La brisa primaveral alardeaba alrededor de las tres siluetas que salían del vehículo. La chica de larga cabellera rubia y ojos azules se quitó los lentes de sol, observando la colosal infraestructura de la mansión de su fallecido tío. ¿Si lamentaba su muerte, si lo extrañaría? Pues, no. Ni a ella, ni a su hermano, ni a su madre, les quitaba el sueño la pérdida, y no porque fueran unos insensibles, sino, porque el contacto que tenían con él y su familia era tan insignificante, que era bastante extraño que entre ellos existiera una llamada telefónica si quiera. Todo era parte de la cortesía; ir a hacerle compañía a su tía de duros y perfectos pechos operados, mientras ella lamentaba falsamente la muerte de su esposo, pero pasada una semana, de seguro estaría en alguna isla paradisíaca llorando sobre los millones que recibiría de la herencia. "Sólo haremos acto de presencia y adiós", se repetía la hija menor de los Uchiha, arreglando sus cabellos rizados para entrar a la mansión.

—¡Por el amor de Dios! Si son mis sobrinos favoritos. Llama a alguna muchacha para que ayude a la linda Ino. ¡Rápido! No tenemos todo el día. —"Definitivamente, no parece una viuda triste", pensó la Uchiha. Habían sido recibidos con dramática efusividad, ella mostraba una sonrisa y su hermano no quitaba su típico semblante serio. Bajaron sus tres primos, intercambiaron saludos y apuró el asunto al fingir cansancio. No tardaron mucho más en la sala y fueron guiados a sus respectivos cuartos. Ino entró a la que sería su habitación por algunos días, una joven la esperaba dentro para ayudarle a desempacar. Tenía unos ojos especiales, y su apariencia era atractiva. Sintió ternura al verla sonreír.

—Buenas tardes, Ino-san. Soy Hinata Hyūga, la ayudaré con eso.

—¿Hinata? Ah, está bien, no es necesario el sufijo. Mucho gusto.

Los blancos dientes de la rubia estuvieron a la vista al sonreír con tantas ganas.

—Oh... de acuerdo, señorita Ino.

—Qué terca eres. —Rió, dando una probada a la cama al estirarse sobre ella. Muy cómoda, pero no cambiaba sus felpudos cobertores. Observó como la muchacha habría su maleta y con cuidado sacaba sus finas telas de ahí. No entendió el por qué, no era una chica que gustara de entrometerse en lo que no le correspondía, pero su curiosidad por la joven fue mucha. Apostaría a que tenían la misma edad. Eso le sorprendió, pues nunca había visto a mujeres tan jóvenes trabajando de sirvientas. Su familia había tenido muchas, pero jamás una tan joven. ¿Que no era estudiar, la única responsabilidad de los jóvenes?

—Y, ¿trabajas aquí hace mucho? Nunca te había visto. Bueno, tampoco es como que venga seguido aquí de visita.

—No tanto tiempo, llevo apenas unos meses.

Contestó la de oscuros cabellos, el dulce tono de su voz era amable, incitaba a mantener una extensa plática con ella, se intuía que sería amena.

—Te ves muy joven para trabajar aquí. ¿Qué edad tienes?

Los labios de la sirvienta de tez blanca hicieron el amago de responder, la rubia, curiosa, dedicó toda su atención a ella para conocer la ansiada respuesta. Una chillona voz no permitió que se quitara la curiosidad de encima. A la puerta se asomó la melosa hermana de su padre. Tan rápido como apareció, se fue, meneando sus caderas como si fuera una pasarela todo lo que pisaba. Tan fugaz que ni tiempo para responder le dio a su sobrina.

—¡Ino, mi querida Ino! Baja, cariño. La empleada se encarga del resto. Morirás con tanto postre delicioso, los más caros de la ciudad. Iré a buscar a tu hermano, quiero presentarle a alguien, a ver si se le quita lo amargado con la nueva vecina. Es heredera de una súper empresa.

—Eh... sí. —Giró los ojos la Uchiha. —Es tan... aduladora. Oye, ¿cómo es que la soportas tanto?

Murmulló, interesada en saber la respuesta. Hinata entrecerró sus ojos, cubrió sus labios y rió por el comentario de la chica.

—Ella no está tanto en casa, le gusta mucho salir.

—Ya veo... ¡Bueno! Eso está mucho mejor, así no las molesta. —Hizo un gesto con su mano, acomodando su vestido. Se levantó de la cama, peinando su larga cabellera con los dedos. —Voy a bajar. Te veo luego, niña Hinata. Me caes bien.

Se fue, a paso firme y elegante. Hyūga la miró hasta que se perdió por el pasillo. Era muy agradable.

Sonrió. ¿Hace cuánto tiempo que no la trataban tan bien?

La cena llegaba a su fin. Se resumió a las dramáticas historias de la nueva vecina y la reciente viuda, risas fastidiosas y el molesto ruido al comer del infante de seis años. Ah, y también a las miradas de auxilio de la familia Uchiha. El único hombre representante de esta se retiró de manera cortés para ir a la cama, recibiendo la insistente mirada de su madre y hermana. "¡No nos dejes con ellos solas aún, desconsiderado!", podía leer en ese par de ojos. No es que fuera egoísta, Sasuke amaba a esas mujeres, las más importantes de su vida... pero eso no implicaba librarlas de alguna diablura. Sonrió de medio lado, burlándose de la incomodidad de las féminas, de manera disimulada, que sólo ellas se dieran cuenta. "Ya me las pagarás", pensó la rubia, que lo fulminó con la mirada.

Conociendo a la perfección el camino, avanzó hasta el cuarto que ocuparía, él, muchísimo menos tiempo que su progenitora y hermana. Tenía un viaje planeado al extranjero, así que serían tres días para él en el infierno antes de marchar. La primera noche transcurrió sin problemas, pero la tercera, lo dejó inquieto. Recordó la conversación con Ino el día anterior.

Ella miraba la ventana, parecía pensativa, era extraño verla de esa manera. Ojos apagados en vez de brillantes por alegría. Eran pocas las veces que se le veía de esa manera. El pelinegro se acercó a ella, poniendo la mano sobre su delgado hombro como gesto de apoyo.

—¿Qué te ocurre? Te noto inquieta.

La Uchiha se sobresaltó, un suspiro abandonó su boca.

—No es nada. No me gusta estar aquí.

—¿Pasó algo?

—Sí, es que... vi algo.

—¿Qué cosa? —Preocupado, se alarmó. ¿Le habían hecho algo y él no lo había notado? Su mirada exigía una rápida respuesta. Ino hizo una mueca, cruzando los brazos bajo sus pechos. No dudó en decirle lo que ocurría, ella jamás le ocultaba nada.

—Sasori estaba molestando mucho a Hinata, una de las sirvientas. Interrumpí cuando estuvo a punto de golpearla, estoy segura de que lo ha hecho antes.

¿Su primo haciendo tal cosa? No pudo creerlo. Su compañero de juegos en la infancia, el amante de la paz y los animales, ¿de verdad había sido capaz de hacer eso? Por supuesto que no desconfiaba de la palabra de su hermana, pero le había tomado por sorpresa saber que había sido capaz de tal cosa. Apretó los dientes.

—¿Qué?

—He hablado con ella, ¿sabes? Es una niña muy dulce. Es eficiente, he estado pensando... que en casa sería de ayuda. —Comentó la rubia, quitando la vista del cristal. Miró al pelinegro, pensativo, con sus ojos esperanzados. Deseaba que su hermano estuviera de acuerdo con su idea. Quizá era arriesgado, sí, no conocían lo suficiente a la chica, pero, con lo poco que había estado con ella, le costaba creer que Hinata tuviera malas intenciones.

—Hm. Deberías hablar con mamá, quizá esté de acuerdo.

Chilló, emocionada, y sus delgados brazos rodearon a su rígido hermano.

—¡Sí! Es perfecto. Voy a hablar con mamá. Gracias por acompañarnos en este infierno, Nii-san. ¡Te quiero!

—Respeta mi espacio, rubia. —Reclamó, "molesto". Su actuación no duró mucho, rodeó la cintura de Ino, y una pequeña sonrisa, casi imperceptible, se pintó en sus labios.

Lo contado por su hermana, él lo presenció la última noche que compartiría en esa casa.

Bajó por un vaso de agua, sería bueno refrescarse en esa calurosa noche. Escuchó voces, no quiso interrumpir lo que fuera que estuviera pasando, así que, media vuelta y pensaba alejarse de la cocina, pero, extrañamente algo hizo que permaneciera tras la puerta, escuchando, algo poco común en él. Una dulce voz queriendo huir y un grosero tono, insistente en ponerla incómoda.

—Te pagaré lo que quieras.

—No. Tengo que terminar con la cocina, por favor, déjeme en paz.

—¿Tan cara eres? Tampoco es como que seas tan especial. De seguro no eres ni virgen. ¿Cuántos te han cogido?

Sasuke no soportó esa falta de respeto. Irrumpió y su rabia incrementó al ver a Hinata apretar los labios, era claro que ella se mordía la lengua para no contestar. Se contenía. ¿Por cuántas situaciones similares debió haber pasado?

—¿Eres imbécil? Te dijo que no. No seas patético insistiendo.

—No te metas, Sasuke. —Se fue, así sin más. Pero qué poco hombre, así de rápido escapando de la escena. Quedó boquiabierto al descubrir la nueva faceta, asqueado por el hecho de que compartieran un lazo de sangre. Frunció el ceño, llevó los ojos a la chica, no sabía su nombre, lo que sabía, era que no entendía cómo podía continuar trabajando ahí luego de esos abusos.

—¿Por qué no abandonas esto? Es un asco que tengas que soportar eso.

—Yo no puedo darme ese gusto, Sasuke-kun. Y muchas gracias por aparecer. —Hinata hizo una pequeña reverencia, él sólo quería saber la razón.

—¿Por qué no?

—No en muchos lados aceptaban a chicas jóvenes, menos a quienes no cumplían la mayoría de edad. —Sasuke alzó una ceja. ¿Mayoría de edad? Era una niña, ¿por qué trabajaba tan arduamente una niña?

Las situaciones incómodas para Hyūga, parecían no terminar nunca. Estaba al borde del colapso, pero sabía que debía soportar, ser fuerte, no podía tomarse el lujo de explotar y que eso significara quedar en la calle. Si estuviera sola, hace mucho tiempo se hubiera largado, pero la situación no era así, ella debía proteger a alguien, y quería hacerlo bajo un techo, que ella estuviera segura.

Terminaba de lavar los trastes. Se quitó los guantes y acomodó su blanco mandil. Debía ir a la tienda a comprar algunas cosas, nada de la casa, mas bien, cosas personales. Tomó las llaves, se puso un suéter y avanzó a la puerta. Alguien se interpuso bruscamente en su camino.

—Sasori-san, déjeme pasar.

—Acompáñame a un lado, gatita.

—No puedo, lo siento.

—No entiendo para qué finges, ¿te gusta jugar a hacerte la difícil? Si no eres más que una puta.

Hinata no lo soportó. Escupió las palabras llenas de cólera, su mirada embargada en la rabia. Tono firme, a la defensiva. No iba a permitir que dijera tales mentiras sobre su persona.

—¡No me faltes el respeto de esa manera!

Pero la reacción de Sasori la puso en aprietos. La tomó bruscamente por el brazo, enfrentándose en un combate de miradas, ambas furiosas.

—Yo te hablo como quiero, para eso trabajas aquí, que no se te olvide, cuando se me dé la gana te echo a la calle.

No se percataron de que dos personas habían sido conscientes de toda la escena. En cuando Ino vio que Sasori se dirigía a la cocina, se apresuró para ver que no le hiciera nada a la chica. Su madre, que estaba junto a ella, la siguió con el signo de interrogación latente. Fue espectadora de lo que le había contado su hija.

—¿Todo bien? —Se escuchó la voz de Mikoto, sus oscuros ojos se enterraron en su sobrino. Ino fue más agresiva, empujó deliberadamente al pelirrojo para separarlo de la chica. Hinata se sintió eternamente agradecida con esas mujeres, especialmente con la rubia. No era primera vez que la socorría.

Alejó la pajilla de sus labios, relamiendo sus cerezos. El sabor frutal de su batido dejaba dulces rastros. Los días habían pasado rápido, bajo el sol aprovechó el último día de su estadía en esa casa. Hubiera estado feliz de que el "infierno" acabara, pero, resultó que ese "infierno" no fue tan malo. Responsable de esto fueron las agradables pláticas que mantuvo con la menor de las sirvientas. Si todo salía bien... la intranquilidad que sentía en el pecho podría esfumarse.

Su madre llegó, sentadas en la terraza esa mañana, le pidieron a Hinata unos minutos de su tiempo para hablar.

—Ino-chan, Mikoto-san, ¿necesitan algo?

—¿Tienes un minuto? —Preguntó Mikoto, palpando la silla a su lado. —Ven. Toma asiento.

El aire era incómodo al principio, la de ojos blancos estaba inquieta, aterrada, ¿qué tenían para decirle? Tenía miedo de recibir algún regaño, lo que menos quería era decepcionar a esas mujeres que tan amables habían sido con ellas. "Hemos estado viendo cómo trabajas y..." Comenzó la conversación. "No nos gusta como te tratan", fue lo que más se repitió. Para el final de la plática, la de oscuro cabello azul tuvo que cerrar los ojos para no llorar de felicidad; querían llevarla con ellas, que trabajara para ellas. Querían ayudarla

La emoción de la pelinegra era inmensa, pero esta se fue al recordar un pequeño detalle. Alarmada, exclamó:

—¡Mikoto-san! Hay algo que no saben. Yo no vivo sola.

—¿Tienes un hijo? —Alterada chilló la rubia, llevándose una mano al pecho.

—¿Eh? ¡No, nada de eso! Yo... tengo una hermana menor.

—¿Y dónde vive ella? —Siguió Mikoto.

—Ella vive conmigo, está en nuestro cuarto. —Sonrió Hinata. —No sale de ahí, es que ella... es un poco especial.

—¿A qué te refieres? —Fijó los ojos en ella, al igual que su hija menor.

—Ella no puede ver.

Dijo, casi con miedo a que lo tomaran de mala forma. La reacción contraria fue diferente a lo que esperaba. Ellas demostraron interés, y se regañó mentalmente por haber creído que esas personas podían pensar que eso era algo espantoso. Eran personas de buen corazón.

—¿Podemos conocerla?

—Sí, ella se alegrará. —Contestó, parpadeando varias veces. No podía creer que existiera gente tan buena.

Fueron guiadas al segundo piso. La puerta final, la más alejada de todas. Tenía seguro, tras meter la llave, se abrió. Cuando ingresaron, al principio no vieron nada, sólo una cama, pero cuando se adentraron más, vieron la silla que estaba en la esquina.

—¿Hinata? —Retumbó en sus oídos una melodiosa voz. Una pálida niña de ojos verdes y largo cabello rosa fijaba la mirada en un punto inexistente. Vestía un suéter tres tallas más grandes que ella, por lo que su verdadera figura no podía ser vista. Aunque sus piernas eran delgadas, Ino no tenía duda de que su contextura era igual. Sonrió, ellas eran muy diferentes físicamente. Se preguntaba si su caso sería como el suyo con Sasuke, aunque tenía sus dudas. Mikoto analizó la situación, avanzando. Nada estaba sucio ni desordenado, pero los muebles eran horrorosos. Desgastados, en un estado tan deplorable que le sorprendía que no se cayeran. El espacio era muy reducido.

—Sakura, quiero presentarte a dos personas.

—¿Quiénes son?

—Hola, Sakura. Soy Ino.

—Soy Mikoto, un placer conocerte, Sakura.

—Ino-san, Mikoto-san, me alegra conocerlas. Hinata me ha hablado de ustedes, gracias por ser tan amable con ella. —Sonrió, la sonrisa fue tan amplia y sincera que las de apellido Uchiha quedaron perplejas. Esa niña tenía un brillo especial.

Se formó un cómodo silencio luego de que Mikoto hablara. "No es nada, linda", sonrió también, agradecida de que Hinata hiciera buenos comentarios de ellas, no pensaba encontrarse con esa información tan dulce, que logró ruborizar a la Hyūga. La de rubia cabellera no dejaba de mirar a Sakura. Era igual de joven que su hermana, era bella, realmente. ¿Por qué una belleza así se mantenía oculta del mundo? Apretó los puños al tener una idea. Lo más seguro es que Hinata tuviera que tenerla en cautiverio por el depravado de su primo. Se oyó un grito, alguien requería la presencia de la empleada.

—Ve, nosotras nos quedamos con ella. —Tranquilizó la Uchiha mayor, poniendo una mano sobre el hombro de la chica. Ella agradeció con una sonrisa y un tímido "Muchas gracias", y bajó, cruzando los dedos para que todo saliera bien.

Sakura permaneció en la silla, Ino tomó asiento en la cama y no dejó de mirarla. Mikoto, se tomó el atrevimiento de registrar cada espacio. Mientras caminaba, fueron saliendo sus palabras.

—Hablaba con Hinata hace poco, uhm... Quiero que vaya a trabajar a nuestra casa. No me gusta mucho el trato hacia tu hermana.

—¿Quién trata mal a mi hermana?

Calló. Supuso que la de ojos jade no tenía ni la menor idea de lo que debía pasar su hermana todos los días. La menor tenía el ceño fruncido, la dueña de ojos oscuros supo que debía desviar el tema, Hinata por algo no le había comentado lo de Sasori.

—En general, ¿no? Esto... la mayoría de la gente con dinero olvida los modales.

—Sí, pero no por eso deben tratar mal a Hinata. —Gruñó la chica, el sólo imaginar que trataran de molestar a su hermana, la ponía de mal humor.

La siguiente pregunta la hizo Ino. Tenía curiosidad por el día a día de la muchacha.

—Sakura, ¿no te aburres aquí todo el día?

—Sí, pero no puedo hacer mucho.

—¿Y qué haces?

—Sólo escucho la radio. A veces algunos documentales.

—¿No lees? —Negó e Ino abrió los ojos. La chica rió con lo siguiente que dijo. —¡Digo! me refiero, hm... ¿Braile?

—No, esas clases son un poco costosas.

Ino tragó saliva. Analizó la habitación, Mikoto se tomó la desubicada libertad de revisar un cajón, la ropa era demasiado escasa, no eran condiciones de vivir. Lo que hizo que quedara en shock, fue un plato con restos de comida bajo la cama. ¿Qué clase de vida llevaban las hermanas? Tragó con dificultad. Miró a Sakura, se veía tan pura y frágil. Miró a su hija y ambas asintieron; no eran necesarias palabras. Harían algo, ellas las iban a sacar de ese infierno.

—¡Bien! Sakura, vamos a empacar. No quiero que pasen un día más aquí.

Cuatro días eran los que habían pasado desde que llegaron a la capital. Si bien, en el momento Sakura no tuvo mucha opinión en el cambio tan repentino, a los días supo que fue lo mejor que les pasó en la vida. Hinata tenía otra aura, estaba alegre, tranquila, no lograda identificar ese toque de preocupación que tenía antes, su voz y risa sincera hacían feliz a la de ojos verdes. La relación de las cuatro féminas se volvía más fuerte con el pasar de los días. Uno de los contra, era que Mikoto trabajaba bastante en su oficina, y no estaba tanto en casa como les gustaría a las chicas.

Las más contentas, sin duda, eran las más jóvenes. No supieron cómo, ni el porqué, pero el lazo que se formó entre ellas fue impresionante. Ino y Sakura estaban juntas la mayor parte del día, al estar la rubia de vacaciones, todo su tiempo se lo dedicaba a la niña rosa. No era una relación de tipo maternal, no. Era un vínculo de cómplices perfectas. Ambas tan jóvenes y con ideas tan alocadas, congeniaron tan bien que asustaba. Ino jamás había tenido una relación tan leal con una chica, las de su escuela eran algo hipócritas, y no sabían hablar de otra cosa que no fueran los salarios de sus padres. Ambas pasaban las tardes en eternas charlas en el patio, o probando golosinas en la habitación mientras escuchaban música. Sakura estaba conociendo el mundo y quien la guiaba era Ino. Hinata no podía estar más feliz por su hermana, agradecía al cielo que Sakura hubiera conocido a la rubia. Todo marchaba tan bien.

Estaba tan acostumbrada a estar encerrada entre cuatro paredes, que aún se le dificultaba el salir y caminar por sí sola. Quería ser independiente, por eso se esforzaba cada día en memorizar tanto como podía. El espacio era más grande, no tenían áreas restringidas para ella. Podía salir de la habitación y eso la hacía feliz. En esa casa no corría ningún riesgo. Así que, día tras día, se esforzó por memorizar cada rincón de la habitación. Era viernes, los tibios rayos de sol la saludaron. El día no fue muy productivo, desayunó con su hermana y luego del almuerzo, tomó una siesta. Una hora más tarde, luego de despertar, salió de la habitación para memorizar el pasillo. El primer día no fue tan intenso, sólo exploró, pero no aprendió mucho. El segundo día, una voz caló en lo más profundo de su alma.

—¿Necesitas algo?

La chica frenó sus pasos, sin quitar la mano de la pared. Había salido hace unos minutos, y estaba en problemas. No lograba dar con la puerta, estaba perdida en su tarea. Balbuceó al principio, estaba nerviosa y no sabía la razón. Tragó saliva, no sabía quién era ese hombre, sintió ansiedad por la falta de información.

—Lo siento, yo... es que quería volver a...

Fue interrumpida. ¡Cuánto le agradeció a su compañera de risas! Una radiante rubia se unió al dúo, caminando hacia la chica para ubicar ambas manos sobre sus hombros.

—¡Sakura! Sasuke, ¿ya conociste a Sakura? —Preguntó con emoción a su hermano, este alzó una ceja.

—¿La conoces?

—Es la hermana menor de Hinata. Sakura, él es mi hermano mayor, Sasuke. —Se acercó a su oído, iba a susurrarle, como si fuera un secreto, pero el tono no fue lo suficientemente bajo. Era evidente que el pelinegro lo oiría también. —Es un poco gruñón, así que no te sorprendas si lo escuchas regañar. —Informó, haciendo reír a la chica. Sasuke se quedó mirando la escena, intentaba quitar los ojos de la niña, Sakura, supo que se llamaba. No lo consiguió, volvió a intentarlo, pero mucho menos lo logró cuando la armoniosa voz mencionó su nombre con tanta dulzura.

—Un placer, Sasuke-kun.