M83 – Too Late ( watch?v=qSMeriXQ2ss)


Sam.

Su nombre suena frágil en aquella voz, casi un susurro.

Sam. –

Dean está de rodillas sobre el suelo, su rostro se sombrea con profundidad y sus ojos están cerrados. Sam se acerca con cautela, camina uno, dos, tres pasos y no avanza nada.

Sam. –

El pánico inunda el cuerpo de Sam, está corriendo y no logra acortar una pizca la distancia que lo separa de su hermano. "Dean" sus labios se mueven pero no sale un solo sonido de ellos, y desea con todas sus fuerzas que Dean abra los ojos, poder ver el verde que los adorna y que su hermano se dé cuenta de que él está ahí, tratando de alcanzarlo.

La figura de Dean se desvanece poco a poco, como un holograma que comienza a disiparse por falta de señal.

"¡Dean!"

Entonces Sam despierta.

–Hey, bella durmiente. –

La voz de Dean se cuela en sus oídos calmando un poco los acelerados latidos de su corazón. Sam suspira con fuerza antes de tirarse de nuevo sobre el colchón.

–Duermes demasiado. – Dean se sienta en el borde de la cama contigua y su hermano solo puede fijarse en como el colchón no se rinde bajo el peso de su cuerpo.

–No lo suficiente. – Responde cubriéndose los ojos con el antebrazo.

–¿Tienes idea de lo aburrido que es observarte dormir horas y horas? – Dean alza una ceja e inclina su cuerpo hacia el de su hermano contemplando la pequeña sonrisa que se ha formado en sus labios –¿Qué? – pregunta curioso.

–Así que en eso gastas tu tiempo libre. – Descubre sus ojos para observar los de su hermano. –Viéndome dormir. –

Sam suelta una pequeña risa por la forma en la que Dean voltea hacia otro lado y casi parece que se ha sonrojado. Casi.

–No tengo nada mejor que hacer. – Dean regresa sus ojos verdes a los de su hermano. –Tal vez si alquilaras cuartos con más de diez canales en la televisión, no tendríamos este problema. –

–De hecho me sorprende que no vayas por ahí asustando personas o entrando a los baños de mujeres. – Sam se ríe con la mirada molesta que le dirige su hermano.

–¿Te parezco "Casper" o algo así? –

Sam vuelve a reírse con ganas, mostrando sus hoyuelos y alborotando un poco más su cabello, y Dean sonríe con algo de melancolía, está completamente seguro de que en otras circunstancias, el aire se le hubiera escapado de los pulmones en ese preciso momento.


Sam se ha quedado dormido de nuevo con la portátil encendida sobre su estómago.

Dean está de pie al borde de su cama, observando como su pecho sube y baja con parsimonia y sabe que seguramente debe verse como algún tipo de psicópata acosador, pero algo bueno tiene que sacar de toda esta situación, y poder deleitarse con la vista de su hermano tan pacífico, es algo de ello.

Le recuerda a aquellos días en los que Sam se escabullía entre sus sábanas y se dormía entre sus brazos, tan tranquilo que para la vida que llevaban, parecía imposible.

Eso sólo hasta que las pesadillas aparecen.

Cada noche es igual, la respiración de Sam se acelera, su cuerpo comienza a temblar y su frente se humedece.

Dean observa como su hermano niega ferviente moviendo su cabeza de un lado a otro.

Se acerca al menor y deja una de sus manos suspendidas sobre la frente de Sam maldiciendo por lo bajo.

–Dean.– Escucha a Sam decir su nombre en un pequeño suspiro, aferrándose a las sábanas bajo su cuerpo.

–Hey, Sammy. – Le llama, sabiendo que es inútil, lo ha intentado noche tras noche y jamás funciona.

–Dean. – Su nombre suena a súplica de los delgados labios que alguna vez solían pronunciar ese mismo nombre entre jadeos.

–Sammy, por favor, despierta.– Suplica él también con la misma esperanza de cada noche de poder salvar a su hermano de aquel sufrimiento.

Dean se cubre el rostro con las palmas de sus manos y se sienta sobre el suelo a un lado de Sam, frustrado y lleno de rabia, porque él solía ser el héroe de armadura resplandeciente y espada en mano que siempre salvaba a Sam de toda agonía, y ahora la impotencia lo inunda porque no puede hacer absolutamente nada.

Sólo esperar.

Y esperar, de alguna manera, le duele.


Cuando Sam despierta, bueno, esa es otra historia.

Le encanta ese preciso momento en el que el último "Dean" es pronunciado y el cuerpo de su hermano se incorpora con rapidez hasta quedarse sentado e inhala aire en una larga y tendida bocanada.

Porque entonces, en ese exacto y efímero instante, Dean siente que el aire le llena los pulmones a él también.

–Hey Sammy.–


John Winchester, no puedo contestar ahora. Si es una emergencia llama a mi hijo Dean, 866 907 3235.–

Dean con sus brazos cruzados sobre su pecho observa a su hermano desde el marco de la puerta del baño, Sam está recargado en la pared a un lado de la entrada, puede ver como sus nudillos se han vuelto blancos por la fuerza con la que sostiene su teléfono.

–Papá…– Sam se detiene, como pensando las palabras adecuadas. –Tienes que contestar, por favor. –

–Sam. – Dean le llama no sabiendo que espera con eso, detesta ver a su hermano tan abatido, sólo desea que se detenga, porque odia ver como Sam se rompe en pedazos más y más pequeños cada vez que el número de John entra al buzón de voz.

–Mira…la cosa es que…– Sam se pasa la mano libre por el cabello, desesperado. –Dean…–

Hay una larga pausa en la que Dean puede notar como el cuerpo de Sam vibra con tantas emociones.

–¡Tu hijo está muerto, maldita sea!– El menor grita y lanza el teléfono contra la pared más cercana, destrozándolo por completo causando que Dean de un respingo.

Dean tiene que desviar la vista un segundo para ocultar la mueca de dolor que se le escapa. Y Sam se deja arrastrar hasta quedar sentado en el suelo, con las rodillas pegadas a su pecho y su rostro entre sus manos.

Dean se desvanece en ese momento porque simplemente no puede seguir ahí.

Y por más que quiera ignorarlo, sabe que lo más difícil aún está frente a ellos.


Y si eres un fantasma, llamaré tu nombre de nuevo.

Tú. Siempre.