¡Muy buenas!

De nuevo regreso con un nuevo trabajo de la saga cómica, posterior a los sucesos acontecidos en el fic "Historietas del Santuario y sus ilustres habitantes".

Como ya avisé en el capítulo final, este fic sería dedicado a Milo y Shaina…y Jabu. Ya que es un trío que ha parecido agradar a la gente y como algunos no paraban de insistir en que escribiera más sobre los dos primeros personajes, pues aquí van.

¿Y de qué va esta historia? Pues para empezar a desilusionar a la gente (he comentado por privado a quienes me pedían historia romántica de Milo y Shaina), no, no es temática romántica.

Sólo espero que le deis una oportunidad, aunque algunos querréis matarme xD pero bueno, aquí va el primer capítulo.

Para esta historia he usado un argumento y un personaje presentes en Next Dimension.

¡Un saludo y gracias por pasearos por aquí! ¡Espero que disfrutéis la historia!

**Fic sin ánimo de lucro**
**Todos los personajes pertenecen a Masami Kurumada, TOEI y los que tengan los derechos**
**La imagen de portada la pondré más adelante, porque si no, hago spoiler de lo que pasa**


1. Si me dejaran tranquilo de una vez

Sonó un crujido. Después el grito de una mujer. A continuación el de un hombre.

Los dos guardias que aguantaban el tipo a ambos lados de la puerta del templo de Escorpio intercambiaron miradas de extrañeza.

—Parece que anda torturando a alguien— supuso Azazel, sujetando la lanza que portaba—. No creía que estuviésemos en guerra.

Belphegor, su compañero, sacudió la cabeza.
—Mira que eres inocente— dijo riéndose—, es Shaina, la amazona de Ofiuco la que está dentro, ¿no la viste entrar antes? Y esos gritos parecen más otra cosa…

— ¿Qué cosa?— preguntó asombrado Azazel, casi con temor.

—Pues ya sabes— dejó caer su compañero de guardia—, esa palabra de cuatro letras que empieza por ese y termina en o. ¿Pero en serio que tú no…?

Azazel se retiró los rizos rubios que tapaban sus ojos castaños, aún sin entender muy bien qué sucedía dentro del templo.
Belphegor soltó una risotada ante la cara de póker de su compañero.
—Pues ya es raro a tu edad no entender estas cosas…. si es que tienes ¿cuántos? ¿Dieciséis? ¿Diecisiete años?

—Tengo quince— murmuró el rubio, apartando de nuevo el rizo rebelde—. Pero en serio que no entiendo lo que me quiere decir.

— ¡Chiquillo que están follando!— espetó Belphegor estupefacto por la ingenuidad del muchachito—. Si yo pensaba que los chavales de hoy sois más espabilados que los de mi edad… ¿no escuchas los ruidos?

Efectivamente, mientras ellos charlaban, desde dentro podían oír gemidos y más gritos, aparte de crujidos extraños.

Azazel se había cubierto la mano con la boca y se ruborizó.

De repente, todo cesó y al cabo de diez minutos, la puerta de Escorpio se abrió y salió la amazona de Ofiuco encorvada, con la mano sobre la espalda.

Tras ella apareció el guardián del octavo templo, limpiándose las manos con un trozo de papel de cocina y la marca de una mano en la mejilla.
—Con esto tienes para una semana— dijo él tocándose la zona inflamada—, pero como vuelvas a arrearme un tortazo te vuelve a dar tu madre.

Shaina se giró lentamente.
— ¡Si no fueras tan bruto!— gruñó ella.

— ¡Los masajes tienen que doler!— replicó el caballero de Escorpio—. Si no, no es un buen masaje. Ya verás mañana como tienes la espalda mejor, pero procura no hacer esfuerzos estos días o estresarte, que si no volverás a sufrir una contractura. Y ten— dijo entregándole un paquete—, esto es un parche de calor, póntelo cuando se te seque la crema, que si no, no se te pegará a la piel.

La italiana agradeció el gesto y se marchó renqueante hacia el templo de Libra.

Cuando desapareció de su vista, Milo dio media vuelta para entrar en su templo, cuando escuchó a Azazel llamarle.
— ¿Qué pasa?— preguntó el caballero de Escorpio.

El joven rubio, aun colorado, no se atrevía a mirar al griego.
— ¿Qué es lo que hacía la amazona de Ofiuco en su templo?

—Darle un masaje, ¿por qué? ¿Necesitas que te de uno a ti también?— preguntó Milo mirando al muchacho—. ¿Qué te duele?

Azazel alzó la vista finalmente.
—No, si no me duele nada— dijo rápidamente—, es que creí que ustedes…bueno…pues estaban…haciendo cosas de mayores.

Milo abrió los ojos como platos y se cruzó de brazos. Conocía de sobra la inocencia de Azazel, y era por ello que le gustaba tenerlo de guardia porque nunca cuestionaba nada y era muy discreto.

— ¿Quién te ha dicho eso?— preguntó desviando la atención hacia su otro guardia, Belphegor, quien tragó saliva.

—Él— comentó el rubio, señalando a su compañero, quien le había hecho gestos de que no le delatara.

—Ya veo— contestó Milo sacudiendo la cabeza—. Belphegor, deja de meterle ideas extrañas a Azazel o pido tu cambio de guardia. Que os quede bien claro a los dos, por mucho que intentéis emparejarme con Shaina, ella no es mi novia. Únicamente le he dado un masaje porque lo necesitaba. ¡Y haced guardia, en lugar de estar a otras cosas!— exclamó enfadado, cerrando la puerta del templo de Escorpio.

El griego resopló hastiado por todo el día. Desde que había llegado no había parado de recibir.

—Está visto que no puedo acercarme a una mujer o un hombre sin levantar suspicacias— exhaló, mientras se quitaba la camiseta y se dirigía al cuarto de baño.

Frente al espejo, observó su rostro magullado. Shaina le había golpeado con toda la mano abierta porque, según ella, le había rozado los pechos.

Ambos habían discutido por aquello, ya que él en todo momento había respetado su intimidad.

Lo primero de todo, había accedido a que tomara el cuarto de invitados, para que pudiera desvestirse tranquilamente y usar una toalla para cubrirse el cuerpo. También había permitido que el masaje se realizara en la cama nueva, recién comprada, como soporte, a pesar de la incomodidad para el caballero de Escorpio de tener que agacharse para poder trabajar la espalda de su compañera. Es más, en todo momento evitó realizar ningún comentario o broma a la muchacha.

El masaje había transcurrido en completo silencio salvo por las quejas de la amazona cada vez que el caballero apretaba las zonas doloridas.
— ¡Deja de quejarte!— recriminó el caballero en el momento.

— ¡Si es que me duele!— gimió ella, al sentir los dedos de Milo palpando la contractura—. ¡Y cuidado con donde pones las manos!

Milo había resoplado cansado por tanta queja, pero prosiguió adelante. Movió el cuello de la amazona y éste crujió, emitiendo un sonido desagradable.
Ella se incorporó de la camilla, dejando expuesto su torso desnudo frente al caballero, que sin querer se ruborizó y giró la cabeza.
— ¡Deja de hacerme daño!— aulló la joven, pasándose la mano por la nuca, que aunque en ese momento le dolía un poco, notaba que poco a poco iba pasándose.

—Shaina túmbate de una vez— pidió el caballero de Escorpio, cuando fue a agarrar a la joven por los hombros para reclinarla de nuevo sobre la cama, pero sin querer, o más bien porque tenía la cabeza girada para evitar mirar a su compañera, sus manos rozaron los pechos desnudos de la joven.

Automáticamente, la joven le asestó un tortazo en toda la mejilla que casi tumba al caballero de Escorpio.

Milo juró y perjuró que no fue su intención, de hecho, en cuanto notó los dos abultamientos, retiró las manos inmediatamente, intuyendo que no había cogido a la joven por los hombros para obligarla a tumbarse sino más abajo.

Pero de nada sirvió. Shaina le llamó de todo en griego y en italiano, mientras recogía la toalla y se tumbaba de nuevo sobre la cama, a pesar del dolor de espalda.

—Ni que fuera Sabrina Salerno— gruñó el caballero de Escorpio, mientras se terminaba de desnudar para poder darse una ducha.

Una vez bien limpio, se dirigió a la cocina y preparó una pinta de cerveza negra, así como un poco de fiambre y queso para hacerse un bocadillo.

No había terminado de colocar las lonchas de queso sobre el pan, cuando escuchó la puerta.

—Si me dejaran tranquilo de una vez— murmuró, recogiendo un trapo para limpiarse las manos—. ¡Ya voy!

Al abrir la puerta, se topó de frente con el caballero de Unicornio.
— ¿Qué ocurre ahora?— bufó el caballero de Escorpio—. ¿Me podéis dejar en paz por hoy, por favor? ¿Es mucho pedir?

Jabu se mordió el labio inferior y sacudió la cabeza.
—Lo siento muchísimo Milo, y juro que esto no es mi culpa, pero es que el Patriarca quiere vernos. Son órdenes directas.

Milo dejó escapar una maldición y miró el bocadillo y la cerveza con ansia.
—Pues mira, mal que le pese, estoy hambriento, llevo todo el día sin comer— dijo agarrando la birra y el bocadillo—. Vámonos.

Cuando llegaron al templo del Patriarca, no sólo estaba él, sino también Shaina.

Con cierto resquemor, los dos escorpiones se acercaron hasta el trono dorado.
—Qué mala espina me da esto— murmuró el griego—, me acaba de dar un deja vù…

Shion miró la comida que traía el caballero de Escorpio.
— ¿Por qué traes la cena?— preguntó tamborileando los dedos sobre el reposabrazos—. ¡No comas en mi presencia!

— ¡Pues no me llame justo cuando voy a cenar!— replicó el caballero de Escorpio—. ¡Llevo todo el día de viaje, no he comido nada, vuelvo al Santuario, me tienen preparadas varias sorpresas desagradables, le doy un masaje a esta— dijo señalando a Shaina—, y me lo agradece arreándome un tortazo! Cuando por fin estoy a solas en mi templo y puedo disfrutar de mi cena, me llama usted para yo qué sé. ¡Estoy cansado!

El Sumo Sacerdote dejó de tamborilear los dedos y señaló al hombre.
—Si hubieras venido a reportarte cuando llegaste, no tendría que haberte hecho llamar— contestó más apaciguado el Patriarca—. Camus lo hizo, no entiendo por qué tú no, pero en fin, te permito comer, porque al menos así tienes la boca cerrada y me escuchas.

Milo alzó la pinta de cerveza y le dio un trago.
—Bien— comenzó Shion—, os he mandado llamar porque hay un asunto urgente que investigar. Es una misión sencilla, pero tiene que ser cumplida en un plazo corto de tiempo. Hécate ha reclamado más cabello de nuestra querida diosa Atenea para recuperar la juventud, ya que no puede valerse por sí misma cuando tiene aspecto de anciana, con lo cual, debéis llevarle estos dos panes con cabello de Atenea, ¿entendido?

—O sea— dijo el caballero de Escorpio, tragando lo que estaba masticando—, para repartir un par de panes a una vieja se necesitan tres caballeros.

Shion gruñó levemente.
—Esa "vieja" a la que denominas despectivamente es una poderosa diosa, no olvides eso— espetó rascándose la barbilla—. En un principio iba a enviar a Jabu y Shaina, pero hay rumores de que la zona donde se halla es bastante peligrosa, con lo cual me veo obligado a enviar a un caballero de oro.

—Y no había más disponibles— espetó Milo—. De doce caballeros a tu disposición, tienes que encasquetarle la misión de niñera al que acaba de regresar de una y sólo quiere descansar. Y eso sin contar a Kanon.

Shaina y Jabu protestaron por las palabras del caballero de Escorpio, pero el Patriarca pidió silencio.
—Pues sí, porque tú te llevas bien con ellos dos y además el resto de compañeros ya tienen asignadas otras misiones y tareas. Incluido Kanon, que está ayudando a Poseidón con trabajos acuáticos muy divertidos— murmuró sonriente.

—Mira lo bien que me llevo con ellos— replicó Milo, mostrándole su abofeteada mejilla.

— ¡Por tocarme las tetas!— espetó la amazona de Ofiuco, ruborizándose.

— ¡Que no inventes!— exclamó de vuelta el caballero de Escorpio.

Shion resopló y se llevó dos dedos al puente de la nariz, ignorando las tonterías que estaba escuchando.
—Mañana temprano quiero que partáis inmediatamente a este lugar— dijo entregándole un mapa al griego, quien se encogió de hombros ya que sus manos estaban ocupadas por el bocadillo a medio comer y el vaso de cerveza, por lo que fue la italiana quien se adelantó a recoger el mapa—. Y toma esto también— dijo entregándole los panes a Jabu, que se había acercado.

El caballero de bronce y la amazona de plata se inclinaron al recibir los objetos y regresaron a sus puestos.

—Eso es todo, podéis marcharos— informó el Patriarca—. Recordad que no hay mucho tiempo por delante, ya que Hécate envejece rápidamente y puede morir si no se le entregan a tiempo esos panes con cabello de Atenea, ¿de acuerdo? Espero vuestro regreso con prontitud. Id en paz y con mis bendiciones.

Los tres guerreros salieron del templo del Patriarca.

Jabu miraba los panes y los olía con deleite. Estaban recién horneados y despedían un aroma delicioso.
—Ni se te ocurra comer un solo pedazo— reprendió Shaina, al ver que se relamía—. Que eso es para Hécate e igual se enfada si tiene un trozo quitado.

Al ver la cara de pena del japonés, Shaina le pidió que le entregara los panes, que ya se encargaría ella de custodiarlos.
—No me fío de ti— espetó la joven—, igual te los zampas por la noche.

Y arrebatándole los panes, la italiana desapareció, no sin antes advertir a ambos hombres que mañana los quería bien temprano a la entrada del Santuario.