SIEMPRE ME GUSTÓ TU VESTIDO

Corro por las calles con el corazón en la garganta por el agotamiento, pero no me detengo, no hasta que llegue a su casa. Hace como una media hora que han empezado a caer bombas sobre mi distrito. No entendemos el porque, ni tampoco nos hemos parado a preguntárnoslo, simplemente hemos huido. Yo he sido el primero en reaccionar y he llevado a todos a un refugio, mi familia y la de Katniss han sido las primeras, y mas tarde los demás han ido uniéndosenos poco a poco. Solo faltan dos familias: La del panadero, y la de ella.

Por eso estoy corriendo ahora mismo sin saber muy bien el porque de mi extrema preocupación. Será porque su padre es un alto cargo, después de todo, es el alcalde, pero sé que no es eso incluso antes de preguntármelo. También puede ser por mi humanidad, yo no quiero que nadie muera, sea quien sea, de la Veta o de la zona comercial, pero sigue sin ser la razón por la cual me preocupo.

Y mientras doblo la calle y veo su casa creo haber adivinado el porqué. Ella es dulce y tímida, siempre está alegre y no piensa mal de nadie jamás. Al contrario que yo, que siempre desconfío y soy conocido por mi carácter hosco y rebelde, el cual me ha provocado muchos problemas. Ella fue la joven que me salvó de los terribles dolores aquella vez, aun conservo las marcas de los latigazos en la espalda, y es una marca de que sin sus medicamentos, seguramente no habría vivido para contarlo. Ella también es la mejor amiga de Katniss, ella fue la que le dio el pinsajo, la que la enseñó a tocar el piano, y la que intentó aprender a cazar. Aunque ella es una persona que merece vivir, a parte de tener solo 17 años y de ser tan buena, sé que hay otra razón.

Ella es mi chica de las fresas.

Pero no me detengo a pensarlo durante mucho tiempo, porque justo al llegar a la altura de su casa, una bomba explota en ella, reduciéndola a añicos. Incapaz de pensar con coherencia me lanzó al mar de llamas y escombros para salvarla, aun cuando sé que es demasiado tarde.

La encuentro en una habitación amplia en la que descansa un piano, y a pocos pasos de él, yace su cuerpo, laxo y sin vida. Me abalanzo sobre ella y la muevo con brusquedad, esperando a que abra los ojos, pero eso no ocurre. He llegado tarde, y lo sé, ella ya está muerta.

Mis ojos se nublan por culpa de las lagrimas y no puedo evitar un sollozo; la he perdido, y nunca mas volveré a verla sonreír tímidamente, ni tampoco la veré cogiendo las fresas que le ofrezco, y nunca jamás la volveré a contemplar embutida en aquel vestido blanco tan bonito y sencillo que llevaba puesto aquel día, ese vestido que secretamente siempre me gustó.

Porque he perdido a Magde para siempre.