Este fic participa en el "Reto: ABC de la Muerte" del foro "El Amor Tiene Alas".
A Vampire Diaries Fanfiction
A de Asfixia
No era fácil vivir como cazadora de vampiros. Sin embargo, tener un amigo que lo fuera aportaba muchas ventajas que facilitaban su labor, como la fuerza sobre humana, los poderes sobrenaturales, la astucia conseguida a lo largo de siglos de vida.
¿Culpa por matar vampiros cuando su amigo lo era? Nah, su amigo no chupaba sangre humana como los otros, como su hermano, tanto el de ella como el de él.
Hablando de hermanos… Christian. Tenía que haber sido cuidadosa.
Había ido a esa guarida con la intención de matar, no de morir. Pero ahora estaba sola, sin el apoyo de ningún vampiro, no porque Stefan no hubiera querido acompañarla, o que sus amigos quisieran dejarla sola, sino que ella había alegado que ésta era una pelea que ella sola debía hacer.
Lo que la dejaba en su situación actual. Christian. Lo que debió haber sido una relación de hermano y hermana había surgido de modo contaminado. Separados en la infancia. Criados para matarse el uno al otro.
El precio de un segundo de compasión costaba la lenta ausencia de oxígeno a sus pulmones. Las enormes manos de Christian rodeaban su cuello por completo. La mirada carente de compasión del que era su hermano de sangre, conectaba con los ojos de Meredith.
El paso del aire era inversamente proporcional al agarre de Christian sobre su cuello: mientras más fuerte apretaba el vampiro, menos aire entraba a los pulmones de la cazadora. El peso de Christian sobre su plexo solar, tampoco ayudaba a mantener una cantidad estable de aire, ni siquiera podía estirar el estómago para llenar los pulmones de tan vital y etéreo elemento.
Los pulmones de Meredith clamaban más oxígeno, apretándose casi hasta doler. Aire. Oxígeno. Vida. Las tres escapaban lentamente entre sus labios abiertos mientras su hermano se tomaba el tiempo para cerrar completamente su garganta.
Estaba tan débil, tan cansada y pesada que no encontraba la razón, ni la fuerza para sortear la absurda distancia de tres centímetros que había entre sus dedos extendidos y la letal estaca que hubiera podido salvarle la vida.
En su oscura mirada del muchacho se veía el deseo de verla muerta. Sólo una lágrima escapó de los ojos de Meredith al pensar en el desastroso desenlace al que había tenido que llegar la que debió de haber sido una hermosa relación fraterna.
Meredith simplemente cerró los ojos para limpiarse el ácido ardor del llanto contenido por años ante la pena de su hermano perdido que ahora se convertiría en su asesino, sin consciencia, sin remordimientos. Y sólo uno de sus últimos latidos le ofreció perdón al monstruo en que su hermano se había convertido.
Lloró porque no volvería a ver a sus amigos cuyos nombres desaparecieron en su oscuro y absurdo pensamiento pero en el revoltijo afilado entre la vida y la muerte los tuvo presentes más por una característica física que por un momento alegre o una palabra de aliento.
Un rostro de corazón. Largos y brillantes mechones de cabello rubio. Una altura de metro ochenta. Ojos intensamente verdes.
Entonces poco a poco se fue quedando completamente quieta hasta que la oscuridad se cernió ante sus ojos, tras sus párpados cerrados.
