Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling, Warner Bross & Salamandra. Yo únicamente juego con los personajes que Jo nos regaló. La historia es de mi muy triste y retorcida imaginación.
Nota: Esta historia relata la historia de cómo Hermione va aprendiendo a la mala como superar un viejo amor, y cómo hay otras personas que sufren igual o más que ella. Es un mundo alternativo al de Hogwarts. Espero sea de su agrado. Es algo totalmente distinto a que he escrito antes ya que la historia no gira en torno en dos enamorados que no pueden o no deben estar juntos. Es algo más bien crudo y rudo. Trataré de usar a todos los personajes de esta increíble saga. El primer capítulo es corto, pero los que siguen son más largos. Si estás aquí, gracias.
Disfruten de la historia, como yo lo he hecho escribiendo...
Distintos tipos de dolor
Por LunaHHr
I
Qué rico se siente estar sola.
Aunque claro, me llevó un tiempo darme cuenta de ese privilegio. ¿Cuánto tiempo? Prefiero no decirlo, me da vergüenza sólo pensarlo, pero si estoy escribiendo esto es para sacarlo por completo de mi sistema. Lo necesito a él fuera de mi sistema. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que escribir desde el primer momento en que lo vi? O quizá no debamos retroceder tanto, quizá sólo tenga que empezar, irónicamente, donde todo terminó. Supongamos que este libro es para todas aquellas personas que han sido víctimas del amor. Absurdo, pero crudamente real.
Estabas ahí, esperándome fuera de tu auto como siempre solías hacer. Esta vez tus ojos grises no lucían juguetones, divertidos o alegres. Se veían ansiosos. Y yo sabía la razón. La razón era yo. Subí a tu auto como cualquier otra salida. Sabía que me ibas a romper el corazón esa misma tarde y yo había llorado toda la noche por lo que no quedaba ni una sola lágrima para mostrarte en ese momento. No me miraste en todo el camino, no pusiste tu espantosa música o hiciste algún comentario respecto a mi atuendo.
Es gracioso como a veces el mundo se burla de ti ya que era una tarde preciosa, el sol traspasaba tu cabello platinado mientras que yo me moría de frío por dentro. En mi todo era tormenta.
—Dilo o tu cabeza va a explotar—bromeé, con la mirada fija en el atardecer que estaba por delante de nosotros. Te habías detenido en uno de los parques que había sido testigo de unos cuantos besos nuestros.
Por primera vez en la tarde me miraste en serio. Sentí que tratabas de adivinar lo que pensaba, me mirabas con compasión y algo de culpabilidad. Eso me hizo enfurecer lo suficiente para detener aun más las lágrimas que comenzaban a escocer mis ojos.
—No soy suficiente para ti—dijiste y como reflejo me reí. No fue una risa real, claro que no.—Ayer en que salí a correr me di cuenta de muchas cosas—ignoraste mi risita histérica, casi hablabas como si te estuvieras ahogando—Tenías razón, siempre la has tenido y yo he sido un idiota tratando de ignorarlo.
Ahora ya no me reía. Te contemplé por un largo tiempo, al menos fue largo para mi. Quizá solamente fueron unos segundos. Me entretuve con tus ojos fríos. ¿Cuántas veces me había sumergido en esa mirada? ¿Cuántas veces esos mismos ojos me habían mirado con amor, devoción y deseo? Ahora me miraban con tristeza, con una pena que yo no podía sanar. Yo ya no era la solución. Tus labios temblaban ligeramente mientras que te sumergías en una batalla contigo mismo en busca de las palabras que no fueran tan dolorosas para mí. Te veías miserable. Te veías abatido y nervioso. Si tu que terminaste con todo lo que teníamos en primer lugar lucías de aquella manera, ¿cómo era mi aspecto? Yo que te amaba con cada poro de mi piel, con cada latido de mi corazón… ¿cuál era mi aspecto? ¿Fue eso lo que te hizo llorar en primer lugar? ¿El que yo me viera tan infeliz y tan vacía te hizo sentir así? ¿No fue porque estabas perdiéndolo todo? La única mujer, me atrevería a decir, que te amó como nadie, que dio todo por ti y que si tu no le hubieras roto el corazón en pedazos y de mil maneras seguiría amándote.
—Tú no vas a cambiar las cosas que están "mal" en ti y yo tampoco. Lo intenté durante mucho tiempo y no lo logré. Y me odio por no ser lo suficiente para ti, yo…—extendiste la mano para tomar la mía pero yo estaba abrazándome a mi misma, de otra manera me iba a desmoronar. —Tú eres todo lo que siempre he buscado y querido en una mujer. Me complementas en todos los sentidos, pero yo sé que no te pasa lo mismo conmigo.
Excusas.
—Quiero que tengas la oportunidad de encontrar a esa persona que haga todo lo que yo no pude. Quiero que seas feliz.
—Soy feliz contigo—susurré, mi voz era firme en contraste de mis pensamientos.—Me haces feliz—insistí.
Negaste con la cabeza, cerrando los ojos con fuerza y agarrando con ambas manos el volante de tu auto.
—Podemos solucionar esto. Nos amamos—llevé mi mano a tu mejilla, estabas frío a pesar de que la tarde era sumamente cálida.—Seguimos enamorados, sigues enamorado de mi—sentí como tu cuerpo se tensaba y como toda la sangre abandonaba mi rostro.
Me miraste a los ojos y lo comprendí.
—No lo sé.
Esas fueron las tres palabras que destruyeron mi vida. Mi corazón latía con fuerza desmedida, mis manos sudaban y mi estómago daba vueltas.
—Me gustas y te amo, pero ya no siento lo mismo por ti.
Fijé mi vista al frente. De pronto, sentí que el aire me faltaba. Era comprensible. Yo no era la gran cosa comparada con cualquiera. Pero eso no te importó en los casi tres años de relación. Asentí con la cabeza.
—Terminemos bien—susurré—No quiero ser la típica pareja que termina y que luego se odian, se tiran indirectas en redes sociales y cosas así. Sabes que no soy así.—te sonreí débilmente. ¿Pudiste notar el dolor? ¿Pudiste ser capaz de darte cuenta de lo mucho que me dolió decirte aquello?
Te tendí la mano y te volví a sonreír.
—Gracias por todo—te dije con la sonrisa que más me ha costado fingir. Miraste mi mano tendida con el rostro confundido.
—¿No vas a decirme nada?—preguntaste confundido, con los ojos llenos de lágrimas a punto de salir. ¿Qué esperabas? No iba a suplicar. Jamás lo hice por nadie y tampoco lo iba a hacer por ti… o eso pensé en ese momento. Sabía que luego me iba arrepentir de aquella actitud tan valiente que te pinté.
—No hay nada mas que decir. Quizá si el problema no fuera que tu ya no me amas, entonces sí. Pero, ¿qué solución se le da a nuestra situación? —te pregunté alzando una ceja y sonriendo de lado.—Te voy a olvidar con el tiempo. Será más fácil para ti, cierto, pero no imposible para mí.
Aun me aplaudo por mis palabras. Y aun más por aquella cara que pusiste.
—Me estás dejando y lo acepto.
—No te estoy dejando—negaste—Quiero seguir junto a ti… ser amigos, ir al cine, estar presente en tu vida… quizá por ahora no, pero cuando estés lista…
¡No! ¿Por qué debería seguir rompiéndome el corazón de esa manera? Debí decirte no desde ese momento, pero cualquiera forma de seguir viéndote me parecía lo más factible a mi supervivencia.
—Claro que sí. Estoy lista para seguir hablando contigo. Soy fuerte, lo sabes.
Me miraste, tratando de adivinar si te mentía o no. Por supuesto que estaba mintiendo, pero no dijiste nada si lo notaste o no. O quizá fuiste demasiado caballeroso como para no dejar en evidencia que por dentro me estaba muriendo.
—¿Puedo darte un abrazo?—preguntaste temeroso.
Dudé unos segundos. No estaba segura de poder controlar los sollozos después de ese abrazo. Por eso lo pensé tanto. Pero me jalaste a ti regazo y nos fundiste en un abrazo algo incómodo por como estábamos sentados en tu auto. Te sentí sollozar un poco, te di unas leves palmadas en la espalda y suspiré. Dejé que las lágrimas corrieran libres por mis mejillas y te abracé fuerte. Por alguna extraña razón yo todavía no me derrumbaba.
Demasiado pronto para mi disgusto, deshiciste nuestro abrazo. Diste un largo suspiro, y sonreíste tristemente.
—Siento que me he quitado un gran peso de encima, al decírtelo todo, quiero decir.—aclaraste luego de escucharte a ti mismo—Sigues siendo mi mejor amiga.
Bajé del auto sin decirte nada. Me seguiste. Caminamos por el parque platicando de otras cosas excepto de nosotros. Lucías más tranquilo, más sereno aunque todavía se podía ver un poco de tristeza en tu mirada. Se te escapó decirme "amor" un par de veces mientras hablábamos. Yo me sentía aletargada, como en una especie de trance en la que veía pasar todo en cámara lenta a mi alrededor.
Me llevaste a casa.
—Podríamos intentarlo—susurré, odiándome por sonar tan necesitada—Muchas veces yo intenté renunciar a lo nuestro y tu no dejaste que lo arruinara. Es mi turno.
Negaste con la cabeza.
—No hagas esto, por favor—me rogaste sin despegar la mirada del camino. Tu frente estaba arrugada y tus gestos eran de amargura.
No dije ni una sola palabra más. Lloré en silencio durante todo el camino.
—No me siento bien para estar en una relación. Algo falta—susurraste cuando nos detuvimos frente a mi casa—Pero si deseara estar con alguien, sin dura, serías tú.
—Entra—dije mientras me bajaba del auto.
No creí que me siguieras esa vez. Creí que negarías con la cabeza y dirías que era una mala idea, pero no fue así. No había nadie en casa así que subí directo a mi habitación.
Te detuviste en el marco de la puerta de mi habitación. Me miraste con fijeza, como solías hacer cada vez que ambos sabíamos cómo terminaríamos sin ropa, con nuestras respiraciones alteradas y sudados. Sin embargo, mi plan no era ese. Sólo quería tenerte a mi lado un rato más. No estaba lista para dejarte ir… Recuerdo haber pensado esa noche que nunca lo estaría.
Me tiré a mi cama sin miramientos, boca abajo y aferrándome a una de mis almohadas. No sé cuántos minutos pasaron hasta que te sentí sentarte a mi lado.
—El hecho de que haya decidido dejar lo nuestro no significa que me dejes de gustar y que quiera hacerte cosas indebidas. —dijiste suavemente mientras comenzabas acariciarme una de mis piernas al descubierto.
Te encaré. Me acosté de lado y vi como tú hacías lo mismo para mirarme.
—¿Me vas a extrañar?—te pregunté temerosa. Yo sí te iba a extrañar. Por el resto de mi vida.
—Sabes la respuesta.
—No tienes por qué extrañarme. Aquí estoy. Soy tuya.
No dejé que respondieras. Me abalancé tus labios con desesperación. Cada minuto era vital aquella tarde. No quería desperdiciar ni un sólo momento. Me puse encima tuyo, acariciando tu rostro, tu pecho y grabando en mi memoria el sabor de tus labios. Disfrutando cada caricia porque sabía que era la última. Me besaste con furia, me tomaste de la cintura y acariciaste cada longitud de mi cuerpo. Susurraste mi nombre una y otra vez durante el tiempo que me besabas. Casi podía decir que sollozabas mientras lo hacías. Pegué a ti como una amalgama, no queriendo que el momento se fuera o que tú tomaras consciencia y pararas diciéndome que sólo me harías mas daño si continuábamos.
Y de repente, escuchamos que la puerta principal se abrió. Anunciando la llegada de mi familia. Te detuviste con lentitud, gruñendo quedamente al momento de que te separaste de mi por completo. Te vi arreglarte el cabello y echarte una miradita al espejo que tenía ahí.
—Será mejor que me vaya.—susurraste.—¿Te mando un mensaje cuando llegue a mi casa o…?
Asentí con la cabeza. Cualquier indicio de seguir en contacto me caía como un bálsamo en ese momento. Me miraste unos momentos más.
—Promete que no te harás novia de cierto estúpido que anda detrás tuyo desde preparatoria.
Reí con desgana.
—Eso ya no te incumbe.
—Me incumbe si él es un imbecil.
—Tú fuiste un imbecil conmigo.
—Te amé con locura.
Te amé, repetí en mi cabeza. Tiempo pasado. No puedes ni imaginar lo mucho que me dolió escuchar eso.
—Adiós, Hermione.
—Adiós, Draco.
