TE ESPERARÉ
Los personajes pertenecen a Rumiko Takashi, yo sólo los tomo prestado para dejar volar mi imaginación.
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Otro día más de tediosa rutina, ni siquiera necesitó que sonara el despertador. Se levantó desconectando el ruidoso aparato antes de que llegara la hora. Era el último día de preparatoria y Kagome siempre pensó que estaría nerviosa más no era así, pero como todos los momentos en la vida siempre llegan se tomaría este día como lo que era para ella un acontecimiento sin importancia. No estaba preparada para continuar con su vida, se había centrado tanto en el Sengoku que ahora, que no podía volver, no sabía que haría con su existencia, ya no recordaba los sueños que tenía antes de convertirse en sacerdotiza, antes de conocer y amar a Inuyasha con cada rincón de su ser. Sabía que lo perdería tarde o temprano pero habría deseado tenerlo a su lado más tiempo que el tiempo que tuvo pero no fue capaz de conseguirlo, demaciados tabus, demaciado dolor le separaba de él, aunque todo eso ya no eran más que recuerdos que ni siquiera podría compartir con nadie.
Definitivamente la perla había sido purificada y el pozo no volvería a abrirse nunca más. Todos estos pensamientos ocupaban su mente mientras por inercia hacía sus tareas cotidianas. Cerró la puerta a su espalda, lista para afrontar un nuevo día, con su uniforme de siempre, suspiró y alisó la falda, sería la última vez que lo llevaría, pensó que lo hecharía de menos pero tal vez sería un comienzo para dejar atrás el pasado que la atormentaba a todas horas. Caminó observando el pozo cerrado, conteniendo las ganas de correr hacia allí para comprobar por milésima vez que no se abriría, pero no tenía sentido hacerlo, siguió su camino y vió el imponente árbol, el Goshimboku, testigo de que sus vivencias con el hanyou fueron reales, aun conservaba la marca de los 50 años que él permaneció allí. Resopló astiada todo le recordaba a él, jamás podría olvidarlo pero después de 1 año, ya no le quedaban lágrimas por derramar, tan sólo la esperanza del olvido y una nueva vida por delante que debía afrontar.
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Un coche se diría a toda velocidad a una urbanización muy selecta, situada a los pies del monte Fuji, pronto llegó a su destino, una enorme mansión, se detuvo en la puerta de hierro de la entrada donde, desde la caseta de vigilancia, el guardia de seguridad hizo un gesto al conductor mientras se abría la verja.
El deportivo verde olivo, cruzó los amplios jardines, la carretera estaba acompañada de cerezos que acojían al visitante como un manto de flores, era primavera, julio era una magnífica estación repleta de aromas que le recordaban todo lo que añoraba de ella.
Al fin apagó el motor del glagrante Aston Martin, un hombre salió a recibirle vestido con traje negro y camisa blanca impecable.
- ¿Le aparco el coche señor? – Como siempre lo había dejado en medio de la entrada.
El hombre se cruzó con su interlocutor y con una sonrisa a modo de saludo y le dijo al sirviente. – Gracias Tsunoishi pero no será necesario, no tardaré.
Dijo esto y se adentró en la exquisita casa, su hermano tenía un excelente gusto para la decoración debía admitirlo, aunque era un poco sobrio, resaltaba el blanco por toda la casa y el estilo sumamente modernista y minimalista, otorgaba gran amplitud a todas las estancias y a su vez hablaba sobre el carácter de sus habitantes. Subió las escaleras de marmol que llevaban a la primera planta y abrió la puerta de lo que parecía ser un despacho escrupulosamente ordenado. Tras una mesa central de caoba mazisa a modo de escritorio un hombre alto de blancos cabellos cortos, peinados hacia un lado y pulcramente vestido de traje, dirijió hacia él unos ojos color mostaza.
- Veo que al fin llegó el momento, ¿cuándo piensas hacerlo? – El jóven delante suyo que no aparentaba más de 26 años y vestía unos tejanos anchos con una camisa algo abierta de color blanco, se dejó caer en el butacón frente al escritorio.
- Aun no lo he decidido pero tienes razón, aunque llevo todos estos años preparandome y para ella no será un trauma, no me veo capaz... he cambiado, ya no soy lo que espera.
Sus ojos dorados al igual que los de su hermano parecieron perder su brillo.
- Inuyasha, esto es lo que querías, tienes que tomarlo, sólo entonces habrá valido la pena la espera.
El joven sonrió, ¿tanto había cambiado su hermano a lo largo de esos años?, lo cierto es que habían pasado innumerables experiencias juntos, cosa impensable en el pasado.
- Me cuesta creer que eres tu quien me dice estas palabras.
- No pierdas el tiempo, al menos tu tienes una segunda oportunidad, no la desperdicies.
Sintió el dolor con el que cargaban esas palabras, él podía vivir su sueño, su hermano jamás podría, Rin hacía demaciados años que había muerto.
- Lo lamento Sesshomaru.
- Yo también, cada minuto que pasa.
Una brisa se coló por la ventana meciendo el flequillo de Inuyasha, lo que en su día fuera una larga y abundante melena plata, hoy aunque mantenía su peculiar color, estaba graciosamente cortada y bastante despeinada bajo su inseparable gorra, que ahora podía quitarse sin preocupación descubriendo el par de orejitas caninas que adornaban su cabeza.
- Casi no recuerdo lo que se siente ser un hanyou, hace tanto que me oculto tras esta fachada humana que ni siquiera sabría utilizar mi youki... ¿crees que me reconocerá?
Otro que también era, no más que un vestiguio de un poderoso y depiadado taiyoukai, bajó la mirada a sus papeles sabiendose en igualdad de sentimientos con su hermano.
- No olvides que bajo esa fachada está el idiota de siempre, no has cambiado tanto como crees.
- ¡Oye! ¿Te crees muy gracioso no?
- Tengo trabajo Inuyasha, ¿tienes algo más que decirme? – El hanyou le miró con fingido desprecio.
- Había olvidado lo simpático que eras...
Su hermano dío por acabada la conversación.
- Si después de más de 500 años no has tenido tiempo para planear este momento, dudo que puedas hacerlo en unas horas.
Había estado sosteniendo la gorra entre sus manos ahora sin garras, hacía mucho que no las necesitaba para nada. Suspiro sonoramente y volvió a colocar la visera en su cabeza como antaño lo hacía Kagome, tapando con costumbre su secreto.
- ¿Dónde están los chicos? Habíamos quedado para comer en el centro. – Sesshomaru le dirigió la palabra sin mirarlo mientras rebuscaba entre sus papeles el bolígrafo, comenzaba a impacientarse.
- No lo sé, ya son mayorcitos.
- Vale, vale ya lo pillo. – Cerró con suavidad la puerta, ya había incomodado bastante al gruñón de su hermano, no dejaba de sorprenderle el grado de complicidad que había tomado su relación con el youkai a lo largo de los años pero lo cierto es que desde su unión con Rin su actitud hacia él había cambiado y de eso hacía ya 500 años.
El hecho de quedarse solo con los cachorros después de la muerte de la anciana humana, fue un golpe duro para él. Sesshomaru apenas había cambiado pero Rin siguió el curso natural de la vida humana aunque su cuerpo se mantenía con un aspecto bastante juvenil y su existencia se alargo más de lo habitual en los de su raza, virtud otorgada por su unión con un youkai, murió a los 130 años y el gran lord nada pudo hacer para remediarlo y no fue porque no lo hubiese intentado pero ni siquiera Tenseiga pudo interferir en el destino, simplemente sus días ya estaban contados y por lo visto la espada de la vida sólo podía ser usada una vez con los humanos y así fue con la esposa del taiyoukai.
Sesshomaru inexperto en el cuidado y comportamiento de un hanyou pidió ayuda al único hanyou al que se veía dispuesto a hacerlo, su hermano. Y así comenzó la aventura de una vida complicada y extenuante para adaptar al nuevo mundo a los 3 hijos del lord y a si mismo.
- Hey tío, pensabamos que ya no vendrías. – Los gemelos Akita y Shinji, despertaron al hanyou encimismado desde el final del largo corredor de cristal que iba a las habitaciones del primer piso.
- Hola chicos, ¿qué tal estáis?. – Los esperó mientras los observaba saludarle y luego se dirigeron juntos a su coche, sus sobrinos eran el vivo reflejo de su padre cuando era jóven, sólo que al igual que su tío, ocultaban sus orejitas, bajo una gorra con la visera hacia atrás como un rapero Akita y Shinji con su peculiar sombrero berlinero de paño en color negro que le daba un estilo moderno y desenfadado.
- ¿Qué tal el dojo?
- Bueno como ya sabéis el kenjutsu es un arte olvidado para cuatro gatos nostálgicos, ultimamente ando un poco escaso de alumnos. – Shinji sonrió mientras abría la puerta del deportivo y apartaba el asiento delantero del acompañante para dejar entrar a su hermano.
- Yo creo que más bien te tienen miedo. – Akita dejó escapar una sonora carcajada mientras su tío le miraba ofendido.
- Estáis diciendo que no soy bueno en mi estilo, hace 200 años que lo enseño, gracias al dojo puedo ganarme la vida sin depender de vuestro padre y sobre todo ocultar mi identidad.
- Para nada no te infravaloro tío, pero tu mala reputación te precede, nunca has llegado a controlar tu agresividad del todo... pero te queremos igual.
- Sóis peores que vuestro padre. – Inuyasha dío la vuelta a su coche y subió acomodándose en su asiento, el rugido del Vantage inglés revolucionó las hormonas masculinas de los presentes.
- Esto es agresividad y no lo que soy yo, que no soy más que una sombra de lo que fui.
- ¿No dicen que donde fuego hubo, cenizas quedan?
- No conmigo sobrino... no conmigo. – Era imposible rebajarse más, estaba atemorizado de lo que una chiquilla de apenas 18 años pudiese pensar de este nuevo ser en el que se había convertido, su desasociego e impetu del pasado le habían llevado a cometer innumerables errores entre ellos dejarla marchar, cómo había podido ser tan idiota.
Sentía que después de tantas guerras y tanto sufrimiento, aquel muchacho impetuoso e irreverente se había perdido en el vacío que albergaba su alma. Primero lucho junto a Sesshomaru en la guerra que exterminó casi por completo a la raza youkai, muy pocos sobrevivieron y se vieron obligados a ocultarse por su aspecto o a integrarse entre humanos perdiendo su identidad, quedando cautivos de idiomas e ideologías diferentes, totalmente desarraigados de sus principios y despojados de sus poderes por el miedo a las represalias. Fue duro para todos pero los cachorros se integraron con facilidad cosa que los animó a seguir adelante a pesar de las limitaciones.
Pronto Sesshomaru bajo su faceta humana y aun manteniendo su fortuna, sacó provecho de la situacion vinculandose con altos mandos y personas de la realeza de Japón hasta llegar a ser unos de los hombres más ricos y poderosos del país. Inuyasha nunca imaginó tales actitudes políticas en el despiadado demonio pero lo cierto es que ese mundo era igual de desalmado y agresivo que al que estaba acostumbrado el taiyoukai, sólo que prescindía de sus poderes demoniacos para utilizar uno peor y más imponente en la sociedad actual, las palabras, que no eras muchas en su boca pero si certeras y precisas para lograr sus propósitos.
Otras guerras sucedieron a ésta pero esta vez eran los humanos quienes luchaban entre ellos con ansias de poder y así envueltos en todos estos incidentes se fueron olvidando generación tras generación de la existencia de seres tan magníficos y poderosos como ellos, dando paso a las leyendas y a las supersticiones de un tiempo en el que la tierra estaba habitada y gobernada por demonios.
Condujo hasta el centro bullisioso de la ciudad, donde los tres ocupantes del auto se sentían abrumados a causa de la sensibilidad de sus orejas.
- Espero superarlo algún día, tengo casi 500 años y aun no me acostumbro. – Akita se mostraba incómodo mientras colocaba sus manos sobre la gorra.
Él al igual que su padre y su tío tenía los rasgos caracteristicos de la familia, en cambio su hermano Shinji y la mayor Lin que vivía en América, manifestaban similitudes con su madre, ella principalmente ya que su nivéa piel, sus ojos café y el cabello azabache que peinaba con una cola sobre un hombro, habían llevado a Inuyasha a llamarla Rin por equivocación reiteradamente, era tal su similitud que hasta su floreciente silueta y su carácter ensoñador recordaban a su madre. Por este motivo y para calmar el creciente sufrimiento de su padre que se alejaba cada día más de su primogénita por el dolor que le causaba su gran parecido con Rin, había tomado la difícil desición de marcharse por un tiempo, que se había convertido en años, a estudiar medicina en California.
- Si lo consigues dime como hacerlo... ya hemos llegado, ¿qué os parece si os dejo frente al restaurante y váis pidiendo la mesa mientras aparco el coche? – Inuyasha detuvo el coche y esperó la respuesta de los hanyous.
- Mejor, siempre llegamos tarde y me muero de hambre. – Shinji era tan impaciente como él en su juventud, puede que tuvieran más en común de lo que el padre del chico deseaba.
Ambos jóvenes bajaron del auto y se dirigieron hacia el local que estaba situado en una transitada calle, repleta de lujosas tiendas de ropa y cafeterías de alto estánding, cerca de allí estaba aquella hamburguesería, que recordaba a la perfección, le encantaba a Kagome. Giró a la izquierda y vió el pequeño local que tanto le recordaba a ella.
La espiaba desde que nació, había seguido cada paso de su crecimiento a una distancia prudencial, notó cuando su cuerpo comenzó a cambiar y a hacerse mujer esplendorosamente provocandole el más puro de los deseos, la había visto y olido llorar en su habitación y mientras volvía del instituto, sabiendose el único culpable pero 500 años atrás y luego estaban los celos de todos y cada hombre que posaba sus ojos en ella, sobre todo el odioso amiguito Hojo pero todo esto lo vivió desde la acera del frente o desde una esquina y nada deseaba con más intensidad que hacerla suya, cosa que debería haber hecho cuando tuvo la oportunidad y no una sino miles de veces pero no se vió capaz, que poca importancia tenían todos sus impedimentos del pasado ahora.
Aparcó el vehículo en un garage automático, fruto de las maravillas de la tecnología actual y se dispuso a dirigirse hacia el restaurante caundo pasó por delante de la hanburguesería y un olor demaciado conocido invadió sus sentidos. "Kagome"
La tenía de frente, caminando en su dirección mientras hablaba entretenida con sus amigas. No supo que hacer, si saltar y desaparecer de allí o raptarla y correr con ella en brazos a su dojo peroninguna de las dos cosas ocurrió simplemente se quedó en estático mirándola fijamente, deseando ver sus ojos de chocolate.
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La jornada había transcurrido según lo esperado, no habían clases y todos se ocupaban de preparar la ceremonia de graduación que tendría lugar el día siguiente, un inmenso clima de alegría y emosión se respiraba por todo el instituto.
Al acabar sus amigas, ignorando sus negaciones, la arrastraron a dar un paseo por el centro con el objetivo de comprarle algo decente para la fiesta que darían esa noche. Estaba agotada y en su mano llevaba un montón de bolsas que ni siquiera eran suyas, habían decidido parar a tomar algo en la hamburguesería de siempre y la idea de sentarse la entusiasmó.
Escuchaba las conversaciones triviales de Yuka y Eri cuando se sintió observada, aunque le era una sensación muy familiar, alzó la vista lentamente para topar con dor hermosas orbes doradas y un rostro que le dio un vuelco a su corazón "¿podía ser que fuera él?". Sin pensarlo dos veces corrió con todas sus fuerzas para la sorpresa del chico que no se había movido ni un centímetro e invadía el centro de la acera y dejándo escapar libres sus lágrimas se fundió en un abrazo correspondido con la misma ansiedad.
- Inuyasha.
Aquí estoy con una nueva historia, que hace mucho que me revolotea traviesa por la mente, espero que la trama os motive porque a mi me encanta. ¿Os lo podéis imaginar...Inuyasha en el mundo actual?
