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Distrito Karanese

Naomi alisó con dedos torpes los pliegues de su vestido.

No le gustaban esas prendas, pero la ocasión lo ameritaba, aunque en ese momento no tenía mucha ropa y dependía de las que les otorgaban los oficiales.

Habían sido buenos con ella y no podía comprender por qué. Le habían dado una habitación en la guarnición principal de las Tropas de Reconocimiento cuando comenzó a dar las primeras señales de recuperación, le habían dicho que era cortesía del Comandante Smith.

Pero ella no sabía quién era ese hombre, ni que tenía que ver con ella para tomarse tantas molestias.

Ella lo único que quería, era volver a ver a Levi.

Pero él ya no estaba, se había ido hacía meses a explorar más allá del muro. Al principio no podía creerlo, todo había sucedido tan rápido y había sido tan confuso que le costaba ordenar sus ideas, muchas veces tenía dilemas sobre si lo que recordaba era real o eran divagaciones producto de la fiebre pero al final lo había entendido todo. Naomi ni siquiera podía imaginar cómo era el mundo más allá del subterráneo pero Levi había volado más lejos aún, lejos de ella y lo extrañaba tanto.

Apretó los dedos contra las palmas de sus manos inconscientemente.

Aún no estaba acostumbrada a todo eso, al ruido de los carruajes, al ruido de las aves, a la luz. Recordaba que le había lastimado los ojos cuando recibió la primera bofetada cálida y brillante sobre su rostro, lo recordaba tan bien que hasta podía volver a sentirlo. Había sido tan repentino que al principio sintió miedo, por un momento pensó que iba a morir allí. Pero el sol, por los dioses, el sol era tan dulce sobre ella que no le importo la fiebre, ni el dolor. Fue una chispa de esperanza que se incendió dentro de ella, avivada por la luz, comiendola en su interior y eso no le pareció mal ni peligroso. Solo estaba renaciendo.

Sabía que había sido él. Ninguna otra persona se hubiera ocupado de ella. Levi fue el único que la había salvado de su propio vacío, que no la hizo sentirse una rata, sino lo que era, una niña.

Por eso deseaba verlo mas que nada en el mundo. Agradecerle por salvarle la vida y darle una nueva oportunidad. Necesitaba saber cuando volvería a ella y esperaría, todo lo que tuviera que esperar, pero lo haría.

Y fue por eso, que 4 días atrás, le había pedido un favor a su enfermera mientras la revisaba en el hospital.

"-¿Es que perdiste la cabeza, niña?- le había regañado la mujer- Porque hay que estar demente para pedirme eso en tu estado. Creo que no te has dado cuenta que podrías haber muerto.

Naomi había agachado la cabeza con pesar. No podía asegurar que haya perdido la cabeza, a veces se sentía confundida pero la enfermera le había dicho que eso era producto de su elevada temperatura. Pero había días en que se sentía mejor y en esos días también lo pensaba, y mientras más lo hacía, más sensato parecía en su mente

No. No esta vez, ella estaba segura de lo que necesitaba, estuviera demente o no...ella necesitaba llegar a Levi y si para eso tenía que…

-No puedo hacerlo. Mi trabajo es cuidar de ti y espero que jamás vuelvas a requerir de mis atenciones, jamás. Lo que me pides, es poner en riesgo tu vida, una que muchas personas trataron de salvar con todas sus fuerzas.

Aquellas palabras le habían dejado preocupada. Pero para disgusto de su enfermera, no la inquietaron de la manera que deseaba.

-Con más razón- le había dicho el día después de que se le negara su petición- no quiero que nadie más se preocupe por mi vida. Tengo que ser fuerte, tengo que sobrevivir. Se lo pido por favor, necesito que me consiga ese formulario.

Nadie podría frenar su convicción, Naomi lo había sentido nacer junto con el sol de su primera mañana sobre ella, esa luz la purificaba de toda la sangre que la bañaba, le daba energías para moverse sin sentir tanto dolor, sus heridas se curarían más rápido a partir de ahora, el miedo que la paralizaba se convertiría en tenacidad. Tenía que alcanzar a Levi, tenía que demostrarse que sus sacrificios no habían sido en vano."

Era una bonita mañana de primavera. Naomi no había conocido nunca una estación así que una cadete tuvo que explicarle lo que sucedía en esa época mientras la ayudaba a cambiarse. Y desde entonces, cada mañana, se levantaba de su cama para sentir la brisa en su rostro al abrir las ventanas. Adoraba hacer aquello, le daba la sensación de que estaba volando, incluso más allá de los muros gigantescos que se imponían a kilómetros de su ventana.

Pero esa mañana fue distinta. La habían despertado dos soldados que entraron en su habitación con tono brusco. A Naomi le llevó trabajo levantarse ya que estaba tratando de dejar la medicación para sus dolores pero logró sentarse sobre el borde de la cama y esperar a que eso fuera suficiente para ellos.

-Vístete, el Comandante quiere verte en su despacho- dijo el más alto de los dos, un hombre de barba poblada y mirada inquisidora- trata de no vestirte con la misma paciencia con la que te levantas. Tengo cosas más importantes que hacer.

-No lo entiendo- musitó ella ¿Porque quería verla? ¿Había hecho algo malo?¿La devolverían al subterráneo?

Ese pensamiento le había hecho temblar las rodillas, el dolor de sus heridas pareció acrecentarse, como si quisiera recordarle dónde y de qué manera las había conseguido.

"No. Tengo que cumplir con mi promesa, no puedo volver allí" penso aterrada.

Escucho de manera lejana la risa ronca del más alto de los soldados, por un momento los había olvidado.

-No volverás a tu agujero, si es lo que piensas. Aunque danos algún disgusto y estaremos dispuestos a llevarte de paseo por allí.

-Sean, eres un imbécil ¿Lo sabías?- dijo de pronto el otro soldado. Era visiblemente más joven, de ojos oscuros y tranquilizadores, su cabello castaño estaba atado como una cola de caballo y se acercó a ella. Naomi pudo ver como se agachó lo suficiente como para estar a la altura de su mirada. Le sonrió- Tranquila. A este tipo sólo le gusta asustar a las niñas pequeñas, no bajaría solo al subterráneo ni aunque le pagaran por ello.

Escucho chistar a Sean y patear la silla de su escritorio.

-¿Necesitas ayuda para vestirte?- la vio asentir suavemente- bien, llamaremos a una cadete para que te asista. Trata de no tardar ¿si? el Comandante tiene un horario muy apretado.

Y allí estaba ella. Le habían ayudado a ponerse uno de los vestidos más bonitos que le lograron conseguir. Era de suave algodón, de colores cremas que en su tiempo fue adornado con incrustaciones en las mangas y el corpiño de las cuales ahora solo quedaba la puntilla y algunas piedras pequeñas que se resistian al paso del tiempo. Era un vestido para gala, para una niña de su edad, una niña de nobleza que seguramente había desechado porque había crecido y ahora ella lo usaba. Alguien que se crió entre la inmundicia y la oscuridad, parecía irónico. Eso realmente explicaba porque se sentía tan fuera de lugar usando algo como eso.

Le habían dicho que se apurara, así que ella se vistio lo mas rapido que pudo, la cadete que la ayudó trato de calmarla preocupada porque se abrieran sus heridas, pero ella no quería llegar tarde, el miedo de volver al subterráneo le había dado lugar a la esperanza ¿Podía ser..? no logro imaginarlo antes, pero…¿Había vuelto?...¿Y si volvió para verla y por eso la llamaban?

Cuando llegó al despacho, le indicaron que esperara sentada a un lado de la puerta y ella había obedecido. Se aliso prolijamente su falda y espero.

"Puntual" pensó luego de observar el reloj frente a la pared de mármol. Llegó 1 minuto antes.

Le dolía cada palmo de su cuerpo pero eso no le importaba en ese momento. Su corazon latía tan fuerte que penso que se le saldría de la boca en cualquier momento. Si el Comandante quería verla ¿Era porque quería mostrarle algo?¿ O a alguien?

Escucho la puerta del despacho abrirse.

-Frost, te esperan- dijo uno de los soldados que estaban parados a los costados de la entrada.

Se levantó con una mezcla de pánico y ansiedad en su estómago. El vestido se sentía demasiado pesado ahora, y sus manos muy torpes y sudorosas. Volvió a ser una niña asustada y golpeada, pero también esperanzada.

Cuando entró, espero escuchar su voz, o sentir su peculiar sonido al chasquear la lengua. Pero nada de eso ocurrió, la sala estaba vacía de él y Naomi sintió algo parecido a esa sensación abrirse paso en su interior.

Nunca en su vida había visto tantos libros, conocía lo que eran, pero en la ciudad subterránea eran escasos y a veces muy valiosos. Pero allí, por los dioses, nunca había visto paredes hechas por libros uno sobre otros como si fueran ladrillos de una casa. Quedó visiblemente sorprendida por eso, y luego centró toda su atención a los ventanales de la sala, tan grandes como las paredes de libros que había a su alrededor, la luz del sol entraba sin impedimentos y se iluminaba todo con un precioso color. Siguió recorriendo con la mirada el lugar a medida que avanzaba hacia el escritorio, en ese lugar reinaba el silencio absoluto.

Y luego se encontró con esos ojos.

Eran tan profundos que por un momento Naomi se quedó sin aire. Azules, tan azules como los de ella, pero estos tenían otra cosa. Eran perspicaces, duros, fríos como una noche en la plena oscuridad de un callejón sin salida. Parecía dar órdenes sólo con su mirada, porque al verlos, ella se quedó quieta donde estaba.

El Comandante de las Tropas de Reconocimiento, Erwin Smith, emanaba poder hasta de los poros de su blanquecina piel. Tenía cejas pobladas, demasiado rubias y un cabello pulcramente ordenado del mismo color. Era de rasgos firmes pero ovalados, nariz recta, labios delgados y ni rastro de barba en su rostro.

El silencio era tan notable que Naomi presintió que cualquier ruido, por más leve que fuera, la terminaría haciendo sobresaltar. Así que si él no iba a romper el hielo, ella tendría que hacerlo.

-No…-la voz le falló, le salió un susurro ahogado, pero se golpeó mentalmente para reaccionar- No me han enseñado cómo saludarlo, señor.

Los ojos no sonrieron, pero sus labios si.

-Puedes llamarme señor Smith, o señor, si lo prefieres. Por el momento me gustaría que me saludaras así. En cambio, te agradecería si yo pudiera llamarte simplemente Naomi. Resulta que no soy muy adepto a las cortesías a menos que sea estrictamente necesario ¿Esta bien?.

Naomi asintió suavemente y bajó la mirada. No podía mantener sus ojos sobre los del Comandante por mucho tiempo, le hacían sentir frágil y lastimada, aunque nada de eso faltaba a la verdad.

-¿Cuantos años tienes, Naomi?- preguntó el hombre.

-Tengo 11, señor.

Lo vió de reojo asentir con la cabeza lentamente y tomar unas hojas que estaban dispersas sobre su escritorio.

-Dime ¿Cómo te sientes? Los médicos me han informado que has mejorado notablemente y que ya puedes dormir en una habitación común de la guarnición.

-S..si. Han sido muy amables en ayudarme. Me siento mejor, gracias- volvió a levantar la vista, sintió como si estuvieran librando una batalla con sus miradas, él tratando de leer más allá de sus palabras y ella tratando de no ser devorada.

Hubo más silencio. La niña apenas podía sostener la mirada nuevamente pero lo trataba con todas sus fuerzas.

El Comandante dejó los papeles ahora ordenados y entrelazó los dedos antes de apoyar sus brazos sobre el escritorio. Ella apretó aún más los puños.

-Naomi, estoy seguro de que tienes muchísimas preguntas por hacer. Quiero que tengas algo en cuenta antes de que las formules. No suelo utilizar mi tiempo en estas cosas y si hay un motivo por la cual te he llamado, es porque le prometí a alguien que cuidaría de ti y como tu tutor, tengo que tener algo de mi atención puesta en tu vida y seguridad.

La joven sintió el corazón desbocado. Comprendió la idea, era directo, conciso y doloroso, pero lo acepto. No volvería a ver a Levi en un tiempo.

-Lo comprendo- susurró ella.

-Bien, eres muy lista. Ahora como lo he aclarado antes, debo cuidar de tu vida y es por eso que cierto papel llegó a mi ayer por la mañana y me gustaría que lo vieras. Ven, acércate más.

Naomi obedeció y caminó hacia el escritorio, la presencia del Comandante la sentía cada vez más cerca hasta que su pecho chocó contra la madera. Ante ella se deslizó una hoja, la sostenían unos dedos firmes y de uñas limpísimas. Era un formulario completo.

-Naomi- la voz del hombre era pausada y tranquila - Este es un formulario de inscripción al entrenamiento militar.

Ella lo siguió observando, estaba segura de que la enfermera lo llevó a donde se debía, al menos, eso quería creer.

-Tiene tu nombre.