Un niño cubierto en llamas carga a otro niño aún más pequeño en brazos. Hace lo posible por ponerlo a salvo saliendo de la casa que se quemaba apenas a tiempo antes de que se derrumbase. El niño cargado en brazos despertó de ésta pesadilla algunos años después, sobresaltado, ve el reloj y recuerda que ese día hay que volver a clase.
-Otra vez tengo ése sueño. -Syaoran Li se levantó de su cama temprano para alistarse.
"Madre ¿porqué? ¿Qué me... estas?"
Un pequeño llorando asustado, es la pesadilla de un muchacho adolescente, Syaoran Chö... Despierta y hace una mueca de fastidio por el recuerdo. Se levanta apenas a tiempo para arreglarse y salir a su escuela.
Un par de chicos besándose bajo la sombra de un árbol, una chica acercándose tímidamente al distinguir que uno de ellos es alguien a quien conoce... Ella sacude su cabeza al despertar, para borrar ése... ¿recuerdo? El rostro de Sakura está inundado en lágrimas.
-Es la tercera vez en el mes...
Sakura mira al levantarse, una foto al lado de su cama en la que aparecen ella y un muchacho abrazados.
-Syaoran kun... perdóname por querer cambiar ésta pesadilla.
Situación semejante a poca distancia. El sueño: todo se convierte en llamas del color rojo escarlata. Un niño que lo quema todo a su alrededor con solo tocarlo. Un niño que lastima a los que ama, un niño que no quiere su don. Syaoran "Hien" despierta con unos grados arriba de la temperatura corporal normal.
-Hoy daré mi primer paso para cambiar -dice decidido pero todavía con temores y dudas.
De un gancho cuelga su uniforme para el Instituto de Conocimiento Manejo y Control de Dones Especiales. Alumno de reciente ingreso, "Caso Especial" En la mesita de noche está la fotografía de él y Sakura. Al levantarse la coge entre sus manos para luego guardarla en alguna de sus maletas. De ese día en adelante vivirá en la escuela de Control de Dones Especiales, con los fines de semana libres de salir solamente.
-Alégrate Syaoran. Podré verla pronto y estaremos juntos otra vez. Y quizá pronto ella también ingrese al Instituto y con algo más de suerte... la asignen a mi grupo.
Syaoran suspiró ilusionado, pero la fantasía se esfumó de su mente al recordar el reciente sueño.
-También tengo qué contárselo.
Luego fue al baño a darse una ducha y de allí fue a prepararse un desayuno. Tenía el tiempo justo para ir a la parada del camión, justo cuando terminaba con el último bocado de Hotcake.
Antes de partir de casa recibió un caluroso abrazo de sus padres como si fuese una larga despedida y lo sería en cierta forma pues, ya solo podrían ver a su retoño los fines de semana y por largo tiempo podría ser así.
-Te lavas los dientes todas las mañanas y haces tus deberes. Trata en lo posible obedecer a tus superiores y no los mires a los ojos.
Su madre le daba unos últimos consejos Syaoran mientras le sujetaba la carita entre las manos.
-Estaré bien, madre. Considero que puedo hacerlo solo. Gracias por todo. Les traeré noticias y espero encontrar algún trabajo pronto, con lo de la escuela.
Su padre le dio una palmada en la espalda y entonces Syaoran partió. A lo lejos pudo ver que su madre agitaba su mano hasta que se perdió de su vista. Entonces se acomodó a sus anchas en el asiento del autobús y se puso a escuchar música con el mp3. A sus pies y en el asiento de a lado dejaba un par de maletas con algo de sus pertenencias. Iba camino a lo que prometía cambiar su destino.
Tenía muchas expectativas al respecto, muchos sueños e ilusiones y también dejaba atrás muchas comodidades, amistades y seres queridos. Sacó de uno de sus bolsillos su credencial y escudo como recién ingresado. En su credencial se apreciaba además de su foto con una agradable sonrisa, los datos sobre su inscripción, el grupo al que entraba en relación con el tipo de don-dones en que deseaba fuera su enseñanza.
-Fuego... –murmuró para sí mismo, leyendo-. Control y Manejo Nivel Básico Principiante. Me pregunto si podré ascender de nivel –Tembló.
Un pasajero detrás de él, al verlo con aquello le dijo:
-¿Vas a la escuela de Control de Dones?
-Esto... sí. –Syaoran giró en su sitio buscando de dónde provenía la voz.
-Ésa escuela es famosa por su dificultad. Tiene un par de años en que nadie se ha graduado ¿Por qué no optas por otra, una que vaya por un número definido de años y así pronto consigas titularte y comenzar a trabajar con un permiso definitivo?
-Ah... sí, me han dicho que es difícil pero que allí están los mejores maestros.
-¿Estás seguro? Pero no saldrás tan fácilmente y además con saber lo básico puedes vivir.
-Yo... estoy seguro.
-Es una lástima que un muchacho como tú, pierda su juventud y vida encerrado en esas cuatro paredes. ¡Suerte! La necesitarás.
-Gracias.
Syaoran se volvió a acomodar en su asiento. Murmuró para sí mismo:
-Yo necesito aprender, no graduarme fácilmente.
Una hora más tarde estaba ya frente a la reja altísima de entrada al Instituto. Todo el alumnado entraba deprisa y de mala gana viendo sus relojes.
-Si no vas a entrar mejor apártate del camino.
Syaoran quiso voltearse para ver a la persona y saber si se referían a él, pero aún antes de darse por enterado, fue derribado al suelo entre sus maletas puesto que el muchacho le empujó con su mochila sin miramientos de precaución. Syaoran solo pudo ver una corbata con una mariposa dibujada en la punta. Luego más voces lo apuraron a entrar o que se apartase. Él se levantó como pudo, desempolvó su uniforme y tomó sus maletas. Se las recibieron cerca de la entrada del gran salón o auditorio al que asistiría ese día antes de integrarse a las clases. Le pidieron mostrara su credencial y anotaron sus datos en sus pertenencias para llevarlas a su futura habitación.
El gran salón estaba abarrotado de gente que platicaba en voz alta y pasaba de un lado a otro, saludándose, o peleaban y apenas unos cuantos buscaban y tomaban su asiento tímidamente, los "nuevos" seguramente.
Sacó de su bolsillo un papel con un número y letra y comenzó a buscar su asiento, la que encontró un poco más tarde ocupada por un muchacho que se había dormido en ella, posesionándose del espacio de un par de lugares más. Cubría su rostro con un libro-folleto y para distinguirlo del resto de alumnos vio que llevaba una especie de planta bordada en el bolsillo del saco.
-Disculpa... –Syaoran titubeó. Miró a un lado y otro pensando si sería correcto despertarlo o ocupar otro asiento. Cogió uno al lado pensando que sería temporalmente en lo que el chico despertara. No bien habían pasado unos minutos, le reclamaron el lugar y tuvo que ponerse de pie.
-Lo siento, perdón –repitió varias veces avergonzado y prefirió permanecer de pie. Distinguió un ala bordada en un bolsillo de su saco y comenzó a preguntarse si las figuras aquéllas eran una referencia de sus dones, al igual que él había elegido la forma de una flama de fuego que ahora llevaba en el nudo de la corbata.
El recién llegado saludó al muchacho que estaba recostado de forma jovial de camaradas.
-Tuve que llegar antes, la habitación estaba hecha un desastre –dijo el que antes dormía.
-¿Sabes si ya llegó el "jefe"? –preguntó el del ala.
-Odia esto de las juntas. No lo he visto llegar. Ayer por teléfono mencionó que debía dividir su habitación porque tendremos un nuevo reclutado y no hay más habitaciones desde que nadie se gradúa.
-Disculpen por interrumpirlos... en la entrada me dieron esto –Syaoran mostró la ficha que llevaba su número de asiento. El muchacho que la ocupaba lo miró con recelo, lo vio de pies a cabeza analizándolo cuidadosamente.
-Seguro perteneces a los del grupo de allá, son los del agua y hielo –le señaló un grupo de chicos extenso que se apretujaban entre sí debido al número de integrantes nuevos y viejos.
-Debe ser un error, a mí me dijeron que ése asiento... –abrió Syaoran la boca para reclamar.
-No pasará nada si te pierdes por allí con tus compañeros –le dijo el muchacho con un ademán de impaciencia. Y el otro chico del ala añadió una gélida mirada. Syaoran pudo ver que sus ojos eran de distinto color, uno azul y el otro ámbar y, ambos muchachos se parecían bastante a él, tanto que podían pasar por sus clones.
Tras eso se dio por terminada la discusión. A Syaoran le dio miedo insistir así que fue a perderse entre los muchachos que le habían señalado.
Poco más tarde la junta de bienvenida inició, en ella se les indicó a los recién ingresados la forma de trabajar allí, la cual aparentemente es sencilla. Pasando lista de los "nuevos" se les dijo a qué grupo serían asignados dividiéndolos por tipo de dones o según el don que deseaban aprender. Los nuevos ya debían saber esa información, pero la sorpresa era para los que estaban ya dentro, pues debían cuidar y encargarse de ellos, integrarlos y acoplarlos a su ritmo de trabajo. El delegado de grupo o encargado era como un maestro para los demás. Los profesores solamente servían de auxiliares al solo encargarse de impartir conocimientos. Era más duro el trabajo de los encargados de grupo pues en ellos pesaba el deber de que sus compañeros se aplicaran en el estudio y realmente aprendieran, con lo cual también se ayudaban a sí mismos para graduarse.
Pero hablaremos de ello poco a poco conforme avance esta historia. Volvamos con el pequeño Syaoran quien permaneció sentado junto a los tipos del don de hielo y agua.
-Mi nombre es Syaoran, gusto en conocerlos.
-Syaoran –volteó a verlo una muchacha unos cuantos años mayor a él, de cabellos blancos y un cuerpo escultural-. Hay muchos "Syaoran" por aquí... ¿Tendrás un segundo nombre?
-Hien –hizo una reverencia en el acto.
-Vi que hace rato esos tipos de a lado te estaban molestando. Ésos tíos son una verdadera molestia. Pero no te preocupes, ahora estás seguro. Syaoran pronto estaba en medio de una entretenida plática con la joven y también hizo algunos amigos allí. Pasado un rato, el salón de juntas fue vaciándose. Los encargados de grupo recogían por así decirlo a sus nuevos reclutados y se iban. Al final Syaoran se quedó solo, no sabía qué hacer o a dónde ir. Tenía en mente que iniciarían ése mismo día las clases pero no conocía la escuela por completo. Se acomodó la mochila y sacó un mapa de la escuela para memorizarlo.
-¡No, no no! –repitió cuando sin previo aviso el papel del mapa se prendió fuego entre sus manos-. ¡Maldición! Sabía que pasaría esto –en cuestión de segundo atrapaba en sus puños solamente cenizas-. ¿Hasta cuándo podré controlar esto? Verdaderamente soy un inútil. ¡Ya ha sido suficiente! Nada lograré sentado aquí, vamos a conocer la escuela.
Syaoran "Hien" salió fuera a conocer su nuevo mundo mientras que el cielo se cubría de nubes negras. En el camino preguntaba a quien pudiera sobre su como ir a su aula de clases. La mayoría le daba información errónea, así que fue más duro de lo que pensaba pudiera ser. Se perdió lo suficiente como para conocer gente y saludar alumnos y algún profesor.
Mientras tanto, su encargado de grupo recibía la noticia de parte del chico de la planta bordada:
-No hay tal chico nuevo. Nunca apareció.
-¿No? ¡Demonios! Me hicieron perder el tiempo aquí. Tendré que cancelar nuestra junta, tenía preparado ajustar las actividades con respecto del novato. ¡Qué pérdida de tiempo! Ustedes hagan lo de siempre y los veo mañana.
El grupo entero asintió y se dispuso a salir del aula, con el encargado al frente. El profesor no había asistido debido a los planes del muchacho.
-Novato cobarde o flojo... –murmuró para sí el que llevaba una corbata con una mariposa, fue lo que escuchó Syaoran Hien y distinguió antes de chocar con él accidentalmente.
Syaoran perdió el equilibrio y cayó al suelo inmediatamente.
-¿Corriendo en los pasillos?
-Maldición, duele –Syaoran se llevó una mano al hombro. Al escuchar la voz se volvió e incorporó notoriamente avergonzado. -Lo siento, es culpa mía.
-Eso lo sabemos –el chico se sacudió un poco las ropas-. ¿Qué haces corriendo por aquí en horas de clase?
Syaoran aún más nervioso se sonrojó notoriamente.
-Estoy buscando el aula respectiva a los del don de fuego, quinta división.
-¿Ah? –el muchacho arqueó una ceja y le dio un vistazo al chiquillo de pies a cabeza.
-Así que después de todo era él... –dijo el que tenía un bordado como de planta en un bolsillo.
-No tiene aspecto de ser uno de los nuestros –sentenció otro, el que llevaba el bordado de un ala. Le lanzó una gélida mirada desde sus ojos de distinto color, uno azul y el otro ámbar, e hizo temblar a Syaoran algo más. Él y el de la planta escoltaban al de la mariposa.
-¿Qué? –quería replicar el ofendido mientras apretaba sus puños y la mandíbula. Hizo un errado movimiento de ojos al volverlos hacia el de la mariposa, hacia aquél rostro inexpresivo que le miraba detenidamente y con algo más que un simple enfado. Cuando abría la boca, ése le preguntó:
-¿Tu nombre?
-Syaoran... Hien.
-¿Hien?
-Fuego escarlata...
-Sé lo que significa –dio un paso al frente encarando al chico-. Eres bastante estúpido si pretendes pertenecer a mi grupo. Alguien de tu tipo debería quedarse con su madre a que lo cuide. –Hizo énfasis en observar los puños y piernas de Hien, los cuales temblaban rígidos.
-Sé que la enseñanza en ésta escuela es difícil, pero yo haré mi mejor esfuerzo, pondré todo lo que esté de mi parte para aprender. –Ahora intuía que quien tenía enfrente era el encargado de su grupo, así que hizo una reverencia-. Se lo suplico, acépteme como uno de los suyos.
-Qué desagradable –contestó uno de los de atrás.
-Da pena –dijo el otro.
Syaoran se sonrojó más allá de lo normal hasta sudar. Esos tipos tenían toda la pose de ser peligrosos, su aura lo dejaba en claro.
-Apuesto que "no se te para" –dijo burlándose el de la mariposa negra.
-¿Eh? –acto seguido el chico escuchó algún tipo de risa.
-Chö, ¿a qué viene ése comentario? -se quejó el de la planta.
-¿A quién le importa? –hizo una mueca el del ala.
-Estoy perdiendo mi tiempo contigo. A un lado –el encargado o nombrado como Chö pasó de largo al lado del pequeño Hien, a quien había dejado petrificado-. Más te vale que mañana a primera hora llegues al salón.
El resto fueron murmullos y miradas de soslayo hacia el muchacho quien se limitó a entrar al salón un minuto más tarde, ya que todos habían salido.
El aula no parecía tener cosa alguna especial. Un anaquel de libros, pizarrón, papeles en las paredes. Las butacas estaban desgastadas por el uso, el escritorio era de lo más sencillo.
Fue a una de las butacas y tomó asiento. Levantó la vista al pizarrón donde se anotaban las actividades de ése día. Los horarios de comida, de dormir, de servicio o descansos y por supuesto el horario de clases. Venía algo sobre conseguir un "permiso temporal" de aquellos que tienen la función de garantía de que la persona no era tan patosa y podía trabajar según las especificaciones y revisiones de las habilidades del individuo. Así que Hien sacó su libreta para anotar todo aquello. Al finalizar sus notas distinguió en una esquina que venía escrito su nombre, aparentemente lo estaban esperando solo a él. Comenzó a hacer sus tareas aprovechando el tiempo que tenía hasta la hora de comida. Más tarde se apartó de su butaca y fue hacia el pizarrón. Se dio vuelta para ver hacia las butacas, alzó el brazo hacia ellas unos instantes mientras se concentraba en hacer una bola de fuego en la palma de su mano. Ésa apareció sin mayores dificultades de un tamaño de pelota de fútbol. Tuvo que concentrarse más para hacerla más pequeña, tanto como una pelota de tenis, que se esfumó en el aire al escuchar el aplauso a su izquierda. Abrió los ojos para ver que era la chica de antes, del gran salón de juntas.
-Lo haces muy bien, pequeño. ¿Me enseñarás un día cómo se hace? –Hien se sonrojó bastante y no pudo contestar, así que ella siguió hablando-. Veo que encontraste tu salón –a esto él solo asintió-. ¿Te parece que vayamos juntos a comer?
Syaoran volvió a asentir con más energía, feliz por su suerte. Tomó sus cosas y salieron juntos. Al llegar al comedor, tuvo que reprimir un grito. ¡Era enorme!
-Es inmenso.
-No podemos escucharnos fácilmente aquí todos hacen bastante ruido con solo murmurar –dicho eso, lo tomó de la mano-. Nuestra mesa está por acá.
Syaoran la siguió mecánicamente, aún cuando vio que se sentaban cerca de una cara conocida, que tenía un ojo azul y el otro ámbar.
-Iré por nuestra comida. No te muevas de aquí y apártame el lugar, ¿sí? –dijo la chica y se fue sin dar tiempo de protestar.
Minutos más tarde, comía tranquilamente cuando empezó a sentir que lo miraban fijamente a sus espaldas. Solo para cerciorarse, giró la cabeza y buscó en el gentío de alumnos que iban y venían, comían o solo dormían sobre sus platos, hasta que dio de lleno con un rostro que le fue demasiado familiar y el mismo que lo miraba fijamente. Antes de darse cuenta, ya estaba de pie y gritó por encima del ruido general.
-¡Sakura!
En un segundo las voces se apagaron en todo el recinto y la gente miró primero a Syaoran y después a una muchacha sentada un par de mesas atrás. Ella estaba notoriamente avergonzada, por lo que ocultó la cara en un cuaderno, no respondió de inmediato cuando él se le acercó.
-¿Qué haces aquí Sakura? Creía que todavía te faltaba un año en la escuela de Descubrimiento de Dones, antes de ingresar en... és-ta.
La sonrisa de Syaoran fue esfumándose de su cara. La muchacha bajó lentamente el cuaderno.
-Perdón... creo que no nos habíamos visto antes. Yo también te he confundido, lo siento.
-¿Ah? No te disculpes, el error ha sido mío. Perdón por la escena –rió de nervios.
Tan rápido como se habían fijado en ellos, dejaron de prestarles atención.
-Bueno, entonces yo... me devuelvo. Ah...
-Tenshi.
-¿Perdón?
-Mi nombre es Sakura Tenshi.
-El mío Syaoran Hien, mucho gusto en conocerla.
Dicho esto último, alcanzó a ver de reojo que el chico de los ojos azul y ámbar se levantaba de su asiento y salía de allí molesto.
Syaoran hizo una amplia reverencia y se fue.
-¿Nos volveremos a ver?
-Claro –le sonrió ella.
Volvió con su acompañante y le dedicó una sonrisa nerviosa llevándose la mano a la nuca.
-¿Una amiga tuya?
-La confundí con alguien, solamente.
-Te veías muy feliz de encontrarla –provocó que él se ruborizara.
-Sí, es que se parece a mi novia.
-Eso lo explica. Ya veo –la muchacha se llevó los dedos al cabello y comenzó a enredarlos en ellos. De alguna manera Syaoran comenzaba a atraerle-. Y... ésa muchacha, no está en la escuela, ¿verdad?
-Ah. No –su rostro se entristeció-. Solo podré verla los fines de semana.
-Eso debe ser duro. ¿Pero le llamarás, verdad?
-¿Eh? Sí, en los descansos, para que no me castiguen el celular.
La muchacha dio una carcajada, con lo cual se puso aún más nervioso.
-Seguro eres un chico muy bien educado –dicho eso, humedeció sus labios con la lengua.
-Etto... hago lo mejor que puedo por no ser una molestia para los demás. Solamente es eso.
-Entiendo. Bueno, Syaoran Hien, te veo luego. Tengo que volver a hacer mis deberes. Me dio gusto comer contigo y conocerte un poquito más.
-Igualmente. Espero verte mañana.
-Lo mismo digo.
-Nos vemos.
-Vanessa.
-¿Eh?
-No me has preguntado mi nombre. Es Vanessa.
-¡Gomen! Y gracias Vanessa –le hizo una torpe reverencia mientras ella le hacía un ademán de despedida con la mano.
Minutos más tarde, Syaoran abandonaba el comedor preguntándose si debía volver o no al salón de clases, después de todo, los chicos lo habían abandonado por no aparecerse pronto y el hecho de no ser aceptado afectaba igualmente.
Suspiró dándose por vencido. Se le revolvió el estómago en pensar que tendría que ver todos los días a esos "sujetos". Miró el reloj en su muñeca y decidió al fin dedicar su tarde a explorar y buscar los dormitorios. Echó a andar.
Una hora después, en uno de los descansos se encontró nuevamente con una amiga, la saludó calurosamente.
-Hola Sakura Tenshi, nos volvemos a encontrar.
-¡Ah! Hola Syaoran... Hien. ¿Qué haces aquí? –Tenshi se ruborizó en el acto, aunque él no fuera "esa" persona, se le semejaba bastante; luego el muchacho observó que venía acompañada por alguien.
-Bueno, yo perdí el mapa de la escuela así que solo estaba explorando los alrededores –admitió avergonzado.
-Seas quien tú seas, no deberías estar aquí –dijo la otra muchacha.
-Es verdad, aquí es el territorio de dormitorios de chicas. No estoy segura, pero los de chicos debieran estar en la dirección opuesta.
-¿En serió? Lo siento mucho.
-Saku-Ten, ¿quién es él? –preguntó en un susurro a su amiga-. ¿Por qué no me habías hablado de él antes?
-Nos conocimos apenas hoy, en el comedor. ¿Verdad Syaoran? Te presento a Sakura Senji, mi mejor amiga.
El muchacho hizo una reverencia.
-Encantado, yo soy Syaoran...
-Hien.
-Sí –dijo apenado.
-Acabo de oírlo. Tenshi, tu nuevo amigo es gracioso.
Ambas rieron. El chico no pudo quedarse con ellas así que se retiró. Sintió que se quedaron hablando sobre él, pero no alcanzó a escuchar más que susurros y risitas. Tímidamente se acomodó la corbata y las mangas del saco, por si era su apariencia lo que provocaba sus observaciones. De cualquier forma, pronto quedó fuera de su alcance visual.
Como siguió caminando sin rumbo, dio otra vez con la parte de las aulas escolares y decidió echar un vistazo cuidándose de que no lo vieran los profesores.
Sintió una mano en el hombro cuando observaba una clase, una práctica de dones que se veía sorprendente, pero al saberse descubierto quedó hecho de piedra.
-¿Estás extraviado o por qué estás fuera de clase? -Syaoran miró de reojo hacia atrás lentamente-. Yo, soy un profesor, así que si hay algo en que pueda ayudarte...
El chico parpadeó al creer haber escuchado "soy un profesor". Se dio vuelta completamente y observó al muchacho que más bien parecía ser otro clon de él, pero éste a diferencia de los "otros", le dedicó una amplia, hermosa y dulce sonrisa. Ante un gesto como ése, simplemente no pudo negarse a ceder. El profesor lo llevó aparte por los pasillos desiertos casi y mientras, el muchacho le contaba sobre el inconveniente del mapa, el cómo lo recibieron y que seguramente aún a esa hora el aula debía seguir bacía; por lo que se había puesto a explorar y memorizar todo por su propia cuenta.
-Ya veo. Esos chicos... Sí, entiendo a qué te refieres –dicho esto, soltó una risita. Syaoran arqueó una ceja-. Bueno, debió ser para ti un horrible día y encima, ellos son con los que tendrás que convivir a diario, por lo que no estaría de más que te hable sobre ellos.
Volvió a sonreír y en sus ojos se apreció apenas un poco de nostalgia. Miró su reloj de pulsera y dijo que tenía unos minutos solamente para hablarle y guiarle, para que se pusiera atento. Syaoran asintió efusivamente concentrando toda su atención en el profesor, quien prosiguió:
-El que lleva figuras de planta o hada en su uniforme y con cara idéntica a la tuya, es Syaoran Senji. Su don propio es el agua y la naturaleza. Luego, el otro con alusiones a alas en la ropa, pero que además tiene uno de sus ojos azul, él es Syaoran Tenshi.
-¿Tenshi? ¿Cómo Sakura Tenshi? ¿Son hermanos? ¿Y... Senji?
El profesor volvió a reír, pero continuó hablando casi de inmediato.
-Sakura Tenshi está en el bloque de los que estudian el hielo y agua al igual que Syaoran Tenshi es el don natural de ellos. Lo mismo ocurre con los Senji, Sakura y Syaoran, tienen el mismo tipo de don y estudian algo distinto. Pero –y añadió-, hasta donde yo sé, no tienen ningún tipo de lazo familiar, se trata de sus nombres, no de sus apellidos.
Syaoran Hien soltó una risa nerviosa.
-Bien, ellos dos Syaoran Tenshi y Syaoran Senji siempre acompañan a su líder de grupo, el que lleva alusiones a mariposas en el uniforme -Dicho eso, su mirada perdió un poco su sonrisa habitual-. Con él tienes que acoplarte un poco más al ser tu delegado de clase. Él puede decirse que tiene un carácter un tanto "especial" y "delicado". Y no es para menos, ya que es el encargado de que toda la clase avance en los estudios y prácticas. Debe estar siempre detrás de todos vigilándolos que trabajen y encima es el primer guardia o policía en su grupo.
Se hizo una pausa y el profesor torció el camino hacia un pasillo poco transcurrido.
-Ven, quiero mostrarte algo interesante del escaparate de reconocimientos de la escuela. Te decía, sobre el líder de tu grupo y el único que tiene detalles de mariposas en su uniforme: su nombre es Syaoran Chö.
¿Algo interesante? Se preguntó mentalmente mientras pegaba la nariz al vidrio que protegía los trofeos, reconocimientos, medallas, llaves o premios de que los toque cualquier curioso. Era todo un museo de anécdotas y pruebas de momentos importantes para el Instituto.
Syaoran volvió el rostro al profesor en busca de una respuesta que se le dio con una indicación del dedo índice en cierta parte de la vitrina donde había reconocimientos relativamente recientes. Así que arrastró los ojos a aquella parte.
Luego de segundo o minutos, inconscientemente hizo un gesto de sorpresa incontenible que pasó a la admiración. Su rostro se iluminó bastante hasta que volvió a tierra al escuchar:
-Bueno, es momento de irme. Ante cualquier problema puedes avisarme. Me gustaría saber cómo te sigue tratando Syao-Chö en lo sucesivo. ¿Tienes celular? Para pasarte mi número.
Compartieron datos y luego se separaron. Así que al final volvía a quedarse solo, mirando y jugando con el celular, paseando por allí en los alrededores hasta que pronto se hiciera de noche.
-Me siento muy cansado. Nunca imaginé que la escuela pudiera ser tan grande, como si se tratara de una ciudad. Maldición, y no vi en ninguna parte algún bebedero o siquiera encontrarme con los baños –suspiró-. Me arrepiento de no haber tomado más agua cuando estuve en el comedor. Ahora mismo siento mi cuerpo muy adolorido, quiero descansar de tanta presión, quiero un sorbo de agua.
Caminaba por un sendero que cruzaba algo semejante a un bosquecillo. Según había leído en un letrero, los dormitorios de chicos no deberían de quedar muy lejos.
-Me ahogo –Syaoran dejó resbalar su mochila de su mano. Una brisa húmeda le acarició el rostro antes de dejarlo derribarse sobre el césped. Alzó la vista hacia la oscuridad entre los árboles y distinguió oculto entre matorrales un letrero que indicaba que había un arroyo cerca de la zona y siguió con la vista el punto que indicaba la flecha. Entonces reunió toda la fuerza que le restaba para hacer una última caminata antes de encontrar los dormitorios. Cogió la mochila y fue hacia aquélla dirección ahora andando a grandes zancadas. El cabello de su frente se alzó al vuelo, la expresión en su rostro reflejaba desesperación mezclada con anhelo. Sus piernas estaban de acuerdo en dar el último esfuerzo si podían encontrar su recompensa. Brincó y esquivó los obstáculos de matorrales, piedras, árboles. El suelo comenzó a inclinarse y descender ligeramente y pronto una fresca brisa golpeaba a su cuerpo, proporcionándole un mínimo descanso. Pronto escuchaba el sonido nítido del agua que corría. Hizo una pausa apoyándose de un tronco y tomando aire, permitiendo un descanso a sus pulmones, corazón y piernas. Dejó su mochila y pertenencias, dejó caer el saco de sus hombros, se quitó los zapatos, el pantalón, la corbata, la camisa, echó todas sus prendas allí mismo y prosiguió entonces el descenso al arroyo con ansiedad.
Entró de lleno al agua sin miramientos pos ser fría. Se hundió en ella completamente hasta alcanzar en ése tramo la parte más profunda. Un minuto después sacó la cabeza fuera del agua y suspiró lleno de alivio.
Desde que tenía uso de razón, era un adicto al agua, tanto como un pez o como si el agua fuera el mejor manjar, pues tomaba además bastante agua, por encima de lo humanamente normal sin que ello alterara sus niveles de minerales o sodio de su sangre. La necesita casi tanto como el mismo aire y era tan grande su necesidad de agua que en su misma casa había pozos de agua por todos los jardines y siempre debía de cuidar de llevar consigo unas tres botellas de agua en la mochila o al salir.
Y en éste caso, Syaoran se había despreocupado de llevarlas, pues había creído que encontraría "bebederos" por los patios o pasillos de la escuela. Cosa que no encontró (de momento), resultándole el día muy insoportable a falta del vital líquido.
Chapoteó en el agua como si volviera a la vida y dichoso de haber encontrado ése paraíso dentro del Instituto. Grabaría en su memoria desde ese día en adelante la ubicación de ése pequeño oasis para su subsistencia.
Luego de algunos minutos se quedó quieto al ser consciente de que podría estar viéndose ridículo al chapotear de aquella forma tan infantil, de patadas y brazadas sin orden alguno, que solo lograba agitar las aguas.
Volvió a suspirar y reparó en su desnudez y en que pudiese haber alguien en algún rincón que lo descubriera. Por otra parte, no tenía que preocuparse tanto en ello, ya que nadie más frecuentaba ése lugar para bañarse, puesto que existían los baños, además de que a ésa hora todos estarían por irse a dormir en lugar de querer revisar el lecho del arroyo.
Su cuerpo tembló debido a una brisa fría. La oscuridad lo tragaba todo ya a su alrededor. Salvo las estrellas, poco era lo que se podía distinguir en aquél sitio. El sonido del agua resultaba relajante y solitario. Syaoran se volvió al agua echándose a nadar y disfrutar plenamente de ése momento ahora que su miedo a ser visto se había esfumado. Ésta vez, nadó sin hacer demasiado ruido, dejándose llevar prácticamente por la corriente.
Estaba disfrutando de aquello al máximo y concentrándose en el arrullo que el agua le daba juntamente con su sonido y su... ¿canción?
Se detuvo en su sitio para poner atención a sus oídos. Ciertamente estaba bien de sus sentidos. Esperó a que el sonido que alertaba pudiera reconocerlo. Todo lo que supo desde su sitio era que alguien estaba cantando alguna cosa que era una melodía lenta y suave como las ondas en el agua o la brisa del viento.
Decidió acercarse para saber de quién era la voz o simplemente para escucharlo mejor. Tratando de no hacer ruido avanzó lentamente y a tientas hasta una parte en que el arroyo se volvía más ancho y profundo, dejando de andar esquivando piedras y necesitando nadar en él propiamente. En medio del afluente, más adelante, distinguió unas luces que aparecían y desaparecían y que no eran otra cosa que pequeñas llamas de fuego brillante de colores.
Hien se fue tras una roca en la orilla para evitar ser visto mientras podía contemplarlo de más cerca. Tuvo que ahogar una exclamación al distinguir el rostro del muchacho cuando una de las flamas iluminó su cara.
-Syaoran... ¿pero cuál de ellos? –pensó en descartar inmediatamente al del ojo azul y bordado de ala, pero todavía le quedaba el profesor, el del bordado de planta y el de mariposa. Ahora que lo pensaba, no sabía el nombre de aquél profesor y se dio una palmada en la frente, castigándose por ser tan descuidado. Descartó al profesor que parecía alguien que estuviera las 24 horas ocupado como para terminar en ése tipo de sesión de baño relajante. Le quedaban Syao Chö y Senji. ¿Sería Senji? Lo acababa de relacionar con la naturaleza, quizá él fuese así de apegado a ella. Siguió mirando la escena para decidirse. Aquél Syaoran provocaba ondas en el agua y las congelaba elevándose en espirales alrededor de él y luego hacía lo mismo con el fuego, descongelándolas. El muchacho aquél debía estar igual de desnudo que Hien, pero no podía saberlo ya que estaba dentro del agua oscura. Ahora bien, tuvo la idea de auto presentarse al escribir con hielo y fuego su nombre en el aire y hacer que más de un centenar de flamas en forma de mariposa volaran a su alrededor, hasta extinguirse.
En un parpadeo, Hien dejó su escondite y alcanzó a tocar una de ésas antes de desaparecer.
-¿Cómo haces para que tomen esa forma, Syaoran Chö?
El aludido dejó de cantar y giró el cuerpo, antes de espaldas, hacia el intruso. Frunció el ceño notoriamente furioso por la interrupción. Pensó al verlo, que se trataba de su amigo Syao Senji, hasta ver la descarada sonrisa de emoción y cómo se le iluminaron los ojos al chico. Como Chö no decía nada, aprovechó la pausa para soltar un puñado de palabras sin sentido de su boca, todas querían salir al mismo tiempo así que fue de forma torpe y atropellada.
-¿Ésa es su letra? ¡Entonces usted es quien escribió lo de los carteles y pizarrones en el salón! Muchas gracias. Era todo muy interesante, lo anoté y traté de memorizar. ¡Ah! ¡También quería decirle que vi los trofeos y medallas que ha ganado para el Instituto! ¡Usted es increíble! Seguramente el mejor alumno que ha pisado la escuela.
Ante el repentino asalto de palabras llenas de admiración y alabanzas, el aludido solo pudo sonreír para sí mismo un poco. Casi hasta caía en la trampa de pensar que el "nuevo" comenzaba a agradarle mucho. Siguió escuchándolo sin permitirse interrumpirlo, por mero placer.
-Tiene las notas más altas. Un récord admirable sin duda. Yo... ¡quisiera ser su alumno, admirador, sirviente... lo que fuera si es que con ello consigo robar algo de su "sabiduría".
Tan pronto como inició la avalancha de adoración, igualmente terminó cuando el muchacho pareció notar apenas algo raro, y lo señaló.
-¿Cómo es que usted le llega el agua a la cintura y yo en cambió estoy con agua hasta el cuello, pero los pies flotando?
-¿Hien? –fue la pregunta de su superior.
-¡Sí! –solamente le hubiera faltado llevarse la mano a la cabeza a forma de saludo militar para resaltar su tono de respeto y admiración.
-Tus calificaciones en tu anterior escuela son alentadoras, espero que lo sigan siendo aquí. ¿Ya cumpliste con los deberes que dejé escritos en el aula?
Syaoran Hien contestó asintiendo con la cabeza rápidamente, pero añadió:
-Aunque comencé a practicar algo... temo que no lo haría bien estando solo, encima que me da miedo –admitió avergonzándose, luego añadió otra vez-. ¿Usted, podría enseñarme... lo que hacía hace un momento?
-No es para niños miedosos ni principiantes.
-¡Se lo ruego! ¡Permítame aprender, lo más mínimo que sea! ¡Cualquier cosa!
Chö no se lo hubiera pensado, si Hien no le tuviera aquella expresión de anhelo intensa y ni hablar sobre el montón de palabras de adoración. No. Más bien era que Chö tenía entusiasmo por recibir a un alumno nuevo. ¿Por qué? Ni él mismo se lo explicaría. Aunque le había desagradado también por otras cuestiones como su timidez, impuntualidad y más cosas. Se volvió a repetir mentalmente que tendría que cuidar de ése "pollito" recién salido del cascarón; así pues, lo mejor sería acostumbrarse a la idea de "cultivarlo". Lo vio como una esponja absorbedora de conocimientos en potencia y se sonrió.
-Anda, sube. Aquí hay una roca al centro del arroyo, es donde estoy parado y contesta a tu anterior duda.
Dicho eso, le alzó una mano para ayudarlo a subir.
-¿Significa que va a enseñarme a darle forma al fuego?
-Te daré un consejito o dos.
Hien tomó la mano que le ofrecía Chö. Al acercarse notó el borde de la piedra... lisa y enmohecida debajo del agua, grande y plana. No la podía ver, tan solo sentir allá abajo. Apoyó primero una rodilla y luego un pie, hizo fuerza en la mano con que se sujetaba a Chö para poderse levantar.
Con lo que no contaba era que al levantar su rodilla del suelo y apoyarse en el pie, éste se iría de bruces por lo liso y resbaladizo de la roca, y encima... encima... caer de lleno contra el cuerpo de su delegado de grupo a quien instintivamente sujetó por la cintura en el acto reflejo de sostenerse.
Sobra decir que su pulso se aceleró en ése instante y que el rostro se le acaloraba hasta las orejas.
-¡Lo siento!
Se soltó como si el cuerpo de Syaoran Chö quemara y a poco estuvo de volver a caer pues todavía el suelo parecía movérsele, pero afortunadamente su superior fue más rápido y lo sujetó convenientemente por la cintura y lo atrajo hacia sí.
Un segundo, dos, tres... ocho, nueve. Una brisa ligera que hacía mover las ramas altas de los árboles y alguna nube. El silencio nocturno. Las mil palpitaciones en el pecho y el calor en la piel que le producía el contacto directo con el cuerpo de Syao Chö.
Se tragó decir "lo siento" nuevamente... pues creía que al pronunciar ésas solas palabras su tono de voz le saldría sugerente a pensar en un "segundo significado" o "doble sentido".
Se mordió la lengua en el afán de no hablar. Entrecerró los ojos inconscientemente, levantando la vista a ver la cara del otro, esperando a que fuera notada su incomodidad y le soltara de una buena vez. Se sentía prisionero en aquél agarre que ni siquiera era demasiado fuerte, apenas lo suficiente como para sostenerlo.
Estando junto al otro de aquella manera supo al instante que efectivamente estaba igual de desnudo que él, sintiendo a flor de piel lo que no podía ver debido al agua. Algo más de lo que se constató era lo estéticamente bien marcado de aquellos músculos que se tensaron un poco repentinamente cuando el muchacho dio un paso atrás llevándoselo consigo a él.
Syao Chö tenía una sonrisa apenas perceptible y no dejó de mirar en ningún momento al chico, como si quisiera guardar a detalle ése rostro en su memoria; o más bien buscaba la mínima señal que lo ayudase a distinguirlo de sus amigos a la primera. Sin titubeos puso atención en cada uno de los rasgos, desde las cejas, el pelo, la forma de la nariz, los pómulos, mejillas, sienes, orejas, mentón, en su boca ahora entreabierta y reclamando algo de oxígeno, como si estuviera ahogándose.
-Son reales. Puedes tocar para comprobarlo tú mismo –rompió el silencio luego de un par de minutos. Syaoran Hien abrió los ojos al tiempo que se ruborizaba de oír aquello. De alguna forma había logrado hacer evidente que se había quedado viendo los músculos del chico. Avergonzado, las palabras se ahogaron en su garganta hasta que Chö volvió a hablar.
-Va a quedarte muy bien –murmuró más para sí mismo y como pensando al tiempo que media con la mirada las proporciones del cuerpo acorralado en su brazo.
-¿Eh? –parpadeó el otro, todavía en la luna.
-Faltan un par de detalles pero estará listo ésta noche, estoy seguro.
Más segundos de silencio, quietud y miradas. Entretanto uno pensaba "¿cuándo me irá a soltar?, ¿Es que se ha olvidado de que puso su brazo en mi cintura?, ¿O es que a 'éste' le gustan los hombres?" De solo pensarlo se ruborizó más y temblaba como una hoja. El otro muchacho pensaba para sí: "tiene casi el cuerpo de una mujer, sino fuera por 'ésas' partes, obvio. Delgado, de piernas y brazos largos, ojos dulces, mejillas sonrosadas y aterciopeladas; me pregunto si alguna vez ha tenido qué rasurarse. Los músculos no los tiene tan marcados pero tampoco flojos. Su cintura es pequeña, quizá porque es delgado pero bueno... la espalda tampoco es muy ancha. Cabría muy fácil en los brazos hasta de una chica. Muy cómodo y conveniente... Después de todo no estuvo mal la idea de elegirlo a él". Para despertarlo de su trance, tuvo necesariamente qué hablar.
-¿Ya te puedes sostener en pie? Pensaba que avanzando un paso tendrías espacio suficiente para ello.
Entonces Hien salió apenas de su especie de trance para comprobar que sus pies ya podían sostenerlo y suspiró suavemente cuando el brazo que lo sujetaba se retiró. Por respuesta, asintió con la cabeza.
-Bien. Ahora te mostraré cómo dar forma al fuego. Primero aprenderás a moverlo formando círculos.
Dicho eso, el rostro tímido del alumno se volvió radiante de alegría, mientras ponía toda su atención en lo que hacían aquellas manos sabias, que en esos momentos se movían en círculos, como si estuvieran tratando de despejar las nebulosidades de una esfera de cristal mágica, pero en vez de ser de cristal aparecía flamas de fuego escarlata que poco a poco se movía según el sentido que le daban las manos y dedos.
Dejó de agitar el torbellino de fuego y alzando la mano hacia él para mostrar el ejemplo, le invitó:
-Inténtalo ahora tú.
Los ojos a esas alturas le brillaban de una forma intensa cuando alzó las manos hacia el fuego y éstas rozaban con los dedos el perímetro de la circunferencia. No se dio cuenta de en qué momento su superior tembló levemente con algo semejante a nervios mientras que el chico removía o hundía los dedos en "su" fuego. A todo esto, si cabe hay que mencionar que debajo del fuego permaneció la mano de aquél que lo producía para evitar que se extinguiese... o para que no le fuera "robada" después y eso no se prestase a "otras interpretaciones".
Abrió la boca después de un rato para hacer una que otra aclaración sobre lo que estaba enseñando, señalando la inclinación de dedos y mano, las advertencias necesarias, alguno que otro estímulo que sirviera a su alumno para que no se rindiera pronto y el tipo de movimiento que debía hacer para conseguir ciertas formas mucho más fácil. Syao Hien intentaba poner en práctica toda esa teoría y muestras, cuando un poco impaciente y algo de entusiasmo de más lo motivaron a hacer un brusco movimiento de curva pronunciada que removió el orden de la bola de fuego haciéndole salir algo parecido a una serpiente en asecho, antes que un simple espiral.
-¿Así? –Había dicho justo al realizar ése rápido y fugaz movimiento. Syao Chö lo vio analíticamente sin quedar del todo satisfecho. Se colocó detrás de su alumno en un solo movimiento, al mismo tiempo que con la mano que tenía libre tocaba la del chico para hacerle una señalación muy simple.
-Con suavidad –su voz fue muy baja, como temiendo romper el silencio, pero de forma que pudiera ser escuchado. Y no habría necesidad de hablar fuerte, dada la posición. Aquélla boca al hablar hizo chocar su aliento contra la nuca y oreja del chico y si eso no fuera suficiente para ponerlo nervioso, el hecho de que sus manos se hubieran rozado elevó su ritmo cardiaco de forma tan alarmante que dio un respingo y tres pasos para hacer una distancia preventiva. ¿De qué tenía que cuidarse? Se preguntó luego mentalmente sin reconocer las razones que su cuerpo le decía al cerebro por instinto. Sacudió la cabeza y abrió la boca apenas para disculparse cuando Chö desaparecía el fuego en su puño.
-Lo siento –y hubiera querido añadir: "pero es que me pareció que me estaba flirteando o algo así y me puse nervioso de solo pensarlo"
El otro lo sacó de sus pensamientos luego de una pausa en que su expresión de pronto se había vuelto extraña e indescifrable.
-Ahora, hazlo con tu propio fuego.
Syaoran tembló de pies a cabeza, cosa que el otro no pasó desapercibido y añadió arqueando una ceja.
-Porque tú puedes hacerlo, me supongo.
Él asintió tímidamente, considerando si decirle o no que... el detalle era que sí que podía hacerlo por su cuenta, pero temía más bien por las consecuencias. Abrió la boca para hablar pero quedaron las palabras hechas nudo en su lengua sin atreverse a salir. Escuchó entonces:
-Si algo llegara a salir mal... para eso estoy yo aquí. Así que no tienes por qué preocuparte de tonterías –Syaoran Chö estudió unos segundos más la cara de aquél que tenía enfrente y dando un suspiro de fastidio giró la cabeza para preguntar.
-¿Puedo "valorar" tu fuego?
-¿Valorar? –el alumno puso cara de no entender a lo que se refería el muchacho, pero el otro lo interpretó como si el chico estuviera demasiado nervioso ya como para permitirle "aquello". Así que puntualizó que sus intenciones eran distintas.
-Solo quiero saber cómo es tu fuego para poder ayudarte con lo de ésta práctica y las otras que seguramente tendré que ayudarte a comprender –hizo entonces un además con la mano como para restarle importancia al asunto-. Tan solo dame una muestra de tu fuego.
Syaoran Hien asintió con la cabeza ahora con una inocente confianza y no muy seguro de si lo que saldría de su mano le gustase o no a su superior. Pero, en el momento que cerraba sus ojos, extendía su mano al frente y se concentraba en ella, le vino a la mente el recuerdo de su madre que había dicho algunos días antes a ése:
Hagas lo que hagas, hazlo con amor y todo saldrá bien.
Esas solas palabras le habían servido de apoyo, pues estaba muy nervioso con respecto a separarse de casa en cierta forma y el cómo le iría en su escuela estando sin la ayuda de su novia y amiga. Solo con ellos podía sentirse seguro pero ahora trataría de confiar en el delegado de grupo, se dijo.
Poco a poco sobre la palma de la mano fue haciendo aparecer una llama de fuego que según él se concentraba y deseaba que no fuera a crecer demasiado, no era necesario. Incluso pensaba en la posibilidad de hundir la mano en el agua por si se salía el fuego de control, como casi siempre.
De pronto abrió los ojos en un rápido movimiento de párpados cuando sintió que lo tomaban de la muñeca. Su expresión pasó de sorpresa a pánico al ver que su superior acercaba el propio pecho al fuego y a los pocos segundos le pareció constatar que la llama se introducía a su cuerpo, poco a poco.
Syao Chö estaba haciendo lo que había dicho: "valorar" el fuego del chico nuevo. Algo como examinarlo, verificar su intensidad, luminosidad y casi hasta su solidez o si era vulnerable o bastante etéreo, incluso si podía tener "inteligencia" propia, pero eran rarísimos los casos. Por si acaso, en ello sujetaba la muñeca del muchacho para acercarse el fuego y ya que éste estuvo dentro de su pecho aún así no lo soltó porque pensaba devolverle su fuego y de allí que no rompiera esa conexión. Cerró los ojos mientras lo analizaba interiormente.
Visto desde la perspectiva del novato, la escena ya no le asustaba, puesto que el muchacho no se quejaba de quemaduras. Podía sentir que su fuego aún debía arder en algún lugar dentro del otro, pues todavía consumía parte de sus fuerzas, como si de oxígeno se tratara. Fue un parpadeo lo que le duró ese alivio pues al segundo siguiente las mejillas se le acaloraron bastante. No dejaba de ser extraño el hecho de tocar el pecho de un hombre, que encima lo tomaba a él de la muñeca, en medio de un arroyo a altas horas de la noche ya y completamente desnudos. Eso no podía ser normal en ninguna forma. Sin meditarlo más rompió ese contacto jalando de su brazo enérgicamente y dando un paso atrás con el corazón latiéndole acelerado y no sabía cómo había llegado a esa bochornosa situación. El fuego no apareció en su mano debido a la brusquedad en que la había retirado, apenas y se fijó en eso, pero no le importó. Lo importante era hacer distancia.
Syaoran Chö lo volteó a ver boquiabierto. Aún mantenía la mano en su sitio donde antes había estado la muñeca del otro. No dio crédito a lo que sucedía así que analizó el rostro del chico que estaba sonrojado de una manera imposible de pasar por alto, además que temblaba y se tocaba su propia mano con nerviosismo. Syao Chö creyó comprender lo que pasaba y se llevó ahora la mano al pecho, donde guardaba el fuego de Hien.
-¿Esta bien que me quede con esto?
El otro asintió sin comprender del todo, siempre y cuando ya no se le acercara "peligrosamente", estaba bien.
El delegado de clase se ruborizó un poco aún con su semblante lleno de seriedad, había vuelto a cerrar los ojos y siguió valorando el fuego hasta que esbozó una sonrisa, separó la mano de su pecho y la alzó hacia el otro. En cuestión de segundos hizo un movimiento extraño con las yemas de los dedos y apareció una mariposa de fuego sobre ellos.
El otro pareció medianamente comprender que se la estaban ofreciendo, así que hubiera querido recibirla en su mano... pero entonces al notarlo, su superior le dijo.
-Si tú, tocas la mariposa así desaparecerá.
Con ello detuvo el camino de sus manos, preguntándose cómo debía tomar aquello.
-Entonces, ¿cómo...?
-¿No sabes cómo se hace para "valorar" el fuego?
Syao Hien negó con un movimiento de cabeza, eso provocó que el otro sonriera aún más abiertamente. Era una sonrisa encantadora que podría derretir a cualquier chica, se dijo, pero el hecho era que él no lo era y se reclamó mentalmente por pensar ésas cosas.
-¿Y conoces el hechizo de los recipientes mágicos?
El muchacho volvió a negarlo, cada vez más desanimado.
-No te preocupes, es sencillo. Yo puedo irte diciendo el conjuro mientras tú lo repites y haces lo que yo te diga con señas. ¿El recipiente mágico, sabes lo que es?
-No –dijo avergonzado Hien.
-Te servirá para guardar cosas. En este caso por mientras aprendes a "valorar" fuego, cosa que es un poquito más difícil. Los recipientes mágicos tienen la ventaja de que nadie más aparte de ti los podrá abrir y pueden guardar casi cualquier tipo de cosa, siempre y cuando sean pequeñas.
-¿Así como esta mariposa?
-Sí. ¿Listo?
El viento acudió a despejar sus mentes y a ponerse tan serios que parecían las personas más estrictas del planeta. Como si entendiera la luna que aquello no era de su incumbencia, se escondió nuevamente entre árboles y nubes.
-Guardianes del agua, guardianes del viento, guardianes de la roca y arena, de los árboles y seres vivos, guardianes de la tormenta y tempestad, guardianes poderosos de la luz, el rayo y el fuego, escuchad y ayudadme a guardar lo que es mío y por derecho me pertenece –hizo una pausa y cuando Syaoran Hien terminó de seguir sus palabras le indicó-: Aquí dices el nombre de lo que deseas guardar en el recipiente mágico. Puedes inventar el nombre si quieres, no es algo muy importante de hecho –se mordió la punta de la lengua inconscientemente, nervioso.
El chico pensó en un nombre ruborizándose al encontrar el adecuado y antes de abrir la boca para pronunciarlo, el agua alrededor de ellos empezó a girar violentamente en una especie de torbellino ascendente que dejaba al chico mudo de asombro. El torbellino arrebató la mariposa de fuego en su interior y poco a poco fue solidificándose y volviéndose compacto hasta adquirir algún tipo de forma que encantó bastante a su dueño y dejó boquiabierto al "maestro". Ése último se mordió el labio cuando estuvo a punto de preguntar: "¿qué tipo de nombre le diste al objeto?". Mejor conocido como mariposa de fuego. Después de todo él acababa de decir que no era importante, sin embargo sus ojos relampaguearon de algo semejante a dicha al ver el exquisito, bello y fino recipiente que se había formado, con forma de estrella de muchos picos, transparente como el cristal y lanzaba tintineantes destellos de luz debido a la mariposa de fuego que revoloteaba aparentemente contenta en el interior y cambiando de color una y otra vez.
-No recuerdo haber visto antes tantos picos en un recipiente mágico –titubeó al hablar, dando a entender al otro que eso era "bueno" tal vez y lo había hecho bien.
-¡Gracias! –dijo casi dando un brinco de emoción. Luego con cautela vio el objeto bajar volando a sus manos en donde permaneció igualmente suspendido en el aire, a una pulgada y media de sus dedos.
-Es cualquier cosa –contestó el otro torpemente, aparentando todavía que no le importaba. Y si Syaoran Hien no estuviera tan absorto en su especie de "tesoro" habría notado el intenso rubor que asaltaba las mejillas de su maestro, mitad por orgullo propio y mitad por otro sentimiento que aún no admitía. Como no le gustaba sentirse así de incómodo, decidió que era hora de irse. Así que bajó de la piedra y nadó hacia la orilla, desde donde gritó:
-Es hora de que deberíamos estar en los dormitorios, date prisa.
Syaoran Hien recordó que había dejado sus pertenencias y ropa algo retiradas de la zona, así que pidió unos minutos en lo que las iba a buscar ayudándose de la luz que emanaba de su mariposa. Lo alcanzó más tarde, ahora vestido nuevamente y con los chorros de agua aún cayéndole por el pelo y seguramente por debajo de la ropa.
-¿No trajiste una toalla contigo? –arqueó una ceja el otro al verlo. Hien se encogió de hombros.
-Así me siento a gusto. Ya se secará mi cuerpo con la caminata.
-La humedad en exceso es mala para la piel, pero como tú quieras. Démonos prisa –se pasó la lengua por los labios inconscientemente, no sabía por qué rayos se hubo imaginado en fracción de segundos bebiendo con la lengua el agua que escurría por las mejillas o atreverse a chuparla de los mechones de cabello castaño. Y conforme avanzaba a los dormitorios, sus pensamientos se volvían cada vez más extraños y peligrosos a causa de saber que el muchacho le seguía los pasos.
Luego de un rato de camino, sintiendo el pesado silencio que era roto tan solo por el sonido de sus pisadas, volteó atrás esperando se le ocurriera algo inteligente qué decirle, pero sus ojos cayeron en el regazo del chico antes que cualquier palabra alcanzara a salir de su boca. Guardó silencio al notar que la mariposa de fuego que había regalado, estaba ahora siendo aprisionada con fuerza contra el pecho de su nuevo dueño, como si temiese que se la fueran a robar o a romperse y desaparecer. Viendo aquello, fue su alma la que sonrió, en lugar de su boca o de sus ojos que se mantuvieron ajenos a aceptar cualquier sentimiento o expresión poco normales (por no decir "nada normales") en él.
Poco después arribaron a los dormitorios, que observó Syaoran Hien debían ser bastante pequeñas sus habitaciones, la mayoría, exceptuando unas cuantas.
-Si pones atención al camino, no tienes por qué volver a perderte –le iba diciendo el otro-. No debiste quemar tu mapa, lo ocuparás aún cuando creas conocer la escuela completamente –suspiró viendo que Hien seguía asintiendo a todo con la cabeza y permaneciendo cabizbajo. Prosiguió- Compartiremos habitación porque ya no quedaba espacio. Afortunadamente para ti, pero no para mí. Se supone que a los encargados de grupo nos toca una habitación amplia y para cada uno solo. Según ese derecho no debería querer compartirla con nadie.
-Lo siento.
-No lo sientas. Solo entra. ¿Éstas son tus cosas? –señaló el par de maletas pegadas a la puerta cuando echó la llave a la cerradura para abrir. El otro volvió a asentir. Con un poco de impaciencia y diversión juntas, siguió hablando-. Puedes soltar el recipiente mágico, no se caerá al suelo y aunque chocara, no se quebraría. Te dije que solo tú lo podrías abrir.
Entraron y Syaoran dejó volar dentro su objeto brillante. Su superior le ayudó a jalar una maleta en lo que él tomaba la otra y estacionaba junto a lo que creyó sería su nuevo lecho: una camita destartalada y sin colchón aún. Una manta encima era todo lo que ofrecía. Syao Chö notó la cara de desconcierto. Pese a que la escuela era famosa y debía recibir grandes cantidades de dinero debido a las colegiaturas eternas y al trabajo de sus alumnos... ¿no tenían para lechos más decentes, cuando menos "aceptables"?
-Y es prestado. Tuve que buscarte una cama a toda prisa, ésta mañana. –el otro alzó la ceja, incrédulo-. Se supone que tus padres o tú mismo debían enviar ése tipo de cosas. El Instituto no provee esas cosas nunca. O sí... pero tienes que ganártelas trabajando duro, lo cual es una última opción.
Como el chico seguía estático y lo único que realmente se atrevía a pasearse por allí era el regalo de la mariposa...
-Otra opción sería la de fabricar una cama más estable que ésta que parece a punto de colisión. Entre las prácticas, los chicos y yo podríamos ayudarte a hacerla –se llevó la mano a la nuca sopesando la idea-. De todas formas, tú eliges.
Hien volteó al otro lado del espacio en la habitación y sus ojos chocaron con un hermoso y solemne lecho de madera oscura. Los cuatro gruesos barrotes que se extendían hasta el techo como si fueran guardianes, parecían ser muy resistentes debido al grosor. El colchón debía ser cosa suave, las sábanas y mantas blancas lo cubrían y se antojaba para quedar dormido allí en cuanto se tumbase uno encima.
-Mi familia me dio esto en cuanto se enteraron de que yo sería encargado de grupo. Es demasiado grande para mi gusto particular, pero no me puedo quejar –luego nerviosamente volteó hacia la ventana que quedaba frente al "intento" de lecho-. Si no te importa que compartamos lecho por ésta noche y mañana terminamos de arreglar lo referente al tuyo...
Por respuesta recibió un golpe de cuerpo muerto contra las tablas y manta única del destartalado mueble. Luego silencio. Hien estaba tan cansado como para resistir más tiempo despierto y ya solamente había caído exhausto, rindiéndose a sus sueños.
Chö en parte sorprendido, lo miró con algo semejante a compasión por un rato hasta decidirse, culpando a su conciencia de levantar al chico y recostarlo en su cama. Después de todo, él aún no se acostaría, sino más tarde, cuando terminara con cierta "costura". Aprovechó que él dormía profundamente para tomarle medidas para un traje que le estaba confeccionando.
Sonrió al ver que todavía podía arreglarlo antes que tener que tirar lo que llevaba avanzado.
Entre sueños, Hien le pareció ver que Chö no estaba durmiendo aún, pero tenía los párpados tan pesados que volvió a cerrarlos prácticamente enseguida. Chö debía ser un genio para todo, se dijo solamente, cosiendo no sabía qué cosa y haciéndolo a mano. Despertó otro par de veces y seguía estando él allí, desvelándose; a punto estuvo de reclamarle que se acostase, pero el sueño le volvió a ganar.
Syao Chö miró el cuerpo dormido en su lecho por décima vez en lo que iba de la noche y se repitió mentalmente que era el "elegido", en adelante su meta a futuro sería la de prepararlo para ser su sucesor. Tenía el año del curso escolar para formarlo y forjarlo a su estilo propio y no había dudas de que ése cerebro absorbería conocimientos como una esponja, aún con el poco tiempo. Solo a él podría darle ese trato "especial" después de ver su entusiasmo por aprender y luego sabiendo que tenía tan buenas notas de su escuela anterior, de hecho las más altas. Todo indicaba que era el candidato perfecto, porque además no era un chico que le agradase en absoluto y debía ser así porque luego de ése año de cursos se separarían inevitablemente. Syao Chö era un "casi" titulado y estaba seguro de que ése año sí lo conseguiría y no iba a haber nada que se lo impidiera, ni siquiera "ése" profesor. Recordó entonces la cara de su Némesis a quien tenía un muy sincero odio personal. Ahora bien, tampoco iba a elegir al candidato de entre aquellos con los que a diario había convivido por ya varios años, pues en sus metas estaba que todos se graduasen al igual que él, para no echarles de menos. Así, necesariamente el "nuevo" y poco querido, tendría que cargar con el peso de sus espaldas, el mando y cuidado de las siguientes generaciones de alumnos con una buena herramienta que serían sus conocimientos y experiencia. Para ello, lo haría trabajar duro, el doble o triple que los demás. Sonrió maléficamente ante su idea y murmuró de forma casi inaudible.
-Ve acostumbrándote a tu habitación y éste lecho, pues ambos te pertenecerán irremediablemente en cuanto ponga un pie fuera de aquí.
La mariposa fue a parar sobre la cabeza de Syaoran Hien, queriendo jugar con su cabello, revolviéndoselo mimosamente mientras que cambiaba de color y lanzaba destellos blancos. El rostro tranquilo se iluminaba de esa manera y parecía casi hasta angelical. Syao Chö parpadeó para sacar de su mente ésa idea y volver su concentración a la costura. No podía permitirse fraternizar o hacer amistad con el chico. Simplemente no podía cometer ese error, no lo haría, pues él no era como el anterior delegado que hubo entre los chicos que estudiaban el don de fuego: quien lo había abandonado cuando él más lo necesitaba, cuando él creyó que significaba algo importante para ésa persona y finalmente se dio cuenta que era todo lo contrario. Nunca estuvo interesado en su persona, nunca reconoció sus capacidades y simplemente lo abandonó.
-Ése idiota –volvió a murmurar cuando cortó el hilo y dio por terminada su labor. Dobló las prendas con cuidado y las metió en una bonita y sencilla caja antes de entrar a la cama. Le echó un paño oscuro a la mariposa de fuego para que no brillara y la habitación se volvió terriblemente oscura por poco tiempo. El reloj marcaría alrededor de las cuatro de la madrugada cuando cerró los párpados y quedó más que dormido al solo tocar la almohada.
-¡¿No conoces la leyenda de "la bruja, el fuego y la mariposa"? –gritó incrédulo un chico de lentes a Syaoran Hien en medio de las clases del día siguiente.
El chico negó avergonzado ante la evidente muestra de desconocer un montón de cosas que eran del conocimiento común de los chicos.
"Conan Tan" se ajustó los lentes con gesto de impaciencia incontenible. Un círculo de curiosos compañeros se formó alrededor de él y del chico nuevo.
-Te la contaré, es muy simple. Cuentan que hace muchísimos años, una bruja que tenía el poder de ver el futuro se puso durante horas y horas, días, incluso semanas a indagar sobre lo que le depararía el futuro. Descubrió en él algo que le gustó mucho y se trataba sobre un muchacho bastante atractivo que pues se pasó durante largas horas viendo qué sería de él y si llegase a ser parte de su vida más allá de un simple conocido.
Syaoran Hien sostenía en sus manos un libro que hablaba sobre ése tema de la leyenda, descubrimientos y posibles pruebas de que el hecho del pasado pudiese haber sido verídico. Una especie de documental por un mago considerado excéntrico o loco, pero que se había vuelto rico por ése libro ahora tan famoso. Pertenecía a Conan Tan, quien se lo estaba prestando al chico nuevo como muestra de su bienvenida.
-El caso es que, descubrió que su amor sería correspondido solo durante un tiempo limitado hasta que aquélla persona se encontrara con otra quien sería su definitivo amor, por lo cual, haría a un lado a la bruja, dejándola completamente sola otra vez. Ella entristecida ante tal panorama se puso a meditar sobre qué podía hacer para cambiar ése trágico destino. Su solución sería la de poner todos los medios de su parte para que esos dos, posibles enamorados nunca se conociesen...
Syaoran Hien contuvo la respiración admirado, con toda la atención del mundo puesta en aquellas palabras, en aquella voz y por un momento creyó que se identificaba con la leyenda, pero desechó la idea luego, pues "cierta" persona no encajaba con el carácter de la bruja.
-Dice la leyenda entonces, que la bruja con todo su poder y aún con todas sus trampas no pudo vencer al destino, por lo que el muchacho que ella quería terminó conociendo a aquélla otra persona. Sin embargo, la bruja se valió de una última artimaña para separar a los dos enamorados. Convirtió en fuego a la persona que más amaba y al otro lo convirtió en una mariposa para que no pudiera acercarse a él aunque quisiera. Y así quedaron las cosas. La bruja había tenido uno o varios hijos con el chico que había amado mucho y eran el vivo retrato de su padre. Ellos al enterarse de lo que su madre había hecho, invocaron la ayuda de los guardianes tanto de la tierra, como de lo que hay encima de ella y recibieron la siguiente respuesta: que el espíritu del fuego renacería de generación en generación en sus descendientes, pero que también lo sería con el espíritu de la mariposa y la bruja hasta que sus vidas cobrasen el curso normal en que la bruja terminase quedando sola como castigo por intervenir en contra del destino.
Syaoran se removió en su asiento acomodándose mejor para escuchar y asintiendo de cuando en cuando. El otro prosiguió:
-Pero la bruja se podía anticipar a todo y ellos lo sabían, así que en el momento que los guardianes daban su respuesta, ella conjuró una vez más en contra del destino y maldijo a los enamorados para generación tras generación en sus hijos, nietos o bisnietos, etc.; que no distinguirían quienes eran el espíritu de fuego o mariposa sin antes romper la marca de sus sellos. Se cruzarían en la vida tal vez, pero sus corazones o espíritus no se reconocerían, permanecerían como "dormidos".
Hien tragó saliva con dificultad y escuchó un poco más antes de que el siguiente profesor entrara junto con Syaoran Chö al aula.
-Entonces, se dice que la única forma de romper los sellos es que el espíritu de la bruja bese al espíritu de fuego y que el espíritu de fuego escuche después la canción del espíritu de la mariposa para reconocer a su amor. Aunque, claro, ésas son cursilerías de la leyenda y los historiadores, en sí lo importante del libro, son los descubrimientos y cómo llegaron a ellos –Y casi enseguida cambió el tema al ver la mirada del encargado de grupo sobre ellos y fue directo a su pupitre respectivo añadiendo-: será mejor que me acomode, el "jefe" te está mirando fijamente.
Pero el observado encajó los ojos en su pupitre sin atreverse a mirar al sujeto, luego de que supo que estaba dentro y no le quitaba los ojos de encima. Aprovechó el tiempo en que todos se acomodaban en su sitio para guardar el libro prestado en su mochila y coger la botella de 2 litros de agua que había comprado ésa mañana, una de las cinco que se había comprado en un localito al lado del comedor de la escuela, según le recomendó Chö en el trayecto de anoche camino a las habitaciones, pues no encontraría los "bebederos" más que en uno o dos puntos lejanos dentro del terreno del Instituto y que además sirvieran. Así pues, resignado avanzó la mitad de su botella de agua en un segundo.
Tenía rato nervioso desde el momento en que había hablado con su novia por la noche, antes de dormir cuando estuvo cerca del arroyo, encontraba sus cosas y ropa para volverse a vestir, allí había sido cuando se encontró con el asunto de que su celular sonaba y vibraba como loco. Se secó una mano como pudo para responder la llamada. Era su novia la voz que lo saludó cálidamente, pero también de forma preocupada. El muchacho podía adivinar desde tiempo antes de preguntar o con tan solo oír el aparato sonar, sobre qué asunto importante lo querían advertir.
Luego, a su mente venía el recuerdo incesante de las palabras de su madre:
"Cuidado con las emociones fuertes"
Él asintió levemente con la cabeza de forma distraída, cerrando a su vez la botella de agua cuando el "jefe" del grupo pasaba a su lado y tomaba asiento allí mismo: a su lado. Tragó saliva. El corazón no le daba tregua y sus mejillas encendidas eran la prueba de ello. Todo lo que podía hacer era colocar un libro frente a sus ojos para concentrarse al máximo en él, además de tomar agua fría, claro.
Syaoran Chö apenas llegaba al salón de clases. Y se preguntó Hien por qué había dejado pasar una hora de clases. Lo que no sabía era que el chico había estado haciendo más de sus "preparativos" para ésa tarde. Así que pronto lo entendería.
Desde que se levantó Syaoran Hien ésa mañana y ver que estaba en el lecho del "jefe" de grupo, en lugar del suyo, su nerviosismo al ver al sujeto no estaba fuera de lugar. A los pocos minutos podía sentir sus propias sienes húmedas, con algunos cabellos pegados.
Syao Chö arqueó una ceja al ver que el muchacho volvía a tomar agua y cómo le temblaban las manos.
-¿Te sientes bien? –le dijo acercando el rostro a la dirección del chico como si temiera que sus palabras no alcanzaran a llegarle a los oídos.
-¡Perfectamente! –casi gritó al contestar, lo mismo que casi se pone de pie por el salto que dio en su sitio debido al susto que se llevó escuchando aquella voz.
El otro no pareció convencerse pero aquello de verlo sonrojado y nervioso hizo que esbozara una "casi" sonrisa. Pues no es que le saliera mal, pero ése chico prácticamente nunca sonreía.
-Si sigues tomando agua de esa forma no llegarás seco a los sanitarios en cuanto tengas deseos de ir.
Cuando Syaoran Hien levantó la cara pensando en contestar o no, que eso estaba lejos de suceder debido a su "cálido" metabolismo, se enteró de los cuchicheos y miradas furtivas de las jovencitas cercanas, las que al parecer tenían, puesta su atención en el jefe de grupo. Parpadeó cuando notó el brillo soñador en los ojos femeninos en conjunto con los suspiros.
Syao Chö parecía ajeno a todo ello, no parecía darse cuenta de lo mucho que lo admiraban. Sorprendido, el chico volvió a cerrar su botella y dejarla en el suelo. El jefe de grupo sacaba entonces sus cuadernos y libros, rebuscaba algo en ellos mientras que el chico nuevo lo miraba de reojo.
Siendo sinceros, a la luz del día le pareció aún más atractivo que antes: el cabello medio alborotado, el cuerpo se veía firme, fuerte, musculoso. Podía apreciar ahora mejor los detalles de su rostro, lo severo de su expresión, la quijada firme, la nariz perfecta, el tono de piel uniforme, los labios...
-Perfectos –susurró apenas, diciendo su pensamiento en voz alta sin darse cuenta hasta que el objeto de su análisis levantara la vista del papel con cara de duda.
-¿Me preguntaste algo?
Los labios "perfectos" volvían a acercarse en cámara lenta hacia su dirección sin alcanzarlo nunca en realidad. De cualquier forma quedaban lejos, podría pasar cualquier persona entre los dos chicos sin darse por enterado de alguna proximidad.
Hien se sacudió la cabeza: ¿por qué pensaba ésas tonterías ahora? ¡Justo ése día que las cosas podían volverse graves, críticas, debido a posibles "emociones fuertes" que debía evitar a toda costa!
-¡N-nada! –agachó la cabeza para casi meterla en sus libros. Sus orejas estaban prácticamente de color rojo escarlata.
El profesor escribía cosas en el pizarrón sobre algunos denominados dones artísticos y sus funciones prácticas y estéticas. La lista era bastante larga por lo visto y Syaoran Hien se puso también a escribir todo aquello a pesar de ser, por lo visto, el único. Se sorprendió a sí mismo que eran tales sus nervios que no podía escribir siquiera de forma legible. Sus manos temblaban como hojas y sin remedio. El esfuerzo sobrehumano que debía estar haciendo para concentrarse no le permitió ver algunas cosas que pasaban: detrás de su butaca Syaoran Senji le enterraba los ojos en la nuca con algo cercano a envidia o al odio, podría decirse que las dos cosas juntas, después de todo el lugar del de enfrente le pertenecía hasta que a Chö se le había ocurrido pedirle que tomara asiento detrás, y ése "pedirle" fue más semejante a una orden que a esperar un favor, sobretodo porque Chö pegó un letrero a la butaca en el acto, señalando al nuevo dueño. Otro que observaba al pequeño costal de nervios, era Syaoran Tenshi, quien ocupaba lugar detrás del encargado del grupo, su mirada también era bastante fría y por otros motivos un tanto parecidos, pues éste estaba molesto desde el día anterior cuando en el comedor había visto a "cierto chico" acercarse y hablar con "cierta chica" como si fueran conocidos de toda la vida. Frunció el ceño ante el recuerdo.
Por su parte, Syaoran Chö encontró en su libreta de apuntes lo que buscaba para luego con un brusco movimiento arrojarla sobre el pupitre del chico de a lado.
Hien vio volar la pluma con que escribía por los aires y la libreta caer a su mesilla, encima de todas sus cosas e interrumpiendo su escritura acelerada.
En el primer vistazo distinguió la caligrafía y la calificó solo como "legible" no tanto como hermosa, sin embargo aquello se veía organizado y limpio. Leyendo la parte en que venía abierto descubrió que era aquello que se empeñaba en escribir antes de ser interrumpido.
-Compartiremos apuntes, puedes escribir todo cuanto quieras los fines de semana, por ahora concéntrate en lo que dice y memorízalo –le dijo con voz pausada y solemne, con una mirada que no admitía quejas.
Como Hien dudaba de aceptar los apuntes, considerándolo como "hacer trampa", recibió un codazo en las costillas del lado izquierdo.
-Obedécelo, lo que sea que te haya dicho, por el bien de todos. Conviene que el jefe no se enfade –el compañero a su izquierda volvió la vista al pizarrón luego de decir eso casi siendo solo un movimiento de labios de lo que el chico le escuchó apenas la mitad.
Cogiendo el cuaderno hizo una mirada significativa al dueño queriendo agradecerle y se puso a leerlo.
Al minuto siguiente todos empezaron a levantarse de sus pupitres a una señal de Syaoran Chö, luego se acomodaron en círculo alrededor de las butacas, dejando al novato al centro sin saber si hacer lo mismo o quedarse donde estaba sentado, casi al centro del aula.
-Quédate allí Hien –propuso el profesor en cuanto vio su disposición por ponerse de pie-. Acabo de escribir una lista de dones, los que consideré más comunes porque son demasiados en realidad. Aquí tus compañeros te harán una demostración de ellos mientras que tú me identificarás de cuáles se tratan. ¿De acuerdo? –hizo una pausa en que el chico nuevo asintió con un movimiento de cabeza, luego se dirigió al resto de alumnos-. También esto es una prueba para ustedes a ver si recuerdan cómo representar cada uno de ellos y por favor, que sea artísticamente –dio una intensa mirada a algunos chicos que planeaban al parecer algo, evidenciándose con sus sonrisas malvadas.
Hien tragó saliva, preocupado. Cogió su botella de agua y volvió a beber hasta terminársela.
-Iniciamos... –dijo el profesor y todos guardaron silencio. Señaló a dos alumnos, ellos eligieron una técnica del don de...
-Fuego –dijo Hien.
-Bien, ¿puedes decirme qué técnica están usando? –el profesor se separó del pizarrón, para dejarle leer. Hien vio a los chicos que jugaban con el fuego "artísticamente" y luego dando una risita el otro cogió por la muñeca la mano que producía el fuego y la acercó a su pecho.
Syaoran Hien tembló al recordar aquello mismo pero entre él y Syaoran Chö. La pareja de alumnos que lo hacían actuaba como si de una declaración de amor se tratara o algo así por lo que decían.
-Es tuyo... si lo quieres –dijo el chico y la chica era la que presionaba la mano contra su pecho-. Seré tu esclavo hasta el fin del mundo –hubo risas de parte de los espectadores.
Hien se sonrojó y rió tímidamente. ¿Por qué tenía que decir aquello? ¿No les resultaba vergonzoso?
-¡Claro, idiota! Todo lo tuyo me pertenece –dijo la chica de forma cortante pero separó la mano que sujetaba, de su cuerpo con todo y la flama de fuego-. Pero éste es el fuego más feo y sin chiste que haya visto –más risas.
Hien vio que el profesor esperaba una respuesta y entonces dijo casi sin fuerzas.
-"Valoración de fuego"
-Es una técnica común. Bien, ¿podrías enumerar sus características?
-Sirve para reconocer las cualidades o defectos del fuego.
-Ésa es una. ¿Conoces otra?
Hien negó con la cabeza y fue cuando Chö frunció ligeramente el ceño, pero se consoló al ver que el chico se sonrojaba mucho y pensó en que le daba vergüenza decirlo, no era porque no supiera, sino todo lo contrario. Sin embargo, aunque no se diera cuenta, Hien estaba siendo sincero, desconocía ésa técnica pues simplemente la había visto y sentido en carne propia aunque poco se le explicó sobre ella.
El profesor indicó a los chicos que comentaran al respecto. Ellos entre risas y bromas silenciosas comenzaron a decir:
-La valoración de fuego es conocida también con el nombre de "prueba de amor". Antiguamente era utilizada por las mujeres quienes pedían a sus maridos su fuego, como una garantía de su fidelidad en la que obviamente se quedaban con el fuego dentro de su cuerpo. Todavía se utiliza hasta nuestros días, pero eso es sobretodo del gusto de las chicas.
-En novelas, canciones, cuentos y demás relatos o actuación puede ser una escena recurrente, sobretodo si se trata de un estilo romántico –añadió la chica- Darle tu fuego a alguien puede tener el significado de que ése alguien te importa mucho o como una garantía de confianza. No es común repartir flamas de fuego a todo el mundo porque al hacerlo...
-Gracias, el resto se lo dejamos de tarea al joven Hien. Nos estamos retrasando y quitando el tiempo a los demás de hacer sus demostraciones. Sepan que cuentan como participaciones...
Hien se quedó sin conocer el resto de la historia, pero el solo hecho de saber aquello lo puso aún más rojo y nervioso que antes y podía sentir la mirada de Syaoran Chö sobre él, sin atreverse a alzar los ojos. ¿Creería si le dijera que le había dado su fuego por "accidente" y sin saber el significado que podría prestarse a malos entendidos? Se terminó otra de sus botellas de agua en el transcurso de la clase en que adivinó otros dones leyendo el pizarrón, todo hecho rápidamente hasta que todos hubieran participado. Sonó el timbre y salieron todos en tropel camino al comedor a desayunar.
Hien se retrasó un poco en el salón, esperando que todos se fueran y poder darse un alivio, pero Syaoran Chö también se quedó junto con su par de amigos, a acomodar las butacas en su sitio y borrar lo del pizarrón. Él se apresuró a ayudar para distraerse un poco sin notar cómo se le iluminó el rostro al "jefe" que era quien pasaba el borrador por el pizarrón. Lo malo fue que Syaoran Senji sí se dio cuenta y de un impulso arrojó una butaca contra el chico nuevo, tomándolo por sorpresa. El afectado buscó el rostro del culpable y fácilmente lo encontró a un palmo de distancia.
-No sé qué hayas hecho para tener su atención –señaló con los ojos hacia el frente del aula y los volvió a enfocar en su presa-, pero más te vale no acercártele demasiado o hacerlo enojar. ¿Entendido?
Hien parpadeó confundido, guardó silencio como mejor defensa a su favor y Senji solo se apartó de él para volver a lo que hacía. Sus ojos volaron luego de notar la presencia de Tenshi quien no le dijo nada y pronto salió del aula, seguramente camino al comedor.
-¿Vienes con nosotros? –la voz de Chö le hizo pegar un brinco. Pensó fugazmente en la advertencia de Senji así que dijo:
-Espero a alguien.
Chö chasqueó la lengua como desilusionado y estaba por salir junto a Senji del aula cuando giró el rostro y preguntó:
-¿Puedo saber a quién esperas?
-Es una amiga que hice ayer –contestó rápidamente sin darle importancia-. Me dijo que se llamaba... –frunció el ceño al concentrarse en el recuerdo y aflojó el rostro al recordarlo-: Vanessa.
Syaoran Chö alzó una ceja. Senji sonrió aunque más bien su risa pareció maligna por sus cejas casi encontradas.
-¿Don de hielo? –preguntó el jefe de grupo.
Syaoran Hien pensó que se refería a lo que ella estudiaba y asintió con la cabeza. Chö dudó decir algo en ésos momentos y finalmente decidió irse, con Senji detrás de él. Por lo que vio creyó notar en los ojos del chico de las mariposas, oír el nombre de Vanessa no le había gustado en absoluto. ¿Estaría... celoso? Hien sacudió su cabeza para desechar la idea, eso no podía ser, en absoluto. El magnífico estudiante Syaoran Chö no podía estar enamorado de él de ninguna manera. El hecho de que pusiera atención en él solo podía significar que era a causa de lo de la escuela, vigilar que aprendiera y que todo estuviera bien.
"Es solamente el deber y nada aparte de eso". Se obligó a pensar, mientras Vanessa buscaba dentro asomando la mitad del cuerpo por la puerta. Ella le sonrió dulcemente al encontrarlo y pronto se dirigieron al comedor.
Para Syaoran, Vanessa no podría significar más que una amiga, igual que el par de chicas Sakura Tenshi y Sakura Senji. No podía darse el lujo de querer a alguien más allá de la amistad, ni por accidente, ni a propósito, después de todo quería mucho a su novia como para intentar traicionarla.
"No voy a enamorarme de nadie"
Le prometió a ella, y trataba de recordarse a menudo como si fuera capaz de olvidar algo que debería resultarle de lo más normal, siendo que estaba muy enamorado de su Sakura, de su Sakura a secas, sin más palabras que adornen su nombre, ni Tenshi o Senji ni otros complementos. Era solamente "Sakura"
Al término de las clases Hien se preguntaba si iría a su habitación a hacer los deberes o irse a vaguear un poco por allí con un libro bajo el brazo para leer. Pensaba en la famosa "leyenda" que su compañero Conan le había contado, también se preguntaba sobre el resto de significados sobre lo de la "valoración" de fuego y también estaba preocupado por la llamada que su novia le había hecho y en ese momento volvió a llamarle, dejando un mensaje de texto.
"Si te invitan a una fiesta, prueba a asistir a ella para distraerte un poco, por si acaso"
Era todo el mensaje. Como siempre él arqueó una ceja, pero sabía que tarde o temprano se enteraría.
Fue en eso que guardaba el celular en el bolsillo cuando sintió que tocaron su hombro pidiendo su atención.
-Olvidé dejarte esto antes –era Syaoran Senji ofreciéndole una caja cerrada-. Syaoran Chö ha estado tratando de dártelo en el desayuno y luego la comida, pero como te veía ocupado con tus "amigas", no se atrevió. Según me parece es tu vestuario para una fiesta de disfraces que hemos organizado para hoy en la noche. El jefe me pidió que te lo diera en su lugar porque llevaba prisa por arreglar unos asuntos y luego ir a una junta de delegados de clase. La fiesta es a las diez. Él la preparó en tu honor, sería un desperdicio si faltaras, aunque yo preferiría que no asistieras.
Hien cogió la caja con cierta incomodidad, así que casi destruye el cartón con sus manos.
-¿En dónde será?
-Nos prestaron el salón de juntas.
-¿No se supone que habrá una junta, como acabas de decir? –Hien preguntó tratando de asegurarse que no era una farsa.
-Por ésta ocasión la junta la harán en otro sitio, así que ahórrate conclusiones. Si vas o no, la decisión es tuya, no le afectará a nadie –se encogió de hombros-. No creo que Syao Chö note tu ausencia a pesar de que faltes.
Poco le faltó para que al llegar a la habitación pateara la caja contra la pared, de tan enojado que estaba con el tal Senji. Sin embargo, se contentó con cerrar la puerta de un fuerte golpe. Desde el principio no le agradaba ni tantito. Inclusive Syaoran Chö a quien pretendía admirar, tampoco le había resultado muy buen tipo que digamos y esperaba no tener que cruzar palabras con el tal Tenshi, porque creía que seguramente ése tío también lo haría sacar chispas.
"Cuidado con las emociones fuertes" Se dijo mentalmente, tratando de contener su respiración agitada y ablandar los puños a sus costados. ¿Qué quería decir su novia con eso de que sería bueno ir a la fiesta? Había otras cosas que le apetecía más hacer, sabía que, si terminaba yendo lo que sucedería sería descontrolarse frente a un montón de gente que no tenía la culpa de que él tuviera "ése" maldito don que le complicaba la vida misma.
"Si tan solo no lo tuviera"
Se demoró en su sitio, pegando la espalda contra la puerta, hasta que decidió dejar lo que planeaba y apetecía hacer porque además de todo, su confianza en Sakura era ciega y total. Él debía ir a la fiesta y esquivar los otros planes así que arrojó el libro y el asunto de los deberes escolares para después y agarró su siguiente botella de agua, más por hábito que por necesidad.
Por otro lado, se replanteó las cosas, tenía qué dejar las cosas en claro con el jefe de grupo, por si acaso él pudiera llegar a mal interpretar lo del fuego que le terminó dando la noche anterior y sin querer... Esperando que no lo tacharan de homosexual o cosas semejantes. Le diría con la frente en alto que además él tenía una novia a quien quería mucho, por si necesitara dar pruebas. Aprovecharía a encontrárselo en la fiesta para ello y se dispuso a prepararse para asistir, aunque sin demasiada prisa. Se acercó a la cama maltrecha y fue entonces cuando revisó el contenido de la caja que Syao Chö le daba, que no hubo podido entregársela personalmente ni en la mañana antes de ir a sus asuntos o en los horarios de comida.
Tragó saliva antes de entrar. Respiró profundo y se aseguró de tener firmemente apretado el bolso negro que hacía juego con el vestido. Tenía dentro justo lo que sabía necesitaba con más urgencia, un abanico para ocultar el rostro si era necesario, un pegamento por si se desprendieran los delgados tacones de aguja que llevaba puestos, su celular por si acaecía otra emergencia y una botella de agua bien helada y esperaba encontrar algunos hielos por allí en la fiesta, si es que se iba a servir algo de comida.
Syaoran Hien efectivamente estaba allí, plantado frente a un montón de gente de distintas edades, todos en parejas, con disfraces... que pudo ver eran mucho menos vergonzosos como el que él traía puesto. Sacó el abanico del bolsillo rápidamente para esconder el furioso color rojo de sus mejillas y evitar de paso el ser reconocido, sin embargo eso estuvo lejos de suceder, Syaoran Senji sabía bien en qué consistiría el vestuario del chico y pronto lo descubrió dando por allí vueltas buscando a alguien seguramente o revisando la calidad de las botanas.
-Syaoran Chö se sentiría complacido de que la broma que te gastó surte efecto, pero aún no llega –dijo al chico, tomándolo por sorpresa. Luego alzó la voz para que más de uno pudiera oírlo-: Creo que te equivocaste con el tema de disfraces, no se trataba de que los hombres se vistieran de mujer, ni de que las chicas vendrían como caballeros.
Los que estaban cerca voltearon a verlos y pronto murmuraban cosas, otros se rieron.
Syaoran Hien quería que la tierra se lo tragara, por lo que había alcanzado a entender, los disfraces eran de lo más elegantes, pretendiendo hacerse a juego entre parejas. Nada demasiado exótico, pero hermosos. Él no encajaba con ninguno de ellos por muy bonito que fuera al vestido que llevaba puesto, tan fino y delicado como una mujer, pero él no tenía pareja con la cual aliarse. Syaoran Senji lo sabía, así que terminó diciendo:
-¿Dónde dejaste plantado a tu "chica-chico"? –haciendo énfasis en su última palabra compuesta-. No la veo por ninguna parte.
-Debe de haberse extraviado –añadió Syaoran Tenshi que acompañaba a su amigo. Ambos parecían vestir a la usanza antigua como si se trataran de vampiros, quiso entender Hien. Bastante atractivos para cualquier chica, hubiera querido creer, pero eso por mientras no abrieran la boca. Se mordió la lengua para no contestar gritando o por evitar alterarse más de lo que ya estaba. El corazón no parecía dejarlo en paz, pero todavía no estaba lo suficientemente agitado como para no poder contenerse. Sacó su botella del bolso y tomó más de la mitad en un trago. Los comentarios bochornosos sobre él seguían llegando a sus oídos.
-¿Qué es eso? –Senji le arrebató la botella de las manos para examinar el olor y sabor del contenido.
-Solamente agua.
-Agua. Debí suponerlo, creía que sería algún brebaje extraño. Es decir, así al menos me podría explicar el por qué de cómo es que tú vienes vestido así... Pero si tan solo es agua supongo que no tienes ningún argumento para darte por salvado.
-Yo no elegí el vestuario, así que deja de molestarme –su voz fue extrañamente serena, pero ya temblaba su cuerpo de ira contenida. Alzó un brazo y le arrebató la botella de las manos.
-La señorita ya se enojó –dijo con falsa preocupación. Clavó los ojos en su presa que lo miraba de la forma más furiosa que podía. Syaoran Senji queriendo ver qué tanto más era posible provocarlo añadió-. ¿Vas a golpearme, pequeño marica?
En menos de un parpadeo el cerebro de Hien estaba más caliente que un horno y difícil de contener. Hizo lo primero que le decía el instinto, golpear y estropear ésa bonita cara del tipo más odioso que hubiera podido conocer en su vida. Puso todas sus fuerzas en una sola embestida de su puño cerrado. Sin embargo no sintió nunca dar el daño, tan solo se vio segundos después cayendo sobre una mesa y derribando sobre el suelo su contenido, produciendo un estrépito que asilenció el salón de juntas excepto por la música, pero las carcajadas no se hicieron esperar, estallando todas juntas.
-Definitivamente a Syaoran Chö le hubiera encantado divertirse con esto –Senji reía a sus espaldas, como todos, y ninguno se prestaba a auxiliarlo.
Por su parte, él con una fuerza sobrehumana se contuvo de hacer más escenas. La fiesta había resultado para él un desastre, como había supuesto desde un principio que lo sería. Se quitó los tacones de los pies y los echó a la bolsa. Recogió sus cosas como pudo, pues los chicos le ayudaron pateándolas lejos de su alcance, hasta que él pudo atreverse a hacer un círculo de fuego para evitar que nadie se le acercara. Luego avanzó hacia la salida en donde le cerraban el paso. Y que no intentara el truco de fuego porque ellos lo harían mejor aún... le dijeron. Hien avanzó entre ellos recibiendo empujones fuertes hasta que pronto estuvo fuera. Tuvo la suficiente dignidad como para no devolver el rostro furioso contra ninguno, ni irse corriendo por mucho que eso le apeteciera hacer.
Y siguió caminando aún cuando ya no podía escuchar las risas, los gritos con montones de tonterías y montones de apodos que le daban... "Pequeño marica"... murmuró para sí mismo cuando, sus pies daban por el sendero entre el bosquecillo, rumbo a los dormitorios. Estaba casi rindiéndose, cansado y esperando comprender qué había pensado su novia para dirigirlo hacia ésa horrenda tortura. Suspiró perdonándola de todo porque sabía bien que ella solo había querido hacerlo esquivar un posible mal momento y no podría haber sabido que las cosas terminarían de ésa forma, solo le había llevado por un camino diferente, sin conocer ése rumbo.
Arrastrando los pies envueltos en aquéllas medias solamente, le calaban las piedras, así que pugnó por llevarse a sus plantas los tacones y avanzó aún más despacio, meditabundo.
Le era hasta cierto punto frustrante el hecho de no saber nada, que Sakura prácticamente decidiera por él el rumbo de las cosas, sin saber exactamente qué cosa tenía qué evitar que pasara, es decir, desconocía los "detonantes" que harían que su don de fuego saliera de control, lo único que sabía bien era el "peligro"; pero nunca o rara vez se enteraba de lo que pudiera pasar o provocaría. Y por si fuese poco, quedaba el asunto de un "quien": una persona con la que tendría que toparse en la escuela por fuerza del destino, que ni la misma Sakura podía darse el lujo de evitar el encuentro; un "alguien" por ahora desconocido o tal vez ya se había cruzado con ésa persona, pero de la que tendría que evitar a toda costa: enamorarse. Hien lo había decidido por convicción propia, aunque no supiera de quién se trataba. Su novia Sakura era lo más importante para él, además de una gran ayuda cuando se trataba sobre ver el futuro.
-¿Han terminado tan pronto la fiesta?
Hien se detuvo en seco y levantó la vista del suelo lentamente al reconocer el tono de voz masculina de su jefe de grupo. Todos sus músculos se tensaron en señal de alarma. El hombre lo miraba de forma intensa de pies a cabeza, lo mismo que Syaoran Hien a él y tuvo que ahogar una exclamación de asombro ante la primera impresión.
Syaoran Chö vestía de una forma extraña, un traje muy elegante pero el saco era tan largo que arrastraba por el suelo como la cola de un vestido de novia, pero sin ser vestido. El pantalón y saco del color negro al igual que el vestido que llevaba Hien... Cuello y puños de camisa blancos. Solamente un detalle en la espalda que Hien no veía aún, era que el saco tenía un escote amplio en forma de V. Todo el conjunto a pesar de su ligera rareza lo hacía ver de forma majestuosa e imponente. El hombre estaba de pie cubriendo todo el paso del camino con su atuendo. Hien tuvo que desviar la mirada de él inconscientemente para poder hablar sin que el pulso se le acelerara demasiado.
-He decidido por mi cuenta retirarme de ésa patética fiesta. Lástima que usted se perdió el numerito que me armó.
Syaoran Chö frunció el ceño ante ése tono de respuesta y lo dicho también. Avanzó hacia el chico con paso firme haciendo volar el largo de su atuendo.
-¿Te parece que me desvelé noches enteras para hacerte una estúpida broma? Simplemente, lo que llevas puesto me costó un ojo de la cara y el sudor de mi frente. No me costaría ni medio segundo pensar en cómo humillar a una persona de la forma más simple, de querer hacerlo...
Hien parpadeó confuso y volvió el rostro una vez más para ver a los ojos a su jefe de grupo. Ver dentro de ellos era una especie de alivio, por la sinceridad que le revelaban y le dio una oleada de alegría que ése hombre no se estuviera burlando ni nada semejante. Y no sabía por qué, pero tenía la certeza de que si él le hubiera dicho que la broma había sido realmente idea suya... le quedaba claro que no lo habría soportado.
Syaoran Chö continuó su monólogo, lejano a su pensar.
-Además, ¿para qué entonces tendría que ir vestido así?
-¿Cómo?
-Lo hice pensando en que combinaría con el tuyo. Debí haber supuesto que no tendrías pareja para invitar a la fiesta y decidí por ti que sería yo mismo quien te acompañaría. Maldición... –No sabía por qué tenía que confesar todo aquello, se mordió en un acto reflejo la lengua. Desviando los ojos al camino y tomando al otro del brazo-. Vamos.
El cuerpo de Hien no se movió. Nada lo haría volver a aquél lugar, por mucho que "alguien" se haya esforzado en organizarlo, gastándose varios desvelos; pero tampoco quería dejar de divertirse por culpa de lo que sea que le sucedió antes.
-¿Y si improvisamos? –murmuró más para sí mismo. Hien hizo que el otro se devolviera un par de pasos hasta quedar frente a frente con él. Chö arqueó una ceja.
-No creo que yo pueda escuchar la música desde aquí.
-¿A quién le importa? –Hien sintió que el pulso se aceleraba más de la cuenta cuando dijo con firmeza-: Con oír tu canción de ayer noche sería suficiente para mí.
Las miradas de ambos se cruzaron y un incómodo silencio hizo que el último en hablar lo recorriera un horrible estremecimiento de pánico, vértigo o desesperación. No podía creerse que hubiera dicho aquello, obviamente sin pensar y por el puro placer de... ¿de qué? ¿A qué quería llegar con eso? La respuesta vino con un agarre de su cintura y una de sus manos. Hien inconscientemente en respuesta llevó la mano libre al hombro de su "pareja". Todavía sorprendido de no salir huyendo, como sería su reacción más normal, ocultó el rostro posándolo en el hombro izquierdo del joven y comenzó a escuchar la canción desde el principio, dejándose guiar por él en un baile suave, lento que lo hacía temblar también. Por su cercanía con él, se dio cuenta que no era el único al que el corazón le saltaba con fuerza. Sintió en un momento que le soltaba la cintura para hacer uso de su técnica de fuego y pronto había un montón de mariposas rodeándolos e iluminando tenuemente.
Hien se recordó a sí mismo que también Chö le había regalado algo de su fuego, así que no debía estar tan mal el regalo por "accidente" de él a su jefe de grupo, pero se esperó a que terminara la canción para empezar a hablar sobre el tema.
Ahora el corazón le latía con dolor cuando tragó saliva decidido a abrir la boca para... ¿No era rechazarlo, verdad? Es decir, Chö nunca se le había declarado ni nada por el estilo. Contuvo el aliento al levantar los ojos y mirarlo. El hombre tenía el rostro radiante, aún sin sonreír propiamente. Quizá eran sus ojos los que delataban su felicidad. Con eso, las palabras murieron en su boca, se le hizo un nudo en el estómago. Sin pensarlo se mordió el labio inferior.
¡Maldición! Tenía que decírselo o seguiría dando malos entendidos. Sacudió su cabeza y volvió a enfocar la vista en él. Ahora, ¿sería su imaginación o lo veía más cerca? Su cintura se vio atrapada más fuerte que antes y pronto su cuerpo estaba tan pegado al otro que ni una mosca podría pasar entre ellos. No había dejado de mirarlo a los ojos en el proceso y la alarma llegó muy clara al cerebro de Hien.
¡Era hora de escapar! No resistiría mucho ésa situación sin peligro de por medio, el peligro no era Chö, ¡era él!
-Tengo que ir... a hacer los deberes –rompió el contacto con sus ojos y puso las manos en el pecho del muchacho para empujar suavemente pero todavía no aplicaba fuerza cuando sonó el celular. Asustado de pronto su atención se volvió completa hacia aquel objeto que sacó del bolso con manos temblorosas. Se obligó a leer rápidamente:
"Deja que él te bese, de lo contrario..."
Y fue todo lo que alcanzó a leer antes de que el otro le arrebatara el aparato y lo arrojara lejos, con todo el descuido del mundo, desinteresado de dónde fue a parar mientras acortaba la distancia de los rostros. Hien todavía no asimilaba una sola palabra de lo que acababa de leer en el mensaje enviado por su novia Sakura, pero lentamente fue Syao Chö quien le aclaró las cosas.
-¿No te lo dije? Si algo llegara a salir mal, para eso estoy yo aquí –susurró suavemente contra su boca al tiempo que sus párpados bajaban y los latidos redoblaban el ritmo, haciendo posible el oírlos en sus propios oídos. Al tocar con los suyos, los labios de su tímida presa notó su calor quemante y que una inmensa ola de energía lo golpeaba. Intuía que él deseaba lo mismo, así que nada iba a detenerlo llegado a ése punto. Abrió la boca empujando los labios del otro a imitarlo.
-Probemos.
Dijo introduciendo algo más que su aliento en él. Acarició entonces frenéticamente su boca, cual si estuviera hambriento, tanto por fuera como dentro, admitiendo que aquello iba gustándole y con ganas. El otro por su parte, sentía que le estaban derribando poco a poco sus fuerzas de resistencia, sentía cómo el aire en sus pulmones se agotaba, que el bolso caía al suelo y dejaba escapar la botella de agua que era su última esperanza de apaciguar el calor que le consumía las entrañas principalmente a causa de ése chico de bonita cara, excelente cuerpo y un "algo" más que no sabía qué era todavía, pero debía ser la razón de que su cuerpo temblara al tenerlo cerca, así de cerca.
¡Oh sí! Claro que habría problemas y lo necesitaría más de lo que se pudiera imaginar. Debía decirle al menos a qué tipo de problema se tendría qué enfrentar si seguía torturándolo así de ardorosamente. Ya les faltaría el aire para hacer así una pausa y esperaba que entonces no fuese demasiado tarde para comentárselo.
Por otro lado, ¡condenado chiquillo nuevo! Si él se había jurado por cuando existiera y hasta lo que no, que nunca forjaría un lazo con ése chiquillo, ni pequeño ni mucho menos grande. ¿Qué rayos le pasaba con él? Podía sentir una grandísima fuerza de atracción emanando de ése ser corpóreo, que prácticamente lo arrastraba, lo jalaba y no tenía fuerzas para evadirlo, mucho menos ahora que lo "probaba" con ansiedad. Tenía bastante tiempo desde que nadie lo había hecho sentir así, al grado de creer posiblemente ésa sensibilidad suya hubiera desaparecido, pero no, acababa de reencontrarla. El cuerpo tenso entre sus brazos le indicaba que aún se contenía, que todavía se debatía sobre rendirse a él y dejarse llevar.
"Tiene miedo", fue su pensamiento más racional hasta que decidió mover los brazos que aguardaban en aquella cintura, para hacer suaves caricias en la espalda, sugiriendo relajamiento, más deseo... si es que pudiera estar aceptando lo que era evidente.
"Tranquilo, estoy yo aquí". Decía mentalmente como si esperara que su pensamiento pudiera ser escuchado.
Sus bocas se separaron para coger aire, pero no se entretuvo en eso demasiado. Decidido a seguir tanteando su suerte, marcó camino con la lengua por el cuello hasta las partes que el escote del vestido le permitía. Se maldijo mentalmente por no haber hecho el escote más amplio. Recibió en compensación las primeras señales, que eran cortos y ahogados suspiros y la sensación de dos manos abiertas posándose sobre su espalda para sostenerse, según se enteró unos segundos más tarde, pues prácticamente le tenía suspendido en el aire debido a que se inclinaba mucho con él hacia delante... y sin mencionar el detalle de los malditos tacones que le hacían ponerse de puntitas.
Bajó las manos por la espalda del vestido lentamente, sin pretender asustarlo mucho pero ¿qué más daba? ¡Él tenía la culpa por ser así de...! ¿Dócil? No. ¿Atrayente? No. Malditas palabras que no le explicaban lo que quería dentro de una sola. No solo se estaba portando dócil y eso era ya de por sí raro, no solo era atractivo para él, cosa aún más rara según su opinión propia, más que eso y estaba por averiguarlo.
Cuando alcanzó el nivel de la falda, entiéndase las caderas, el chico ya había perdido totalmente el equilibrio por parte de sus piernas y alcanzado un apoyo auxiliar ayudándose de la espalda de su acechador y de un tronco áspero chocando contra sus hombros, perteneciente a una corta reja de maderas al borde del camino. Todo su ser temblaba con las descargas eléctricas que rondaban por su sistema nervioso como si fuera día de fiesta y aquél tacto tan atrevido contra sus cohibidas caderas fue lo peor, porque encima lo hacía pegarse más al cuerpo del otro; y se enteraba de cosas que no quisiera percibir aún cuando había ropas de por medio.
Enterró los dedos en la espalda del hombre sobre él, prácticamente, justo al centro de su columna y escote. Chö despegó los labios de su piel y emitió un extraño quejido. De que estaban empeorando las cosas, era un hecho.
Chö caminó dos pasos hacia la cerca por acorralarlo contra eso y evitar que cayera cuando tuvo la rara necesidad de sujetar ésas manitas que lo lastimaban en la espalda, para dirigirlas hacia su propia cintura o hacia los hombros. Hien no reconoció la súplica que clamaba por evitar el asalto a su espalda, por lo que el otro le acomodó las manos otra vez, mientras volvía a su boca, quizá con algo más de cautela y las sostuvo en ése lugar apretándole por las muñecas.
El beso había sido suave y delicado pero duró poco para el gusto de Hien, quien al separarse los rostros ruborizados, notó que el de enfrente se contraía de dolor y quizá entendiera algo de abochornado al mismo tiempo. Dejó de sentir sus manos atrapadas y vio que él hizo ademán de querer sujetarse con la cerca su propio cuerpo, pero dio con los hombros de él y podía sentir sus dedos apretándolo con muchísima fuerza, la mandíbula apretada y sus ojos humedeciéndose. Quiso preguntarle si estaba bien, mientras enlazaba los brazos por su cintura distraídamente; entonces lo escuchó: el propio crujir de huesos, la columna quizá, pero eso fue el principio, luego entendió que serían sus alas, aquellas que producieron una sombra a sus pupilas, ocultando estrellas y la luz de la luna.
Es un hecho de la naturaleza y aún más raro que todo el conocer gente que pueda mostrar sus alas, porque según eso todo el mundo pudiera tener, pero pocos son los afortunados que llegan a descubrirlo. Syaoran Hien conocía las hermosas alas de su madre, así como las de su novia, pero no había tenido oportunidad con otra gente menos allegada a él. Se preguntó en silencio: ¿qué es lo que hace a las alas aparecer? ¿Él tendría alas también?
Ahogó un grito, luego de su distracción notó que las alas de Chö crecían y crecían bastante. ¡Eran enormes!
-No las veas –suplicó aquél con voz ahogada por el dolor. Aunque bueno, tampoco podía verlas bien porque no estaban extendidas todavía.
-Son hermosas –dijo sonrojándose, sin saberlo su rostro se llenó de luz y adquiría una apariencia demasiado agradable, de hecho Chö podía ver que aquellos ojos entrecerrándose brillaban, los labios formaban una bonita sonrisa de satisfacción y no había ningún rastro de los nervios y miedo anteriores-. Por eso no querías que tocara tu espalda, ¿verdad? Te estaba doliendo mucho.
Lo miró con cara de idiota por unos segundos hasta que escuchó aquella pregunta que le resultó incómoda.
-¿No sabes qué es lo que hace a un par de alas salir? –preguntó adquiriendo una expresión seria al mismo tiempo que se ruborizaba también (o quizá ya lo estaba de forma permanente). Su alumno negó con la cabeza. Bueno, para eso tendría que descubrirlo solo el chiquillo, no iba a decírselo directamente... quizá solo le faltaba un "empujoncito".
Liberó los hombros del muchachito y volvió a bajar sus manos a la espalda y deslizándolas a donde antes.
Hien tembló al entender que el chico todavía no terminaba con él. No parecía querer soltarlo nunca, ni tener prisa. Echó el rostro por encima de uno de ésos hombros anchos para esquivar un beso, pensando que jugaría un poco y le pondría las cosas difíciles. Aunque...
Chö extendió sus alas todo lo largo y ancho como eran moviendo el aire al mismo tiempo. La oscuridad pareció volverse total. Eran aterciopeladas con uno que otro destello pequeño como diamantina, pero en sí, las alas eran totalmente negras, parecían un poco hechas jirones en los bordes inferiores... y el niño quedó admirado de ellas en ése mismo momento, distinguiendo la forma de las alas, que era la misma que el fuego en un recipiente mágico, oculto en su habitación por discreción: alas de mariposa. Anonadado suspiró.
-¿Alguna vez has visto tus propias alas? –dijo la voz que le quemaba la piel del cuello, buscando su boca.
-No. Pero si tengo unas quisiera que fueran como ésas –puntualizó. ¿Me enseñarás a sacarlas?
-Solo con una condición –murmuró a su oído y le mordía el lóbulo de la oreja.
-¿Cuál? –titubeó creyendo por donde iba su juego.
-Que me dejes llegar más lejos con esto.
Hien abrió los ojos todo lo que podía. Obviamente a Chö no le gustaba mostrar sus alas a todo el mundo. Vio que las cerraba y abatía abriéndolas muy poco, como esperando una respuesta.
-Si digo que sí... ya no me hago responsable de lo que pueda suceder –puntualizó sacando el rostro de su escondite.
-El permiso es lo único que necesito.
Dicho eso, sus músculos se tensaron apretando otra vez contra sí a su presa y robando los labios nuevamente con más ansiedad que antes y fue siendo correspondido a su vez.
Nunca antes había sentido un beso como aquél en lo que llevaba de vida. Una a una las defensas que tenía iban siendo vencidas y el calor iba ganando la batalla. Solamente había sido una vez, tiempo atrás, cuando incluso fue su primer beso, cuando algo en su pecho se resquebrajó despertando así su "monstruo" interior. Había sido Sakura quien lo hizo consciente de su realidad, el mismo día de la catástrofe en que terminó quemando la antigua casa de la chica. Pero ni aún entonces el beso había sido tan intenso, se dijo, ni los que vinieron después, aquellos en que la precaución de estar en el sitio correcto era obligación: como un cuarto de baño o alberca o cualquier charco de agua. Y seguía siendo un hecho alarmante pues casi no se permitía roces con ella y pensaba mucho sobre hacer o no el simple gesto de tomarla de la mano.
El motivo de entrar a aquélla escuela era para poder dominar ése peligroso don que le causaba tantos problemas y justo en ésos momentos, lo que quería era corresponder a un beso sin que hubiera problemas. Esperaba que Chö con lo inteligente y hábil que era pudiera salvar el día, pues ya sus fuerzas por retener el calor en su sitio (en algún lugar dentro de su cuerpo), ya estaban sucumbiendo debido a la presión de ésa endemoniada tentación de seguir unido al "abrazo" de aquél de alas de mariposa.
Una oleada de calor se desprendió de él en ése instante, conciente de que no había cerca más que una insulsa botellita de agua. Después un segundo golpe calorífico que se esparció alrededor como si fuese una onda. Estaba seguro de que Chö se había percatado de eso por las dos veces que despegó sus labios de él, sintiendo que le quemaban demasiado, pero no parecía darle más importancia porque volvía al ataque, como convencido de estar llegando a un punto interesante.
Chö sí que había sentido aquello. Frunció el ceño contrariado un poco, pues eso debía ser una técnica de fuego que solo debía aprender luego de un par de años de práctica y eso le molestó: que supiera hacer cosas difíciles y las más simples no. Fue un pensamiento fugaz, porque al instante quería saber de dónde rayo sacaba tanta energía el chico y si tuviese qué hacer algo al respecto que bien sabía hacer y le gustaba la idea.
¿Por qué llevaba resistiendo tanto con ése agradable contacto, siendo que su naturaleza era sensible? A ésa altura de circunstancias ya hubiera sucedido lo peor. ¿Realmente Chö lo tenía todo bajo control? ¿Lo había dicho en serio? Quería creer que sí. Siendo ése su pensamiento se soltó un poco más. Quiso atreverse a tocarlo si es que era posible, dejó de sostenerse de su cintura para elevar las manos sin despegarlas de él, ascendiendo por los costados al pecho, el cuello y finalmente entrelazar los dedos detrás de la nuca. Vino la tercera onda de calor, más fuerte que las demás.
Chö volvió a separarse ahora cayendo en la cuenta de que algo andaba mal, unos labios y lengua tan tímidos no podían... no debían quemar tanto. Todo su cuerpo se estaba calcinando y maldita sea, pero las alas "desconocidas" de Hien (si es que había unas) no se dignaban en aparecer, creía que ya había sido demasiada excitación de su parte, pero las "condenadas cosas de la espalda" seguían sin salirle. Y de eso se trataba solamente, las alas eran una respuesta a una estimulación de ése tipo. De hecho, ahora que lo pensaba, Chö había sacado sus alas solamente un par de ocasiones, una cuando era muy pequeño y con la persona menos apropiada para el caso, y la segunda ocasión era ésa, con Hien. Le avergonzaba ser el único que las mostraba, porque significaba que era él solo quien estaba disfrutando o el único pervertido según se quiera ver. Bueno, se consoló a sí mismo pensando que, dejando de lado lo de las alas, el cuerpo del chiquillo respondía a cualquier estímulo así que no debería estar quejándose tanto. Además, ¿por qué tanto drama si no habían pasado de un beso y alguna caricia medio sugerente a avanzar... pero no más? Nunca antes había estado en ése tipo de situación de estarlo disfrutando, de algo tan simple, que en "otros" caso no le había estimulado o siquiera llamado la atención. Por eso declaró para sí mismo que al chiquillo se encargaría de ayudarlo a aprender mucho y trabajar duro en cuanto a lo de la escuela y no para ser su sucesor, sino para lograr que ambos se graduaran al mismo tiempo y sacarlo de ésa apestosa escuela con él. En ése tipo de pensamientos estaba cuando Hien lo hizo volver a tierra y sonando como exhausto.
-¿Qué me estás haciendo? –su mirada estaba perdida y los brazos resbalaron lentamente de su nuca hasta quedar tendidos a sus costados, como rotos o sin fuerza. A Chö se le paralizó el corazón y la sangre se le vino abajo con la mención de ésas palabras. Debía de haber entendido que el niño no resistiría mucho, que era débil después de todo y vio que poco a poco se desvanecía en su regazo como si estuviera... ¿muriendo? ¿Entonces había sido todo? ¡Y era culpa suya!
Hien se había dado cuenta en el último momento que estaba perdiendo fuerzas de forma en la que él no tenía nada qué ver, Chö le estaba robando más que el aliento.
El chico de alas negras frunció el ceño, estaba tan preocupado en otros "asuntos" que no se daba cuenta de que en realidad le robaba energías al niño. Su don natural no era el fuego, sino el de tomar la fuerza de otros.
-Lo siento –musitó.
-Me diste... el mejor beso que haya sentido jamás –jadeó Hien queriendo darle poca importancia al asunto-. Gracias.
Chö vio humedecerse sus orbes de su presa mientras le daba una sonrisa, quizá la última. Aquello lo dejó estupefacto. ¿Por qué demonios le agradecía? Ése chico, ¿era masoquista o qué? Consiguió armarse de valor para volver a besarlo, aunque le calcinara la piel de tanto que le ardía.
-Yo tampoco te he dicho algunas cosas así que... –dijo por último antes de que Chö se lo impidiera por completo.
Hien abrió sus ojos tanto como podía y sus manos reaccionaron como sacando fuerzas de flaqueza. Su expresión era preocupación pura y tanta que le arrugaba la frente. El cuerpo entero sufrió una sacudida de terror.
"Ya no puedo más. ¡Vete!"
Gritó su pensamiento. En su interior como si se hubieran abierto un montón de compuertas, candados, cadenas todas al mismo tiempo y que suponían ser sus defensas, dejó escapar el caos de fuego interno que tenía, que se reproducía de forma natural en él, son detenerse, sin descanso, infinitamente.
El cuarto golpe de calor tomó por sorpresa a Syaoran Chö, porque ésa vez sí que era fuego auténtico, que quemaba, calcinaba... consumía. Lo sacudió arañándole las ropas, desgarrando y volviendo ceniza sus alas... lastimándolo.
Hien vio entre las ráfagas de fuego que no cesaban el rostro ahora enfurecido de quien antes lo había besado y deseado demasiado, del que antes lo había estado ayudando a aprender cosas nuevas, el que había preparado una fiesta en su honor, quien se había desvelado haciendo un vestuario para él, quien le había regalado un poco de fuego y muy seguramente de corazón y conciente de lo que hacía. Ése alguien a quien maltrataba su fuego sin escapatoria, lo miraba ahora con un odio inmenso y le gritó arrojando aliento frío por su boca, por sus manos, por toda su fisonomía:
-¡¿Por qué nunca mencionaste que tu don es el fuego? ¡Maldita sea! Tú no necesitas aprender nada sobre fuego. ¿Para qué te enlistaste con los de fuego en lugar de con los de hielo? ¡Dímelo!
Hien debía querer echarse a llorar en ése momento, pero las lágrimas se evaporaban en sus ojos. Todo su cuerpo se puso tenso al entender que era depositado en el suelo sin ningún reparo o remordimiento por hacerse sin cuidado. En ése momento deseó morir porque el fuego no cesaba y eso ocasionaba que alguien estuviera siendo herido... nuevamente por su culpa. ¿Ya qué importaba que le arrojase viento helado si eso no podía ayudarlo en nada para revertir los hechos?
-Lo siento.
Chö iniciaba una lucha por sobrevivir. Semejante aprieto no podía tomárselo a la ligera. La técnica de hielo que conocía no estaba siendo de mucha ayuda, había que "cerrarle a la llave" a la fuente de donde provenía aquél fuego infernal o no sabía si podría salir con vida, no solo él, sino que la escuela entera. Recostó el cuerpo de Hien boca arriba y le puso las manos a la altura del vientre, por si el corazón no estuviera echo para resistir aquello. Ojalá hubiera líquido corriendo por sus venas todavía o de nada funcionaría, se dijo, pero no había tiempo para dudas. Todo lo que fuera líquido en Hien debía congelarse con una simple técnica que repitió constantemente por mientras durara el fuego y al mismo tiempo absorbía la energía que le proporcionaba aquél para no cansarse con ése juego. Sabía que el mocoso debía seguir con vida allí abajo, algo se lo decía y era ése vínculo que había hecho con él con la flama que la noche anterior el pequeño le había dado.
Tardó varios minutos en aminorar el fuego, que entonces hizo ademán de ceder e iniciar la retirada a su recinto. Hien había recuperado algo de calma y fuerza en sus miembros y fue por eso que les echó candado a sus sentimientos y fuego a la vez. Sin embargo no se movió del suelo, además de desviar los ojos a cualquier punto que no fuera la cara del otro.
-Así que... don especial de fuego. Ya no me extraña que tus notas fueran altas en la materia.
Chö escupió al suelo algo de su propia sangre que se escapaba por su boca.
-Con ése maldito poder, puedes derribar a cualquier profesor. No necesitas ayuda de nadie para graduarte hoy mismo si lo prefieres, así que lárgate de mi vista.
Aquellas palabras fueron suficientes para que Syaoran Hien sintiera veneno puro correr por sus venas y paralizarle el corazón en el pecho. Y no debía dolerle, no era como si Sakura lo hubiera rechazado, pero eso dolía más que si hubiera sido así.
Se tambaleó en cuanto estuvo de pie, el mundo daba vueltas bajo sus pies. Tuvo que sujetarse a la cerca para no caerse y no era por culpa de los zapatos, según entendía bien.
-Lo siento –repitió.
Recibió de lleno la visión de los ojos fríos, el ceño fruncido, los labios apretados, la mandíbula rígida, junto con un silencio sepulcral, fueron la respuesta a su arrepentimiento. Más tarde la espalda y los pasos alejándose en la oscuridad.
Hien se dejó derrumbar nuevamente al suelo cuando ya no lo pudo ver más y sus ojos se apagaron en la nada.
