Disclaimer: La Saga Twilight y todo lo relacionado a ella (incluyendo desde sus personajes hasta la banda sonora en peliculas) pertenecen a Stephenie Meyer.


Meet Me In The Afterlife.

Las voces se profundizaban en su cabeza, tanto que ni Edward era capaz de escucharla. Solo él...

Todos en el pueblo comenzaban a especular sobre la muerte de la señora Cullen y como Carlisle iba de mal en peor. Las enfermeras lo veían con dolor sufrir sus "ataques de nervios" que finalmente lo llevaban a retirarse temprano. Y gradualmente, a ya nunca volver. Escuchaban sus suaves sollozos desde fuera del consultorio, y se debatían entre entrar o no. A todas les dolía saber que nadie sería suficiente para consolarlo.

Por otro lado, en la casa Cullen las cosas se veían peor. Todos allí sabían la verdadera razón de que Esme no estuviera con ellos, y Jasper debía luchar todos los días con la terrible culpa de Carlisle.

"Debí hacer algo" Se repetía Carlisle, estrujando sus cabellos, sollozando por lo bajo. "Debí detenerla, debí..."

Sus pensamientos se acababan a la noche, cuando una profunda paz invadía la casa, casi como si la batalla que los condenó a la infelicidad eterna nunca se hubiera llevado a cabo.

Era cuando esa voz entraba en la mente de Carlisle, como una caricia, y lo intentaba consolar por otro día de dolor. Eso era lo que lo arrastraba fuera de su cama todos los días, eso era suficiente para ser su motor:

Ella volvía a su mente cada noche, cuando la luna alcanzaba su punto máximo en el cielo. Casi podía verla frente a él, acariciando su mejilla, apartando lágrimas inexistentes con sus inexistentes pulgares.

Quizás estaba loco, pero en esos momentos, era un loco feliz.

Porque perderla fue la peor tortura del mundo, peor que las que el mismo planeaba que lo esperarían en el infierno que su propio padre le enseñó a temer. Vivir sin ella era su propio infierno, y aunque ella nunca lo supo, de los dos... él sería siempre el más débil.

Porque ella era su fuerza.

Ella sonrió hacia él con ternura y siguió acariciando su mejilla, Carlisle colocó su propia mano sobre la de ella, queriendo que nunca se fuera.

Y mientras él viviera, ella no se iría. No hasta que volvieran a encontrarse del otro lado.

Porque si nada pudo separarlos en vida, ¿que intentaría separarlos en la muerte?


Es algo extremadamente corto a lo que vengo dándole vueltas hace rato y necesitaba publicarlo.

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