Disclaimer: Sherlock ni ninguno de sus personajes me pertenecen.


~ Sobredosis ~


Dos meses más. Sólo tenía que aguantar un par de meses más esta tortura. La medicina no era para ella. No podía con los lloros, el dolor, las quejas, el ruido. No es que careciera de empatía, todo lo contrario. Ver a gente sufrir era demasiado para ella. Este no era su medio, ella necesitaba paz y tranquilidad y sobretodo necesitaba que su trabajo no estuviera relacionado con los vivos.

No había punto de comparación entre la responsabilidad de tener la vida de alguien en tus manos y el desvelar la historia que ocultaba una persona fallecida. Ella adoraba los misterios y además carecía del don para relacionarse de forma correcta con la gente. Su humor siempre era demasiado oscuro y escabroso y su aspecto demasiado aniñado, con ropas anchas y de colores llamativos. Siempre daba la impresión de ser una mujer cuanto menos poco común, por no decir rara. No encajaba con facilidad así que no era demasiado extraño que su vocación fuera la medicina forense ¿Verdad?

Pero para poder estar en una tranquila, fría y silenciosa morgue primero que había que superar el trámite de las prácticas. Dos meses más y podría comenzar su especialización en medicina forense. El único consuelo que tenía era el saber que el sacrificio merecería la pena.

Caminaba apresuradamente por los pasillos del hospital, esquivando doctores y camillas. Su médico adjunto, el encargado de supervisar la evolución de sus prácticas, la requería inmediatamente en urgencias. Según el mensaje que había recibido tenían un caso de sobredosis. Sería la primera vez que veía una sobredosis y sinceramente esperaba que fuera bien y consiguieran salvar al paciente pero, más que nada, deseaba que fuera la primera sobredosis y la última que viera.

Cuando llegó al hall llevaban al hombre inconsciente en la camilla hacia el box. Molly le vio y no le vio. Fue como en esos momentos que en que sacas el móvil para mirar la hora y lo vuelves a guardar sin tener ni idea de qué hora es. No registró ni un sólo detalle del físico de ese hombre. Simplemente siguió a su adjunto el cual ya le estaba dando instrucciones. Rápidamente se puso manos a la obra y siguió cada orden al pie de la letra.

Mientras colocaba una vía la joven doctora pudo reparar en todas las marcas de aguja que había en ese brazo ¿Cómo alguien podía tirar su vida por la borda de esa forma? Literalmente hablando pues la cosa pintaba realmente mal. Molly se movía con rapidez y precisión hasta que escuchó el pitido que indicaba que el corazón del hombre se había parado. Ella dio un paso hacia atrás y su adjunto inició la reanimación cardiopulmonar. Sus ojos estaba fijos en las manos que presionaban el pecho del paciente. Iba a presenciar una muerte. Un hombre se estaba muriendo delante de sus ojos y ella no había hecho nada. Absolutamente nada ¿Cómo iba a poder dormir con ese peso sobre ella? Lo vio a cámara lenta, casi como en las películas. Su adjunto negó con la cabeza y cesó la reanimación. Se quitó los guantes mientras anunciaba su muerte. El cuerpo de Molly se precipitó hacia delante como si ya no fuera dueña de él, apartó al médico de un empujón y retomó la reanimación cardiopulmonar.

Lo que es la vida. Lo que ella deseaba era abrir con un bisturí cadáveres y ahora estaba desesperada porque el corazón de ese hombre volviera a latir. La ansiedad terminó de tomar el control de ella y al ser consciente de que no estaba funcionando empezó a golpear con toda la fuerza que poseía el pecho del hombre con el puño. Su adjunto le estaba diciendo que lo dejara, ese hombre ya estaba muerto y añadía algo que sonaba a "él mismo se lo ha buscado". Estaba empezando a darse cuenta de ello por lo que miró el rostro del hombre con una tremenda angustia ¿Quién era? ¿Tendría familia? Ella necesitaba disculparse con alguien por no haber sido capaz de salvarle.

Los ojos del hombre se abrieron súbitamente y volvió a respirar de una forma abrupta. Molly dejó escapar una exclamación y al segundo fue apartada de un empujón igual que ella había apartado al médico antes. Se apoyó en una pared al borde del colapso. Esta era la última prueba que necesitaba. Ella no podría soportar una profesión así. No quería volver a vivir esto jamás.

Horas después iba hacia la habitación donde descansaba el hombre al que había salvado la vida. Suponía que cualquier médico debía estar lleno de orgullo ante esto, pero ella tenía un nudo en el estómago. Iba a paso lento, reticente ante la idea de volver a ver a ese hombre. Sin embargo debía rellenar la historia del paciente pues no llevaba documentación encima, ni si quiera un móvil dónde se pudiera mirar a alguien a quien llamar. Nadie sabía nada sobre él. La llamada a urgencias avisando de la sobredosis había sido anónima.

Paró delante de la puerta y tomó aire un par de veces. Entrar. Preguntar lo necesario. Salir. Repitió el plan en su cabeza varias veces. Tras llenar los pulmones de aire una última vez se armó de valor y dio dos golpes secos en la puerta para acto seguido entrar. Se quedó clavada a un par de pasos de la puerta. La habitación estaba vacía.