–Eso es... vamos, no se detengan. ¡Muevan esas manos con ganas!

Mientras el hombre marcaba la música con ayuda de sus palmas, la prima ballerina de dirigió presurosamente a la tarima, subió con gracia hasta llegar a lo más alto, donde se detuvo y batió los brazos con un movimiento fluido, cada parte de su delgado cuerpo reflejaba la pena que sentía, la decepción por ser traicionada y la desesperación por no tener nada más. El tutú blanco se sacudía por el riguroso trabajo en punta, realmente parecían las plumas del más hermoso cisne... a diferencia del resto.

Por debajo de la montaña, los demás cisnecillos se movían a un mismo paso, danzaban alborotados y en círculo alrededor de su princesa...

–¡Parecen un montón de gallinas sin gracia! ¡Se mueven peor que mi gato muerto! ¡Así seremos el hazme reír del público! ¡¿Quieren hacerme quedar mal frente al nuevo patrocinador?!

Gritó frenético Magnus Bane, el coreógrafo principal de la compañía de Ballet de Nueva York, una de las más prestigiosas en todo el mundo y donde él había triunfado, no muchos años atrás, como el bailarín principal más condecorado, con sus papeles estelares en El Cascanueces, El lago de los cisnes, La Esmeralda, Los zapatos rojos y demás obras que no sólo colocaron la compañía en donde estaba, sino que hicieron de él una de las personalidades más distinguidas de ese mundo, pero al mismo tiempo una diva perfeccionista.

–Muy bien, preciosa, ahora mira al público y hazles sentir tu tristeza... primero a la izquierda y luego a la derecha y... ¡salta!

La chica con una expresión de dolor elevó sus delgados brazos sobre su cabeza y tras mantenerse en punta unos segundos, se arrojó del risco. El resto de las aves permanecieron quietas un momento antes de reanudar su ridículo aleteo y entonces, el gallardo príncipe siguió sus pasos hasta llegar a la pendiente y unírsele en la muerte. Cuando la silueta de ambos de elevó por encima del teatro, los cisnes tomaron su posición final.

–Eso fue hermoso –celebró Bane–, Aline querida, ¡estuviste sublime! ¡Eres la mejor Odette que he visto desde Jocelyn Fairchild! Y túuu... Alec, lograste llevar la actuación del príncipe a otro nivel –continuó diciendo mientras posaba una de sus manos sobre el pecho del hermoso bailarín pelinegro de ojos azules –y su amante en turno–, Alec Lightwood, hijo de los dueños de la compañía, la cual fue fundada por sus ancestros, Cecily y Gabriel Lightwood.

–Repugnante –murmuró Isabell Lightwood, hija menor de Robert y Maryse, padres de Alec y por ende suyos. A diferencia del resto de sus familiares, ella no llevaba el talento para la danza en las venas, fue forzada desde niña a pertenecer a ese mundo en el que no destacaba, pero sin que sus padres lo supieran empezó a estudiar otra cosa para independizarse pronto.

–Son lindos –le contestó una bailarina diminuta a su lado, cuyo cabello fuego era demasiado llamativo para el gusto de la misma.

–Alec es un tonto, sólo porque nuestros padres y Bane se desviven por las mallas no quiere decir que él tenga que hacerlo –puntualizó la alta pelinegra–, ¿sabes?, él quería ser arquitecto pero le lavaron el cerebro y ahora es el príncipe idiota enamorado del estúpido cisne suicida –Izzy odiaba El lago de los cisnes por contar la historia de una niña tonta con carácter débil, la cual, en vez de mandar al diablo al idiota que la engañó, acababa con su vida.

–Bueno, no todos odiamos esta obra... A mí se me hace muy romántica y tu hermano hace un espectacular papel como Sigfrido.

Izzy rodó los ojos.

–Olvidé que hablaba con el retoño de Jocelyn Fairchild... "el más bello cisne que jamás ha existido" –dijo con sorna, arremedando a Magnus.

–Oye... eso fue un golpe bajo –Clarissa Fairchild era hija de una de las más grandes bailarinas de la compañía, cuyo talento y encanto natural le ganaron un puesto icónico entre las diez mejores prima ballerinas de la historia contemporánea... para su desgracia, Clary era un copia fiel de Jocelyn, pero sólo en lo físico, pues no heredó ni pizca de su gracia, por lo que a los dos días de entrar a la compañía se volvió el hazme reír. Su técnica era decente y le gustaba la danza; sin embargo, para obtener un protagónico necesitaba más. Era doloroso, pero la ojiverde sabía lo poca cosa que era en muchos aspectos... además la actual protagonista de todas las puestas en escena era descendiente de una de las principales patrocinadoras: Jia Penhallow.

–Ya... no te vayas a poner a llorar.

–Yo no lloro –se defendió la más pequeña.

–Claro que sí. Cada temporada lloras por no ser la principal... ni siquiera te dan un solo.

–Eres cruel, eso explica porque ninguna de las demás chicas te habla –soltó molesta Clary. A diferencia de su única amiga en ese sitio, ella había batallado para tener un lugar ahí, el renombre de su madre en vez de facilitarle las cosas las había hecho complicadas.

La pelinegra se sujetó el puente de la nariz con sus dedos y suspiró.

–Lo siento. No debí decir eso. Pero... podrías ser protagonista la siguiente temporada si hicieras lo necesario.

–Ufff... como si eso fuera a funcionar.

Clary sabía que acostarse con el padre de Aline era un boleto casi seguro para obtener lo que más anhelaba pero... si su esposa o hija se enteraban –cosa más que probable–, ella vería acabada su carrera y nunca volvería a bailar. No estaba dispuesta a arriesgar eso, por si fuera poco, el sujeto era un tipo horrible, obeso y lascivo. Puaj.

–Entonces no llores...

Las palabras de Isabell fueron interrumpidas por la entrada de sus progenitores, cuyas sonrisas solían enervarla, ambos avanzaron hacia Magnus e intercambiaron palabras.

–Atención todos –pidió el exbailarín–. Nuestros queridos empleadores tienen algo importante que decirles.

Maryse Lightwood subió al escenario y les brindó una cálida sonrisa, menos a su hija.

–Como saben, hace poco un inversionista extranjero se interesó en esta compañía al ver su actuación a través de YouTube y decidió invertir parte de su capital en nosotros y es ahora, nuestro patrocinador más importante –la cara de Aline al escuchar eso fue un poema, estaba consciente de que a su madre no le agradaría nada el asunto.

–Dicho hombre sería presentado mañana, después de la función, durante el banquete de año nuevo, pero hoy en la mañana llegó de Suiza y debido a su apretada agenda no podrá quedarse con nosotros, así que lo conocerán en este mismo momento.

Los murmullos no tardaron en producirse, chicos y chicas estaban expectantes, querían conocer al hombre que, quizás, por fin apartaría a Aline Penhalow y Alec Lightwood de sus Pedestales para darle la oportunidad de lucirse a alguien más.

Cuando Magnus Bane dio una palmada, los susurros cesaron... el miedo que le tenían hacia que le obedecieran de inmediato.

–Damas, caballeros... mi esposa y yo tenemos el placer de presentarles a Sebastian Morgenstern.

Robert miró hacia la puerta lateral más cercana, esperando que apareciera el hombre. Cuando lo hizo, todos los presentes saltaron un suspiro audible. El sujeto en cuestión era increíblemente atractivo y relativamente joven. Su cabello rubio, casi blanco, resaltaba sus ojos negros y sus pómulos afilados. Era alto, de figura esbelta pero fuerte. Al caminar reflejaba una gran seguridad en si mismo, completamente cómodo con todo su ser.

–Me voy a acostar con él –dijo Izzi y Clary no necesitó verla para saber que acomodó su leotardo de tal forma que sus senos resaltarán.

Pero no fue la única con esa idea, todos sus compañeros tenían esa mirada hambrienta, incluso el coreógrafo, que lo recorrió de arriba abajo sin vergüenza alguna.

–Sebastian, querido. Bienvenido –Maryse lo tomó del brazo para presentarlo directamente con los bailarines principales. Mientras intercambiaban palabras la mirada de éste vagó por el lugar, captando los detalles del teatro y la cara de los otros miembros. En una escasa fracción de segundo, se detuvo en Clary, antes de dirigirse a la encantadora Aline.

Esos ojos encendieron algo en la ojiverde, no sabía qué exactamente, pero tras ese breve contacto sentía la humedad en su entrepierna como nunca antes.