—Tal vez... ¡Agh, Dios!
Aún seguía escribiendo parte del caso clínico de un paciente. No sabía exactamente qué podría tener. Al parecer sufre de cefalea constante, y el paciente no tiene registros médicos guardados o algún expediente clínico que me ayude a resolver esto. Tal vez tenga la enfermedad de Huntington por su torpe habla y problemas al caminar, pero eso no explicaría sus dolores de cabeza...
—Puedo estar en lo cierto... Aunque es extraño, es como si... No sé, tal vez pudo sufrir algún golpe cuando...
¡Exacto!, puede ser eso. Tendré que realizar una serie de preguntas relacionadas con algún golpe en la cabeza o nuca en el pasado. Estoy cerca de encontrar un tratamiento adecuado... Bueno, no tanto, ya que sería algo grave y tendría que enviarlo a un hospital en la ciudad aledaña.
Me levanto de mi mesa de trabajo en la clínica para dirigirme a mi hogar —aunque, siendo sincero, mi hogar también es la clínica, pues está pegada a mi casa—. Dejo mi bata en el gancho colocado junto a la pared de la puerta y me dispongo a salir.
—Ahh...— suspiro, uno muy largo en realidad.
Me dirijo hacia la cocina por el salón principal para preparar algo para la cena. Aunque dispongo de un sillón, sofá de tres plazas y una mesa de centro en el salón, no se me hace complicado ir y venir para tomar libros de mi "biblioteca" o algún refrigerio. La sala está casi vacía, y por ello me resulta fácil ir y venir sin tener que golpearme la rodilla o tropezar con algún mueble.
Cuando llego a la cocina, observo el reloj pegado a la pared cerca de la alacena.
—Mierda...
Apenas son las cuatro de la tarde, no es la hora de cenar... apenas y comí a las dos. Tal vez estar metido en los casos me terminó dando hambre. Y más con estar encerrado en un lugar con las cortinas cerradas y velas de por medio —me es triste saber que este pueblo aún no tiene electricidad— me hizo confundir la hora.
—No tengo otro remedio que tomar una siesta, ¿no?
Siesta... No tengo sueño. Tampoco sé si pueda dormir con tanto estrés que tengo. Necesitaría algo para dormir... ¡Jah!
Me dirijo al mueble en el comedor donde guardo los vinos, y tomo una botella junto a una copa que siempre dejo ahí. Me recuesto en el sofá y, con la copa y botella en mano, sirvo algo de este... liquido. Y bebo, bebo, bebo, bebo... bebo y... sueño.
—Aún tengo algo de aguante... je,je,je.
Cinco copas de un vino añejado de seis años... grandioso. Además, cumplí mi misión de poder dormir algo. Después de todo, esto me ayudará a tener algo de energía cuando me desvele con el caso de algunos pacientes.
Unos golpes se oyen en la puerta principal. No me cuesta levantarme y quitarme el poco sueño junto a las legañas de mis ojos, posiblemente, rojos. Me doy unos golpes en la cabeza, soltando un largo y profundo suspiro (algo ronco). Camino hacia la puerta, pensando que tal vez sea algún paciente, puesto que no tengo algún familiar o amigos que vengan a mi casa.
Abro lentamente la puerta para ver a un hombre en el frente de mi casa, vestido de un sobrero y, lo que parece, una gabardina café. Es completamente sospechoso.
—Lo siento, pero la clínica está cerrada— menciono esto, con la voz algo ronca, a la persona delante de mí.
—Saludos, mi buen doctor. Cuanto tiempo sin verlo— responde él con una voz que me deja perplejo, pues es muy gruesa y casi difiere de su apariencia de mediana edad.
—¿Disculpe? ¿Acaso lo conozco?
—Tal vez no me recuerde, pues ha pasado mucho desde que me salvó de morir desangrado por una herida de bala causada por un cliente mío.
Un paciente así... Ah, vagamente lo reconozco. Es más, recuerdo que se fue sin pagar. Y concluyo que este hombre debe ser peligroso si se metió en ese tipo de problemas, puesto que nunca me dijo la causa de su herida...
—Algo, más o menos lo reconozco.
—Bueno, me alegro. Aún sigo agradecido ante lo que hizo ya que, a pesar de saber que si usted se involucraba se metería en problemas, terminó ayudándome. Debe ser la naturaleza de los doctores en general.
¿Naturaleza del doctor?, por favor...
—Me disculpo por marcharme sin agradecerle adecuadamente.
—Sí, la verdad que las necesitaba ya que usted escapó por la puerta cuando terminaba mis anotaciones.
—Miré, olvidemos eso. Como dije, me disculpo por ello —el hombre se rasca la cabeza, su rostro cambió de ser frío a serio—. Le comento que estaba cerca, por ello pensé en venir a darle mi agradecimiento.
¿Agradecimiento, después de tanto tiempo? En estos momentos desearía llamar a la policía. Y la verdad que la idea de que "se desvió para venir a agradecerme" es sumamente sospechosa. Si acaso me pide algo de té, café, o lo que sea, juro solemnemente que cerrare la puerta de un golpe.
—¿Necesita algo más? Digo, antes de proceder con el pago que me debe.
—Oh, no, estoy bien. En realidad, no planeo tomar mucho de su tiempo.
En estos momentos es cuando me estoy asustando, al parecer está sacando algo de su bolsillo.
—Por favor, acepte esto. En ese momento no tenía nada para pagar el tratamiento, por ello tuve que irme de su clínica... Bueno, eso y de que otras personas me pudieron ir a buscar.
El hombre me da un sobre.
—¿Eh?
Dentro de este había más dinero del que podía esperar por el tratamiento.
—Esto es...
—Mi pago se retrasó hasta este momento que estoy presente en su hogar, en serio considérelo como una disculpa por las molestias.
—Mire, en serio que no es...
—Por favor, acéptelo.
Su mirada volvió a la fría, esto sólo me ayudó a reclinar la idea de retractarme de aceptar tal suma de dinero.
—Además... tengo algo más que traje conmigo. Pero, para ello necesito entrar a su casa. Así que: ¿puedo entrar a su casa para que lo discutamos?
—C-claro.
¿Qué piensas, idiota?
—Como esperé de usted, doctor... ¡Oye, ven aquí!
El tipo dirige su voz a la puerta (él ya estaba adentro). Junto a ese grito, entra una persona con una larga tela que cubría su cuerpo y cara. Cuando entra, el hombre le pide que se quite la tela. Quien resulto ser esa persona, me deja perplejo; es una chica... Una chica con cicatrices de, lo que parece, quemaduras. Mal vestida y con el pelo desarreglado.
—Que mier...
—Una persona de altos recursos económicos murió recientemente en un accidente. Al parecer no tenía parientes cercanos, por lo que funcionarios públicos, familiares y amigos llegaron y se llevaron todas sus posesiones.
—Oh...
—Yo tengo unas cuantas conexiones aquí y ahí, por lo que fui suertudo de conseguir parte de lo que sobró. Pero también conseguí cosas que me harán ir a la cárcel —fijó su vista hacia ella—. Sí, está que usted ve es una de esas cosas.
—Espere, ¿de qué está hablando?
—Mire, soy un humilde comerciante ahora; y mi lema es comprar y vender "nada", por lo que algunos compañeros me aconsejaron que vendiera esto de alguna manera, pero... —toma un largo suspiro— Cuando se trata de compra y venta de personas, es un tema problemático desde que la abolición del comercio de esclavos fue aceptada. Estaría bien si el esclavo en cuestión es usado para el trabajo manual, pero no es fácil encontrar a un comprador que escape de esta ley para tener a una mocosa como esta. Si apresuro las cosas, existe la posibilidad que termine sufriendo alguna perdida.
—Escuche, todo esto es enfermizo. No sólo vienes a mi casa sin invitación, ¡también traes algo que me puede causar la ruina!
—Escúcheme y tranquilícese.
Su mirada tras decir eso me dejó helado.
—No es como si necesitara descansar de este caso, así que pensé en no hacer algo estúpido: como dejársela a un loco o mandarla a que se pierda. Por ello deseo que usted entienda que tengo algo de conciencia y compasión como para no hacer esas dos opciones. Deseo evitar lo problemático, y no tengo un lugar en el que pudiera sacar una mano de esto.
—... ¿Y a qué quiere llegar?
—Estaba haciendo negocios por la ciudad, y recordé que me había salvado la vida. Por lo que puedo decir que todavía está vivo... Y no es de mi incumbencia, pero pensé que podría sentirse solo...
—Francamente, no.
—Es un poco repentino... ¿pero tomaría a esta chica?
¡¿Qué?!
—Espere espere espere, ¡yo no aceptaré a esta chica en mi hogar!
—Mire, usted es la única persona en quien me puedo fiar en esta zona. Si desea, puede rechazarla. Pero le comento que tendré que dársela a uno de mis compañeros y él sabrá si venderla o quedársela.
—¡Yo-
—Piénselo, ¿acaso dejara esta oportunidad?
Soy un hombre de ciencia. Toda mi vida no he considerado la idea de tener a una persona que esté en el mismo lugar donde trabajo. Esta niña... lo que sea, me podrá llevar a la cárcel si la policía o la gente del pueblo se entera... Pero, ¿y si no tienen que saberlo? Podría llevarla a un orfanato y decir que la encontré. Creo que es la única forma de deshacerme de ella y evitar que sufra de un destino como esclava.
—... Me convenció. Tomaré a la chica.
—Si es así, nos ayudará tanto a mí como a esta chica.
El hombre hizo una seña, y la chica se acercó al lado de él.
—Esta chica es una esclava sin ningún familiar. Puede ayudarle en la casa, o si usted tiene ese tipo de preferencias, puede tratarla como a su juguete. No hay nadie que pueda oponerse a sus... asuntos.
... Enfermo de mierda.
—Si quiere saber más de ella, puede preguntarle.
—Claro...
—Entonces, debería marcharme antes de que alguien sepa de mi presencia y la de esta chica —alza su mano abierta a la altura de su abdomen, yo rápidamente le estrecho su mano—. Una vez más, gracias por salvarme.
El hombre abrió la puerta y se fue... Ya no sé cómo reaccionar ante esto.
—Encantada de conocerlo, mi nombre es Sylvie. Muchas gracias por aceptarme.
—...
Mi silencio es absoluto.
—No puedo hacer trabajos pesados, pero creo que puedo hacer cualquier tarea simple que usted desee ordenarme —baja su mirada y cierra sus ojos—. De cualquier forma, mi anterior amo gustaba de oír mis gritos.
Creo que me voy a enfermar... ¡Cállate, niña!
—Por favor, tráteme con suavidad.
—Dios... —suspiro— Por favor, ve a tomar asiento o algo. Necesito pensar...
—Como ordene, Amo.
Ella diligentemente va hacia la sala... para tomar asiento en el suelo. Al parecer su anterior amo nunca le brindó una silla. Sólo me encamino al sillón para sentarme... y soltar un poco de mis lágrimas... Ahora ¿cómo lograré deshacerme de ella?
