Era una mala idea.
Era una pésima idea.
Pero era la única idea.
Miró con ahínco por enésima vez la puerta que daba paso a la oficina del comité disciplinario, pero nuevamente sus pies le devolvían al muro. Solo debía tocar la puerta, pedir la pelota que había volado en el entrenamiento de baseball e irse. Pero Hibari Kyôya estaba ahí. Lo había visto entrar al doblar en el pasillo y ahora estaba nervioso. Seguramente estaría mas que furioso por lo que había pasado con los cristales. Estaba decidido a irse y decir que no la había hallado y listo. Pero Hibari Kyôya salió en ese momento con la bola en las manos.
-Yamamoto Takeshi...
-¿Hibari?
-La próxima vez que te quedes ahí parado, te morderé hasta la muerte.
El carnívoro se acercó al beisbolista dándole la pelota en las manos. Ese toque bastó para hacer sonrojar a Yamamoto, mientras en el rostro de Kyôya apareció una mueca.
-Hibari... Me gustas...
Cuando volvió con la pelota entre las manos, volvió sobándose las costillas. Después de todo, si había sido una mala idea.
