Disclaimer: Ni Oregairu ni esta historia me pertenecen. "Yahari Ore no Seishun Love Come wa Machigatteiru" y sus personajes le pertenecen a Watari Wataru. Y este fanfic (cuyo título original es "Unmade") y todos sus OC's le pertenecen al usuario SouBU, quien muy amablemente me permitió traducir su fanfic al español.

Capítulo 1: Donde pertenecemos

Mi panza toca la tierra compacta mientras me tiendo entre la maleza. Me encontraba vigilando un camino tortuoso que dirigía a un puente, las oxidadas puntas rojas de sus torres metálicas podían verse por encima de los árboles.

Millones de años de erosión a causa del río debajo convirtieron a las paredes del acantilado en caídas escarpadas y verticales, haciendo que tuviera que acercarme al enemigo más cerca de lo que yo, siendo un francotirador, me habría sentido cómodo. A esta distancia hubiera preferido un rifle de asalto o un fusil, pero no teníamos ninguno de sobra, así que no tuve más opción que conformarme con el francotirador dedicado.

Habíamos obtenido información de que una fuerza enemiga estaba viniendo a investigar la desaparición de uno de sus pelotones hacía dos noches. No podíamos permitir que le echaran un solo vistazo a nuestra base. Así que preparamos una emboscada en uno de los muchos puntos cuellos de botella que habíamos explorado.

Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de ruidosos motores diésel. El grave sonido mecánico hacía eco por las paredes de piedra, tapando los sonidos de la fauna dentro de la jungla. Miro por la mirilla y veo la señal acusadora del humo de escape.

¿Qué puedes ver…? —Me pregunta una voz a mi lado, antes de añadir, divertido. — ¿…Sargento?

Cierra la boca, Hikaru.

A pesar de ser brusca, mi respuesta fue contestada con una risita. Dejo salir un suspiro antes de dar mi observación.

Dos camiones, de techo abierto. Ocho sujetos, no… ¿quizá diez? Probablemente diez.

Puedo oír a Hikaru hurgar en su cinturón y sacar una linterna. Aunque la luz no iluminara nada en pleno mediodía, todavía podía servir como método de comunicación si tus aliados sabían donde mirar. Hikaru mueve la linterna formando un cuadrado tres veces, dejando saber al resto del equipo que cerca de una decena de tipos malos estaban en camino.

La caravana de vehículos continuó bajando por el camino, acercándose a nuestra localización deseada. Pude ver las caras de los soldados en el grupo, algunas cubiertas con bufandas, mientras otros las enseñaban con orgullo. Todos armados con armas de metal y acero: AK-47's, el viejo rifle ruso que se convirtió en el símbolo de la revolución y rebelión alrededor del mundo. Baratos y abundantes, era común verlos proliferar en esta región asolada por la guerra.

Se topan con un árbol caído, cuyo tronco se encontraba en medio del camino bloqueando su progreso. Los dos camiones se detienen. Para mi placer se encontraban desparramados, dándome una vista completa del asiento del conductor en ambos vehículos. Comienzan a gritarse los unos a los otros, mi alcance rudimentario del idioma me deja saber que estaban teniendo una discusión sobre quién debía mover el obstáculo. La pereza que uno esperaría de soldados novatos, supongo. Es igual.

Hikaru, dame una aproximación al punto de contacto.

Uhhh, ¿70 metros? Más o menos —respondió Hikaru, observando la distancia entre nosotros y el enemigo.

Todos los hombres de detrás de los camiones se bajan, la caravana había decidido trabajar junta para mover el árbol. Puedo sentir mis hombros y mis brazos tensarse momentáneamente, pero recuerdo mi entrenamiento y me obligo a respirar profundo y dejarlo salir lentamente, permitiendo que mi cuerpo se relajara. Todavía no, le digo a mi cuerpo, tenía que estar calmado.

Cuatro hombres se separan, dos de ellos sosteniendo una cuerda y comenzando a amarrarla al tronco del árbol. Puedo ver la cautela del enemigo desaparecer mientras se concentraban en su tarea. No había nadie haciendo guardia, ni siquiera habían observado el perímetro. Habían cometido el error de relajarse en las afueras, en medio de una guerra civil en la que ambos bandos utilizban tácticas de guerrilla sin contenerse. Un error de novato. Uno fatal.

Hago mi movimiento.

Presiono el gatillo una vez, la bala de 7,62 por 51 milímetros estándar OTAN de mi francotirador voló por el aire y abrió un agujero en el parabrisas de uno de los camiones, matando al conductor instantáneamente. Tan pronto como la bala había dejado el cañón, mis brazos ya estaban en movimiento. Cargo la siguiente bala con precisión practicada. Confirmo la muerte a Hikaru en una simple frase.

Uno muerto.

Ajusto la mirilla antes de que el enemigo pudiera siquiera reaccionar, aprieto el gatillo y elimino al segundo conductor con rapidez.

Dos muertos.

Con los conductores fuera, el enemigo no la tenía fácil para retirarse, y mi equipo lo sabía. Mi segundo disparo fue la señal para que salieran de sus puntos de escondite, ejecutando la emboscada y enfrentándose al enemigo. Nuestros oponentes no eran malos tampoco, y rápidamente tomaron cualquier cobertura e intentaron contraatacar.

Hikaru, se han acoplado en esa zanja, —le informo a mi observador—. ¿Puedes hacerlos salir de ahí?

Me adelanto.

Siento cómo cambia de posición, pero inmediatamente le sigue un sonido como el de un saco de patatas cayendo justo al lado mío.

Saco mi vista de la mirilla para ver qué sucedió. Hikaru se encontraba quieto tendido en el suelo con un agujero limpio en la frente que empezaba a chorrear sangre. El enemigo no tenía idea de nuestra posición aquí, así que es muy probable que haya sido una bala perdida de la balacera que teníamos delante, ya sea de un enemigo o aliado.

¿Quién sabe? Era suprema mala suerte, en cualquier caso.

Un objeto redondo se desliza de las manos de Hikaru. Era del tamaño de una pelota de béisbol y tenía la superficie verde.

Una granada, y sin el anillo.

Mis ojos se ensanchan al darme cuenta de lo que sucedía. Rápidamente ruedo y cubro mi cara mientras todos los sonidos a mi alrededor eran tragados por un zumbido fuerte y mi mundo se volvía blanco.


Mis ojos se abren de golpe y levanto la cabeza, despertándome de repente en…

—¿Hikki?

…una habitación muy familiar.

—¿Hikki…?

La luz del atardecer veraniego iluminaba la sala con un cálido brillo naranja a través de las grandes ventanas de la habitación. Mesas y sillas se encontraban apiladas en un rincón. Un cómodo y acogedor espacio.

—…¿Hikki…?

Giro mi cabeza a la derecha y luego a la izquierda. La misma vieja pizarra. La misma vieja puerta. La misma vieja mesa en la que me sentaba en un extremo, con otras dos sillas las cuales eran las únicas piezas de mueblería en uso. Este era el trastero que fue convertido en la base de nuestro amado Club de Servicio. Algo se encoge en mi corazón cuando veo a mis dos compañeras de club quienes-

—¡¿HIKKI?!

Salto en mi asiento, sobresaltado por el grito de Yuigahama Yui, mi animada y bulliciosa compañera de curso a la que me había vuelto cercano el año pasado; con su cabello amarrado en su clásico moño. La miro asustado y veo directamente a sus vivos ojos cafés que estaban entrecerrados por la molestia, y su linda cara haciendo un puchero. No pude evitar pensar que parecía una calabaza con sus mejillas infladas.

—Ehhh… ¿qué pasa? —pregunto cutremente.

—¡Mou, Hikki! ¡Llevo un buen rato llamándote, ¿sabes?! —Sus mejillas se inflan aún más—. ¡Pero seguías ignorándome! ¡Yukinon nos estaba contando algo importante y tú ni siquiera dijiste algo cuando te hicimos una pregunta!

—Yuigahama-san. —La regaña una suave voz clara como una campana—. Aunque entiendo tu disgusto, debemos recordar la condición de Hikigaya-kun. Ser capaz de dormir con los ojos abiertos es uno de los síntomas de una extraña nueva enfermedad llamada Hiki-somnio.

Mis ojos se dirigieron a la perpetradora de aquel insulto. Sentada en su silla con una postura recta, Yukinoshita Yukino era una figura majestuosa. Cabello negro y ojos azules en un rostro hermoso y calmado, que ha inspirado la imaginación de muchos, así como la crueldad de otros. Esos ojos llenos de diversión estaban acompañados por una pequeña sonrisa burlona.

El más extraño sentimiento de añoranza resurge en mi pecho, como si no hubiese visto a aquellas dos en años. Lo que no tenía sentido, las veo por las actividades del club casi todos los días. Ese sueño sí que me había dejado mal.

—Lo siento… no pretendía distraerme así. —Me disculpo con una sinceridad de la que no creí ser capaz.

Yugahama y Yukinoshita me miraron sorprendidas por mis palabras. Sus ojos se abrieron antes de darme ambas una idéntica expresión exasperada acompañada de una sonrisa gentil.

—Vamos, Hikki…

—¿En serio…?

Me rasco la nuca por la vergüenza.

—Vale, ¿qué estabas diciendo? ¿Algo sobre Yukinoshita?

Yuigahama asiente vigorosamente, asustándome un poco el hecho de que su cuello quizá se rompa por la fuerza empleada. Yukinoshita aclara su garganta.

—Como ustedes ya saben, voy a viajar fuera del país… para continuar mis estudios en el extranjero.

Oh, cierto. Eso.

—¡Y, y, y! —Interrumpe Yuigahama alzando su puño al aire—. ¡Yukinon y yo decidimos hacer una promesa!

—¿Una promesa? —Repito de vuelta. Esto era nuevo para mí.

—¡Sip! —Yuigahama sonríe brillantemente antes de saltar de su silla y rodear con un brazo a una ahora avergonzada Yukinoshita—. ¡Prometimos que cuando Yukinon regrese a Japón tenemos que reunirnos! ¡Nosotros tres! ¡Una reunión del Club de Servicio!

—Bueno, el Club de Servicio no ha acabado todavía, así que aún no podemos llamarla una reunión realmente. —Explica Yukinoshita mientras mira de forma cálida a Yuigahama—. Pero de eso hablábamos. Entonces, ¿qué hay de ti, Hikigaya-kun?

Un sentimiento de deja vu me golpea y siento la necesidad imperiosa de responder, de decir algo. Mi corazón late salvajemente contra mi tórax, causando que mi cuerpo se agitara en agonía con cada poderoso latido. Pero en cuanto abría mi boca, no salía sonido alguno. Mi garganta no vibraba nada de aire para formar las palabras que quería expresar. Como si me estuviera ahogando en un mar de aire.

Yukinoshita parece preocupada por mi comportamiento.

—Hikigaya-kun, ¿estás bien?

—¿El gato te comió la lengua?

Por supuesto que ella diría algo así.

—¿Hikigaya-kun?

—¿Hachiman?

Espera. ¿Yukinoshita acababa de llamarme por mi nombre de pila? Imposible.

—¡Hachiman!

—¡HACHIMAN!


—¡HACHIMAN!

Y así, me despierto por segunda vez durante esta mañana. De a poco abro los ojos para ver a una chica de ojos púrpura y cabello negro largo vistiendo un uniforme azul agitando mi cuerpo violentamente.

—¡Hachiman! ¡Es hora de levantarse! —exclama Tsurumi Rumi enfadada mientras me destapa tirando de mis sábanas, exponiéndome al frío aire de mi habitación climatizada. Torpemente alcanzo mi teléfono que se encontraba cargando a mi lado. Toco la pantalla un par de veces para iniciar el aparato y este me muestra grandes números blancos indicándome que eran las 6:55 de la mañana.

—Es muy temprano. —Gruño y hundo la cabeza en las almohadas—. ¿No es mi día libre hoy? ¡Es miércoles!

Rumi no iba a aguantar nada hoy, al parecer; por lo que me pincha dolorosamente las costillas con su dedo.

—El tío Kenji dijo que tenías un nuevo caso. —Volvió a pincharme para asegurarse de que el mensaje me entró—. Shizuka me pidió que viniera a despertarte. Sabemos lo desorganizado que eres por las mañanas.

—Vale, vale, —me rindo y me levanto de la cama—. Entiendo. Me levantaré.

Rumi me echa una última mirada antes de salir. Bostezo y me estiro bien antes de dirigirme al baño en el pasillo justo fuera de la habitación, para comenzar mi ritual mañanero. Lavo mis dientes rápido y me lavo la cara con agua fría para quitarme lo que me quedara de sopor.

Mientras me seco la cara, observo mi propio reflejo en el espejo. No había cambiado mucho físicamente desde la secundaria. Mi pelo seguía desordenado, excepto que ahora estaba más largo, con flequillos cubriendo mi frente. Mi rostro era más angular, al igual que el resto de mi cuerpo. Combinado con mis siempre presentes "ojos de pez muerto", me daban una apariencia más imponente y menos atractiva que antes. Mientras más cambian las cosas, más se mantienen como están, dicen por ahí.

No hago ningún intento por peinarme y me dirijo a la sala de estar, observando mi casa.

Me había mudado de Chiba hacía pocos años, y me vine a vivir a este complejo departamental en Shibuya, Tokyo por cuestiones de trabajo. Estaba localizado en las áreas residenciales y era bastante espacioso si acaso un poco caro. Localizado en el noveno piso, el apartamento estaba compuesto por una única sala de estar, un baño, una cocina, un salón de tatami, y una habitación. Había convertido el salón de tatami en una habitación extra dado que era más probable que una sola persona pasara la noche aquí que un grupo de amigos con los que relajarse.

Me siento en la mesa, esperando pacientemente a Rumi, quien no se demora en servir el desayuno.

—Gracias por la comida.

Era simple y tradicional: caballa asada, arroz, algunos vegetales selectos de la noche anterior, y sopa miso. Mañanas como esta se habían vuelto algo común, y me estaba comenzando a preocupar el hecho de que quizá me estaba acostumbrando demasiado a esto. Pero igual, Komachi solía cocinar para mí en el pasado.

Wow, sí que estoy sentimental esta mañana. ¿Qué me pasa?

Mis pensamientos son interrumpidos por Rumi agitándome el hombro. Me acerca un vaso con agua y un frasco ámbar.

—Ya sé, —respondo con suavidad y tomo los objetos cuidadosamente—. No se me iba a olvidar. Gracias, de todos modos.

Abro la tapa y coloco la cantidad apropiada de pastillas en mi lengua antes de tragármelas con algo de agua. Rumi asiente y se sienta para comenzar a desayunar. Sólo cuando la veo dar un bocado a su arroz comienzo a comer yo.

—Huh, la sopa miso sabe diferente hoy. —Comento mientras tomo un sorbo.

—¿Te diste cuenta? —Dice Rumi, distraída—. Intenté usar katsuobushi esta vez.

—Nada mal…

Nuestra conversación acaba cuando nos terminamos el desayuno. Ayudo a Rumi con la limpieza, tirando las sobras al basurero antes de entregarle los platos para que los lavara.

Vestirse para el trabajo era tedioso, pero había cierto sentimiento de satisfacción en ello. Me pongo unos pantalones negros y una camisa azul claro. Cuelgo una corbata negra sobre mis hombros y regreso a la sala de estar. Rumi esta cerca de la entrada, sacándose el delantal y colocándolo en el respaldo de una de las sillas; para luego colocarse los zapatos con mochila en mano, preparándose para irse, por lo que parecía.

—Hey, Rumi, ¿necesitas que te lleve a la escuela?

—No te preocupes, Hachiman. —Declina mi oferta negando con la cabeza—. Además, tu auto llama mucho la atención.

Me encojo de hombros. No puedo discutir con esa lógica. La veo salir del apartamento, dándome una última señal de despedida antes de cerrar la puerta.

Abro el closet y colgando de un gancho se encontraban un par de correas de cuero que envuelvo en torno a mis hombros. Las ajusto para asegurarme de que no estén demasiado apretadas, pero lo suficientemente firmes como para no estorbarme si hago algún movimiento brusco. Chequeo un par de veces mi alcance a la funda antes de hurgar en el closet otra vez. Saco una pequeña caja de plástico y de ella, una pistola. Una Hecker & Koch P30L, para ser precisos.

Inspecciono el arma vacía como usualmente hago, tirando de la corredera una o dos veces y checando la tensión del gatillo de doble acción. Vuelvo a buscar en la caja y saco un compensador que se lo coloco al freno de boca. Cuando todo parecía estar en orden, tomo un par de cargadores llenos e inserto uno en mi P30L antes de colocar otras extras en los bolsillos de mi correa de hombro.

Este proceso era uno que repetía cada mañana sin falta, tuviera que trabajar o no. El tener un arma para mí era como un bebé necesitando una manta para estar calmado.

Saco una chaqueta negra de su colgador antes de cerrar la puerta del closet. Termino de juntar mis cosas y me coloco mis zapatos negros antes de dejar mi departamento. Mientras bajaba en el elevador, considero por un instante conducir al trabajo, pero rápidamente desecho la idea cuando considero el tráfico que debía haber en hora punta. Era mejor idea usar el transporte público esta mañana.

Oh, mierda, ¿me he acordado de dejar cerrado con llave?

Era una relativamente fría mañana de verano, las sombras de los rascacielos caían sobre las pistas y la acera; proveyendo una sombra que era más que bienvenida.

—El tren a Kasumigaseki está llegando a la estación. El tren a Kasumigaseki está llegando a la estación. Por favor, alejarse de los bordes.

Un tren plateado se detiene frente a mí, y me uno al resto de pasajeros. Era una mañana anodina en Tokyo. Todo el mundo yendo de aquí para allá, y hoy no era excepción.

Mis ojos naturalmente comienzan a dirigirse a mis compañeros humanos. Los oficinistas que fueron lo suficientemente afortunados como para alcanzar a agarrar un asiento estaban intentando dormir un poco más, mientras que otros mostraban expresiones de pánico porque llegaban tarde al trabajo.

Cerca de mí, estudiantes se encontraban charlando en voz baja, pasándose el último chisme escolar a velocidad luz. Sonrío para mis adentros cuando oigo que su conversación acaba al tópico de literatura. Una de las chicas estaba gimoteando de que se le había olvidado hacer la tarea.

El camino de la estación de Kasumigaseki al Departamento de Policía Metropolitana de Tokyo era corto, y pronto divisé el edificio de varios pisos hecho de vidrio y un concreto gris monótono. Estaba rodeado por una plaza llena de árboles verdes, con oficiales de policía y oficinistas deambulando antes de que comenzara el trabajo.

—¡Senpai! —me llama una voz, seguida de pasos apresurados. Giro mi cabeza para ver a un hombre de mi misma altura correr hacia mí. Tenía pelo marrón y bien peinado, junto con brillantes ojos café. Llevaba un traje negro similar al mío, pero con una camisa blanca y una corbata. Por supuesto, este bonachón sigue el protocolo de vestimenta al pie de la letra.

—Shiba. —le saludo bruscamente—. Buenos días.

—¡Buenos días, Senpai! —dice con una sonrisa—. Es raro verte en la oficina tan temprano.

Conozcan a Shiba Suzaku, mi compañero detective

Shiba y yo tenemos algo de historia. Fuimos a la misma secundaria e incluso trabajamos juntos en el consejo estudiantil. Él era el vicepresidente en aquel entonces, y yo estaba ayudando a la presidenta porque le debía un favor. Sólo tengo unas pocas memorias de él, principalmente lidiando con el desastre que fue la colaboración para la fiesta de Navidad que hicimos con una escuela rival, y la igualmente desastrosa Noche de Travestis (aún hoy, sigo sin tener idea de cómo sacamos eso adelante).

—Mira, ya no estamos en la escuela. Y llevas trabajando en la policía más tiempo que yo. Así que deja ya esa tontería del "Senpai". —gruño.

Shiba me da una sonora carcajada, como si esto fuera una especie de gag constante que no se me hacía vergonzoso en absoluto.

—¡Lo prefiero así! ¡Senpai es quien hace todo el verdadero trabajo de todos modos!

—Sí, pero yo te dejo todo el papeleo. —le señalo—. Intercambio equivalente, ¿no?

—Pero Senpai es "Senpai".

Hey, estás comenzando a sonar como cierta kouhai a la que no quiero recordar ahora.

Suspiro y le dejo llamarme como le plazca. Sigo sin entender porqué me molesto en corregirlo, pero al menos lo intento. Pasamos por la entrada principal y vemos el escritorio de información principal que era ocupado por varios operadores que estaban respondiendo preguntas de ciudadanos preocupados u otros oficiales.

—¡Ah, Hikigaya, Shiba! ¡Buenos días!

—¡Buenos días, Morimi-san!

—…Qué hay.

La chica frunce el ceño por mi respuesta—. ¿Y a ti que te pasa?

—Nada. Sólo preguntándome el porqué tengo tanta gente animada a mi alrededor.

—¿Ok? Bueno, aparte de eso, Hikigaya, ¿estás libre este fin de semana? Algunos de nosotros y otros de Señales vamos a salir a tomar algo.

Lo sabía, siembre había un motivo oculto para su saludo. Nadie se acercaría así a mí a menos que sean unos cabezas huecas naturales como Shiba.

—Tendré que declinar la oferta. Estaré ocupado.

—¡¿Ehhhh?! —exclama decepcionada—. Pero Hikigaya, ¿no decías no tener amigos? ¿Qué planes puedes tener?

Mi ojo tirita mientras reparo en el hecho de que mi yo pasado había saboteado a mi yo del presente. Rápido, necesito una excusa.

—Bueno pues, verás… tengo una cita… con mi cama. —Asombrosa muestra de intelecto, Hachiman, definitivamente no quedaste como un completo degenerado.

—…Hikigaya-san eres un mega raro, ¿lo sabías?

Los ojos de Secretaria-chan casi me convencieron de que la mugre de sus zapatos tenía más valor que mi existencia. Podía comenzar a sentir cómo me encogía. Pero no teman, mi cerebro de solitario siempre está funcionando a su máxima capacidad.

—¿Porqué no invitas a Shiba? —Le digo, señalando a mi compañero—. Es un joven fornido, sano como un caballo. Será un buen sacri- digo, compañero de beber.

—Shiba no es soltero, Hikigaya, ¿no lo sabías?

Mierda, ¿no lo es?

—Bueno, en realidad… —Habla Shiba, con sus ojos perdiendo vida progresivamente—. Mi novia me dejó el mes pasado. He regresado a la soltería. Ja ja ja.

Vaya risa más deprimente. Secretaria-chan y yo compartimos una mirada y asentimos, diciéndonos en silencio que probablemente lo mejor era que Shiba fuera en mi lugar.

—Muy bien, entonces, Shiba tiene planes para el fin de semana ahora. Nos vamos a la oficina. Gracias. —Mis palabras de partida fueron acentuadas por mí arrastrando a un Shiba letárgico por el pasillo.

—Oye, Shiba, ¿a dónde se supone que tenemos que ir?

Me dice desanimado que a la oficina de interrogaciones. Unas cuantas palabras bien elegidas lo traen de vuelta a la tierra de los vivos y vuelve a ser un humano funcional que me dirige por estos confusos corredores.

El interrogatorio no es nuevo para mí, pero no estaba acostumbrado para el numero de gente que había hoy. Oficiales de policía en uniforme se hacían a un lado mientras detectives e inspectores hablaban fervorosos mientras cambiaban habitaciones. Siento como todos los ojos se clavan en mi en cuanto pongo un pie en la sala.

—Ha vuelto.

—¿Quién es?

—Uno de nuestros detectives.

—¿Qué? ¿A su edad?

—Estamos faltos de personal al parecer. Dicen que el jefe le dio un empujoncito desde el entrenamiento.

—¿El jefe Tsurumi?

—Sí. Aparentemente es cercano a la familia del jefe.

—¿Así que crees que fue acomodado? ¿El jefe Tsurumi movió algunos hilos para darle el trabajo?

—Quizá… Yo me alejaría de él. No me da buena espina, algunos de los rumores sobre como lidia con los criminales no me sientan bien.

—¿Por qué?

—De acuerdo a Miwata en grabaciones, es un interrogador perverso. Hace que le cuenten todo, como si estuviesen en un confesionario y él fuera el cura.

—Suena aterrador…

—No sólo eso. Dicen por ahí que viene de la-

Sonrío sardónicamente por los susurros, mi reputación en la oficina era controversial, por no decir menos, dado a mi rápido ascenso en la estación. Se sentía extraño oír a otros hablar de mí. Y tenían razón en algunos puntos, pero una parte de mí hierve de rabia por meter al jefe en esto. Como si él hubiera hecho algo mal, cuando todo lo que hizo fue darme la oportunidad de hacerme a mí mismo menos inútil.

Una mano en mi hombro me saca de estos pensamientos.

—Senpai, no te preocupes por lo que digan.

Miro a Shiba y pestañeo.

—Entiendo que Senpai se pueda sentir un poco-

—El caso. —Le interrumpo.

—¿Eh?

—…el caso, —repito, intentando cambiar el tópico—. Cuéntame del caso. El jefe me lo asignó anoche, no tuve suficiente tiempo para revisar la carpeta.

—O-oh…

Shiba hurga en su bolso, sacando un cuaderno con claras y detallas escrituras en él. Típico comportamiento de estudiante de honor.

—Kitamura Elaine, periodista de 27 años, fue reportada como desaparecida por su suegra hace 6 días. Las autoridades al fin hallaron su cuerpo, medio sumergido en el río Konaki.

La autopsia reveló muestras de actividad sexual antes de su muerte, el forense está seguro de que fue violada. Sus manos y piernas fueros amarradas juntas con cinta para ductos, que también fue usada para cubrir sus ojos. Había numerosas heridas en su torso y muslos. Probablemente impactos de fuerza bruta por la forma en que sus costillas se rompieron. La explicación más segura es que el perpetrador la pateó con violencia. También había sufrido un trauma craneal, sugiriendo que fue golpeada en la cabeza en algún punto. Sin embargo, eso no fue lo que la mató, sino que fue muerte por asfixia.

Fue estrangulada.

Puedo sentir como me estremezco mientras los detalles del caso se volvían más horrorosos a cada segundo. ¿Asesinatos horrendos como este? ¿Qué le estaba pasando a mi país? ¡Dioses de esta tierra, les demando traerme de vuelta mi Japón pacífico!

—Espera un segundo, —me detengo—. Creía que el jefe no me quería trabajando en homicidios.

—Eso no ha cambiado. —me revela Shiba—. Pero parece que tus "habilidades" especiales podrían ser requeridas para resolver esta situación apropiadamente.

Me siento como un personaje jugable en un videojuego multijugador. Pero que era usado sólo como un counter de nicho que los jugadores usaban nada más en circunstancias específicas. Mis estadísticas apestaban en cualquier otro caso y a los fans no les gustaba mi feo diseño así que ni siquiera me compraban skins alternativas. Aquella era mi miseria.

Llegamos a la puerta de nuestra asignada sala de interrogación cuando oigo a Shiba hablarme vacilante—. También… se supone que el fiscal del distrito vendrá hoy…

—¿Qué? —Pregunto, no dejando pasar esta última pieza de información—. No, no, no. No lo haré. ¿Porqué demonios está él aquí? El jefe sabe que no me agrada. Le dije textualmente que ni siquiera quería estar en la misma habitación que ese tipo.

—¡Senpai, no es tan malo!

—¿En serio? Pues no estoy de acuerdo. Estos 6 meses que no lo he visto han sido los mejores 6 meses de mi vida. —Le digo enojado mientras abro la puerta con más fuerza de la necesaria—. No necesito que mi interrogación sea estorbada por un Santa Claus fuera de temporada. En lo que a mí respecta puede ir y comerme toda la-

—¡Ara! ¿Hikigaya-kun? ¿Eres tú?

La sangre que corría por mis arterias y venas se congela mientras que mi cerebro se ralentizaba en el momento que escucho esa voz. La mano que tenía agarrando la manilla aprieta aún más fuerte que antes. Lo que sólo puedo describir como memorias traumáticas comienzan a colarse en mi cabeza sin invitación alguna. Una dulce y suave voz que sólo podría pertenecer a una sirena. A una sirena que respondía al nombre de…

—Yukinoshita… Haruno… —susurro, sin creer lo que veían mis ojos, los cuales fijaron su vista en la mujer sentada en frente de mí, con las piernas cómodamente plegadas en el escritorio de metal. Estaba vestida con traje y pantalones color gris ceniza, un aspecto muy alejado de las largas faldas y blusas en las que la recordaba. Una mujer que no había visto desde que me gradué de la secundaria.

La primera cosa que noté fue su rostro. Enfermizamente perfecto como de costumbre, el ligero maquillaje hizo poco para parar el miedo que emanaba de mi cuerpo. Sus ojos me miraban con el mismo interés de un león mirando a una gacela. El cabello de Haruno no había cambiado mucho, seguía llegándole hasta los hombros, pero ya no tenía las puntas color púrpura. Me dirigió una sonrisa torcida y me saludó. No pude deducir qué máscara llevaba puesta esta vez. ¿Estaba tratando de ser la mujer ideal como siempre?

—¿Ustedes dos… se conocen? —Preguntó Shiba mientras miraba por sobre mi hombro. Había otro hombre sentado al lado de Haruno, quien sólo pude suponer era su ayudante o secretario.

Puedo ver una sonrisa ladina formarse en sus labios y un destello de malicia brillar en sus ojos. No había duda de que pensaba divertirse a mi costa.

—¿Oh? Hikigaya-kun, ¿no le contaste a tus amigos que solías tener a una absoluta hermosura como novia?

¿Ven?

—Primero, él no es mi amigo. Y segundo, nosotros nunca salimos. —Niego rápido con un gruñido. Sin ganas de perder el tiempo, camino adelante y tomo asiento. Shiba imita mis acciones, aunque se encontraba perplejo por el intercambio de palabras. El ayudante de Haruno nos miró y luego volvió su vista a ella, claramente él tampoco se esperaba esto.

—¡Oh, no seas así! —Llora Haruno mientras intenta darme en la mejilla con la punta del dedo desde el otro lado de la mesa. Hago mi cuello hacia atrás para evadirlo, conteniendo las ganas de morder el ofensivo apéndice—. Aunque supongo que para ti no puede ser considerado "salir". Después de todo, tan sólo estabas jugando con esta pobre mujer mayor mientras te la pasabas pensando en otra chica.

—¡¿Senpai?!

—Yukinoshita-san, por favor… —el ayudante dejó salir un suspiro cansado. Ya debe de llevar un buen tiempo trabajando para ella si era capaz de hacer un sonido como ese.

—¿Qué se supone que estás haciendo aquí? —Pregunto, tratando de hacer mi desagrado lo más obvio posible.

—¿Qué te parece que hago? Soy una abogada, por supuesto. —Me miró como si estuviera diciendo lo más obvio del mundo.

—¿Tú eres una abogada? Había jurado que estabas en ciencias. ¿Y en Tokyo? —le pregunto acusatoriamente.

—Sólo para mi pregrado. Me fui a leyes después. Llevo viviendo en Tokyo cinco años ya.

Bueno, esa es Yukinoshita Haruno, la super mujer, para ti. ¿Y lleva viviendo en Tokyo todo este tiempo? ¿Eso significa que he evitado encontrármela de puro milagro?

—Mira, ¿podemos sólo ponernos a trabajar? —pregunto cansado, esperando así terminar la conversación. Alimentar el fuego de Haruno estaba al fondo de mi lista de quehaceres de hoy. Demonios, ni siquiera estaba en mi lista. Ella era literalmente la última persona que esperaba encontrarme, en virtud del hecho de que yo felizmente había hecho que desapareciera de mi cabeza.

Los dioses deben haberla agarrado conmigo. Este mortal se disculpa ante ustedes por ser tan ingrato al demandar un Japón seguro. Sólo mantengan mi cordura intacta, por favor.

Haruno, como era de esperar, hace un puchero—. Ha pasado tanto tiempo, pero tú aún así me tratas tan mal~

¡Es claro que no ha pasado el tiempo suficiente! Le respondo en mi cabeza.

Observo la habitación, sin localizar la icónica cara sudada de nuestro querido fiscal del distrito.

—¿Cuándo va a llegar el fiscal? —pregunto, suponiendo que Haruno estaba algo enterada de la situación.

El puchero de Haruno se evapora y se transforma en una sonrisa predadora—. Pero, Hikigaya-kun, yo soy la fiscal del distrito.

Mi mente congelada se rompe en un billón de pedazos. Haruno no era ningún viejo obeso, feo, estúpido y molesto. Ah, esperen, quizá sea igual de molesta, si no es que más, que el viejo. Pero igual, ¿dónde se metió el anciano? No hay forma de que ella en verdad sea…

—¡¿Tú eres quien va a procesar el caso?! —dejo escapar, con el shock escrito en toda mi cara.

—¡Sip! —me confirma, feliz, reposando su delicada barbilla en sus cuidados dedos—. Decidí usar mi título y entrar al campo para ayudar a papá, y he estado trabajando para suceder al fiscal del distrito de Tokyo ya unos años.

—Y parece que lo conseguiste. —Mis ojos se estrechan. Tener a Haruno como superior directa era definitivamente el peor escenario que uno podía tener en vida.

—Pero por supuesto, no me digas que dudaste de tu Onee-san. —Me guiña un ojo, pero me aseguro de mantener el rostro lo más estoico posible. Pero mi corazón da un vuelco y a pesar de mi ira, lo hizo por esa linda cara cuya atención estaba centrada sólo en mi—. Pero dejemos de hablar de mí, ¿qué hay de ti, Hikigaya-kun? Tengo que admitir, nunca te imaginé como un servidor público, con tu filosofía. Y en la policía, ni más ni menos.

—Sí, bueno, es lo que acabó pasando. —respondo vagamente de manera desdeñosa.

Si Haruno era la fiscal del distrito, eso significaba que podíamos empezar. No quería responder más preguntas sobre mi vida personal. Haruno era la clase de enemigo que era capaz de tomar un kilómetro o tres si le dabas un solo centímetro. Mientras menos información tuviera ella para trabajar, mejor. Para mi salud mental, por supuesto—. Así que, ¿de qué va el caso?

El rostro de Haruno se torna serio mientras empuja una carpeta azul en mi dirección. La tomo y me sorprendo por el peso que tenía. Hojeo su contenido, viendo página tras página de fotos y perfiles de muchas personas.

—Tenemos a treinta y dos sospechosos por el asesinato de Kitamura Elaine. Queremos ir tachando la lista. El jefe Tsurumi me contó que eras bueno en perfilar e interrogar.

Es justo, puedo ver el porqué fui llamado a pesar de ser este un caso de homicidio. En adición, la mayoría de mi trabajo ya lo habían hecho por mí. Pero…

—Fui informado del caso anoche, y no he recibido los detalles sino hasta hace unos minutos, —admito—. ¿Puedes decirme algo más?

Haruno se golpea su mejilla antes de abrir su laptop.

—En la noche que fue declarada desaparecida, Kitamura Elaine y su suegra habían hecho planes para cenar en la residencia de los Kitamura. La madre llegó a la hora acordada, pero se dio cuenta de que la puerta frontal estaba media abierta, y de que también había una ventana rota en el primer piso. La madre miró por toda la casa en busca de Kitamura, pero no encontró nada. Ella recalcó en su declaración que las sábanas de la cama principal estaban torcidas y estropeadas, otros signos de resistencia también fueron hallados.

—¿Así que una residencia privada? ¿Y ella contactó a la policía inmediatamente? —pregunta Shiba.

Haruno asiente—. Las autoridades comenzaron la búsqueda tan pronto como el reporte fue recibido. Afuera de la casa, encontramos marcas de neumáticos en el suelo. El vehículo no pudo ser identificado, pero a juzgar por el desgaste y extrapolando el peso probable del auto podemos asumir que pertenecía o a una cuatro por cuatro, un todoterreno o a un camión de alguna clase.

—Los testigos dicen que vieron a una camioneta blanca conduciendo junto al río Konaki el día después de que la desaparición fue reportada. —Mencionó el ayudante, pasándome una hoja con las declaraciones de los testigos.

—La evidencia es inusualmente escasa, pero encontramos algunas huellas de botas grandes fuera de la casa, seguidas de huellas de pisadas. Asumimos que éstas pertenecen al perpetrador y que lo más probable es que haya sacado a Kitamura descalza de la casa.

—¿La huella del zapato fue analizada? —Pregunto—. ¿Algo con lo que podamos trabajar?

—El sospechoso es probablemente varón. —Responde Haruno—. Medía alrededor de 170 centímetros, y pesaba unos 55 kilos.

—Nuestro sujeto está bajo de peso. —Comenta Shiba.

Le entrego las declaraciones de los testigos a él, quien las acepta con una mirada estudiosa y comienza a examinarlas. Vuelvo a prestar atención al libro anillado que tenía en mis manos. Como era de esperar de Haruno, ella ya había ordenado la lista con todos los sospechosos que estaban dentro de ese rango de peso y altura. ¿Así que qué más podíamos sacar para ayudar a reducir esto?

—Conque Kitamura Elaine, ¿eh? —Pregunto—. Suena a extranjera.

Haruno asiente y comienza a explicar el pasado de la víctima.

El padre de Kitamura Elaine era un diplomático estadounidense, y su madre era una chef profesional proveniente de Canadá. Los dos se divorciaron, y Elaine pasaba tiempo con ambos. Vivía la mayor parte del tiempo en Japón con su padre, pero se fue a Canadá para la escuela intermedia y se quedó con su madre un tiempo.

Kitamura regresó a Japón para terminar la secundaria y entrar a la Universidad de Tokyo, en la que se graduó de periodista. De acuerdo a sus profesores, ella era una relativamente buena estudiante con una sólida ética de trabajo. Nunca le hizo ningún mal a nadie y no tenía ningún enemigo. Trabajó como periodista de tecnología sobre electrónicos de consumo en una revista online, bajo un seudónimo. Elaine se había casado recientemente con su amado de la secundaria, Kitamura Keisuke, un ingeniero de una firma de construcción que estaba envuelta en la industria pesada.

Enarco una ceja al oír el nombre—. ¿Y su marido es sospechoso también?

—No pudimos confirmar su coartada. —Explica el ayudante.

—No importa; no fue él quien la mató de todos modos.

—¿Disculpe? —balbucea el ayudante. Puedo ver a Haruno inclinarse hacia adelante con interés, esperando una explicación.

—La suegra iba a la casa de la pareja mientras en esposo no estaba. Yo diría que tenían una buena relación. Lo que implica que el matrimonio era uno feliz, o al menos funcional. ¿Por qué matar a tu mujer en la misma casa que tu madre visita con frecuencia?

Toco la declaración de la suegra, que estaba equidistante entre Haruno y yo.

—También, hay muchos riesgos innecesarios. Así no se comporta alguien que tiene una carrera de ingeniero. Esta es su propia casa, ¿por qué necesitaría romper la ventana? Si de verdad vivía ahí habría desarrollado hábitos como cerrar la puerta principal tan pronto se fuera. Pero ésta fue dejada abierta y aquel fue el primer signo para su madre de que algo andaba mal. Este asesinato fue muy fortuito, torpemente ejecutado y pobremente planeado. Diría que fue hecho por impulso, con un día de estrategia como mucho.

—Hmm, tiene sentido. Sin embargo, incluso si no fue Keisuke quien asesinó a Elaine, todavía tenemos otros 31 sospechosos que analizar. —Haruno me lanza una sonrisa coqueta—. Espero con ansias trabajar contigo las próximas semanas, Hikigaya-kun~

Heh.

Afortunadamente, ese no era el caso, en absoluto.

Siento como una fea sonrisa surge en mi rostro cuando miro cierta página en la carpeta de sospechosos—. Yo no diría eso. Creo que podemos resolver este caso en un día. Este mismo día, de hecho.

La sonrisa de Haruno se evapora y me mira como si me hubiera crecido una segunda cabeza. Su ayudante portaba una expresión similar.

—Hey, —llamo al ayudante de forma descortés—. ¿Tenemos una descripción del vehículo que fue visto conduciendo por el río? ¿Se veía viejo? ¿Superficie oxidada o patinada?

—S-sí, así es, —dijo el ayudante mientras buscaba en su carpeta hasta encontrar una hoja de papel suelta—. Era una camioneta blanca. Tanto las luces delanteras como las traseras funcionaban, y algunos testigos dijeron que tenía un poco de óxido.

Justo como creí.

Pongo la carpeta sobre el escritorio, y volteo a una página. Le doy la vuelta al libro y lo empujo hacia Haruno.

—Quiero interrogar a esta persona.

—¿Por qué el? —pregunta Haruno mientras toca las líneas de la biografía del sospechoso con su dedo índice.

—Llámalo una corazonada.


Como sospechaba, el sospechoso con el que quería hablar estaba en casa y accedió a venir a la estación en ese mismo momento. En unas pocas horas, apareció, y fue escoltado por Shiba a la sala de interrogatorios.

Nuestro sospechoso lucía exactamente igual a su foto, piel pálida y abigarrada, con ojos hundidos. Llevaba una sudadera gris y pantalones caqui, así como botas negras. No podía vernos a través del espejo unidireccional, pero nosotros sí que podíamos verlo bien. Se sentó en la silla del otro lado de la mesa y comenzó a inquietarse.

—Shiba, asegúrate de grabar esto, —le digo a mi compañero antes de salir de la sala de discusión.

—Sí, Senpai.

Asiento brevemente a Haruno y su ayudante mientras salgo.

Me paro frente a la puerta de la recámara.

El éxito del interrogatorio estaba determinado incluso antes de que éste iniciara. El semblante que proyectas cuando te ves las caras con el sospechoso por primera vez es vital.

Abro la puerta calmadamente y entro, asegurándome de no hacer contacto visual. Me acerco a una mesa que estaba en la esquina de la habitación y me quito la chaqueta para dejarla sobre la mesa, seguida de mi pistola y su funda. Quería dejarle claro que no traía armas, para hacerme ver lo menos hostil posible hacia él.

Me imagino la persona de cierto riajuu rubio de mierda con su indestructible sonrisa falsa. Si no recuerdo mal, tenía una forma de hablar que usaba entonaciones amables para tranquilizar a los demás. Uno de los aspectos de "La Zona", como solía llamarla.

Me dejo caer en aquella fachada; copiando sus manierismos de una manera que sólo yo podía, debido a mis años observándolo desde la distancia y diseccionando sus pensamientos, sus comportamientos. Si puedes diseccionarlo, puedes armarlo. Me pongo esa sonrisa e imito sus pronunciaciones. Todo con el fin de que mi sospechoso se sienta cómodo para que estuviese dispuesto a hablar.

Si puedo conseguir que hable, gano.

—Hola. —Le saludo con la clásica sonrisa dientuda que odiaba. Ugh—. Soy el detective Hikigaya Hachiman. Perdón por llamarte tan de repente.

Comienzo con una disculpa; ya que al rebajarme a él en mi actual estado "no-hostil", podría pasar sus filtros de sospecha.

—Antes de comenzar quiero que decir que yo soy el interrogador y te haré preguntas. Pero quiero que sepas unas cuantas cosas. Yo personalmente creo en tratarlos a todos con respeto, y espero que tú también puedas hacer lo mismo. Si no deseas seguir siendo interrogado, la puerta detrás de mí está abierta, y haremos que uno de nuestros ayudantes te guíe hacia afuera.

—V-vale. —responde el hombre con una pizca de alivio en su voz.

—Comencemos con lo simple. ¿Con quién estoy hablando hoy?

—M-Miyagusuku Ren.

—Así que Miyagusuku-san, ¿eh? —Le repito de vuelta. Al repetirle sus propias palabras, podría eliminar el sentimiento de intimidación que él puede estar sintiendo. Después de todo, le pido indirectamente que me confirme la información, lo que ralentiza la conversación y le facilita el seguir el ritmo. Él es quien se siente con el control ahora—. ¿Dónde vives actualmente?

—A las afueras de Saitama.

Silbo—. Wow, ¿Saitama? Esto está bien lejos en transporte público, ¿de casualidad has venido conduciendo?

—S-sí, tengo un auto.

—¿Un auto? Eso es afortunado. —Asiento y me recuesto en el asiento—. Gracias por tomarte el tiempo para venir aquí. Entiendo que puedas ser un hombre ocupado, ¿a qué te dedicas exactamente?

—Soy un a-analista financiero, —dice Miyagusuku, con los ojos parpadeando para encontrarse con los míos antes de volver a fijar la vista en la superficie de la mesa de madera frente a él—. Trabajo desde casa.

Ahí, una oportunidad.

—Ya veo, un analista financiero… ¿es porque te sientes incómodo con gente a tu alrededor?

Mi declaración hace que Miyagusuku me mire con sorpresa.

—Lo siento, es sólo que pensé que tú y yo somos algo similares, —digo con voz empática—. Yo también fui un solitario la mayor parte de mi vida, y siendo sincero, todavía lo soy. Tengo mis propios problemas con las multitudes y la gente, al punto que mi consejera de la secundaria se encargó de "rehabilitarme" forzándome a unirme a un club.

Al tomar la iniciativa en la charla, estaba removiendo estrés de su mente. Y sabía que estaba funcionando porque se rió conmigo al concluir mi historia. Noto un ligero titileo en sus labios. Estaba tratando de sonreír, lo que probablemente significaba que se estaba relajando a mi alrededor. No sospechaba de ningún motivo oculto.

Era hora de comenzar con las preguntas específicas, ahora que las defensas estaban bajas.

Me inclino hacia adelante y le pregunto con voz baja—. ¿Conocías a Kitamura Elaine?

Los ojos de Miyagusuku se abrieron de par en par antes de mirarme con incomodidad.

—Era la esposa de mi amigo, Keisuke. Nos veíamos de vez en cuando, incluso antes de que ella comenzara a salir con él. Solíamos ser un trío en la universidad.

—Lamento tu pérdida. Parece que eran cercanos.

—Estoy bien. —Dado la manera en que sus puños se apretaron momentáneamente, no lo estaba.

Saqué una carpeta de manila con evidencias y la coloqué gentilmente entre nosotros, asegurándome de que él pudiera ver bien las hojas e imágenes que yo estaba usando.

—Debido a la naturaleza del caso que la policía esta investigando, es un procedimiento bastante largo y tedioso, —explico lentamente—. ¿Has visto dramas policiales antes?

—A veces… —responde Miyagusuku, inseguro de a donde estaba llevando esta conversación.

—Oh bien, entonces es probable que seas consciente de nuestra capacidad forense y no tenga que explicarlo. Esto acelera considerablemente las cosas.

Miyagusuku asiente.

—Entonces, —digo con un puñetazo verbal para enfatizarle que ahora iba en serio—. ¿Qué estas dispuesto a darme hoy, para poder sacarte de mi lista de sospechosos?

Elegir bien las palabras lo era todo.

—¿Qué necesita?

—Oh, ya sabes… —me alejo, pretendiendo buscar las palabras para devaluar lo que le estaba pidiendo. El que bajara la guardia era la idea—. ¿Estarías dispuesto a dar huellas dactilares y muestras de sangre?

—Sí, seguro. Puedo hacer eso. ¿Es todo?

—Ummm, para una visión completa, creo que sería genial si también pudieras darnos algunas impresiones de calzado.

Capto el destello revelador de desamparo y veo que sus ojos se dirigen a sus zapatos antes de regresar a mí.

Poco sabe él, pero lo tengo en una encrucijada. Todo depende de si se da cuenta de mi farol o no. Puede exigir un abogado ahora, y ralentizar el proceso a costa de crear sospechas. O puede arriesgarse a darme lo que quiero, a cambio de potencialmente limpiar su nombre. Él no sabe las pruebas que tengo, y esa era la mano con la que me iba a quedar.

—Sí, supongo que puedo dar algunas de esas también.

La trampa fue lanzada.

Dejo que mi máscara se deslice de mi cara, y esto no pasó desapercibido por mi sospechoso. Se estremeció ante mi mirada. No necesitaba seguir con este acto más. Todo lo que necesitaba hacer ahora era empujar, y para ello necesitaba intimidarlo.

—Por desgracia, Miyagusuku-san… tu testimonio no te está haciendo ningún bien, me temo. Hay más cosas apuntando hacia ti ahora, que apuntando lejos de ti.

—¿Q-q-qué quiere decir?

Me inclino hacia adelante lentamente, consciente de que esto era agonizante para él. Tomo las fotos de las huellas de calzado encontradas en la escena del crimen y se las enseño a Miyagusuku.

—Esta es una huella que encontramos fuera de la casa de Kitamura. Según esto, el perpetrador es alguien que mide unos 170 centímetros de alto. Con una calzada de 27,5 cm. Probablemente botas. De hecho, probablemente las mismas que llevas puestas ahora mismo. Y si no me equivoco, tú mides unos… ¿169 centímetros?

Se le drena la sangre del rostro mientras continúo.

—Como un compañero solitario, sé que somos criaturas de hábito. Es poco probable que nos cambiemos de ropa día a día, ni hablar de zapatos. Maldita sea, probablemente ni siquiera nos interesaría comprar unos nuevos a menos que los que ya tengamos se estén cayendo a pedazos. Trabajas desde casa, así que no usas zapatos a menudo. Apuesto que esas que llevas puestas son las mismas botas que usaste en la noche del asesinato.

Miedo. Miedo puro. Se quedó tieso al darse cuenta de que lo tenía acorralado. Había perdido su única oportunidad de escapar; ahora era hora de capitalizar.

—Estás en un callejón sin salida. —Me atrevo a declarar, parándome para míralo por encima—. Tengo suficiente evidencia para tirarte a una celda y sacarte información por las malas. Y déjame decirte, eso no se verá bonito frente a un jurado. O, puedes confesar y hacer las cosas más fáciles para todos. Tú decides.

Miyagusuku ni siquiera consideró sus opciones.

Lo soltó todo.

Regreso exhausto a la sala de reuniones. En cuanto abro la puerta, tres cabezas giran en mi dirección. Shiba me da el visto bueno, dejándome saber que todo el interrogatorio fue grabado como yo pedí. Podíamos empalmarlo y dárselo a Haruno para que lo use como prueba en la corte. Y hablando de…

—¡Dios mío! Onee-san está impresionada. ¡Ujú, muy impresionada! —Dijo mientras caminaba hacia mí, con sus las puntas afiladas de sus tacones golpeando las baldosas del suelo—. ¡Te volviste una persona completamente nueva ahí dentro! Tuve que comprobar dos veces para asegurarme de que era el mismo Hikigaya-kun. Muy interesante.

—Ehhh, ¿gracias? —no estaba seguro de si eso fue un cumplido o un insulto.

—Lo tenías comiendo de la mano. Era como ver a un titiritero y su marioneta. Pero… —Haruno me mira interrogativamente—. ¿Cómo supiste que era él?

—Nada tan sorprendente. —Me encogí de hombros—. Su foto.

La foto de Miyagusuku Ren era el clásico ejemplo de un solitario antisocial que se guardaba para sí mismo. Ojos cansados y los músculos de las mejillas hundidos por dormir tarde junto con pobres hábitos de salud. Trabajaba desde casa, a pesar de ser un analista financiero, dando pista a aquellos observantes de sus tendencias solitarias.

El auto solidificó aún más mi suposición. Los testigos describieron que el vehículo era una camioneta blanca con óxido. Lo importante ahí, era que no se trataba de una camioneta nueva: Fue comprada usada o se la regalaron. Miyagusuku confirmó que conducía. Considerando toda la evidencia y el que decía ser un solitario, comprar un vehículo usado implicaba demasiadas molestias e interacción social; aparte, trabajaba en su casa, así que tampoco era una gran necesidad.

Lo que significa que la camioneta le fue regalada, probablemente por sus padres, quienes viven lejos. El vehículo estaba destinado a facilitar el visitarles.

También estaba afiliado tanto al marido como a la esposa, y tenía acceso a la casa según un conocimiento previo. No es algo condenatorio, pero cuando empiezas a considerar que era un solitario, las cosas comienzan a ponerse peculiares.

¿Un solitario con un amigo? Puedo atestiguar por experiencia personal que debía tener lazos muy fuertes con ellos.

—Si su relación con ellos se rompió porque los otros dos se convirtieron en pareja, lo más probable es que no halló manera de hacer frente a su angustia emocional. Todo fue una corazonada, pero funcionó, ¿no es así?

Me dejo caer en un asiento y cuelgo mi cuello sobre el reposacabezas.

Haruno toma la silla frente a mí, y puedo oírla suspirar con asombro—. Siempre supe que eras perspicaz, pero esto ya es otra cosa. Estos saltos de razonamiento… Puedo ver porqué el jefe Tsurumi te recomendó.

—¡¿Cierto?! —concuerda Shiba emocionado a mi lado— ¡Senpai fue especialmente invitado por el jefe para ser detective! Es probablemente el mejor interrogador de la ciudad. Los otros oficiales lo evitan, así que no tiene muchas oportunidades para brillar, pero ellos sólo están intimidados porque es un ex-militar – OOF.

Mi puño se plató de lleno en su plexo solar, impidiendo que salieran más palabras de su boca.

—¡Ya fue suficiente! —Gruño.

—¿Militar? —Susurra Haruno.


Tengo el hábito de asistir a los juicios de los casos en los que trabajé. Era para ver cómo procedían las cosas y cómo mi interrogación pudo haber ayudado.

Hoy no era diferente, sólo que en lugar del usual fiscal del distrito que detestaba, estaba una mujer conocida la cual era objetivamente más agradable a la vista que su predecesor. Miré mientras Haruno se paraba para procesar a Miyagusuku. No perdió ni un segundo después de las declaraciones iniciales para mostrar las pruebas: el estado de la casa, las marcas de llantas, las huellas de las botas, y el estado del cuerpo de Kitamura Elaine.

Y luego puso las cintas acortadas del interrogatorio.

Miyagusuku era el mejor amigo de Keisuke y Elaine, pero estaba enamorado de esta última. Un enamoramiento que rozaba la obsesión. Miyagusuku fue incapaz de confesársele, preocupado de que eso destruiría la amistad que había construido con los dos. Pero Elaine no parecía compartir su preocupación.

Ella se acercó a Keisuke, y ambos comenzaron a salir, dejando a un Miyagusuku absolutamente devastado.

A medida que pasaban lo años, Miyagusuku visitaba y observaba a los dos. Era invitado a cenar y a pasar las vacaciones con ellos, siendo él su "querido" amigo y todo eso. Pero eso sólo sirvió para alimentar el fuego de Miyagusuku, quien nunca pudo dejar atrás su amor. Se volvió más emocionalmente inestable y enfurecido. No quería que las cosas cambiaran. Pero Elaine no valoraba las mismas cosas que él. Ella traicionó la confianza que él depositó en ella y nunca pudo perdonarla; pero tampoco pudo olvidar lo que sentía por ella. Odiaba cómo ella penetraba en sus pensamientos y permanecía ahí por años, trabajando aquellos sentimientos que él odiaba. La quería fuera de su cabeza. Permanentemente.

¿Quizás al deshacerse de Elaine, podría estar por fin en paz?

El último video mostrado al jurado era Miyagusuku confesando haber matado a Kitamura Elaine.

Res ipsa loquitur. "La evidencia habla por sí sola".

Haruno unilateralmente destruye la defensa en cuestión de minutos, destrozando las débiles evidencias y razonamientos que traían a colación. Fue una conclusión previsible, el juez deliberó por apenas veinte minutos antes de declarar a Miyagusuku culpable de asesinato premeditado, y estaba contemplando entre 20 años de prisión a cadena perpetua.

Sigo a la multitud cuando salen de la sala. Estaba a punto de doblar la esquina antes de que un relativamente doloroso golpe en la espalda me hiciera voltearme y encontrarme con una Haruno sonriente. Me estremecí involuntariamente al verla. Esto era una trampa, ¿no?

—¡Salgamos a comer, Hikigaya-kun! —su voz me invitó con la claridad de mil campanas de viento. Los abogados y otros burócratas me clavan miradas llenas de envidia y odio. Maldigo la astucia de Haruno, no podía rechazar una invitación directa de la fiscal del distrito con toda esta gente a mi alrededor. Mis temores se confirmaron.

—Bien. —Suspiro derrotado. Aparte, tenía una pregunta para ella.

La sonrisa de Haruno creció mientras se envolvía alrededor de mi brazo y empezaba a tirar de mí—. ¡Es una cita entonces!

Oh, no.

La bulla estalló detrás de nosotros. Piezas de información sobre cómo la hija de un miembro de la Dieta y fiscal del distrito estaba teniendo relaciones con un agente del orden público cualquiera. Haruno se lo tomó todo con calma, pretendiendo no darse cuenta del caos que había dejado a su paso.

Terminamos en un pequeño café, elegido por Haruno, ya que ella me había llevado. Después de ordenar lo que queríamos, Haruno no tardó en comenzar a interrogarme bajo el pretexto de "ponernos al día".

—Papá postulará al cargo del Primer Ministro pronto, así que mamá quiso que toda la familia de mudase a Tokyo como muestra de solidaridad. Yo ya estaba trabajando en la oficina del fiscal del distrito para ese punto, así que funcionaba de lo más bien para mí. Me mudé con ellos, más cerca del corazón de la ciudad, y de la oficina, por supuesto.

—¿Es eso cierto? —enarco una ceja.

—¿Crees que hay más? —me incita Haruno.

—Cambiaste tu perfume, y te vistes mucho más conservadora que antes. Quizás… ¿un compañero?, ¿un hombre?

La boca de Haruno se abre brevemente antes de estallar en una carcajada histérica que atrae toda la atención del café.

—¡Oh dios mío, es demasiado bueno! ¡No puedo! ¡Hikigaya-kun, eres el mejor! —sibila entre risotadas—. No es bueno ser TAN discerniente, ¿sabes?

—Mis condolencias a tu novio.

Nuestra comida llega poco después, y nuestra conversación se ralentiza mientras nos concentrábamos en la comida. La atención de Haruno se volvió hacia mí, inquiriéndome sobre las cosas que había hecho después de salir de la secundaria.

—¿Cuánto llevas como detective?

—Unos dos años, supongo. Un año en entrenamiento, antes de que me ascendieran a detective. Llevo trabajando un año en eso, también.

—Ya veo.

Toma su vaso de agua delicadamente, con un meñique extendido.

—Estás diferente ahora. —Dice de la nada.

—¿Tú crees?

—Sí… creía que odiabas las cosas falsas.

—Eso no ha cambiado.

—¿Entonces lo que hiciste durante el interrogatorio a Miyagusuku fue…?

—…

Mi silencio era todo lo que ella necesitaba para saber, ya que no tenía nada con lo que justificarme. Nos quedamos en silencio otra vez y termino observando a Haruno comer su filete de pescado europeo acompañado de risotto de mantequilla. Toma pequeños bocados y mastica rápidamente. Sus dedos se movían de manera remilgada y apropiada, nunca acercándose demasiado a la comida, pero comiendo metódicamente. Casi como un hada.

—¿Sabes?... en ningún momento preguntaste por Yukino-chan.

Estaba en medio de un sorbo de mi bebida y empecé a toser de forma violenta ante la inesperada pregunta. Me golpeo el pecho varias veces para limpiar mis vías respiratorias y…

Sí, cierto.

Como si las cosas se fueran a quedar así. Seré muchas cosas malas, pero estúpido no era una de ellas. Estamos hablando de Yukinoshita Haruno, la única razón por la que nos conocimos en primer lugar fue por aquella persona. Estaba esperando esa pregunta desde en momento en que la vi en la sala de interrogatorios.

De vuelta en la realidad, me terminé tranquilamente mi bebida antes de responder con tono aburrido.

—Siendo honesto, me había olvidado de ella.

La cara de Haruno se queda en blanco, pero no responde nada.

La comida terminó a su debido tiempo y mi nuevo fiscal del distrito no volvió a sacar el tema de su hermana. Me ofreció llevarme a casa, pero rechacé su oferta lo más educadamente que pude (lo cual no fue mucho). Insistí en que quería tomar el camino largo a casa.

Observo como su auto se aleja y se une al resto del tráfico de Tokyo. Me doy la vuelta y me preparo para volver a mi apartamento. Mis pensamientos estaban desordenados, y necesitaba tiempo.

Odio a los mentirosos. Odio las fachadas. Odio las máscaras que se pone la gente, cambiándolas de acuerdo con quien hablaban. Odio las cosas falsas. Inspiran emociones que sólo llevan a la ruina y pisotea la buena voluntad de otros. Es algo que odié desde joven, y que aún odio hasta a día de hoy.

Mentí.

Estaba mintiendo en el interrogatorio, y también le mentí a Haruno.

Siempre estaba pensando en Yukinoshita, casi cada minuto desde que me desperté de ese sueño.

¿Por qué sentí la necesidad de mentir?

Probablemente porque no quería arrepentirme de una decisión que tomé en el pasado.

¿Dije una decisión? Quise decir muchas decisiones.

Mentir se vuelve más fácil a medida que más lo haces, y ahora yo soy un maestro en eso. Es una parte íntegra de mi arsenal.

Así, con todo lo que hago ahora, puedo decir con absoluta confianza que me odio a mí mismo.


Pues bien, aquí estamos. Siéntanse libres de dejar sus reviews, haré lo posible para hacerlas llegar a SouBU. También, Unmade no es precisamente un fic fácil de traducir, así que si notas errores de traducción/localización o algo por el estilo, házmelo saber (con respeto si). Eso me ayudaría mucho.

No podía dejar que un fanfic tan bueno como este se quedara sólo para la parte angloparlante del fandom. Por muy bueno que seas leyendo inglés, leer cosas en tu lengua materna se siente simplemente mejor. Al principio tenía pensado traducir esto sólo como hobby y para mí sólo. Pero al recordar que tenía esta cuenta (que nunca usé, dicho sea de paso), me dije, "¿por qué no?".

Así que fui, le pedí permiso a SouBU para poder publicar esto, lo acordamos todo por mensaje privado; y aquí estamos.

Unas cuantas cosas:

1.- Los sucesos de los volúmenes 13 y 14 de las novelas ligeras originales nunca ocurrieron en el universo de este fic.

2.- Habrá muchos OC's, y cuando digo muchos es MUCHOS. Pero créanme, están fácilmente a la altura de los personajes de la novela ligera.

3.- Nunca se aclara cuantos años pasan, SouBU dice que es mejor dejar esa parte sin responder.

4.- Intentaré actualizar todos los sábados, y pienso llegar hasta el final. Si me detengo, volveré eventualmente y si no, es porque SouBU abandonó la historia (por favor no xD)