¡Y qué tal chicos! Supongo que a partir de ahora mi actividad en fanfiction será frecuente, así que esto aún continúa XD.

Ahora, este fic lo tenía planeado desde hace mucho, pero por razones inexplicables, estarán viéndolo ahora.

Espero disfruten el capítulo de hoy.


Sin Sorpresas

¿En qué piensas? —casi doy un respingo al escuchar esa voz por sorpresa. Pero creo que me hubiese sobresaltado aún más si la pregunta hubiese provenido de un desconocido—. ¡Tranquila! Solo soy yo.

¿Cómo supiste que estaba aquí? —no quise pero mi tono de voz sonó muy serio.

¿Ya no recuerdas este lugar? —fingió indignación al hacerme la pregunta— ¡Cómo falla tu memoria, Elly!

No estoy para bromas, Liam —me vuelvo a echar en el césped, intentando enfocarme nuevamente en las estrellas.

Vamos —se recuesta al lado mío apoyando sus manos detrás de su nuca. A cabo de unos segundos, fija su mirada en mí. Lo conozco perfectamente que, sin tener que verlo, sé que me está observando con "la mirada" —. No deberías estar nerviosa.

No lo estoy, es solo que… temo preocupar a alguien si es que algo malo llegase a ocurrir.

Sé que lo harás bien —lo fulmino con la mirada y no tardó en darse cuenta—. Perdón, sé que todos ustedes lo harán bien —Cambio mi expresión seria por una amable y eso lo hace sonreír.

Deberías confiar más en nosotros.

Confío en ti —se apresura a decir—, pero a ellos no los conozco completamente.

Como si me conocieras desde hace una eternidad —no pude evitar soltar una pequeña risa ante tal comentario, y él no hace nada más que mirar hacia el cielo—. Pero es verdad. Comparando con el tiempo que llevo con ellos, nosotros nos conocimos hace un año.

Sí, y fue hace unos meses cuando te dije lo mucho que te amaba —lo dijo mientras aún fijaba su mirada hacia arriba.

Sí. Lo recuerdo. Y fue aquí cuando me lo dijiste y también tuve la bizarría de decirte lo mismo —me di cuenta que mi tono de voz había subido, así que solo suspiro y me relajo—, porque una parte de mí me decía que no debía hacerlo; temía preocuparte después con este asunto sabiendo que cualquier momento podría ocurrir algo totalmente… —me concentré mucho en mis palabras que no supe en que momento volvió a mirarme— fuera de nuestro control.

Ahora que lo pienso, quizá no debí decirle todo esto. Y me doy cuenta justo cuando termino de hablar. ¡Estúpida!

Pero no le importó. Porque para entonces él estaría callado y sin hacer nada más que mirar el cielo.

En realidad sí hubo un momento de silencio e inmovilidad hasta que Liam roza mi mejilla con su mano para después apartarme un mechón de mi cabello que cubría mi rostro.

Y empezó a observarme con una mirada dulce. Mucho mejor en mi opinión que "la mirada", y comenzó a acercar su rostro con el mío muy lentamente.

Una situación muy agradable y excitante a la vez.

Y finalmente llega. El enésimo beso que nos damos en el tiempo que va nuestra relación. Jamás me cansaría de un momento como este.

Desearía que nunca acabe.

—Levántate, pequeña, tendrás mucho tiempo para dormir cuando estés jubilada.

Después de aquellas palabras que la agarraron desprevenida, una joven pelirroja se le escapó el libro de sus manos.

Tras ese acto torpe dejó sus gafas en la mesita de luz, gruñó y hundió su cabeza entre las almohadas, se cubrió con las frazadas hasta la cabeza e intentó conciliar el sueño nuevamente después de una pequeña lectura.

Pero la voz de su padre llegó a sus oídos perforando sus intentos.

— ¿Ya te vestiste? ¡Te preparé el desayuno!

Pero la chica no estaba a dispuesta a levantarse, al menos no con un buen ánimo; resopló entre las sábanas y precipitadamente se destapó. Haciendo movimientos muy lentos y torpes se sentó sobre la cama.

Aunque haya leído durante unos minutos, eso no le quitó la pereza diaria que todos tienen después de despertar.

— ¡Aileen! —llamó su padre nuevamente. Esta vez, dando golpes a la puerta con su puño cerrado—. Será tu primer día. ¡Tienes que afrontarlo con mucha alegría!

— ¡Estoy despierta! —le anunció para que ya no siguiera esperando detrás de la puerta.

A pesar de las pocas ganas, tuvo el valor de tocar el frío suelo, y comenzó a hacer unos cuantos ejercicios, siendo su preferido las lagartijas, algo que su padre se había encargado de enseñarle desde que la chica tenía siete años.

Después de terminar su pequeño calentamiento, se acercó a su nuevo armario. Deslizó la puerta corrediza sin aplicar la fuerza y entre su ropa bien ordenada sacó su uniforme escolar: blusa blanca de manga corta, un marinero que va en el cuello atado con un lazo azul, una falda corta verde y medias blancas.

— ¿Dónde demonios dejé los zapatos?

Chasqueando los dedos, intentaba recordar donde los había dejado. Hasta que recordó que no los había sacado de su caja. Eran unos mocasines de color café chocolate.

Tras vestirse, se dirigió al baño de su dormitorio para ver que tanto le agradaría el uniforme. Aunque el espejo del baño solo le permite verse a sí misma desde la cintura para arriba, sus sospechas eran ciertas: no le gustaba el uniforme cuando lo vio por primera vez, y ahora lo odia llevándola puesta.

— ¿Acaso esta falda es para porristas?

Ella nunca se había acostumbrado a usar prendas cortas a excepción de la hora de dormir. Simplemente no le agradaba como las chicas de este lugar usaba faldas cortas que ella definiría como "la mayor imperfección de todos los tiempos".

No le quedaba de otra.

Cuando llegó a la cocina vio que su padre la esperaba en la mesa de comedor con una taza de té humeante y el periódico matutino doblado en la sección de los clasificados.

—Buenos días.

La voz ronca de Aileen, como siempre lo ha sido todas las mañanas, le provocó la mejor de las sonrisas. Alzó la cabeza y le señaló la silla opuesta a él.

La joven tomó asiento y se acomodó delante de su desayuno.

Bacón con col, blaas caseros y una taza llena de té verde. Le sorprendió que su padre se haya esmerado en preparar sus platos favoritos, así que por lo menos su mañana mejoría un poco.

Decidió comenzar con el bacón. Ya había olvidado el sabor de la carne ahumada y el de la dulce col.

Los blaas no eran la especialidad de su padre, así que tomó un poco de su té para quitar el sabor de los panecillos en su paladar.

— ¿Estarás en casa para la noche? —preguntó Aileen antes de terminar su segundo y último blaa.

—Creo que no —respondió su padre dejando el diario en la mesa y observando a su hija con una mirada de disculpa.

En realidad Aileen ya sabía su respuesta, pero necesitaba quitar la incomodidad que ella causaba con su silencio matutino.

— ¿Sabes? Estaba pensando en preguntarle a mi tía si necesitaba ayuda con su tienda de zapatos. Supe que necesita empleados.

Su padre frunció el ceño y negó rotundamente con la cabeza.

—O podría trabajar de niñera. No es algo difícil. Creo que puedo encargarme de unos cuantos niños.

—Ya hemos hablado de esto, yo me encargo de la situación económica aquí. Tú eres la hija; y yo, el padre. Yo trabajo, y tú estudias.

Podía notar que una vena sobresalía de su rostro en estos momentos. No estaba para nada de acuerdo con él; necesitaba valerse por sí misma, lo quería. Sentía que podía vivir en la independencia ya mismo.

Pero no dijo nada más, y acabó con su blaa y el té. Ya convencería a su padre en otro momento. Solo sonrió sin que su padre lo notase; son estas las pocas veces que hablaba con él en las mañanas.

Entonces se le dio por mirar el reloj de pared que colgaba junto a la nevera. Casi volcaba lo que quedaba en su taza al percatarse lo tarde que era.

Acabó todo su té y corrió a su habitación lo más rápido que pudo. No era que su cuarto estaba lejos de la cocina, al menos era una distancia corta para ella. Pero estaba apurada y necesitaba moverse rápido.

Llegar tarde al primer día de clases en una escuela completamente nueva, en una ciudad nueva, en un distrito nuevo, en una región nueva, en un país nuevo, en un continente nuevo no es algo que le gustaría; llamaría la atención, cosa que no le gustaría.

Pero la suerte casi nunca ha estado de su lado, y eso lo sabía. Pasar desapercibida es algo que la vida se ha encargado de denegárselo.

Cogió el bolso que sus abuelos le habían regalado por su último cumpleaños donde estaban guardados todos sus libros para el día de hoy.

Regresó a donde su padre, y despidiéndose con un beso en la mejilla fue rumbo a la escuela. Ya estaba a punto de bajar las escaleras del edificio hasta que recordó algo importante, y de un trote regresó al departamento.

Su padre la esperaba en su puerta agitando en su mano un papel largo que ella había olvidado. Aileen rió y volvió a despedirse. Quizás no es un buen momento para tener la idea de ser independiente.

Dejando atrás el edificio que ahora era su hogar, desplegó el mapa que recibió de su padre y buscó el pintado de verde que su padre había marcado el día anterior para que no se perdiera en las abarrotadas y confusas calles de Japón.

Había llegado a la estación del tren en un tiempo despreocupante, y ahora tenía que ser paciente mientras espera el tren y que este llegue a su destino.

No le asombraba lo que estaba delante de sus ojos una vez que llegó a este país. No sabía por qué, pero simplemente no le interesaba el avance tecnológico que tiene y tendría ahora este lugar. Le gustaba ser simple en muchas cosas.

Sabía que la simplicidad sería algo que no vería a menudo, pero estaba segura que nada le sorprendería… no quería sorpresas.

—Espero que sea tan aburrido a partir de ahora.


¡Y bien, chicos! ¿Qué les pareció?

Dejen sus comentarios, y sé que este cap se trató básicamente como un introductorio.

No dejen de echarle un vistazo. Probablemente dentro de dos semanas, publicaré un nuevo cap.

¡Hasta la próxima!