cualquier vikingo común: no pesaba más de ochenta kilos, y sólo le sacaba unos cuantos centímetros a Astrid. Astrid y él entrenaban cuerpo a cuerpo y con armas, y ni una sola vez había logrado vencerla a pesar de que ella era un poco más baja y más delgada.
Patán seguía tras Astrid, él no paraba de profesarle su amor a los cuatro vientos jurando por Thor que algún día sería suya. Hiccup entonces tenía que sujetarse a sí mismo con fuerza para no estampar su puño en la nariz de aquel estúpido e inmaduro vikingo.
Por suerte ella parecía rechazarlo, aunque Astrid rechazó durante aquellos cinco años a cualquiera que intentara acercarse un centímetro dentro de su espacio personal, que por supuesto abarcaba un metro alrededor de ella.
Sólo él parecía exento de aquella regla, pero era porque él jamás había insinuado nada además de una amistad, él no quería aceptarlo pero temía ser golpeado por ella como rechazo. Temía el rechazo de Astrid. Temía un golpe de ella, pero quizás temía más que sólo se alejara de él y lo dejara ahí con el corazón roto.
—¿En qué tanto piensas?
Sin darse cuenta Astrid se encontraba volando a su lado junto a Tormenta. Hiccup le dio una sonrisa, él habría esperado que fuera una sonrisa común (pequeña, sencilla, humana) pero no paraba de sonreir como idiota, realmente feliz de verla aquel día.
—En nada.
—¿En quién tanto piensas? —preguntó entonces la rubia mirándolo con una ceja alzada y una sonrisa, aquella pregunta sólo lo hizo sentir nervioso y casi perder el control de Chimuelo.
—En nada, ya sabes, en papá y las responsabilidades del futuro jefe.
Aquella había sido una rápida respuesta pero por alguna razón Astrid dejó de sonreír y se dedicó a mirar al frente, a las nubes.
—Stoick me ha pedido que fuera a buscarte, ha llegado la aldea de Fedors, parece importante.
Los Fedors, Hiccup había tomado a su furia nocturna en cuanto su padre le había confesado los motivos que llevaban a los Fedors a alejarse de su aldea y viajar a Berk. Hiccup había escapado hecho una furia y trepado en el lomo de Chimuelo. Chimuelo había notado el estado y humor de su jinete y alejadose de lo que fuera que estuviese atormentando a Hiccup de tal modo.
El ceño de Hiccup se frunció mientras lanzaba una mirada a Astrid. Por supuesto que Stoick había hecho que ella fuera tras él. Sólo ella sabría dónde encontrarlo, y sólo ella podría hacerlo ir a recibir a los Fedors, por lo menos cualquier otro día. No aquel.
—Oye Astrid, ¿Qué dices de bajar a descansar un momento?
—Pero Stoick dijo que…
—Ellos no irán a ninguna otra parte, vamos.
Y sin esperar respuesta o queja de su parte dirigió a Chimuelo a una pequeña isla que sabía inhabitada, Astrid rodó los ojos pero decidió seguirlo. Tampoco es que quisiera anticipar conocer a Gront, el líder de los Fedors, o a su hijo mayor, Grutan.
No. Podrían llegar tarde, podría dejar su tarea de llevar a Hiccup con su padre, y obedecer los caprichos del futuro jefe, Astrid sonrió ante la ocurrencia, aunque Hiccup se negara a aceptar su papel como heredero, ella podía imaginárselo en el puesto y estaba segura que lo haría bien.
Tormenta aterrizó con gracia en la arena y Astrid bajó, Hiccup ya se encontraba a su lado intentando ayudarla, ella tomó su mano para bajar aunque ambos sabían que no era necesario.
Caminaron a lo largo de la orilla hasta encontrar un palmero en el cual descansar a su sombra, Hiccup se sentó primero y Astrid sin poner objeciones tomó asiento al lado de él, rozando sus brazos con los suyos.
—Necesito preguntarte algo.
—Lo que sea.
—¿Alguna vez has pensado en casarte?
Astrid se quedo quieta, miró de reojo a Hiccup que ahora jugaba con la arena sin mirar hacia ella. Su respiración estaba acelerada. Ellos habían hablado de todo: de la muerte, de la vida, de ser padres, de cuántos hijos querían tener, de las tradiciones, de la existencia y su objetivo, pero jamás habían hablado del matrimonio. Y entonces Astrid supo que había una buena razón para no hablar sobre el tema.
—¿Por qué lo preguntas?
—Curiosidad.
Astrid se quedó mirando al horizonte, pensando en una respuesta inteligente o en alguna respuesta que no respondiera la pregunta pero que lograra cambiar de tema.
—No en realidad.
—¿Podrías prometerme algo?
El corazón de Astrid latía con rapidez.
—Lo que quieras.
—Prométeme que no te casaras si no amas a ese hombre.
Astrid tenía una sonrisa boba en su rostro cuando miró hacia el lado opuesto de Hiccup, esperando que él no la viera. Había esperado durante años alguna confesión sentimental por parte de él, se habían hecho amigos, mejores amigos, pero en algún momento aquello había dejado de ser suficiente. Primero los roces, los besos en las mejillas, tomarse de las manos al caminar, hablarse al oído, algún beso eventual por tonterías que ella inventaba, los gestos dulces por parte de Hiccup, esas cosas que en realidad una chica y un chico que sólo son buenos amigos no hacen.
Pero aquello, definitivamente, no era una propuesta de matrimonio, ni una declaración sentimental.
Astrid había esperado durante meses y años que Hiccup confesara sus sentimientos de manera directa, pero había una tradición en Berk que usualmente hacía que los pretendientes a marido hablaran con los padres de ella antes de comenzar la rutina de cortejo. Ella había esperado romper con aquella tradición, sobre todo porque Hiccup y ella no eran desconocidos, ella sabía que había sentimientos correspondidos pero por alguna razón desconocida: Hiccup no parecía tener intenciones de confesarlos.
Hasta ese día. Aquella debía ser la señal. Astrid recargó su cabeza contra el hombro de Hiccup viendo el atardecer, preguntándose cuanto tiempo pasaría antes que él comenzara a cortejarla.
Escuchó un suspiro del pecho de Hiccup.
—¿Y?, ¿lo prometes?
Astrid notó que él seguía esperando su respuesta.
—Te lo prometo.
Astrid giró su rostro para que viera sus ojos, intentaba trasmitir con ellos sus sentimientos y emociones, pero Hiccup tenía los ojos fuertemente cerrados.
—¿Pasa algo?
—Supongo que todo estará bien, ¿no?
—Así es —Astrid lo miró entrecerrando los ojos intentando descifrarlo— deberíamos volver.
Hiccup se levantó de la arena, no quería hacerlo aunque sabía que debía volver. Ayudó a Astrid a levantarse y caminaron hacia Tormenta tomados de la mano, Astrid podía sentir la fuerza en la mano de Hiccup apretando la suya, usualmente él era más cuidadoso y dulce, pero no se quejó. No tenía intenciones de hacerlo sentir mal o parecer una debilucha joven que no podía tolerar un apretón masculino.
Astrid iba a soltar la mano de Hiccup para subir a Tormenta cuando de manera repentina se encontró atrapada en un abrazo entre los brazos de Hiccup, él dejó sus labios contra su frente mientras sus manos en la espalda de ella la mantenían apretada contra él.
—Recuerda tu promesa, por favor.
Se alejó de ella, hasta entonces Astrid observó aquellos ojos verdes con una capa rojiza y brillante en ellos, como si hubiese estado llorando, pero no pudo añadir nada cuando Hiccup ya se encontraba subiendo al lomo de Chimuelo y volando a toda velocidad.
Cuando Astrid llegó a Berk, fue directo a su casa, quería descansar y dejar para el día siguiente los abrazos falsos y saludos a desconocidos, pero al abrir la puerta de su casa pudo notar que aquello no sería posible.
En su sala se encontraban sus padres y dos rostros que aunque no eran familiares pudo reconocer por haberlos visto años atrás. Gront y Grutan.
—Buenas noches —saludó sin detenerse y estaba a punto de subir las escaleras cuando su madre la llamó.
—No te vayas, Gront nos acompañara a cenar, tenemos mucho de qué hablar y nos gustaría que nos acompañaras.
Grutan era un joven vikingo, era notorio que toda su vida se había dedicado al ejercicio y actividades físicas, tenía unos sobresalientes músculos por todo su cuerpo, incluso más que Patán. Tenía unos brillantes ojos azules y un cabello rebelde, rizado y oscuro. Y Astrid debía aceptar que era atractivo, atractivo cuando se trataba de encajar con el prototipo de vikingo ideal, aunque no fuese de su gusto.
—Es un placer —avanzó el joven hacia ella.
—Un gusto, soy Astrid.
—Tu madre me ha hablado mucho de ti, papá dice que eres entrenadora de dragones y tu padre dice que eres la más valiente vikinga de todo Berk.
Astrid asintió ante cada halago, no se mostró sorprendida de que intentara mostrarse encantador con ella, todos los chicos que había conocido lo eran o pretendían serlo.
—Sólo quiero que sepas que nuestra unión me complace quizas tanto como a ti.
—¿Nuestra… nuestra…, ¿qué?
Astrid miró a sus padres, a Gront y de nuevo al joven vikingo que estaba sonriendo completamente ignorante de la ira que comenzaba a crecer dentro de ella.
—¿Puedes explicarme que significa esto?
Buscó el hacha y recordó que era Tormenta quien la tenía en aquel momento en su silla de montar. Astrid estaba desarmada pero igual podría haber partido a la mitad al joven, musculoso y alto pretendiente.
—Le hemos prometido tu mano a Grután.
—¿Tú has hecho qué? —Astrid caminó hacia su padre como si fuera un debilucho desconocido a quien ella podía patearle el trasero.
—Ibamos a decírtelo esta mañana pero no estabas y llegaste después de Gront y su hijo.
—¿Y cuando han decidido esto?
—Hace unos meses —confirmó el padre de Grután.
—Mamá, no puedes hacerme esto. No voy a casarme con él —apuntó con su mano a Grután como si fuese un gusano asqueroso que no quería cerca.
—Disculpa a mi hija, ella no tiene los mejores modales.
—No te disculpes por mi, no me casaré con él. No lo haré.
—Tal vez, deberíamos volver más tarde, cuando pongas a tu hija en su sitio —dijo Gront mirando directamente al padre de Astrid, ignorando por completo la presencia de la joven o la mirada asesina que le lanzó— Grután.
Y con aquel llamado, tanto él como su hijo salieron de la casa.
—¿Cómo han podido hacerme eso?
—Tienes veinte años, yo diría que nos hemos tardado.
—¿Se han tardado? Si ustedes no me quieren más aquí, yo puedo irme.
—¿Y permitir que nos deshonres? Imposible. Lo único que hacemos es por ti, para mantener el linaje de la familia.
—¿Linaje? ¡Por todos los dioses! ¿Acaso es todo lo que importa?
—Esperabamos que Hiccup te propusiera matrimonio, pero cariño —su madre se acercó a ella como si fuese a consolarla— han pasado muchos años y no ha venido a esta casa con ninguna propuesta, y sé que tú también quieres que suceda… pero lo mejor para ti sería aceptarlo.
—Tú no sabes… tú… él… ustedes no pueden hacerme esto.
Astrid no lo soportó más, salió corriendo de su casa, azotó la puerta de madera y sin esperar la aparición de su dragón corrió hasta lograr adentrarse al bosque.
Siguió corriendo esquivando árboles y matorrales en aquella total oscuridad, las lágrimas habían aparecido tan sólo logró salir de casa y eran ellas las culpables de su falta de visibilidad.
La habían comprometido con Grután, el hijo del líder de Fonder. Pero no era eso lo que la tenía así, sino Hiccup. Él sabía de todo aquello y no la había detenido, ni detenido a sus padres, ni le había confesado sus sentimientos y quizás su madre tenía razón, quizás nunca lo haría.
Y aquella verdad, por más dolorosa que fuera, debía ser asumida y superada.
Espero que sea de su agrado, la historia está terminada aunque siendo levemente modificada, espero poder subir diario.
Esta será una breve historia, posiblemente no mayor a cinco capitulos.
Gracias, y si les gustó dejenmelo saber.
