Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen.
Resumen: Hermione Granger tras el despertar de su sangre veela decide que no quiere obligar a su pareja a estar con ella porque sabe que Draco Malfoy no ha podido decidir respecto a nada en su vida.
Aclaraciones:
Hermione es mestiza.
Draco es tres partes rocho (ave mística gigantesca) y la trana gira a entorno a que él se convertirá completamente en esta ave si una veela no lo marca.
Las dudas se irán aclarando.
Capítulo 1
El despertar
Hermione Granger con diez y siete años cumplidos apenas hace una semana se ubicó en la mesa Griffindor como de costumbre. Delante de ella sus mejores amigos, Ronald y Harry, hablaban sobre Quiddich o murmuraban sobre las últimas noticias que tenían con respecto a la inminente guerra. La castaña les había estado prestando atención hace algunos minutos atrás, pero no lograba concentrarse completamente por más que se esforzaba. Sus sentidos estaban sensibles en extremo desde hace algunos días, era algo que sus padres le habían advertido que ocurriría cuando su cuarta parte veela despertase.
La chica de ojos miel se sentía especialmente sensible esa mañana. Percibía olores y ruidos que no le permitían escuchar con claridad la conversación que llevaban acabo sus amigos. Sacudió la cabeza buscando distraerse, y al no lograrlo decidió ponerse de pie con la clara intención de abandonar el comedor.
-Voy a la biblioteca por unos libros antes de Astronomía.- explicó la chica poniéndose en pie y sin esperar respuesta caminando apresuradamente hacia la salida. Huyendo de todas las sensaciones que recorrían su cuerpo.
Al estar fuera de ese ambiente cargado de toda clase de sensaciones, inhaló tranquila el aire limpio del pasillo deshabitado. Comenzó a caminar hacia la biblioteca sintiéndose plena ante la sensación de soledad y la ausensia de olores y ruidos. Estaba muy cómoda cuando escuchó un sollozo, se acercó a la puerta mas próxima, resultó ser el salón de la clase de Encantamientos. La chica guardó silencio a la espera de algún sonido, y lo volvió a escuchar, esta vez un sollozo ahogado. Granger colocó su mano en el pomo de la puerta y la giró lentamente.
Por los enormes ventanales del salón se colocaba la luz de la aurora. Hermione caminó por el corto pasillo que conectaba con la parte interna del aula, al girar hacia la derecha lo primero que vio fue un cuerpo agachado delante de las pilas de libros sobre las cuales el profesor Flitwich solía subirse a impartir la clase. Hermione inhaló su aroma por primera vez, era una mezcla de menta y chocolate. Ella le reconoció de inmediato, no era la primera vez que le encontraba en aquella posición en el transcurso de sus estudios en el colegio de magia y hechizaría.
Aún hoy, luego de haberle visto tantas veces, se quedaba ensimismada cada vez que le observaba. El chico estaba cubierto en plumas por completo, plumas grises que en la espalda parecían tomar la forma de escamas. Su cabello platinado había crecido un poco y, debido a que estaba tirado en el suelo abrazándose asi mismo, era imposible contemplar su rostro. Sin embargo, Hermione sabía que seguramente sus ojos se habían vuelto anaranjados y sus facciones semejaban mas el rostro de un ave. Respiró una vez más su olor a chocolate e imaginó el fervor que indudablemente debía cubrir su vista.
-Malfoy.- susurró con cierta pena, se acercó de inmediato a él, pero se detuvo de golpe cuando, al acercarse, sintió un pinchazo en el pecho al escucharle llorar. Era un dolor que jamás había experimentado, y menos hacia el rubio de mirada sombria.
-Vete.- murmuró él. Hermione contuvo el extraño deseo de llorar que invadió su cuerpo al escuchar sus palabras y se acercó con más lentitud. Terminó arrodillándose a su lado como hace varios meses había hecho. La última vez que le vió en aquel estado fue el año académico anterior, en la torre de Astronomía cerca del alféizar del extenso ventanal.
-Necesitas ayuda. ¿Qué puedo hacer?- le preguntó ella sin atraverse a tocarle. La ultima vez que tocó su espalda en señal de consuelo casi pierde parte de su propia piel. Granger todavía recordaba el filo de aquellas escamas contra la palma de su mano y el grito de agonía que había lanzado Malfoy al sentir que ella invadía su espacio personal.
-Déjame sólo, Granger.- le repitió él, escondió aún más su rostro y luego, como ave que le cortan las ala, se retorció mientras buscaba apaciguar el dolor que recorría todo su cuerpo.
-No te voy a dejar, pronto los de primer año vendrán a tomar clase y no pueden verte en este estado. ¿No te tomaste tu poción?- quiso ella saber buscando un ángulo en el cual pudiese verle el rostro al chico que todos decían que era el nemesis de su mejor amigo Harry Potter y por consecuencia, enemigo también de Hermione. Aunque esto último no fuese del todo cierto.
-La tomé, pero no funcionó. Snape dice que si mi Veela no aparece para reclamarme me transformaré en un plazo de seis meses.- comentó Draco y soltó un último quejido antes de caer boca arriba sobre el frío suelo.
Hermione guardó silencio durante algunos segundos y observó como las plumas comenzaban a desaparecer del cuerpo del chico. La piel pálida apareció en su lugar, Hermione agradeció que aún conservaba su pantalon negro de vestir. Ella podía escuchar su respiración, y sin motivo aparente cerró los ojos. Aquel sonido le invitaba a sentirse segura, todos los demás ruidos quedaban rezagados...opacados.
-Mi túnica...está en la primera fila.- susurró Draco levantando el rostro por primera vez desde la aparición de una de las pocas personas que conocían su secreto. Hermione se puso de pie de inmediato y fue a tomar la túnica mientras el joven rubio se levantaba con dificultad.
Al volver a mirarle, los ojos color miel de la castaña se volvieron mas opacos ante la vista de su nemesis. Draco no le prestaba atención, estaba mas interesado en sentarse en una pila de libros que le quedaba cerca. La castaña sacudió el rostro espantando los absurdos pensamientos que le habían recorrido la mente. ¿Había deseado a Draco Malfoy? No, era imposible, ellos, si bien no eran enemigos totalmente, tampoco eran amigos. Simplemente lograban convivir en armonía cuando se trataba del extraño asunto de las transformaciones de Malfoy.
-Ten.- susurró la chica tendiéndole la tunica. Él la tomó distraídamente, sus dedos tocando superficialmente los de ella en el gesto. Hermione sintió el escalofrío que la recorrió de pies a cabeza cuando él le tocó y ahogó el gemido involuntario que se moría por escapar de sus labios.
-Gracias, Granger. Demás está que te recuerde que no debes decirle a nadie.- comentó Malfoy colocándose la túnica ante la atenta mirada de la Gryffindor.
-Llevo años guardándote el secreto. Sabes que jamás revelaría algo tan delicado.- le recordó ella.
-Siempre es bueno recordártelo.- susurró él encogiéndose rápidamente de hombros. Aunque les había tocado estar en lados opuestos del mundo, ellos sabían que había surgido una chispa de empatía entre ellos aquel segundo año en el cual decidieron que los enemigos también pueden compartir secretos.
-¿Cómo que en seis meses te transformarás?- preguntó la chica con cierto temor en la voz. Draco suspiró antes de clavar sus grises ojos en la gryffindor que le estudiaba.
-Es parte del ritual, Granger. Snape dice que todo en mi cuerpo indica una produción excesiva de células y anticuerpos completamente diferentes a los humanos.- comentó Malfoy poniéndose en pie. Se veía totalmente repuesto del anterior incidente. Hermione estaba acostumbrada a ello, aquellos transformaciones ocurrían de momento y de momento desaparecían.
-¿Y si tu veela no está aquí?- cuestionó ella.
-Está aquí, Granger. Por eso solo me quedan seis meses. El rocho sabe que la veela está cerca y por eso el proceso se apresura. Recuerda que es una batalla por quien llega primero.- le recordó Malfoy dirigiéndose a la salida ante la mirada color miel de la chica.
-No puede ser él...él no.- susurró ella al sentir la melancolía que le invadía el cuerpo ante la ausencia de Draco Malfoy. Como si una parte de ella misma estuviese muriéndose con él a medida que aquella ave se adueñaba poco a poco del cuerpo del Slytherin.
Hermione Granger sintió el graznido de la veela dentro de ella ante la ausencia del rubio. Aquello le enojó, cerró los ojos y entre dientes murmuró llena de cólera. Draco no podía ser, lo conocía desde pequeño y nunca había sentido la más mínima atracción hacia él. Eran agua y aceite; incapaces de dialogar educadamente sobre otro tema que no fuese la extraña naturaleza de Malfoy. A Hermione siempre le había parecido algo extraordinario y aterrador que la vida de Malfoy dependiese de que una veela lo marcase para él tomar permanenetemente su forma humana.
-Y esa veela eres tu...- susurró una voz en su interior y ella sintió como por primera vez las zarpas de su cuarta parte veela comenzaban a mostrarse. Miró sus manos al sentir el malestar y observó con curiosidad como las garras se volvían a su forma humana nuevamente.
-No puede ser...- susurró dejándose caer sentada en uno de los bancos de la primera fila. La luz de la aurora seguía haciéndose paso en el salón mientras los pensamientos de la castaña viajaban al día aquel cuando conoció al insufrible Draco Lucius Malfoy.
Era primero de septiembre de 1991 cuando la pequeña e inexperta Hermione Jean Granger buscaba un vagón donde poder refugiarse para finalizar la lectura de uno de sus muchos libros. La chica mestiza de cabello en crispado y ojos color miel se deslizó dentro de un vagón aparentemente vacío y se sorprendió al encontrarse con un chico sentado cerca de la ventana. Era rubio platinado, el cabello perfectamente alineado hacia atrás y le miraba de manera fija.
-Hola.- saludó ella nerviosa, pensó en dar la vuelta e irse, pero él estaba mirándola sin pestañar y era imposible ignorarle.
-Hola.- respondió él y bajó su mirada al baúl que ella cargaba.
-¿Puedo acompañarte?- interrogó ella señalando el asiento de adelante, él se encogió de hombros.
-Claro, entra. Soy Draco Lucius Malfoy ¿y tú?- quiso él saber mirando disimuladamente a la chica a la vez que se cruzaba de brazos.
-Hermione Granger.- respondió ella rápidamente dedicándole una sonrisa y cerrando detrás de si la puerta.
-¿Granger? No había escuchado a ningún mago con ese apellido.- comentó él arrugando el entrecejo.
-Bueno...es que soy mestiza. Mi padre no es brujo.- explicó ella, con cierto miedo al pensar en la reacción que podría tener el niño delante suyo. Su madre le había dicho que mucha a gente no le agradaban los mestizos...los aborrecían tanto como a los que, de manera despectiva, llamaban sangre sucia.
-Oh...claro.- fue la única respuesta de Malfoy. El niño rubio no volvió a hablar, sus ojos grises se habían perdido en un libro que Hermione desconocia y ella decidió que era mejor seguir leyendo. Definitivamente, él no parecía tener ninguna intención de entablar una amistad y ella prefería no insistir en conversar con él.
Pasaron varios minutos, los suficientes para que el tren se pusiese en marcha y el ruido que este hacía al moverse se colase por la ventana semi abierta. Hermione se hallaba inmersa en su lectura, pero en un momento dado escuchó algunos ruidos a la parte de afuera y se puso en pie por curiosidad. Draco no prestaba ninguna atención, seguía completamente perdido en el libro que la castaña no logró identificar. Granger salió del vagón y miró en ambas direcciones del pasillo buscando de dónde venía el ruido. Al mirar a la izquierda se encontró con un chico pelinegro que seguramente sería de primer año. El niño de tiernos cachetes se acercó a ella tan pronto la vio.
-Hola, estoy buscando a mi sapo, Trevor. ¿No le has visto por aqui?- cuestionó
-No, no creo que este por aquí. ¿Necesitas ayuda?- preguntó ella dedicándole una sonrisa y el otro asintió.
-Si me ayudas quizás encontramos a Trevor mas rápido.- comentó él y Hermione no dudo en seguirle.
-Me llamo Hermione Granger. ¿Y tú eres?- quiso ella saber mientras caminaban en busca del sapo.
-Neville Longbottom.- respondió el otro niño.
Caminaron por un rato, hasta que escucharon otra voz que parecía llamar al pelinegro. Al regresar sobre sus pisadas se encontraron con otros dos niños: uno pelirrojo y otro azabache. El pelirrojo traía entre sus manos un sapo que Hermione dedujo, debía ser Trevor. El pelinegro parecía confundido, pero feliz de simplemente estar allí.
-Encontramos tu sapo, Neville.- anunció el chico que sostenía el sapo tendiéndole a Trevor.
-Que bueno que lo encontraron, Ron. Pensé que nunca volvería a verlo.- habló el de cabello negro.
Hermione se sentía cómoda con los tres niños, eran agradables, todo lo contrario del chico rubio con el cual apenas había podido cruzar palabras. Decidió instantáneamente que aquel chico platinado no era muy agradable en comparación con estos otros. Supo de inmediato que no quería pasar tiempo con el tal Draco, prefería a estos otros chicos.
-Ellos son Ron y Harry. Ella es Hermione, chicos.- les presentó Neville.
Ellos invitaron a la castaña a su vagón, y ella no tardó en aceptar emocionada la invitación. Mientras caminaban hacia el vagón de ellos, ella recordó que había dejado su baúl con el rubio de ojos grises y rápidamente avisó que debía ir a buscar algo antes de ir con ellos. Los tres niños no tuvieron ningún inconveniente, le señalaron donde estaban ubicados y ella giró sobre sus pies para dirigirse a su antiguo vagón.
Al abrir la puerta de aquel compartimiento no había rastro de Malfoy. El lugar estaba vacío, la ventana cerrada y solo su baúl estaba en el área donde anteriormente habían estado no solo el de ella sino el de él. Granger arrugó el entrecejo y luego se encogió de hombros antes de disponerse a bajar su baúl. Ella sabía que a Draco no me había agradado del todo, del contrario hubiese mantenido una conversación con ella...cosa que ni siquiera intentó.
-Bueno...no era para nada agradable.- murmuró saliendo del vagón y dirigiéndose a donde estaban los que más adelante serían sus mejores amigos.
El camino había sido una travesía llena de risas y comentarios sobre sus familias. La castaña reconoció de inmediato a Harry Potter, aún cuando anteriormente no le había asociado con el niño que vivió, tan pronto le escuchó hablar supo que era él. Le sorprendía lo humilde y modesto que era, no eran las características que había esperado encontrar en él. Ronald era todo lo contrario a Harry, pero era divertido, aunque sus comentarios a veces le hacían rodar los ojos en desesperación.
Al llegar a Hogwarts tuvieron el primer encuentro desagradable con Draco Malfoy. El encuentro que marcó lo que sería una historia llena de discusiones y disgustos. Hermione pensaba que luego del trato que les dió, ella no podría verlo sin sentirse enojada.
-Miren con quienes se ha unido Harry Potter.- comentó el rubio con desdén mientras les miraba con asco. Hermione se cruzó de brazos, ligeramente sorprendida ante la mirada de desprecio que portaba el niño delante suyo.
-¿Tú quién eres?- cuestionó Harry haciéndole frente.
-Es un Malfoy.- interrumpió Ronald mirándole de mala manera. Su tono de voz solo dejaba ver que los Malfoy no tenían buena fama en su cabeza.
-Y tu eres un Weasley. Tu ropa de segunda mano te delata.- se burló Malfoy y Hermione supo que si antes le parecía poco agradable ahora le parecía la imagen viva del desagrado.
Desde ese día iniciaron una guerra abierta en la cual no podían estar en el mismo lugar sin que surgiese alguna discusión. El rubio era prepotente y orgulloso, se jactaba de tener la vida perfecta y a Hermione no le agradaba ninguna de sus cualidades. Todo se mantuvo así el primer año en Hogwarts.
Draco Malfoy junto con sus compinches Goyle y Crabble no hacían sino molestar a Hermione, Ronald y Harry. Grager podía recordar, como si fuese hoy, aquel día en clase de vuelo. Malfoy había conseguido que les restasen puntos a Gryffindor al provocar a Harry hasta hacerlo subir sobre su escoba. Cosa que por supuesto la profesora Hooch había prohibido. ¡La castaña no comprendía como el chico de redondos espejuelos se dejaba manipular por las provocaciones del rubio que no sabía hacer otra cosa además de burlarse de ellos!
El ruido en la puerta del aula regresó a Hermione de sus pensamientos. Levantó la cabeza y se percató de que un grupo de cinco estudiantes de primer año habia llegado y comenzaban a ubicarse en la segunda fila. La chica se puso de pie, corroboró la hora en su reloj de pulsera y salió presurosamente del aula de clases. Saliendo se encontró con el profesor Flitwich, quien le dedicó una sonrisa que ella no dudó en contestar.
-¿Buscaba algo, señorita Granger?- quiso saber el amable profesor con una sonrisa.
-No, nada.- respondió rápidamente antes de despedirse. Flitwich ignoró su nerviosismo y simplemente se adentró en el salón de Encantamiento listo para impartir la clase. Hoy los de primer año aprenderían a realizar el hechizo "Wingardium Leviosa".
"...la misma vida de los hombres...es batalla."
La Celestina
Continuará...
¿Qué les pareció? Los primeros capítulos están terminados asi que los iré subiendo poco a poco.
Si te gusto la trama no dudes en dejar un Review con tu opinión. XOXO
5 RR y subo el siguiente capítulo el viernes próximo.
