¡Hola a todos! Y aunque no lo parezca, vengo con cierto rubor en mis mejillas. ¿Pero qué le pasa a esta chica? Tiene dos fics por actualizar desde hace lustros y ahora nos viene con otra, ¡¿pero es que está loca?! Pues creo que la respuesta es que sí. No voy a hacer promesas ni comentarios, no voy a haceros llegar mis planes porque siento que estoy mintiendo y para ahorrarme eso, prefiero no hacer comentarios porque me es una falta de respeto. Eso sí, quiero que sepáis algo seguro, y es que no abandono mis fics, por lo que no sufráis, que mis otras dos obras serán actualizadas. Eso seguro. ¿Cuándo? ¡Es sorpresa!
Así que bueno, soy chica de impulsos y he intentado aguantar las ganas, sobre todo hasta cuando la primera parte estuviese completada, pero no puedo. Me gusta escribir cuando siento que es el momento y me gusta que ese escrito vea la luz cuanto antes, más que nada porque si no lo hago, estaría con dudas y cambiando las cosas mil veces y nunca estaría satisfecha con lo escrito en su día, y detesto eso en mí. Por lo que esa es la razón por la que este El tesoro de la navegante ve la luz ahora, aún cuando tengo tantas cosas pendientes. Era su momento y tenía que publicarlo sí o sí.
Sobre si será un fic largo o corto... Quién sabe, lo que sí que os puedo decir es que esta obra contará con dos partes, mas todo llegará y por el momento sólo digo que El tesoro de la navegante es la primera parte. Por lo que espero que la disfrutéis y sobre todo, que le dediquéis unos minutos de lectura, los cuales agradezco de todo corazón. No me quiero liar más, por lo que sólo me queda daros las gracias si llegáis hasta el final y como siempre, si queréis, podéis dejar vuestras opiniones para saber si estoy yendo por buen o mal camino con el fic.
Nada más, espero que disfrutéis de este primer capítulo.
01. El tesoro de la navegante
Costó tanto descender aquellas escaleras sin soltar ni una sola lágrima, que creyó que todo había sido un sueño. Todas las lágrimas que había derramado en silencio por las noches habían sido lo suficientemente fuertes como para ser contenidas dentro de su ser. Pidió ser dejada en una isla cercana, no queriendo que sus nakamas tuviesen que dar marcha atrás a su destino, no queriendo tener más discusiones con la persona que tanto respetaba desde hacía tantos años y mucho menos, no queriendo seguir aguantando el peso de la pena por más tiempo. Necesitaba salir de allí cuanto antes y darle fin a esta etapa de su vida, la cual cada vez la ahogaba más y más, sin ningún tipo de compasión.
Le esperaba al final de aquella escalera de metal. Fue su decisión de acompañarla hasta el último minuto del que sería su último destino juntos. Se atrevió a mirarle, de forma fugaz, antes de volver a dirigir su mirada hacia los escalones, como si de verdad estuviese evitando el caer, mas bien sabía que era una escusa tonta. Era incapaz de mantener su mirada en aquellas personas durante más de un segundo porque notaba como enseguida su cuerpo empezaba a temblar, como su alma rompía a llorar por la importantísima razón de que en ellos veía que nunca iba a cumplir su sueño y que tampoco iba a vivir más aventuras con aquellas personas que, tras haber perdido la esperanza, se convirtieron en sus amigos e, incluso, en parte de su familia. Su viaje se acababa aquí y en los ojos de aquellas personas se veía la tristeza por saberlo.
Llegó a final, quedando al lado del que, hasta hacía unos minutos, era su capitán. Se encontraba de brazos cruzados, observándola con seriedad sin decir nada. Quizá él tampoco era capaz de elegir las palabras adecuadas después de todo lo que habían vivido desde que había tomado la decisión de abandonar la banda. Peleas por cualquier cosa, absurdas de más que habían sido capaces de resentir una amistad que hasta el momento se había mantenido intacta. ¿Quizá era algo que ella buscaba? ¿Buscaba con ello el que su marcha, la despedida, le fuera menos angustiosa? Pues no había sido capaz de conseguirlo pues ahora el enorme nudo que tenía en su garganta se hacía más y más intenso, no permitiéndole hablar. No obstante, debía decir algo, por poco que fuera.
—Ex-capitán. Muchas gracias por todo. Quiero que sepas que pese a las últimas peleas, pese a la tensión de estos últimos días, te estoy muy agradecida por todo lo que me has hecho vivir, por todo lo que me has ofrecido y ofrecerás. Nunca te olvidaré y espero que nos volvamos a ver en un futuro.
Fue lo único que le salió. Lo único breve, porque en realidad sabía cuánto ansiaba ser sincera y pedir que todo volviese atrás, que todo volviese para tener la mente más nítida y haber elegido con más acierto. Toda acción tiene una consecuencia y ella, pese a todo, iba a hacerle frente a la suya, sabiendo que para ello debía sacrificar otras cosas. Lo había meditado mucho y al final, pese a todos los temores, frente a todas las dudas, frente a toda la tristeza, abandonar la banda era la mejor opción. Por ella, por ellos y también por él, por aquella persona que ahora se alzaba frente a ella de forma imponente.
—Nami… Sabes que...
—No sigas. Todas nuestras últimas peleas han comenzado así. Nami, sabes que estás a tiempo de cambiar de parecer, de seguir con nosotros… Lo sé, pero ya te comenté que era la mejor opción. No puedo dejar a mi hermana en una situación así, lo siento, Luffy.
Notó un leve calambre viajar por todo su ser, haciendo que su piel se erizase por completo por aquella mentira que le había estado dedicando a su ex-capitán durante las últimas dos semanas, desde el anuncio de su marcha. Cogió aire de forma intensa antes de estirar su brazo libre de maletas hacia su costado, lanzándose a abrazarle en un último acercamiento entre ambos. Se mordió el labio inferior al sentirle tan cerca, disfrutando por última vez de su olor, de su piel…
—Estaré pendiente de todas las novedades y espero que la próxima vez que nos veamos seas el Rey. No aceptaré volver a verte si no lo eres, Monkey D. Luffy. —Susurró con una amplia sonrisa dibujada en su rostro, separándose de él una vez terminó de mencionar su nombre— Es hora del adiós, Luffy. Nos espera un largo viaje, ahora por separados. Cuídate y cuídales. —Ya era la despedida definitiva, alzando su mirada hacia aquel precioso y preciado barco que tantos momentos le había ofrecido. Había ganado años de vida gracias a todas aquellas personas y aunque le era terriblemente doloroso, el agradecimiento que sentía por haber vivido todo lo vivido era aún mayor— ¡Chicos! Gracias por todo y cuidaos. Nunca os olvidaré y os esperaré con ganas a la próxima vez.
—Nami. —La llamó entonces de forma suave, notando como su voz se quebraba ante la inminente salida de su navegante— Por una vez lo he notado… Desde el principio. He notado tu mentira y aunque no me lo quieres decir, aunque me cueste aceptarlo, te respetaré. Si es por culpa de alguien, si es por culpa de otra persona el que te vayas, iré a buscarte y te traeré de vuelta. Le patearé el trasero y te haré volver con nosotros, no lo dudes. —Dijo con completa seriedad, alzando su mirada hacia la ajena, observándola dibujar una leve sonrisa en su rostro, como si de pronto se hubiese calmado en ella todo el pesar que en su interior había.
Rió débilmente ante aquello— Ojalá, Luffy… Ojalá otra persona me hubiese arrastrado a ello, pero no tienes que preocuparte, que no es ese tipo de… —Guardó silencio entonces cuando recordó sus motivos, borrando su sonrisa de forma casi inmediata y sin percatarse— No volvería a cometer ese error, no después de cuánto os conozco. Ahora marchaos, Luffy. Se me está haciendo muy difícil ya… Quiero llorar y poder desahogarme sola… —Reconoció entonces y fue consciente de cómo sus ojos se llenaron entonces de lágrimas, haciendo que su nudo en la garganta se hiciese una enorme roca que rasgaba su interior por completo.
Sin más, empezó a subir aquellas escaleras de madera. Introdujo sus manos en los bolsillos de su pantalón y caminó hacia el interior de su barco, sin mirar atrás. No tardó en llegar y cuando lo hizo, ordenó la marcha. El tiempo colapsó para ambos, pasando con rapidez, mas a la vez, notaban como todo se ralentizaba a su alrededor. El Sunny empezó su marcha y con ella, todos se asomaron hasta el último momento para despedirse de la que había sido su nakama durante tanto tiempo. Las lágrimas ahora brotaban por parte de casi todos, incluso de la joven que ahora quedaba en tierra. Alzó su brazo para despedirse de ellos, dejando que las lágrimas saliesen sin ningún tipo de control. Quería gritar y salir corriendo hacia ellos para volver a abrazarles y no dejar que los momentos vividos fuesen los últimos. Se sentía rota, sola y terriblemente triste por haber tenido que abandonar sus sueños y con ellos, a sus amigos, a los cuales adoraba con tanta pasión.
Su respiración entrecortada se mantuvo durante un buen rato más, aún cuando el Sunny se había perdido en el horizonte. Sintió un terrible cosquilleo en su pecho al haberse hecho realidad aquello: ya no formaba parte de la banda de los Mugiwara y sus aventuras como navegante habían llegado a su fin. Sacó un pequeño pañuelo que guardaba en su bolsillo derecho para limpiarse la cara, mas entonces tras él salió un pequeño collar. Era simple, un hilo que sujetaba un pequeño sombrero de paja, un regalo tonto que su capitán le hizo el día que haría que todo cambiase para ella. Se lo regaló porque creía que le gustaría, para que viese que pese a todo, él no era un simple saco de boxeo para ella ni el capitán loco… O eso ya no lo tenía tan claro. Sonrió débilmente al recordarle y volvió a guardarlo con cuidado, no queriendo perderlo ni estropearlo. Se negaba a perder otra de las grandes cosas que su ex-capitán le había dejado de regalo.
Se lavó entonces la cara con aquel pañuelo, cogió aire de forma pausada y tomó la decisión: volver a casa. Le esperaban cuatro meses de largo viaje, en todos los sentidos. Agarró su maleta y caminó hacia casa de compra de billetes, no podía quedarse más tiempo en aquella desconocida ciudad. Ahora empezaba una nueva vida y no podía permitirse seguir mirando atrás, menos aún arrepentirse de sus decisiones, por lo que, con la cabeza bien alta, empezaba su nueva etapa.
Casi cuatro meses y medio había durado su viaje. El peor de su vida, casi. Había tenido muchas cosas en cuenta, pero se había olvidado de que, aunque hubiese abandonado la banda, las noticias no habrían cesado y que pese a todo, era un personaje público que seguía interesando a la Marine, por ejemplo. Todo se volvió más complicado cuando se topó con un alto cargo de la misma organización, quien la tuvo en busca y captura durante su breve estancia en una de las islas en las que tuvo que hacer parada. Fue el momento en el que más miedo pasó porque sabía que en breve no iba a ser capaz de esconder los verdaderos motivos de su marcha y se negaba a perderlos, por lo que haría lo que fuera por salir viva de su viaje de vuelta a casa y se escondería de todos una vez llegase a su isla, no dándole a nadie su paradero y negando su pasado a quienes pudiesen reconocerla.
Por lo que tras todo aquello, suspiró completamente aliviada cuando por fin su pie hizo contacto con aquella madera. Cargada con su maleta, se abanicó levemente con su mano y caminó hacia su casa, con una amplia sonrisa dibujada en su rostro. No pasaría por el pueblo aún, quería ver primero de todo a su hermana. Se sentía tan aliviada, que le era extraño que todo aquello estuviese sucediendo de verdad.
El olor a naranjos era más profundo de lo que lo recordaba y se hacía notar aún más lejos de lo que esperaba. Corría más que caminaba por aquel camino, observando por fin al fondo su casa. Un cosquilleo se hizo en su interior al verla por fin, tan elegante, tan acogedora y tan dulce como la recordaba. Dejó la maleta en el suelo y ahora sí que corrió hacia la puerta, abriéndola con cierta desesperación. Allí estaba, preparando su comida.
—¡Nojiko! —Gritó entusiasmada desde la puerta, observándola con la sonrisa más amplia que podía dibujar su rostro— ¡He vuelto a casa!
No supo cuál fue la razón por la cual se le cayó la cuchara de madera al suelo, si porque su hermana anunciaba que volvía a vivir con ella y, por lo tanto había dejado su sueño y a sus amigos, o porque aparecía con una redonda barriga, lo que le hacía suponer que su hermana no volvía sola.
—¡¿Nami?! —Gritó por la sorpresa, corriendo hacia ella, mientras la abrazaba con fuerza— ¡¿Qué debo decirte?! ¡¿Estás embarazada?! —Preguntó separándose de ella, alternando su mirada entre los ojos ajenos y aquella redondez. No era capaz de asimilar aquella información de golpe, por lo que sintió que se mareaba levemente, buscando el pie de la cama para sentarse y poder hacerlo con más calma. Aquello era tan extraño que le parecía un sueño.
—Siento no haber avisado, pero no podía arriesgarme… Y sí, estoy embarazada. —Respondió guiñando un ojo, mientras corría por un vaso de agua— ¡Sorpresa…! —Gritó levemente, acercándole el vaso con aquella amplia sonrisa dibujada en su rostro— Bebe y te lo contaré todo poco a poco, que hay mucho de lo que hablar.
—Ya te digo… Nami… Estás loca.
—Lo sé. Pero no podía renunciar a él, Nojiko. No podía. Es un gran tesoro este y lo quiero de verdad.
- CONTINUARÁ -
- Notas adicionales -
¡Mil gracias si has llegado hasta aquí! Espero que hayas disfrutado de este capítulo ¡y nos vemos en el siguiente! ¡Un enorme saludo!
