¡Hola! soy Tori, y estoy muy feliz de por fin poder traerles algo que vengo queriendo escribir desde siempre, un fanfic de mi pareja preferida, Draco y Hermione. Verán, soy muy dramione shipper y ellos me obsesionan demasiado, vivo leyendo fics de esta hermosa pareja y no veía la hora de que me baje la inspiración para escribir uno por mí misma. Los hechos de esta historia están narrados en el transcurso de sexto curso de Hogwarts, ese en donde Draco tiene una famosa misión. Intentaré ser lo más fiel a los acontecimientos que puso Rowling que pueda, pero obviamente los hechos del libro real se verán modificados para el desarrollamiento del fanfic.


Prólogo.

No pude salvarte, oh no, amor mío, no pude salvarte y de mí te escapaste.

Nunca quise esto para mí, no quise que las cosas se distorsionaran de esta forma y me dejaran llegar a este punto. Me gustaría volver el tiempo atrás, retroceder todos los pasos dados y empezar de cero, pero entonces lo pienso mejor y respiro hondo. Estoy radiante, mi memoria está llena de palabras y recuerdos que me llenan de vida, y mi alma está en paz. No quiero cambiar todo lo que viví. No quiero cambiar mis decisiones, no importa el cruel destino al que me han llevado, nunca podría haber sido feliz si no las hubiera elegido. Vale la pena el precio que debo pagar. Es un precio alto, pero lo pagaría una y millones de veces si fuera posible. Me dejaría arrastrar por el dulce camino lleno de veneno nuevamente con tal de vivir de nuevo con esa persona. Entonces lo sé: voy a enfrentar mi destino, no puedo huír de ello, nuestra historia no merece una falta de respeto semejante. Levanto la cabeza y mis pies se despegan del suelo casi de inmediato, camino dos pasos, adelantándome al final. Mi atacante ríe y me hiela la sangre, no por la situación, sino por lo que esta arrastra: soledad. No volveré a ver sus angelicales facciones, ni un día más.

Observo al victimario, mirándome sobradamente con sus grandes ojos negros que disfrutan de la situación, saborean el dolor, se alimentan de él. Contengo un escalofrío y desvío la mirada de aquellos grandes ojos sádicos. Sin embargo no dejo de observar su rostro, y no la odio. No odio a la persona que está a punto de asesinarme, no. No la odio a ella, me odio a mí.

Mi atacante alza su varita, y sé que está a punto de decir aquella frase tan cliché que utilizan todos "¿tus últimas palabras?"

Como si le verdad le interesara.

Como si le interesaran a alguien en realidad.

Entonces las pronuncia, con su voz glacial y malvada, y sus palabras me hieren como el más filoso de los cuchillos. Me hieren más que lo que está a punto de hacer conmigo, porque no quiero decir mis últimas palabras. No a la persona equivocada. Mis manos sudan, no están preparadas, ni tampoco lo estoy yo. No puedo irme del mundo sin dejarle mi último mensaje.

Intento no pensar, pero todas mis memorias aparecen en mi cabeza torturándome una y otra vez.

—Te amo.

—Te amo también.

El último recuerdo me golpea más que cualquier otro, y me tambaleo unos pasos hacia atrás. Mi atacante se acerca con la varita en alto y me amenaza, pero ya no me interesa lo que tenga por decir. No estoy escuchando, sólo escucho su voz. Nunca va a poder perdonármelo y nunca voy a poder disculparme, pero no tengo otra opción. Es lo que hay que hacer, y escuchar aquellas últimas palabras me llena del valor que estaba ausente dentro mío, ya no puedo retrasar lo inevitable. Cierro los ojos y inhalo por última vez. Dos palabras y todo terminará. Su imagen se perpetúa en mi cabeza, y sé que mi corazón dejará de latir repleto de aquello que no pensé que se podía sentir con semejante ferocidad: amor.

—Avada Kedavra.