Antes que nada debo decir que esto al principio era un oneshot, el cual se encuentra anexado como capitulo 6. Es algo viejito, por lo cual al re-leerlo me dieron ganas de completar mejor esta historia, pero no por eso iba a borrarlo. Si lo leen en su totalidad, por favor comenten que les pareció el cambio.
Eso es todo lo que iba a agregar. Los personajes no me pertenecen y la historia está inspirada en Hotarubi no Mori e, aunque no guarda relación con ella. Desde ya, gracias por leer. Cualquier rw que dejen ya me hacen un día mejor.
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Cuando la vida como estudiante de secundaria comienza también lo hace algunos de los mejores años de tu vida, como algunos dicen, comienza una vida de color rosa. Sin embargo, esto no significa que todos los estudiantes busquen ese tipo de vida. No todos buscan enamorarse, obtener un hobbie o realizar algún deporte. Y yo, me incluyo. No es que no esté interesado en los placeres cotidianos de la vida, solamente tengo un gusto extremo por ahorrar energía en todo lo que hago. Tampoco es que estoy rodeado de amigos, con uno solo me sobra y me basta. Prefiero tener un amigo que me sea fiel y que esté cuando lo necesite, a tener un bardo de ellos y que me fallen cuando requiera de su ayuda.
Me encontraba en la puerta de mi salón, una hora antes de que comenzaran las clases. Misma rutina de siempre; entrar, tirar la mochila al costado del banco y sentarme en la silla para poder chatear tranquilamente con mi único amigo. Al no poder verlo, ya que vive en Italia, no me queda de otra más que mandarle mensajes. Yo también debería estar allí, pero gracias a algunas prohibiciones familiares no obtuve el permiso, ya que soy menor de edad. En solo 4 años más, podre irme tan lejos como yo quisiera…
Mensaje tras respuesta y tras otro mensaje, mis compañeros comenzaron a llegar. Me puse mis auriculares y me encerré en mi propia burbuja. Ellos me pasaban por el costado, ignorándome, como si no existiera. Solamente alguno que otro compañero me señalaba a lo lejos y se burlaba de mí, aunque no lo podía escuchar. Algunos papeles volaban y se estrellaban "accidentalmente" contra mí. Pero yo simplemente los ignoro, esto ya se volvió una rutina. Aunque no sé si eso es bueno o malo.
Saqué mis útiles y a los pocos segundos entró el docente al salón. Mientras explicaba un tema aburrido de historia, el cual ya me lo sabía de memoria, subí el volumen de la música y comencé a garabatear en mi hoja. El tiempo paso súper lento. Mis pobres hojas terminaron rayoneadas con tinta negra, llenas de cosas sin sentidos y monótonas. Cuando el módulo finalmente terminó, salí lo más rápido posible del salón. Me fui al baño para refrescarme un poco. Al mírame en el espejo, este mostró la remarcada intensidad de mis ojeras gracias a la falta de sueño. El no dormir un par de días se veía reflejado también en mi palidez y en mi, más revoltoso que de costumbre, cabello castaño.
Luego de un suspiro largo y tendido, volví con pasos tediosos a mi curso para encontrarme con mi rutina. ¡Sorpresa, sorpresa! Ya habían colocado los papeles arriba de mi banco.
"Muérete", "Vey córtate", "Worth less", "Whore", "Adefesio!", "Messed up", etcetera, etcetera.
Puse los ojos en blanco y simplemente tiré todos los carteles por la ventana. Prefiero mantenerme indiferente a todo esto, capaz que algún día se cansen de esto al no verme reaccionar. Guardé con toda la paz del mundo mis cosas y salí del salón.
Por un momento pensé en volver a mi casa, pero ese pensamiento logró sacarme una gran carcajada. Si lo que buscaba era tranquilidad, allí nunca la iba a encontrar. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia el bosque. Este se encontraba casi a las afueras de Namimori, un lugar prácticamente abandonado y silencioso; era MI lugar, mi santuario.
Lo más enigmático de ese lugar, era el mito que había generado. Siempre se podía escuchar rumores de esa parte del bosque, aunque mayormente son para ahuyentar las ganas de los niños de meterse en lugares "peligrosos". Resalto la palabra peligroso, porque lo único que te podría hacer daño en ese lugar es tropezarte con una pequeña roca. Volviendo a los rumores. Se comenta que si una persona tiene la suficiente valentía de adentrarse en esa zona del bosque, se perderá entre las sombras y nunca volverá a ver la luz del día gracias a que su alma se verá arrebatada por un espíritu.
Últimamente muchos niños andan asustados por esto, ya que afirman haber visto merodear una sombra sospechosa. Pero estoy casi seguro que esa sombra soy yo. Después de todo, yo casi vivo allí. Dudo de sobremanera de la veracidad de esta leyenda, después de todo yo nunca vi algo extraño. No creo en los espíritus ni en las divinidades, yo creo en el caminante.
Luego de estar caminando un buen rato, llegué a mi lugar. Es un pequeño prado que se encuentra en el medio de este bosque. Estiré perezosamente mis brazos hacia el cielo y simplemente me dejé caer suavemente hacia delante. Posicioné estratégicamente mi mochila como almohada y cerré mis ojos para tratar de dormir un rato. Pero nunca sucede lo que yo más deseo. Palabras, insultos, golpes y recuerdos pasaban dolorosamente por mi mente. Los sentimientos de odio, rechazo, impotencia, tristeza y soledad comenzaron a hervir en mi pecho y se escapaban por las lágrimas que caían lentamente por mis mejillas.
Mis lágrimas no paraban de fluir, y mi cuerpo temblaba. Traté de frenarlas, pero cuanto más lo intentaba, caían con más fuerza. Lo único que pude hacer, fue esconder mi cara entre mis manos y llorar en silencio.
