Disclaimer: Vampire Knight no me pertenece.

¡Hola!

Este es mi primer fic sobre Vampire Knight, y me hace mucha ilusión publicarlo. Veamos, la historia está escrita bajo el punto de vista de Sayori (Yori), la amiga de Yuki. Creo que es un personaje bastante -muy- secundario y me gustaría que al menos fuera de la serie se le diera un poquito más de protagonismo. ¿Las parejas? Pues ya que Aido es mi preferido, será el candidato principal a ser la pareja de Yori en el fic, pero puede haber sorpresas inesperadas. No aseguraré nada ^^

Os dejo con el fic, con los deseos de que os agrade.


1

EL MISTERIOSO CHICO DE OJOS AZULES

Me despierto de golpe, bañada en sudor. De nuevo ese extraño sueño, de nuevo esos extraños ojos azules sin dueño definido. De nuevo aquel escenario lleno de sangre y esa sonrisa terrorífica. Un escalofrío recorre mi espalda mientras me levanto de la cama. Miro al lado, la cama de Yuki está vacía. Probablemente esté esperando a que los de la nocturna salgan de clase. Suspiro mientras me visto rápidamente con el uniforme del colegio. Realmente no me gustaría estar en el lugar de Yuki y Zero, demasiada responsabilidad.

Después de peinarme y lavarme la cara bajo a desayunar. El comedor está vacío, como de costumbre, a excepción de un par de chicos. Normal, las chicas estarán aglomeradas alrededor del edificio Luna, chillando como unas histéricas. A veces, solo a veces, me sacan de quicio. Además, ¿Qué pueden verles a esos chicos? De acuerdo, son anormalmente atractivos y misteriosos pero tienen algo que no me gusta. Y el no saber que es me desquicia.

-Oh, Zero.

El aludido me mira sentado desde una mesa apartada y con una leve inclinación de cabeza me invita a acercarme. Es extraño que no esté con Yuki.

-Buenos días Yori. –Saluda secamente.

Me quedo de pie junto a él, sosteniendo un batido de fresas entre las manos.

-¿No estás con Yuki?

Ni siquiera me mira a la cara para responder.

-El otro día me hice daño en la pierna y estoy descansando de las guardias.

Tuerzo el gesto casi imperceptiblemente y mi mirada viaja a través de la ventana hacia el edificio Luna.

-No creo que Yuki pueda con todas esas histéricas sola.

Ahora sí, Zero me mira fijamente de una forma que me hace sentir incómoda.

-¿Qué quieres decir?

-Supongo que Yuki estará pensando en ti ahora mismo. –Susurro.

Mis palabras no tardan en surgir efecto. Zero aparta de un manotazo su bandeja de comida y se levanta a toda prisa, abandonando el comedor sin ni siquiera despedirse. No me molesta, simplemente hace que un dolorcillo agudo se instale en mi pecho. ¿Cuántas veces habré sentido ya ese dolor? Incontables, realmente incontables. Y el agujero de mi pecho se va haciendo cada vez más grande; y cada vez me cuesta más sonreír frente a los demás.

-Buenos días, Yori. –Me saluda el delegado de clase, amablemente.

-Buenos días, delegado.

Me mira fijamente mientras toma asiento en el sitio de Zero.

-¿Te ocurre algo? Tienes mala cara.

Yo, simplemente, me limito a mirar por la ventana en dirección a ese misterioso edificio, el edificio Luna, sin poder evitar entristecerme.

-No… no me pasa nada.

***

Una suave brisa cálida de primavera me revuelve el pelo. Respiro profundamente ese aire fresco que tanto necesito y continúo caminando por el jardín. Involuntariamente, mis pasos me conducen a las inmediaciones del edificio de la clase Nocturna. Por el camino veo a un par de muchachas enamoradas, agazapadas detrás de alguna columna para poder ver así a alguno de sus ídolos. Las miro de reojo con cierta envidia. Al menos ellas saben lo que quieren.

Me detengo, como siempre, a escasos metros de la puerta principal. Me quedo mirando unos minutos aquel edificio esplendoroso, y no puedo evitar imaginarme la figura de Yuki frente a esa puerta. Junto a Zero. Los dos.

Cierro los ojos con fuerza y me apoyo en la pared. No, no debo. La quiero, ella es mi amiga. No debo pensar en eso. No debo, pero no puedo evitarlo. Más y más, cada día, ellos dos. Juntos.

No quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero.

-¿Te encuentras bien?

Abro los ojos y me encuentro medio agachada en el suelo. Soy realmente patética. Recupero rápidamente la compostura y al alzar la vista un par de resplandecientes ojos azules me miran con cautela. Le reconozco sin problemas.

-Sí, Aido-sempai.

Me ayuda a levantarme y se lo agradezco con una mirada. Pero al mirar de nuevo al frente mi cabeza comienza a darme vueltas, las visiones, el dolor de mi pecho. Cada vez más fuerte.

-¿Seguro que estás bien, chica?

Asiento firmemente con la cabeza.

-Sí. Solo estoy un poco cansada, no he dormido mucho esta noche.

Él sonríe misteriosamente.

-Yo tampoco he dormido esta noche.

Le miro sin entender bien sus palabras, sonriendo cortésmente y no tardo en despedirme. No me agradan los de la clase Nocturna, nunca lo han hecho.

-Adiós, Aido-sempai.

Él se da la vuelta y comienza a andar de vuelta al edificio Luna.

-Hasta luego, Sayori-san.

Cuando me quiero voltear él ya ha desaparecido de mi vista. Frunzo el ceño intrigada y confusa, aunque prefiero no darle vueltas al asunto. No quiero más preocupaciones de las que ya tengo. Miró mi reloj de pulsera, creo que ya va siendo hora de regresar.

***

-Yori-chan, ¿Dónde te has metido esta mañana? Te he buscado por el comedor para desayunar juntas.

Miro a Yuki, que hace graciosos pucheros, desde mi cama y le sonrío, disculpándome.

-Lo siento, Yuki. Tardabas y he salido a dar una vuelta.

Ella me mira con una sonrisita divertida desde la silla del escritorio de la habitación de ambas. Me pregunto que se le estará pasando ahora por la cabeza. No puedo evitar sonreír suavemente. La luz florescente de la habitación parpadea, iluminando nuestro alrededor y protegiéndonos de aquella noche cerrada y nublada. Extrañamente fría para ser primavera.

-Tú me estás ocultando algo, Yori-chan. ¡No es justo, yo te lo cuento todo!

Le miro de reojo.

-¿Todo? ¿Absolutamente todo?

Veo la duda en su rostro por un instante, pero no tarda en responder.

-¡Sí! ¡Todo! Debes contarme quien te gusta.

Mi cara es un poema. Suelto una risa suave.

-¿Cómo? ¿De dónde sacas eso?

-Dime, dime. ¿Es alguien de la clase Nocturna? Son muy guapos… -Añade, y se sonroja. Sé en quien piensa. En Kuran, siempre ha sido así desde que la conozco.

Me doy la vuelta en la cama y estiro los brazos.

-No. Los de la Nocturna me son indiferentes. –Respondo y una mueca de desilusión surca su rostro.- Yuki, eres mi amiga. Sé que puedo confiar en ti para todo.

Ella sonríe ampliamente, satisfecha, y entonces tocan a la puerta. La voz masculina que se oye a través de la madera me es terriblemente familiar.

-¡Ey, Yuki! Date prisa, los de la clase Nocturna están a punto de cambiar de edificio.

Abre la puerta con brusquedad y allí está él. Zero Kiryū , el causante de toda mi confusión. El causante de que me duela el corazón sin que yo lo quiera.

-Ya voy… De verdad, Zero, a veces eres muy poco caballeroso.

Comienzan a discutir amistosamente, a su manera. Yo ya he desparecido de su radar y Zero… él ni siquiera se ha percatado de mi presencia. Soy una idiota, una idiota sin remedio.

-Adiós Yori-chan. Nos vemos luego.

Le digo adiós con la mano a mi amiga mientras la veo partir. Nada más cerrar la puerta me dejo caer en la cama y cierro los ojos. Soy una idiota. Una idiota sin remedio. Ni siquiera me apetece cambiarme para dormir, ni meterme bajo las sábanas. Solo me apetece anhelarle a él, a Zero, y pensar en lo estúpidamente patética que soy.

Toc, clish, crash.

Unos ruidos extraños en mi ventana me hacen voltearme, pero no hay nada fuera. Me asomo por la ventana para respirar un poco de aire fresco de aquella noche nublada y me fijo en la fila de muchachas que hay alrededor de los chicos y chicas de la clase Nocturna, formando un pasillo perfectamente nivelado. De verdad, ¿Qué pueden verles? A parte de su increíble belleza, sus frases perfectas y sus figuras de porte noble. Muevo la cabeza de un lado a otro. Estoy delirando, sí. El sueño me afecta.

Esta vez sí, me visto con un camisón corto y me meto en la cama. No tardo en caer dormida, rendida, agotada. Por fin un descanso placentero.

***

Sangre, hay mucha sangre. ¿Quién eres? ¿Por qué sonríes así? ¿Por qué estás manchado de rojo? Alargo mi mano para rozarte, para comprobar que eres real, pero me detengo en el camino. Tú lames tu mano, ensangrentada, y puedo ver unos colmillos blancos como la nieve brillar bajo la luz fluorescente que ilumina aquella habitación. Comienzo a temblar, justo cuando tus ojos de color hielo se posan en mí. Tengo miedo.

-Tengo miedo… -Susurro roncamente.

Estoy despierta y con la frente sudorosa, como si hubiera corrido una gran maratón. Me tranquiliza ver la figura de Yuki durmiendo justo al lado. Sé que ahora estoy despierta, en el mundo real. No existen los monstruos sangrientos. No existen los vampiros.

No quiero volver a dormirme, no para volver a tener el mismo sueño. Son las tres de la mañana, es tarde y está oscuro, pero aún así me levanto y camino escaleras abajo hacia el exterior. No sé porqué, simplemente quiero alejarme de todo. De mis pesadillas, de Yuki, de Zero.

Fuera el frío es extremo. Es primavera y es raro, pero no me paro a pensarlo. Camino sin rumbo fijo y noto frío en los pies. Soy tan estúpida que no me he calzado. Chisto, hoy todo me sale mal. Peor que de costumbre.

-Si caminas descalza vas a coger un resfriado.

Me giro ante aquella voz casi melodiosa y me encuentro con la amable sonrisa de Aido-sempai. ¿Qué hace aquí? ¿Y sus clases? En realidad nada de eso me importa, solo quiero que él también me deje sola... ¿Verdad?

-Es que se me han olvidado los zapatos. –Me excuso.

-¿Qué te ha ocurrido para que se te haya olvidado calzarte? –Está cerca, demasiado cerca.- Debe de haber sido grave.

Me alejo sistemáticamente de él unos pasos.

-He tenido una pesadilla… nada serio.

Se acerca de nuevo, más y más, y me siento horriblemente acorralada. Sus ojos azules me parecen extremadamente desconocidos en ese instante.

-¿Por qué estás asustada?

Me muerdo los labios. La horrorosa pesadilla que se repite cada noche regresa a mi cabeza y, sin quererlo, las palabras se me escapan como salvajes entre los labios.

-Los vampiros no existen… ¿Verdad?

Observo su rostro, que se contrae en una mueca de asombro. Parece que la pregunta le ha pillado desprevenido y esa reacción podría malinterpretarse. Pero yo estoy demasiado perdida como para fijarme en detalles.

-Eres una chica extraña, Sayori-san. En serio.

Yo le miro con naturalidad.

-¿Tú crees?

Me sonríe.

-Sí, lo creo.

Yo juego con mis pies, rozándolos los dos para no tener frío.

-Tú también eres muy extraño, Aido-sempai.

Y nos quedamos los dos mirándonos, allí, en silencio. Nos observamos mutuamente, mientras noto un frío bastante agradable en mis pies y clavo mis ojos en los suyos, en esos ojos azulados y misteriosos, al tiempo que me pregunto quién es en realidad Hanabusa Aido.


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Nos vemos en el siguiente capítulo.