N/A: Hola a todos y bienvenidos a esta nueva historia :) Es la continuación de "Conquistando Berkeley", aunque supongo que se puede leer independiente ya que, como veréis, han pasado unos cuantos años desde el epílogo ;)

Espero que os guste y ¡bienvenidos a esta nueva aventura!


Prólogo

―¿Cómo está la futura mamá más bonita del mundo?

―¡Cómo me alegro de que hayas venido!

Rose y Lizzy se abrazaron en la puerta de la casa y rieron. No deberían pasar tanto tiempo sin verse, debería ser ilegal.

―Pasa anda. ―Rose la cogió del brazo y tiró de ella hacia el interior de la casa―. ¿Qué tal por Hollywood?

―Bien, mucho ajetreo. ―Suspiró―. Mañana tengo que estar de vuelta porque rodamos por la tarde.

―No paras, ¿eh?

―Nos queda poco para terminar la temporada.

―La anterior fue maravillosa.

―Y la próxima seguro que os gusta más. Y, entre nosotras, tenemos ya firmadas dos más.

―¡Mi niña va a crecer viendo a su tita Lizzy en la tele! ―Dijo, acariciándose el abultadísimo vientre y sonriendo.

―¿Cuándo sales de cuentas?

―En un mes ―contestó―. Scorpius y yo estamos ya de los nervios. Queremos tenerla ya en casa con nosotros y que todo haya ido bien.

―Seguro que irá. ¿Qué te ha dicho Alice?

―Que no me preocupe de nada, que sus partos han sido geniales, pero, es Alice. ―Se encogió de hombros―. Probablemente se le olvidó el mal rato al ver las caritas de las niñas.

―Dicen que estamos genéticamente preparadas para eso. ―Lizzy frunció el ceño―. Si no la humanidad se iría a la mierda o algo así.

―Si todas fuéramos como Lily o tú, desde luego ―comentó la pelirroja, poniendo los ojos en blanco.

―Para eso estáis ya Alice y tú. ―Lizzy rió―. ¿Han llegado ya los demás?

―Sí, están en el salón.

―Vale, ¿y dónde dejo esto? ―Levantó un poco la caja que llevaba.

―Ahí en esa mesa.

―Perfecto.

La morena se acercó y lo dejó ahí mientras Rose volvía con el resto de invitados. Lily, se levantó del sofá y le señaló el hueco que acababa de dejar.

―Tú lo necesitas más que yo. Ya te lo quitaré cuando esté borracha en unas horas aunque si solo hay champagne…

―Es una fiesta sofisticada.

―Claro y el hecho de que tú no puedas beber no tiene nada que ver con la falta de alcohol, ¿verdad?

―Para nada. ―Puso los ojos en blanco―. ¿Y tu querido marido?

―En una reunión, ahora viene ―contestó, sonrojándose un poco. No terminaba de acostumbrarse a aquello.

―¿Y tus hermanos?

―Albus viene de camino o eso me ha dicho Alice. Es que Grace ha tenido un cólico justo antes de salir y han tenido que cambiarla ―explicó―. Y James no lo sé. Teniendo en cuenta que Lizzy está aquí hará lo de siempre, ¿no? Aparecer a hurtadillas.

―Ya no hace eso ―replicó Rose.

―Bueno, pero creo que en estos últimos 10 años no los he visto intercambiar más de dos palabras educadas y nunca se quedan solos en la misma habitación.

―Lils, los dos son dos adultos maduros y responsables. Habrá sido casualidad.

―¿Tú crees? ―La pequeña puso los ojos en blanco, pero no dijo nada―. ¿Ha llegado ya, por cierto?

―Sí, estaba dejando el regalo.

―Voy a buscarla.

Lily se marchó y Rose se sentó y suspiró. La fiesta del bebé acababa de empezar y ya estaba agotada.

―¿Necesitas algo?

Scorpius se acercó a ella, con una enorme sonrisa, y se puso en cuclillas frente al sofá.

―¿Que Lyra nazca ya?

―Eso no puedo hacerlo ―contestó.

―Ya lo sé. ―La pelirroja sonrió y lo besó con dulzura―. Te quiero.

―Y yo a ti. Y a la peque.

―Lyra. Todavía no sé cómo me convenciste para que la llamáramos así.

―Querías un nombre original y, ¿qué mejor nombre que el de una constelación?

―Desde luego.

Volvieron a besarse y el rubio se marchó, para seguir atendiendo a los invitados. Rose suspiró y se echó un poco hacia atrás, pero no pudo acomodarse mucho más porque, en seguida, vio a Lizzy y Lily aparecer, con Charlie en brazos.

―¡Mira quién está aquí! ―Le dijo la pelirroja a su sobrina―. ¡La prima Rose!

―¡Ose! ―Exclamó la pequeña, riendo.

―¿Cómo está lo más bonito? ―Le preguntó, sonriendo.

, eo Gae oa muo.

―¿Grace llora mucho?

―Vaya, ¿ya tienes esa habilidad? ―Lizzy enarcó una ceja.

―¿Qué habilidad? ―Preguntó Rose, frunciendo el ceño.

―La de entender a los niños ―explicó la morena―. Es algo que solo tienen las madres.

―Y las que pasamos muchas horas con ellos también ―masculló Lily, poniendo los ojos en blanco―. ¿Quieres cogerla?

―No sé, ¿y si se cae?

―Tiene dos años, ya está en la fase en la que puede caerse sin romperse, ¿sabes?

―Menos mal que no tenéis hijos porque pobres de ellos.

Rose negó con la cabeza y Lizzy le sacó la lengua mientras cogía en brazos a la pequeña, que se abrazó a ella.

Isi, ¿hoy tele?

―No, cariño, hoy no salgo en la tele ―contestó, mirándola con dulzura―. Pero mañana sí. Dile a tu papá y tu mamá que tienen que ponerte la serie, ¿eh?

―¿No crees que es un poco pequeña para ver tu sitcom?

―Qué va. Además, no va a pillar las bromas de adultos, ¿qué más da?

―¿No estarás intentando enganchar a mi hija a tu serie, verdad? ―Alice, que acababa de llegar junto a ellas, negó con la cabeza.

―Ya está enganchada, Alice ―contestó―. Además, ¿no os parece maravillosa?

―La mejor del mundo. ―Lily puso los ojos en blanco―. A ver si me llevas un día al rodaje, ¿eh? Algún privilegio tendré que tener después de haber sido tu amadrinada.

―Ven un día a L.A. y te cuelo.

―¡Bien! ―Dio un pequeño saltito y sonrió.

―¡Ito, ito!

Las cuatro se volvieron al ver a Charlie señalar y Lizzy tragó saliva al ver a James, acompañado de Albus y Scorpius, en la entrada del salón. El pelinegro la vio y apretó los labios, un poco nervioso. A pesar de todos los años que habían pasado, aquello seguía siendo difícil para ellos.

―Vamos a llevarte con tu tito ―murmuró la morena. Agarró a la niña con fuerza y se acercó a él, que sonrió a la pequeña―. Quería venirse contigo.

―Soy su tito favorito, es normal ―contestó, echándole los brazos―. Ven aquí, pequeñaja.

Charlie rió y se abrazó a James y Lizzy, sin poder evitarlo, los miró con dulzura antes de volver con las demás.


―Podrías llegar a tiempo por una vez al menos, ¿sabes? ―Lily negó con la cabeza.

―Estaba en una reunión, Lily ―replicó Leo, molesto―. Voy de camino, no tardaré en llegar.

―Ya, bueno, siempre estás en reuniones…

―Lily…

―Me han llamado de la universidad y tengo que volver a Berkeley. O sea, no tengo que volver, pero llevo meses en el proyecto y no quiero perderme el resultado.

―Joder, entonces, ¿te vas?

―Sí, estoy saliendo ahora de casa de Rose y Scorpius ―contestó. Sacó las llaves de su coche y lo abrió―. Si es que no podemos coincidir ni cinco minutos últimamente.

―Lo sé. ―Leo suspiró―. Mira, voy a ir un rato a la fiesta porque Scorpius me mata si no voy a ese rollo, pero esta noche podríamos hacer algo. ¿Por qué no pedimos sushi y…?

―No sé a qué hora terminaré en el laboratorio. A lo mejor ceno allí.

―¿Quién es ahora la que no está nunca en casa?

―Mi doctorado es importante.

―Mi trabajo también.

―Bueno, te dejo, no me gusta hablar conduciendo, ya lo sabes. ―Lily apoyó una mano en el volante y se mordió el labio―. Escríbeme cuando llegues, ¿vale?

―Sí, claro, no te preocupes. Luego hablamos ―respondió, casi en un murmullo―. Te quiero, Lils.

―Y yo, Leo.

Colgó, cerró los ojos y suspiró. Su relación no iba demasiado bien últimamente. Ya había empezado a notarlo antes de la boda, pero después de aquella locura… Todo parecía ir a peor. Siempre habían tenido sus vidas, independientes una de la otra, pero parecía que cada vez se alejaban más.


―¿Te importa si te hago compañía?

James se giró al escuchar aquella voz que tan bien conocía. Lizzy estaba apoyada en la puerta del estudio, con una botella de whisky y un par de copas. Se había escondido allí para no despejarse un rato y no se había esperando que, precisamente ella, lo siguiera.

―¿De dónde has sacado eso? ―Le preguntó, señalando la botella con la cabeza―. Creía que Rose y Scorpius estaban sirviendo solo champagne.

―Tengo mis contactos ―contestó ella, encogiéndose de hombros―. ¿Entonces…?

―Claro, pasa. Me vendrá bien no estar solo. Pero cierra la puerta.

Lizzy lo hizo, con cuidado, y después se acercó a la mesa y dejó la botella y las copas.

―Hacía mucho que no nos veíamos ―murmuró ella―. No a solas, al menos. Tú ya me entiendes, ¿no?

―Sí y, desde luego, demasiado ―contestó él―. ¿Cómo te va, Lizz?

―No me quejo. ―Se sirvió una copa y le pasó la botella a James―. ¿Y a ti?

―Tampoco puedo quejarme. Entreno al equipo de mi antiguo instituto y doy clases de gimnasia.

―Siempre supe que acabarías haciendo eso. Se te daba genial.

―Y tú trabajas en una serie y sales en la tele y todo. ―Él sonrió―. Al final conseguiste tu oportunidad. Y la serie es bastante buena, la verdad. La he visto algunas veces y… es muy divertida.

―Todavía me cuesta creérmelo.

―Te lo merecías. ―Se sirvió también una copa y bebió―. Siempre fuiste una buena actriz.

―Me veías con muy buenos ojos. ―Se mordió el labio y se encogió de hombros―. Siempre lo hiciste.

―Como para no hacerlo.

Se acercó un poco más a ella y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.

―Rose me ha dicho que venías solo ―susurró―. ¿No salías con una chica? La recuerdo de la cena post-boda de Lily y Leo.

―Rompimos hace un mes y medio. Las cosas no terminaban de encajar. ―Suspiró―. Yo quería hijos, ella no… Ya sabes. Teníamos diferentes planes.

―Siempre quisiste niños.

―Sí y cada vez tengo más ganas. Se me cae la baba con mis sobrinas. ―Sonrió―. ¿Tú no sales con nadie?

―No. He salido con un par de chicos, pero no ha ido bien la cosa y ahora con la serie y eso tengo poco tiempo. No me gustan las estrellas de Hollywood. No son muy reales.

―¿De verdad?

―Todo el mundo busca un entretenimiento, algo pasajero. Y tampoco me gustaría salir en todas las revistas de cotilleo, ¿sabes?

―Sí, es normal.

Guardaron silencio, mirándose fijamente, y ambos suspiraron.

―¿Puedo decirte una cosa? ―Murmuró él, algo tembloroso.

―Claro.

―Te he echado mucho de menos. ―Acarició su mejilla y se encogió de hombros.

―Y yo a ti ―murmuró Lizzy. Tragó saliva y cerró los ojos―. Echaba de menos hablar contigo y estaba harta de… bueno, de lo de siempre. De rehuirte.

―Yo también. Ha pasado mucho tiempo.

―Casi diez años.

―Podemos vernos sin que pase nada.

―Podemos ser amigos.

―Podemos…

James no pudo terminar la frase. De repente, Lizzy lo besó y todo pareció estallar. Las copas resbalaron al suelo y James subió a Lizzy sobre la mesa, tirando algunos papeles.

―Esto no es muy de amigos ―murmuró el chico, entre besos, mientras le quitaba el vestido.

―Es muy de nosotros ―contestó ella, desabrochándole el pantalón―. Te he echado de menos.

―Y yo a ti, Lizz, joder.

Volvieron a besarse, dejándose llevar por la emoción del momento, por los recuerdos. A lo mejor por eso se habían estado evitando los últimos años, a lo mejor tenían miedo de seguir enamorados y no poder controlarse. Como estaba pasando en aquel instante en el que no podían apartar las manos el uno del otro.

―Esto no está bien ―murmuró ella―. Si Rose se entera, nos va a matar.

―A la mierda. Ellos hicieron su bebé en mi piso.

Lizzy rió y volvió a besarlo con pasión. Se echó un poco hacia atrás y se aferró al borde del escritorio mientras él terminaba de deshacerse de su ropa interior. Se separó para mirarla unos instantes y acarició su mejilla con delicadeza.

―¿Estoy soñando? ―Le preguntó en un susurro.

―Espero que no ―contestó la morena, también en voz baja.

Volvieron a besarse y, por fin, James entró en ella, arrancándole un pequeño gemido. Había llegado el momento de recuperar el tiempo perdido.