Disclaimer: Los Personajes de Harry Potter NO me pertenecen: son de J. K. Rowling. El nombre "Argusthat" ha sido sacado de una carta Mitos y Leyendas (perteneciente a SALO S.A.). Buscaba un nombre para el Bosque y ese me pareció ideal.

Advertencia: Este fic contiene SPOILERS de todos los libros.

Nota de la Autora: El fic ha sido re-editado, los cambios que se han hecho son pequeños, detalles que no eran realmente necesarios en la trama de la historia.


Argusthat: El Hechizo de un Bosque.

« "Escucha el silencio del viento
construyendo tu propio destino
." »

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Capítulo I: "La Presa Y El Cazador"


"¡Corre, corre, corre...! " Se decía así misma mientras trataba de ir cada vez más rápido. Tenía la garganta seca y respiraba con dificultad, pero seguía corriendo. Era su vida la que estaba en juego. ¡Si sólo tuviese su varita!

Ni siquiera sabía si él aún la seguía o ya la había perdido de vista; lo único que hacía era correr y correr.

Con suerte distinguía hacia donde sus pies la llevaban; lo único que podía ver con facilidad eran las ramas de los árboles golpeándole la cara y parte de su cuerpo.

Muchos en su lugar hubiesen preferido morir a manos de su perseguidor antes que internarse en aquel bosque en el cual ella se adentraba ahora... Pero ella no lo sabía. Había perdido la noción de donde estaba hace ya algunas horas, y al escapar de su agresor había tomado el primer camino que encontró a su vista, no sin antes irse con una dolorosa herida en la pierna izquierda, cortesía de su perseguidor. Y ahora, sin saberlo, se encontraba yendo en dirección a uno de los bosques más embrujados de toda Inglaterra.

La oscuridad de la noche se posaba tétricamente en cada uno de los árboles; los envolvía en su manto nocturno y los arrullaba con luz de luna. Los ojos de muchas criaturas se posaban sobre el magnífico espectáculo que presa y cazador daban, grabándose cada movimiento que estos daban; la historia que sería traspasada generación en generación...

Sentía el viento colarse por entre sus cabellos rojizos que se movían como un haz de sombra por cada paso que daba, adornando el oscuro paisaje al pasar.

¿Por qué corría? Para salvar su vida, ¿para qué más correría?

¿Tenía miedo?

¿Miedo?

¿Miedo de quién?

¿De él?

No, ella no podía tener miedo de él... ¿o sí?

Pero... ¿qué podría hacer ella, sin su varita, contra un Mortífago sediento de venganza?

A lo lejos se escuchaba el sonido del galope de un ¿caballo?. Pasos firmes, duros. Como si supiera exactamente hacia dónde ir. No habían dudado ningún momento, ni el "animal" ni su dueño, hacia donde estaba su "presa", lo que no sabían era en dónde estaban ellos. Al igual que ella, se internaban más y más en el bosque.

"¡Más rápido, más rápido...!" Trataba de ser lo más ágil posible; se negaba a sí misma pensar en su pierna herida, que cada vez sangraba más, creyendo que así el dolor disminuiría.

Los árboles tomaban extrañas siluetas a la indefinida luz de la luna, dándole un toque más sepulcral al bosque, mientras las ramas y hojas se movían con el viento violentamente, como si tuvieran vida propia. Si tan sólo alguno de los dos se hubiese detenido a escuchar el hermoso sonido que tenían las hojas al mezclarse con el viento, quizás hubieran entendido las numerosas historias que aquellos árboles tenían que contar: historias de seres mágicos que habitaban en el bosque, su cuna, su hogar.

Pero aquello era lo que menos le preocupaba a los dos jóvenes.

Y el viento seguía calando sus cuerpos, acariciándolos con cada brisa. Se escuchaba su silbido acompañado del fiel frío de una noche oscura y tan especial como aquella.

«De igual forma te encontrará... » Escuchó la joven, de pronto.

No era una voz. No podía ser una voz. Se escuchaba como un susurro, como una brisa muy fuerte que, en vez de silbar, hablaba. Sintió cómo su corazón dejaba de latir por unos segundos después de tomar una áspera bocanada de aire frío. Su cuerpo se estremeció, dando paso al temor de lo desconocido. Ni siquiera fue capaz de preguntar: "¿Quién es?", la voz ya no le salía. Por un momento se olvidó de que corría para no ser asesinada; la incredulidad la estaba invadiendo... "¿De igual forma me encontrará?", se preguntó mientras el temor volvía a invadirla. "No, no lo hará", se prometió a sí misma mientras seguía corriendo lo más rápido que el dolor y el miedo le permitían.

Oscuras sombras surcaban las copas de los árboles en el bosque, siguiendo cada paso que presa y cazador daban. Después de tanto tiempo, por fin vendrían los salvadores. Sólo debían esperar hasta que cruzaran la barrera que separaba el mundo real del bosque; la barrera mágica que les impediría regresar a ambos a su mundo.

El cazador, en una especie de caballo de un color negro casi irreal, cabalgaba como un caballero dispuesto a defender su honor. Y la presa, guiada por su intuición y sus pies, parecía la dulce dama que escapa de sus temores, pesares y destino.

Ninguno de los dos se rendía. Ella, con algunas heridas en el rostro, la ropa rasgada producto de las ramas y zarzas que la alcanzaban cuando corría y una punzante herida en la pierna izquierda, seguía en su afán de escapar de su perseguidor. Él, aferrado a su caballo negro y esquelético, con la mirada fija en el suelo, siguiendo las huellas que dejaba ella en la húmeda tierra del bosque, intentaba buscar a la joven que tantas veces le había desafiado y había logrado escapar. Pero hoy... Hoy sería diferente. La encontraría así tuviese que buscar en cada rincón del lugar en el que se encontraban.

Una suave brisa caló sus cuerpos, primero al de la presa, luego al del cazador. Fría y tan tibia a la vez. Una indescriptible paz se coló en sus almas por unos segundos. Para ellos, en ese momento, era sólo una pequeña ráfaga de viento... Para el bosque y sus seres: La salvación y la destrucción.

Habían cruzado la barrera.

La magia del Bosque corría por su ser; sólo ellos podían ser su propia destrucción, sólo ellos podían ser su ¿única? salvación.

De pronto, como si hubiese sido el momento exacto para atacar, aquellas sombras, que desde arriba los vigilaban, bajaron a gran velocidad; como si todo, desde siempre, hubiese estado planeado. Presa y cazador habían cruzado la barrera. Magia antigua ahora corría por sus venas. Estaban destinados a luchar juntos. Aunque las barreras de sus corazones los separaran en aquellos momentos, la magia del bosque los uniría.

La joven, con la vista fija hacia delante, no se percató que cerca de diez sombras iban directo hacia ella. Lo único que sintió fue el impacto de su cuerpo en el húmedo suelo del bosque, trató de impulsarse con las manos para levantarse y ponerse a correr nuevamente, pero algo se lo impidió. Las sombras fueron más rápidas: en escasos segundos pasó de estar tirada en el suelo a estar siendo elevada por una docena de seres oscuros que, con la rapidez que se movían alrededor de ella, sólo distinguía lo que parecían unos cuerpos oscuros del tamaño de un águila. Miró hacia todos lados, desesperada, buscando algo que explicara aquel ataque.

Respiraba con dificultad mientras trataba de tranquilizarse. Su honra, su venganza, sus recuerdos y su vida eran todo lo que poseía. Y no estaba dispuesta a perder ninguna de ellas.

Sentía como su cuerpo se elevaba más y más. Frío, calor, tibieza y dolor. Una ola de sensaciones envolvió su alma mientras los extraños seres seguían dando vueltas a su lado. Todo era demasiado confuso como para darse cuenta de que los seres la llevaban lejos de donde había estado hace sólo unos segundos. Y como si fuese el momento exacto, las sombras se fueron tan rápido como habían llegaron.

Lo último que la joven sintió fue a su cuerpo impactando fuertemente con algo duro y húmedo, que parecía ser tierra firme.

El joven Mortífago seguía buscando a su presa, sin sospechar que ella ya había sido atacada por unos seres que, curiosamente, ahora iban tras él.

Su "caballo" disminuyó poco a poco la velocidad, mientras movía la cabeza hacia todos lados, como si supiera que los perseguían. Muy pronto, el sonido del trote de la criatura fue opacado por el sonido que se escucha cuando algo ha alcanzado gran velocidad. El muchacho, en un arrebato de curiosidad, volteó el rostro hacia atrás y las vio: una docena de lo que parecían pájaros muy oscuros se acercaban cada vez más a ellos.

-¡Por Merlín...!-Susurró el chico antes de darse vuelta y sacar su varita, con la que golpeó al caballo, aumentando éste su velocidad. Pero fue en vano. De un momento a otro, el animal levantó sus patas superiores haciendo que el muchacho cayera al suelo, y tan pronto como todas sus patas tocaron superficie, siguió galopando, dejando a su amo tirado en la tierra.

-¡Vuelve acá, bestia estú...!-No alcanzó a terminar la frase cuando se dio cuenta de que estaba siendo rodeado por lo que anteriormente iban tras su caballo y él. Sin previo aviso, sus pies se alejaron cada vez más y más del suelo. Sintió como la capucha que llevaba, y que le permitía cubrirse parte de la cara se desprendía de su cabeza producto de las fuertes olas de viento que producían los seres al moverse tan rápido alrededor de él. Un rostro pálido, iluminado por la débil luz de luna, se dejó ver. Su cara desprendía la expresión de quien es atacado sorpresivamente y sus grisáceos ojos tenían un aire de incredulidad al ver lo que lo elevaba y mantenía en el aire.

La voz ni siquiera le salía como para pedir ayuda. Aunque con voz o sin ella, su orgullo era demasiado grande como para pedir algo, y menos si era ayuda.

Las sombras se alejaron con la misma rapidez con la que lo habían atacado, dejándolo caer.

Por unos momentos, el cuerpo del chico fue atrapado por una suave brisa, mientras sintió como el viento le susurraba:

«No vale la pena perseguir ni escapar... Ambos se terminarán encontrando lo quieran o no.»

Fue lo último que escuchó antes de aterrizar violentamente en el suelo, quedando inconsciente por el golpe.

Los árboles dejaron de agitarse, y todo quedó en perfecta calma, como si nada hubiese ocurrdio.

A lo lejos, una luz cegadora se acercaba lentamente a sus cuerpos dormidos, irradiando paz en el lugar. Si alguien hubiese visto el espectáculo, lo único que habría observado serían los cuerpos inertes de ambos jóvenes a escasos metros de distancia, una luz pasar al lado de ellos y luego... el bosque tal y como estaba antes de que ellos entraran.

Y eso, exactamente, fue lo último que las criaturas del bosque vieron.

Los cuerpos de presa y cazador habían desaparecido, al igual que la luz.

La magia del Bosque despertaba una vez más.

La oscuridad invadía el lugar, con suerte podía distinguir sus propios pies corriendo a toda prisa, buscando una luz que la guiara lejos del ¿enemigo?. Sabía que venía tras ella, lo sentía. Giró su cabeza, olvidándose por unos momentos que todo estaba demasiado oscuro para ver, tratando de distinguir a su perseguidor tras ella, pero no vio más que negrura. Rápidamente volvió su vista hacia delante, para darse cuenta de que no sólo la oscuridad estaba frente a ella. Allí estaba él. Casi cayó al suelo al parar tan rápido, quedando ambos a dos metros de distancia. Un rayo de luz caía sobre el cuerpo de la persona que yacía frente a ella, dejando ver unos ojos grises que le devolvían la mirada con intensidad. Se estudiaban mutuamente con desconfianza, como si en cualquier momento alguno de los dos fuese a sacar su varita para atacar al otro. Y así fue. Lo último que ella vio fue una luz cegadora luego de que su adversario sacara su varita de su túnica y la apuntara con ella.

Abrió los ojos con fuerza. Un sudor frío envolvía su cuerpo, mientras sus ojos no reconocían el lecho en el que ahora estaba acostada.

Sentía como su cara reposaba sobre algo blando y suave, mientras cerraba sus ojos nuevamente.

Borrosos recuerdos atacaron su cabeza.

Un destello de luz, dolor, una varita perdida, ramas rasguñando su rostro, oscuras sombras a su alrededor y luego: oscuridad.

Su respiración se agitaba más y más con cada recuerdo que atacaba su mente. Sus ojos se abrieron nuevamente, con la esperanza de opacar lo sucedido la noche anterior, pero no dio resultado: Al cabo de unos segundos de mirar con atención a su alrededor, deseó haberlos mantenido cerrados.

Estaba recostada sobre un montón de hojas amarillas y lo que tapaba y protegía su cuerpo del frío era una inmensa hoja verde.

Definitivamente aquel no era su cuarto.

Todo era sombras, sólo un pequeño rayo de sol, que había logrado colarse entre la arboleda, le iluminaba el rostro.

Ni siquiera tuvo tiempo de preocuparse.

No muy lejos de ella, yacía recostado, en una cama igual a la suya, alguien que, innumerables veces, ya había visto antes.

Aquellas hojas amarillas alojaban un cuerpo pálido, arropado con una gran hoja verde, que descansaba en un imperturbable sueño.

De pronto, otro rayo de luz se coló a través de los árboles, esta vez para posarse sobre el rostro del muchacho; su pálida piel tomó un hermoso tono dorado, mientras su rubio y liso cabello parecía más platinado de lo que era en realidad.

No fue necesario ver su cara para reconocer quién era. Era él: su cazador, el Mortífago que había perseguido y que la había perseguido:

-Malfoy... -Dijo en un susurro apenas perceptible. Sintió como su corazón dejaba de latir por unos segundos y su respiración se agitaba más y más mientras recorría con la mirada el rostro del joven muchacho. Lo miraba con desprecio. La palidez de su rostro y el rubio platinado de su cabello le daban cierto aire celestial. Era esa una de las cosas que más detestaba de él. El cinismo de su físico. Nadie que lo viera durmiendo, apaciguado, sin rastros de gestos de asco ni de desprecio, podría imaginar todo lo que él había hecho para servir al Señor Tenebroso.

Por unos instantes la joven tuvo la tentación de sacar su varita y matarlo allí mismo; acabar con todo de una vez. Él la buscaba para matarla; ella lo buscaba para entregarlo a las autoridades mágicas.

Tentó con una mano, en busca de su varita, uno de los bolsillos de su rasgada túnica... Después de unos segundos de frustrada búsqueda, recordó, con cierta ironía, que había perdido su varita a manos de él la noche anterior.

¿Y si lo mataba con sus propias manos?

Sí... Sin duda aquel sería el peor castigo: Un sangre pura asesinado al estilo muggle.

Cuidadosa y sigilosamente se separó del lecho de hojas que había arrullado su sueño, mientras se iba acercando, poco a poco, a la cama de hojas en la cual dormía el enemigo.

Sólo bastaría con estirar un poco sus brazos.

Nunca la idea de aprisionar un cuello con sus propias manos le pareció tan atractiva. Aprisionar tan fuerte hasta dejar sin aire... Aprisionar tan fuerte hasta dejar sin vida.

Sólo tendría que estirar los brazos un poco más, sólo un poco más y tendría aquel pálido y suave cuello entre sus manos. Pero apenas rozó aquella pálida piel sintió como un escalofrío recorría todo su ser.

Sus ojos se fijaron en el rostro del joven Mortífago, mientras sentía como su respiración se aceleraba. Algo sucedía, lo presentía...

-No lo hagas -dijo una suave voz detrás suyo.

El susto fue tan grande que volteó con brusquedad para ver quien más los acompañaba, retirando sus manos del cuello de Malfoy tan rápido que le dio un leve manotazo en la cara.

-¿Qué... Quién eres? -Preguntó la joven a la mujer que estaba delante de ella.

Era alta y esbelta, usaba un largo vestido plateado que parecía fundirse con su blanca piel y su gris cabello liso.

-No lo hagas -repitió la mujer que, a pesar de que muy pocas arrugas surcaban su rostro, parecía de no muy temprana edad. Tenía ojos cansinos, pero bondadosos, y un rostro en el cual se podía distinguir un poco del sufrimiento que deja la vida con el paso de los años.

-No... No haré nada -aseguró la muchacha alejándose del cuerpo de su cazador, sin tomar en cuenta el hecho de que, a pesar de haberlo golpeado sin querer, él no había despertado-. ¿Quién eres? -volvió a preguntar.

La mujer sonrió. Sus labios eran delgados y de un leve tono rosado que combinaba grandiosamente con el azul eléctrico y apacible de sus ojos.

-Titania -Respondió la mujer, con sencillez.

-¿Qué... Qué es usted? -Preguntó la muchacha, extrañada de sus ropajes.

-Una Dama Blanca -explicó Titania, mientras su cabello grisáceo se mecía con la brisa del viento.

-Una ¿qué? -preguntó la joven, mientras la mujer volvía a sonreír bondadosamente, haciendo que algunas arrugas de su rostro se acentuaran aún más.

-Despiértalo -dijo mirándola a ella y luego desviando la vista hacia el muchacho que aún dormía.

-¿Qué? Pero él... ¡Él quiere asesinarme!

-No, él no quiere asesinarte -repuso Titania con rotundidad.

-No lo despertaré...

-¿A qué le temes, joven humana?

Las palabras resonaron en su cabeza... ¿a qué le temía en realidad?

¿Qué podía perder con despertar a aquel joven?

Sin duda había suficiente espacio para echar a correr nuevamente si él seguía en su obstinada idea de capturarla.

Volvió a fijar la vista en Malfoy y, luchando contra el deseo de hacerle pagar con sus propias manos todo el daño causado, se acercó a él dispuesta a zarandearlo para despertarlo.

-Sólo tienes que tocarlo, como lo has hecho hace unos minutos –explicó Titania, amablemente.

La muchacha obedeció con incredulidad, y posó una de sus manos en una de las pálidas mejillas del joven Mortífago.

Nuevamente sintió aquel escalofrío recorrer todo su ser. Su respiración se cortó mientras sentía como todo su cuerpo se helaba. Tuvo el impulso de sacar su mano de la mejilla del muchacho y acabar con aquella extraña sensación, pero algo en ella contuvo aquel deseo.

Poco a poco, la sensación de frío fue desapareciendo, dando paso a una extraña calidez que invadió todo su cuerpo. Por un instante, se sintió feliz y desgraciada a la vez, y hubiese llorado y reído en aquel momento de no ser porque los párpados cerrados del Mortífago se abrieron tan rápido que la oleada de emociones que estaba sintiendo fueron opacadas por la expresión glacial de aquellos ojos grises que tenían la mirada fija en ella.

La impresión la hizo sacar su mano de la pálida mejilla y retroceder, pero sus ojos siguieron fijos en él, mientras el muchacho tampoco apartaba su mirada de ella.

-Nos volvemos a encontrar, Draco Malfoy... –La muchacha entendió que ya no hacía falta ocultar más su identidad al Mortífago; él podía ser frío y odioso, pero tonto no era; y de seguro, en aquellos momentos, ya había atado todos los cabos sueltos.

Y no se equivocaba.

Desde el momento en el que la muchacha rozó su mano con el rostro del Mortífago, este se había despertado, y le habían bastado pocos segundos para darse cuenta de que era ella la persona que siempre se interponía en sus misiones, logrando escapar en cada encuentro.

-Tú... – dijo observando el pelirrojo cabello de la muchacha y las pecas que adornaban sus mejillas, junto con algunos rasguños. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Era algo tan obvio... La muchacha aquella no era más que una resentida que buscaba lo que con tanta ligereza solían llamar justicia... Pero, ¿quién era él para hablar de resentimientos? Si todo lo que él había hecho en su vida había estado cargado de resentimiento... No, no todo. Por la persona que le habían arrebatado, él hubiese dado su propia vida-. Tú... –volvió a repetir el Mortífago, incapaz de proferir las palabras exactas para expresar su ira-. Maldita traidora a la sangre...

Ambos se miraban con desprecio, con una mirada calculadora y llena de resentimiento. Hubiese resultado difícil decidir quién de los irradiaba más odio en su mirada: Si él ó ella.

-Los lazos de la sociedad mágica los separa –los interrumpió de pronto Titania-, la magia del Bosque los une.

-¿Bosque? –Draco se volvió hacia la mujer, fijándose por primera vez en la presencia de la Dama Blanca-. ¿Qué Bosque? ¿Quién... Quién es usted y qué hago aquí?

Parecía insultante la mala educación con la que Draco se dirigía a aquel ser de luz, cuando la sola presencia de Titania irradiaba respeto; y, sin embargo, él la miraba con un aire altanero y grosero.

Para sorpresa de la joven pelirroja, Titania volvió a sonreír, como si aquel tono grosero le provocara una enorme gracia, como el reencuentro con alguien que no se ha visto en años.

-Soy Titania. Y si están aquí es porque así se ha decidido. Se les ha esperado desde que ellos fueron aprisionados.

-¿De qué está hablando? –preguntó Draco, mirando a la mujer con disgusto.

-Esta noche, el Bosque ha vuelto a escoger a sus salvadores.

-¿De qué Bosque habla? –Draco estaba exasperado. Ya no estaba recostado en el lecho de hojas amarillas, ahora estaba parado con una mirada desafiante en sus gélidos ojos, mientras que tentaba en su túnica buscando su varita.

-¿Podrías dejar de gritar, maldito mortío? -Le espetó la joven pelirroja que también se había parado, y que ya estaba harta de la mala educación del muchacho.

Draco dio con su varita que, curiosamente, no tenía la misma forma que solía tener; ahora era un poco más pequeña y delgada, y sus terminaciones eran toscas y ásperas, pero, aún así no dudó en apuntarla directo al corazón de la muchacha.

-¡Dame una sola razón para que no acabe contigo aquí mismo, Weasley! –Sí, la había reconocido. Quizás sus pecas y su pelirrojo cabello la habían delatado... O quizás, él siempre había tenido la seguridad de que se trataba de ella. Una parte de su ser lo tenía asimilado, la otra parte se negaba a que una traidora a la sangre pudiera causar tantos dolores de cabeza.

-No te tengo miedo, Malfoy –respondió la muchacha sin despegar la vista de los ojos gélidos que la miraban amenazadoramente.

-No me interesa tu miedo, Weasley –le espetó Draco con desprecio, mientras tomaba con más fuerza su supuesta varita-. Pero será un placer hacerte pagar por todas las molestias que has causado.

-Si ustedes no aprenden a tolerarse, serán presas fáciles para la oscuridad –Habló Titania que no se había movido ni un centímetro de donde estaba.

-Mira, chiflada, te exijo que me digas ahora mismo en dónde estamos –Le ordenó Draco, mientras empujaba a la joven pelirroja haciéndola caer, tratando de evitar así ser atacado mientras él se dirigía a Titania.

Por un momento, ambos jóvenes sintieron nuevamente el escalofrío recorrer su cuerpo, para luego darle paso a una suave calidez.

-Se encuentran en Argusthat, la cuna de todo ser mágico –Informó Titania antes de que cualquiera de los dos pudiera reaccionar.

-¿Ar... Argusthat? –Preguntó Draco, girando su cabeza hacia ella y con un tono entre incredulidad y preocupación.

-¿El Bosque Embrujado? –Agregó la joven bruja que yacía tirada en el suelo.

-Los Magos tienen un extraño modo de ver las cosas, ¿no? – Titania tenía una sonrisa melancólica en su rostro, mientras que sus ojos destellaban tristeza.

-Argusthat... Argusthat no existe –Terció Draco con decisión-. Es sólo una tonta historia que han inventado los...

-No, no lo es –lo interrumpió Titania con decisión-. Ni tampoco alguien ha inventado la historia.

-No podemos estar en Argusthat –intervino la joven bruja desde el suelo-. Todos los Bosques Embrujados de Inglaterra han sido protegidos para que ningún mago pueda acceder a ellos. Y está comprobado que Argusthat no es más que un cuento de hadas...

-Muchos cuentos de hadas son reales –explicó Titania con decisión-. Sólo que algunos no han sido relatados de la manera correcta.

El temor se reflejó en los ojos de ambos jóvenes. Aunque no creían ninguna palabra que salía de los labios de Titania, lo cierto era que el hecho de estar en un Bosque Embrujado no les hacía ninguna gracia.

-Joven mago, por favor, baja ya esa rama –pidió Titania con amabilidad mientras se acercaba hacia ellos-. ¿No te has dado cuenta de que no es tu verdadera varita "concentradora de magia"?

Draco, que seguía apuntando a la joven muchacha, miró con horror la ramita que sujetaba con la mano derecha. No, no era su varita. De seguro era una de las tantas ramas que se habían colado en su túnica después de su exhaustiva búsqueda para encontrar a la joven que ahora yacía en el suelo a punto de reír.

-Siéntense –ofreció Titania haciendo un gesto con la mano, indicándoles el lecho de hojas.

Ambos miraron con recelo a Titania antes de obedecer. Draco tiró la ramita lejos, mientras observaba a la joven pelirroja con una expresión que dejaba en claro lo que quería decir: "Si te ríes, te mataré con mis propias manos". Ella entendió a la perfección el mensaje y, aunque no le tenía ni una pizca de miedo, sentía que aquel no era el mejor momento para burlarse de su enemigo, aunque estaba dispuesta a atacar si él lo hacía.

-Tengo una larga historia que contarles, Ginevra Weasley y Draco Malfoy –dijo mirando primero a la joven pelirroja y luego al Mortífago, quienes se sentaron en el lecho de hojas lo suficientemente alejados el uno del otro como para no tocarse, y lo suficientemente cerca como para estudiar cada movimiento que el otro hiciera.

Mientras que, en un lejano lugar del Bosque, fuerzas oscuras se alzaban nuevamente en Argusthat.


Este fic nació una noche de febrero hace algunos años. Me encantaban los Draco & Ginny pero no habían muchas historias de ellos en ese tiempo. La mayoría los involucraba como una pareja secundaria, en algún fic Harry & Hermione, y bueno, para ser sincera, aquella pareja no es de mi gusto.

Así que, inspirada por algunas canciones, decidí hacer mi propi o fic. (:

Mi intención con este fic es sólo entretener. ^^ Espero poder lograrlo. (: