– Ven, desnúdate.
Sentado en la banca del los vestidores del club, Moriyama hizo un pequeño gesto con la cabeza y el otro hizo casi y fue, se acercó, con cuidado. Una vez frente a frente, las manos de Moriyama se pasearon delicadamente por su cintura, por encima de la camiseta del equipo de Seirin y acarició el hueso de sus caderas con los pulgares, haciendo círculos, despacio. Se quedó allí un rato, calmando con sus caricias a su acompañante, mirándolo con amor por detrás de las pestañas. Levantó su camiseta con cuidado, despacio, y besó sus abdominales, muy suavemente, las yemas de los dedos acariciando su espina dorsal de abajo hasta arriba y de arriba hasta abajo.
Se separó un un poco y miró hacia arriba, empapándose en la cara de admiración, mejillas sonrosadas y pequeña sonrisa que bailaba en los labios de Izuki. Deslizó sus manos hasta la parte baja de su espalda y vio como el otro agarraba con cuidado el borde de su camiseta del equipo para deslizarla delicadamente por su torso, lentamente, y sacársela por completo, dejándola caer silenciosamente al lado de Moriyama.
– Ven, acércate.
Se quitó su propia camiseta de un rápido movimiento y la dejó junto a la de su compañero antes de agarrarle las dos manos cariñosamente. Izuki sonrió, cómplice, y se sentó en el regazo del otro, frente a frente, sonriéndose el uno al otro, simplemente mirándose a los ojos. Sus brazos se rodearon mutuamente, sus pechos desnudos fusionándose en uno, los latidos de sus corazones convirtiéndose en uno, la sonrisa de Izuki contra la sensible piel del cuello de Moriyama, sus manos agarrándole con ganas para acercarlo más, más, más, hasta que los dos se fusionasen hasta ser una misma entidad.
– Ven, desnúdame.
Las palabras eran sobrantes a aquellas alturas, solo sus manos, sonrisas y respiración; piel contra piel, caricias sin control.
