Disclaimer: nada de esto es mío.

Notas: dedicado a Eme Ocho. Siento la tardanza, la longitud y esas cosas; es sólo que mi musa viene cuando viene, y más para un terreno tan inestable y difícil para mí como es Canción de Hielo y Fuego. Espero que te guste.

Espejo

Cuando eran niños, incluso su padre les confundía, de vez en cuando. Se cambiaban las ropas, Cersei y Jaime –era algo gracioso-, y el hombre la cogía a ella, del hombro, y le mostraba sus tierras. Porque serían suyas, le decía; eran las tierras de los Lannister.

Y es que eran idénticos, decían todos: ojos verdes y cabellos rubios, y esa sonrisa encantadora, traviesa. Imposibles de distinguir a primera vista, al principio; luego crecieron. Y a Cersei sólo le dejaban ponerse vestidos, y Jaime tuvo que aprender a manejar una espada. Pero seguían siendo hermanos. Gemelos. Seguían siendo uno, en realidad, en dos cuerpos, y qué había más natural que volver a unirse, formar un ser completo.

A veces, mientras se besaban, Jaime le pedía que dejara los ojos abiertos. Ella sabía por qué, por supuesto; ella sabía que era para verse, para verlos, reflejados ambos en las pupilas del otro. Idénticos. Y lo hacía, mientras saboreaba sus labios, y se veía en él, como en un espejo.

Ahora hace lo contrario. Ahora, él está lejos, y es difícil seguir como si nada, seguir adelante y ser reina y ser madre y no romperse un poco. Quiere que le devuelvan a Jaime, quiere que le devuelvan su otra mitad. Y piensa en él cada mañana, frente al espejo; se pregunta cómo estará, pero no si piensa en ella. Sabe que lo hace.

Al fin y al cabo, también en eso son iguales.