Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a CLAMP
MI AMADA, MI EX: ALGO ILEGAL
Muy buenas noches
Siempre he poseído cierto encanto para con las mujeres. Lo sé, porque ellas me lo han dicho. Me han dicho que les gusta la manera en que las miro; les gusta mi voz, mi aroma. Les gusta cómo le susurro trivialidades en la oreja. ¿Quieres un café? ¿Te invito una copa?
Hasta mi pelo alborotado les gusta.
Mi nombre; mi cuerpo; mi sonrisa. Y no lo digo para adularme, en serio. Estoy riendo, sí; pero se los digo porque, aún todo y mis encantos, ella no se deja abandonar a ellos fácilmente. Ella se resiste. Como las rocas a las olas, como los alambres a la tensión. Y eso, señoritas, me hace desearla más y más.
¿Son todas las que me están leyendo mujeres, cierto? No creo que haya un hombre entre mi público. De haberlo, le pido disculpas por antemano caballero; porque no podré ignorar ni dejar de dirigirme a las lectoras a lo largo de toda mi narración.
Les contaré mi historia, señoritas. A todas y cada una de ustedes… Las haré conocedoras de mis trucos de seducción, de mi sensibilidad y ardor inextinguible por aquella muchacha. De mis debilidades.
Me gustaría llamarla mi perdición; pero no puedo hacerlo. Ella no es una rompecorazones, y una femme fatale mucho menos. Ella es encantadora, natural; siempre viva. Bajaba el rostro cuando me veía, y se mordía el labio inferior con los dientes para evitar sonreír. Era mala cantante, pero aquello no le impedía tararear las letras de sus canciones favoritas en público. Todavía lo hace.
Aunque no cantaba frente a mí, claro. Al principio me evitaba; y se limitaba a tirarme miraditas de soslayo. Y qué decepción, señoritas; porque sus ojos son de un hermoso color verde. Hubiera preferido que sostuvieran mi mirada por completo, no que la rehuyeran. Pero eso ella no podía evitarlo; me deseaba en secreto, como muchas otras chicas buenas.
No sientan celos hacia ella, mis lectoras. Ustedes me son todas especiales. Cualquier persona que gasta su preciado tiempo en leer mis personales nimiedades lo es. Gracias, les digo. Gracias, porque serán mi hombro y pilar de apoyo de ahora en adelante.
Yo la amé, chicas. Y todavía la amo. La amo tal y cual como la primera vez que la besé. Un beso tierno y sincero, en la boca. La amo con igual intensidad. Como si nunca la hubiese olvidado.
Sin embargo, la olvidé por un tiempo. Y fue por eso que ella desechó toda confianza y sentimiento romántico hacia mí. La he perdido; y, ahora que quiero recuperarla, que quiero revivir mis viejos momentos junto a ella, me cuesta.
***
Me llamo Li, Syaoran Li. Y no me parezco en absoluto a James Bond. Soy oriental, de Hong Kong en específico; aunque no mentiré: tengo descendencia inglesa. Por ello mis leves facciones occidentales. Y estoy viviendo en Tokio, Japón, desde hace… bueno, desde hace bastante.
Soy abogado; y uno muy bueno.
¿Quieren que les diga algo legal, señoritas? A las mujeres les gusta hacerme esa pregunta. Yo sonrío y respondo:
–Usufructo.
Oh, ¿qué significa? me preguntan ellas. Y entonces les respondo:
–Es el derecho a disfrutar de los bienes ajenos.
A algunas les guiño un ojo. Entonces ellas captan la indirecta, y me miran con ese peculiar brillo pícaro en los ojos. Me gusta aquel brillo en las mujeres. No saben cómo las transforman, chicas. Las convierte de mansas damiselas, a apasionadas sirenas. De niñas, a mujeres.
Otras se ríen por lo bajo, tapándose la boca con una mano, y eso también me gusta. Les otorga un aire de infantil bribonería. Otras ruedan sus ojos, pero sé que por dentro vacilan. Algunas otras no me comprenden, y se limitan a hacer entrever sus dientes, de forma graciosa e inocente, aparentando que sí entendieron. Me da risa. Yo también muestro mis dientes, y eso a ellas las hace sentirse mejor.
Son increíbles las diferentes reacciones que cada mujer adopta. Todas ustedes son especiales, chicas. Y por eso y más, no puedo evitar pasarlas por alto. Me gustan las mujeres. Me gustan mucho. Sin embargo, a ninguna les explico que en el usufructo existe la obligación de conservar aquellos bienes ajenos. Y está mal.
Las lectoras de mente más aguda comprenden mis palabras. De todos modos, a ti señorita de mente no tan rápida, te lo explicaré: yo no suelo conservar a las mujeres. No a todas, no a muchas. La verdad es que he amado a muy pocas. Quizá a dos en total. A mi novia y a ella, la de ojos verdes.
A la última no la conservé. La dejé ir. La perdí.
A mi novia quiero perderla. Quiero sustituirla por la de ojos verdes.
Mis queridas lectoras, no me tengan rabia. No saben lo que sufro yo todas las noches, cuando acaricio el cuerpo blanco de mi compañera, y el corazón se me arruga porque no son las curvas de mi amada. Cuando la acerco a mí, halándola delicadamente con mis dos manos por la cintura, y sus pechos colmados se aplastan sobre mi torso. Mi amada no tiene pechos gruesos, señoritas. Tiene tan solo un principio de senos. Dos valles pequeños, curvos y salientes. Y me vuelven loco; porque cabrían enteritos dentro de mi boca.
¡Perdonen, perdonen! Pero no puedo rehuir al recuerdo de ellos. Me embriagan, me persigue su suavidad. Comprendan que los extraño, chicas.
¿Las he confundido hasta aquí? Les reitero: tengo pareja; pero mi amada es la de los ojos verdes. No lo olviden: es a ella a quien en verdad amo. Es a ella a quien más anhelo. Es a ella a quien imagino cuando comparto el lecho con mi novia. ¿Infidelidad, señoritas? Sólo de mente.
¿Les caigo mal porque soy infiel? No las culparé de ser así, pero construyan empatía. No obstante, tampoco quiero que me regalen condescendencia. No quiero que me aprueben y me justifiquen; no me lo merezco.
Las que me apoyan: pónganse en el lugar de mi novia, imaginen que son ella. Son a ustedes a quienes acaricio y caliento, pero no lo hago pensando en ustedes; mas en otra.
Las que sientan desagrado hacia mí: ocupen el puesto de mi amada. A ustedes les entrego todo mi ser.
Quiero a ambas, chicas. Pero solamente a una amo. Mentira: a las dos las amo; pero a una, la amo más. Y no puedo evitarlo; me siento atrapado. Oscilo entre la razón y el corazón, entre la moral y la tentación, entre ser bueno o ser malo.
No quiero hacerle daño a mi novia, pero, si la complazco, si me dedico a ella solamente, si le hago caso a mi consciencia, si la respeto, si me porto bien. En fin; si soy bueno, es a mí a quien estaré haciendo daño. Fue Lord Henry, amigo infame de Dorian Gray, quien recitó en la famosa novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, la frase: "Ser felices siempre nos hace buenos. Pero ser buenos no siempre nos hace felices". Y mis lectoras: cuánta razón él tiene.
Yo oscilo entre ser bueno, o ser feliz.
Sin embargo, aún si elijo el segundo camino, el de la felicidad, no garantizo mucho. Ella no me ama tanto; y hasta puedo dar fe, que mi novia me ama más. ¿Qué hago, chicas? ¿Ser bueno o ser feliz? He allí el dilema.
Desde ahora les advierto, chicas, que mis narraciones no serán muy largas. No es fácil escribir material sentimental. Comprendan, también tengo trabajo; debo defender a un socio acusado de fraude.
Siempre procuro que mi mundo personal no se mezcle con mi mundo laboral; pero estoy aquí, en mi oficina, redactando este emotivo documento directamente desde mi laptop. Tampoco sé si seguir la historia. Puede que la borre una vez finalizado este insustancial capítulo. Quizá lo lance a Papelera de Reciclaje; quizá ni lo lea, o corrija. Se los enviaré tal cual lo escribí, en borrador. Yo no soy un hombre de escrituras, aunque vivo en el mundo de las leyes y letras. Muchos abogados nacen con la capacidad de crear historias. No sé si yo también, no sé si yo pueda.
Esta es mi primera vez, señoritas; por lo que me hallo avergonzado. Ahora les estoy sonriendo: siempre hay una primera vez en todo, ¿verdad? Lo más difícil, ahora, vendría a ser colocar un título. Ni idea cuál título colocar. No hay una historia concreta en estas páginas, más bien un prefacio. No sé si mi vida tenga una historia que merite contarse. Aunque quiero hacerlo.
Me despido de todas ustedes, señoritas. No sé si nos volveremos a leer. Sin embargo, ha sido un placer conocerlas; y me despido, con palabras que –por maleducado– no utilicé para presentarme, pero que decidí en último momento serán el título de la introducción: Muy buenas noches.
N/A: Reviews; si no les es molestia.
