Inuyasha no me pertenece, solo la trama y alguno que otro personaje ficticio son míos.

Acá traigo otra creación loca mía. El primer capítulo es corto para que me digan que opinan, pero si les gusta, este no será un FCC: Fic de capítulos cortos, serán largos... ¡disfruten, zorras!


RETRATO ORAL

En mi pueblo le llamaban mamada, pero este chico refinado y de mundo me pidió que le diera sexo oral. Bueno, le iba a dar sexo oral. Además, estaba pagándome una buena cantidad de dinero y no había comido bien en casi una semana. Aunque fuera, necesitaba que el semen me cayera en la boca para tragármelo, después de todo, había escuchado decir a algunas compañeras que era nutritivo y no sé qué más.

― ¿Cómo es que te llamabas? ―preguntó viéndome curiosamente.

Yo me mordí el labio y le bajé los pantalones una vez que me hube hincado.

―Eri.

Que mi prima Eri me perdonara por usar su nombre de pila, estaba contra las reglas usar el nombre personal y no se me había ocurrido nada más original que pensar en mi prima Eri con quien solía jugar al doctor de pequeñita.

―Bien Eri, ¿y cuántos años tienes?

Yo levanté una ceja.

―No sé si le explicaron al firmar el contrato... que no puedo dar datos personales.

―Esperaba que mintieras como lo hiciste con tu nombre ―sonrió con desdén.

Yo quise apretarle las bolas pero me mantuve firme frente a los bóxers de caritas felices que llevaba puestos. Me mordí los labios olvidándome de su altanería y viendo semejante ropa interior.

― ¿Te gustan? Son de la suerte ―soltó―. Vamos, empieza ―ordenó y yo resoplé como toro escuchándole reír como canalla―. Anda, no seas refunfuñona. Jamás había conocido a alguien que me hiciera malas caras por mis comentarios.

―Lo que pasa es que el tono que emplea es grosero ―bajé su bóxer de un tirón haciendo que temblara un poco―. No puede ir por ahí hablándole a la gente como si fuera el dueño del mundo ―tomé la base haciéndole estremecer.

Gruñó malas palabras.

―Lo que pasa es que soy el puto dueño del mundo, encanto ―me vio con esos ojos dorados que me mandaban latigazos a la vagina.

Yo rodé los ojos.

―Lo que usted diga, señor Taishō.

―Así me gusta ―acarició mi cabello y yo me estremecí de pies a cabeza―. Ahora empieza tu trabajo que para eso te estoy pagando.

Yo me mordí la lengua para no morderle el pito y empecé el trabajo que pocas veces había hecho. Era nueva en ese rollito de prostituirme y aunque los hombres que pasaban por ahí eran muy educados y amables, no me terminaba de convencer el venderme y caer tan bajo. Pero tenía que pagar mi universidad y mantener a mi hermanito y la paga me alcanzaba para eso y me sobraba. En realidad era una paga muy buena. Era tan buena, que había logrado rentar un departamento de dos recamaras en un segundo piso de una zona estable y familiar. Mi hermano Sota iba de maravilla en la preparatoria y yo no podía estar mejor en la universidad. No tenía clases los viernes ni los lunes de manera que me daba todo el fin de semana para trabajar y estudiar y todo el lunes para estudiar.

La vida de una prostituta estudiante jamás había sido tan difícil y a la vez tan triste y divertida, había veces en las que me ponía a reír y a llorar por hacer lo que hacía. Primero pensaba en que era ridículo hacer eso, que tal vez podía hacer algo más decente… pero después pensaba que aquello era un trabajo más que decente y que por lo menos no estaba degollando gente por ahí para ganarme una lana. El ser prostituta no era tan malo, estaba en un lugar bonito, con aire acondicionado, techo, hombres que me cogían de lo lindo y sobretodo, un cheque jugoso y oloroso que me hacía comprar lo necesario y aun así, llenar de mimos a mi hermano y de pasadita a mí también.

Mis compañeras me habían dicho que disfrutara de lo que pasara dentro de la habitación, llegaría a acostumbrarme a mis clientes habituales y sería hasta divertido y relajado ir a que me dieran y que por encima me pagaran, tenía que admitirlo, eso sonaba bien. Aunque no era una adicta al sexo, era rico y cualquiera que lo hubiese practicado, diría lo mismo. Apenas tenía un cliente habitual que venía cada viernes a verme y era muy sencillo y hasta cuidadoso conmigo, parecía rondar los cincuenta y me llamaba cariño en una forma que me recordaba a un padre llamarle a su hija. No sabía si el hombre tenía complejo de hija o si en sus fantasías más locas le gustaría cogerse a su verdadera hija, pero era tan amable que la única posición que habíamos hecho era la del misionero. ¡Era hasta tierno!

Y bueno, fuera de ahí no tenía a nadie más habitual más que a ese buen hombre. Ahora, había llegado este muchacho que era grosero, altanero y mandón en la cama, le decía señor Taishō porque era el único nombre que él nos proporcionaba, fuera verdadero o no, teníamos que llamarlo de esa manera. Además, lo ordenaba y al parecer, yo era la única a la que había escogido del catálogo.

Me tienes que llamar señor Taishō, decía.
Tienes que decir: sí señor, no señor, ordenaba.
Tienes que obedecer todo lo que ordeno, para eso te pago, bramaba…

Y bueno, en esencia, eso era el señor Taishō, un mandón y altanero de primera, pero aunque era grosero y demandaba de todo, era cuidadoso y siempre dejaba que me viniera. Muchas compañeras me decían que habían hombres que entraban a venirse y se iban si dejarlas a ellas disfrutar, pues a mí no me había pasado de esa forma y muchas decían que era suerte de principiante, fuera lo que fuera, supongo que si era suertuda de que aquellos hombres me dieran lindo y rico.

...

El señor Amuro me hablaba bonito al oído mientras que despacito salía y entraba de mí, era rico sentirlo de esa manera y cambiar la manera brusca en la que el señor Taishō me violaba.

―Eres tan linda, cariño ―susurraba y lamía mi lóbulo haciéndome suspirar.

Yo solo sonreía como estúpida al sentirle sobre mí, a pesar de ser un señor entrado en edad, tenía un físico de los diez mil demonios, si, diez mil putos demonios. ¿Qué hacia un hombre como él recibiendo servicios de una puta? No lo entendía en realidad. Cuando se vino y me vine también, descansamos por largo rato hasta que él me sonrió, me agradeció y me deseó las buenas noches para después irse y dejarme sola y en realidad cansada.

Cuando tocaron a la puerta abrí los ojos pensando en quién demonios se atrevía a molestar a las putas que acababan de ser violadas y que estaban en extremo cansadas.

― ¿Kagome? ¿Estás ahí? ―preguntaron al otro lado.

Me paré y me puse la bata para abrirle la puerta a Yura, la jefa nocturna de los viernes.

― ¿Qué pasa? ―pregunté bostezando.

―Sé que el señor Amura era tu ultimo cliente, pero… ―me miró sin querer hablar y parecía estar un poco molesta.

―No me digas que viene alguien más, he terminado mi turno ―dije casi con fastidio. La universidad se ponía cada día más difícil y era pesado tener sexo cada fin de semana, aunque eso nos diera de comer o a veces no lo hiciera.

―Lo sé, pero el señor Taishō viene para acá, te quiere limpia, bañada y perfumada en media hora.

Yo me horroricé.

― ¡Media hora ―exclamé escandalizada―. El señor Amura acaba de… ―ni siquiera terminé sabiendo que Yura sabía exactamente lo que el señor Amura había hecho ahí dentro…―. ¿Qué le pasa a ese hombre? ¿No tiene novias, amantes o lo que sea? ―pregunté de mala gana.

Yura suspiró derrotada.

―No lo sé, pero es un cliente muy importante, sabes que te paga más de la cuenta. Tiene algún caprichito contigo ―sonrió desganada. Ella también estaba cansada, ya no había muchas chicas a esa hora de la noche, era casi de madrugada y tanto ella como yo estábamos listas para irnos de ahí―. Lo siento, Kagome, necesitas estar lista en media hora. Ve a su habitación y vístete como le gusta, haz lo que sea, ese hombre es muy extraño ―dijo bostezando.

Yo asentí, no me daba de otra más que recibir a ese pelmazo. Era cierto, el señor Taishō me pagaba mucho más de lo que se pedía o de lo que era normal en cualquier trabajo de prostitución. Así que si me quería bañada, perfumada y lo que fuera en media hora, el trabajo debía ser hecho.

¿Qué le iba a hacer si él señor Taishō no podía dejar de pensar en mí? Había que satisfacer al niño rico.