Capítulo I: Trastornos en la Tierra.

Una noche de una oscuridad enceguecedora, como no se había soportado en muchos años, parecía servir como especie de premonición a los desprevenidos transeúntes sobre los amargos acontecimientos que entre las escasas luces urbanas tramaban unas sombras completa o casi completamente imperceptibles. Todas las calles de New York exudaban una tensión brutal que parecía ser tan material que existía la sensación de poder cortarse con un cuchillo. Los más avispados de los caminantes percibían una sensación tormentosa, la sensación que el instinto le otorgaba a las bestias acorraladas cuando un terremoto, una inundación o cualquier cataclismo se encontraba a las puertas de aniquilar su mundo.

Esta sensación de tormenta imparable se veía acrecentada por las noticias que circulaban por todos los medios de comunicación existentes en la Unión Americana, desde los medios impresos, hasta los noticieros televisados, pasando por los mensajes radiales y las redes sociales de la Internet: Pese a la supuesta recuperación económica que habría liquidado las consecuencias de la crisis de 2007, se incrementaban las leyes y determinaciones judiciales que perjudicaban los intereses de los trabajadores, las mujeres y las minorías raciales; se acrecentaban los presupuestos militares y se construían proyectos presupuestarios para consolidar los planes de militarización de las naciones; las Grandes Corporaciones aumentaban su influencia en las políticas de los Estados llevando hasta sus últimas consecuencias la vieja teoría que planteaba que el Estado no era otra cosa que el Aparato Administrativo de las Clases Dominantes; las condiciones de vida de las clases trabajadoras europeas y americanas se degradaban constantemente con un incremento acelerado de los índices inflacionarios, el derrumbe del poder adquisitivo, la perdida de la estabilidad laboral, la desintegración y traición de los sindicatos obreros; Crecían en las intenciones de voto de las ciudadanías europeas y americanas las organizaciones de la más rancia ultraderecha, incluso aquellas con planteamientos de claro corte fascista; aumentaban de modo alarmante las tensiones entre las Grandes Potencias Mundiales para lograr imponer su hegemonía en los sectores geopolíticos que deseaban controlar, tensiones que adquirían características de autentica confrontación militar con los duelos indirectos en Siria, Iraq, Afganistán, Ucrania, o guerra económica con los duelos de aranceles entre Estados Unidos y Europa o entre Estados Unidos y China, está última con altas probabilidades de degenerar en un brutal duelo militar como lo demostraban las gigantescas maniobras navales emprendidas por los chinos él mismo día del bombardeo contra las supuestas bases químicas en las tierras controladas por Damasco; la crisis medioambiental aumentaba sus niveles de peligrosidad con incendios, inundaciones, nevadas, desertificaciones de una magnitud e intensidad como no se vislumbraban desde las grandes eras glaciales.

Y como si las conflictividades que asolaban a la humanidad no bastaran para ensombrecer el panorama, se debía tomar en consideración el agravamiento del llamado problema mutante o Crisis del Homo Superior. Después de la práctica e inexplicable extinción o casi extinción de esta raza demonizada por sus notables habilidades, había terminado por gozar de una rápida recuperación; una recuperación que nacía de dos vertientes: por un lado un acelerado incremento de la natalidad (los nacimientos entre los mutantes se habían disparado de modo tan abrupto que había permitido un acrecentamiento natural de la población mutante superior al tres mil por ciento); por el otro una dramática recuperación de las habilidades mutantes por una vasta cantidad de personas que las habían perdido y ahora las poseían nuevamente. La recuperación poblacional era tan espectacular que los expertos suponían que para el año 2050 los mutantes representarían no menos de la cuarta o quizá hasta la tercera parte de toda la población mundial.

Su incremento numérico había levantado una vez más los temores desbocados de los elementos más fanatizados por el odio anti-mutante. No era extraño oír en el Congreso a prominentes Senadores y Diputados exigir la aprobación de leyes para restringir a la comunidad mutante y recordar con pasión la época de Tolerancia Cero y al auge del programa Centinela, de los cuales demandaban su inmediata reconstitución, para de este modo mantener bajo un control estricto a los seres que consideraban una amenaza apremiante para la humanidad entera.

Unas predicas que no hacían más que avivar el fuego de la rabia entre la población mutante y volvían atractivo hasta niveles indisputables los discursos y proclamas de los elementos más radicales que se encontraban en el seno de los mutantes. Personajes que se creía perderían prestigio con desastres del pasado (tan terroríficos como la crisis desatada por Onslaught y la masacre de Genosha) tales como Magneto, Apocalipsis, Siniestro aparecían de pronto ante la mente de muchos mutantes como referencias validas para aceptarlos como líderes, capaces de encabezarlos en una cruzada libertaria contra la opresión humana y llevarlos al lugar que les correspondía por derecho: a la cabeza del dominio evolutivo de la Tierra, amos y señores del planeta y dueños absolutos y únicos de los destinos del orbe entero. Atentados terroristas contra represas hidroeléctricas, estaciones de energía solar y nuclear, puestos de policía y hasta bases militares y centros presuntamente secretos e inexpugnables de los servicios de inteligencia de todas las grandes potencias, demostraban bien a las claras que los grupos que llamaban al levantamiento mutante obtenían mayores niveles de atención que los deseados por los Estados y que si no se tomaban prontas medidas el planeta iba a estallar en una orgía de fuego y sangre sin precedentes.

La envergadura de la crisis se percibía claramente cuando se informaba a la masa de lectores o televidentes que hasta una organización tan poderosa como S.H.I.E.L.D había padecido los ataques de las organizaciones e individualidades radicales del mundo mutante; y según algunos rumores cada día más amplios y cotidianos incluso fuerzas radicales humanas estaban involucradas en una variedad importante de incidentes contra S.H.I.E.L.D. Resultaba extraño que simples partidas de bandoleros revolucionarios se atrevieran a arremeter contra una de las más formidables fortalezas del Orden establecido sin contar con la dirección de alguno de los grandes jerarcas facciosos. Estos ataques solo eran concebibles con la condición que alguno de ellos estuviera detrás de esto, desde las sombras, como medio de calibración de las capacidades de respuesta de las grandes potencias humanas. Para de esta manera planificar mejor su siguiente gran paso contra los elementos que más odiaba. La pregunta más acuciante se refería a quien sería el cerebro tras el arriesgado operativo y lo más preocupante; si existiría más de un cerebro y los informes que algunos grupos de inteligencia poseían afirmando la posibilidad de una alianza amplia entre las diversas agrupaciones terroristas mutantes y/o humanas irían más allá de las simples conjeturas.

Aunque en honor a la verdad, la inmensa mayoría de las organizaciones de espionaje y contraespionaje de las Grandes Potencias Humanas consideraban que estas conjeturas no se encontraban suficientemente respaldadas en los hechos como para ser tomadas en consideración. Afirmaban, no sin razón, que las diversas agrupaciones que pugnaban por la hegemonía mutante eran demasiado diferentes, defendían postulados ideológicos en extremo variados como para que una alianza sólida se formase entre ellos. De todas maneras reconocían, que aunque lejana, era una idea a tener en cuenta. Después de todo por diferentes que fueran sus idearios, todos compartían el mismo objetivo, la destrucción definitiva de la supremacía humana, y entre los más extremistas se llegaba incluso al deseo de destruir la misma especie humana.

Por supuesto esa noche muy pocas personas estaban teniendo pensamientos de este tipo. Sus preocupaciones entraban en el reino de lo mundano: tomarse unas cervezas con los amigos para sacarse el calor o la frustración del pellejo, maldecir en voz alta (en sus cabezas, por supuesto) al hijo de puta del patrón, despotricar contra la mujer, el marido, los hijos o los padres, estremecerse de terror ante la cercanía de los exámenes finales, sacar cuentas de las hipotecas y un largo etcétera, representativo de las miserias cotidianas del ser humano promedio. Por eso, pocas personas pudieron percatarse que entre las sombras de la noche, tanto por los aires como en las calles de la Gran Manzana, unas extrañas figuras parecían moverse sigilosamente, como si estuvieran buscando o esperando algo de suma importancia.

La mínima cantidad de individuos que estaban lo suficientemente interesados por los grandes sucesos nacionales y mundiales como para estar pendientes de lo que acontecía a su alrededor, esperando o temiendo formar parte de esos trágicos eventos, comprendieron que estaban a punto de tomar parte en un acontecimiento que quizá no fuera determinante por sí mismo, pero que sin duda representaba parte importante de acciones de impacto y envergadura mucho mayor a la deseada por la mayoría de las personas del común. Tenían la sensación que cualquier cosa que fuera a pasar en esa zona en las próximas horas aparecería con toda seguridad en las páginas de los futuros libros de historia y no precisamente como un evento de los más agradables en los que se pudiera estar o presenciar.

Entre las personas que procuraban encontrar un sentido a la realidad y se interesaban por enterarse, a través de la prensa o la televisión e incluso de las páginas de la Internet, de los acontecimientos que estremecían el globo se encontraba un hombre que en esos momentos era pilar fundamental de numerosas personas (por lo menos en su comunidad), un hombre que hasta hace poco era una pieza anónima más en el enorme engranaje que era la sociedad americana. William Markson no era más que un obrero de una planta para procesar alimentos de origen cárnico, que por petición de algunos compañeros de trabajo, acepto competir en las elecciones para el sindicato y que ahora se encontraba liderando una huelga de más de 30.000 trabajadores. La razón del conflicto se debía a que la empresa había decidido despedir a más de la cuarta parte de la masa laboral con el pretexto de que formaban parte de la comunidad mutante y por tanto representaban una amenaza potencial para sus compañeros de trabajo y para los intereses de la compañía y de toda la ciudad. Markson, indignado, éxito los ánimos recordando a sus compañeros los tiempos en que los botados, discriminados y/o perseguidos eran los negros, o los irlandeses o los latinos o las mujeres o cualquiera que fuera diferente y en el fondo todo era un pretexto para desmantelar a la resistencia de la Clase Trabajadora y poder destruir su capacidad de soportar y repudiar las pretensiones de la Empresa. De golpe y porrazo un hombre (hasta donde podía ser definido como hombre un tipo de 27 años) que no esperaba ni aspiraba a nada más en la vida que ganar un buen salario, casarse, procrear, tener casa y carros propios, se transformaba, producto de la indignación moral, en el líder de una masa relativamente amplia de personas, que poseían una relativa importancia en la industria de la alimentación y por tanto algo de influencia en los destinos de centenares de miles, quizá de millones de personas. Y todo por una gente que quizás estallaría de gozo ante los terribles sucesos que, estaba convencido de ello, faltaba poco para que asolara la región entera en la que se encontraba y cambiara los destinos de este mundo de un modo que aun se les escapaba a los factores de poder del orbe.

William, comprendiendo en su fuero interno que algo estaba a punto de ocurrir, y habiendo logrado vislumbrar de modo fugaz la expresión más feroz que cualquier ser humano hubiera visto en los últimos cincuenta años, por lo menos, determino que algo debía hacerse para lograr salvar al mayor número posible de personas de la carnicería que estaba por desencadenarse. Pero se encontraba desarmado, expuesto en el medio de la calle y sin conocimiento de quien o quienes pretendían hacer valer sus ideas del modo atroz que temía y preveía. Así que abandono el camino principal por el que andaba y se dirigió con celeridad, pero sin mostrar sus intenciones para evitar un adelanto de la agresión, hacia el callejón supuestamente sin salida que se encontraba a su derecha. Desde hacía varios años atrás conocía los secretos del lugar y sabía que ese callejón había sido en épocas anteriores una especie de vía de escape de los diversos agentes que pululaban en la Gran Manzana en los tiempos de las Guerras Mundiales y la lucha contra la URSS.

Nunca había creído demasiado las teorías propagadas por los fanáticos anti-mutantes y su discurso. Esas afirmaciones acerca de los planes de los mutantes para apoderarse del mundo, derrocar a la humanidad y desatar un genocidio contra las personas normales, de proporciones nunca antes vistas en la historia, le parecían los discursos paranoicos propios de la más descerebrada ultraderecha tradicional de Estados Unidos. En sus discusiones constantes sobre el tema con sus compañeros de estudio y de trabajo, aseguraba que Magneto, Apocalipsis, La Hermandad y otras personalidades y agrupaciones partidarias de la supremacía del Homo Superior no eran otra cosa que mínimas excepciones y en todo caso no representaban otra cosa que la reacción de ciertos elementos de la comunidad mutante ante las constantes agresiones padecidas por los mutantes a manos de los maniáticos fascistas anti-todo-lo-que –sea-diferente.

Y aunque en estos momentos estaba convencido que tenía plena razón en los planteamientos que sustentaba ante sus camaradas, también sabía que estaba a punto de presenciar y quizás de ser víctima de las retaliaciones que los terroristas de las facciones mutantes tomaban contra todo aquello que para ellos apestara a humano. Sus diatribas contra este modo de actuar no era menos intenso que contra los fundamentalistas de la ultraderecha. Criticaba con vehemencia las arremetidas ciegas de los facciosos contra la población civil y pensaba y decía que si los rebeldes tenían un problema contra el Orden imperante, atacasen al sistema establecido.

Para escándalo de sus familiares, amigos y compañeros, no negaba sus simpatías por las teorías creadas por los pensadores sociales europeos o por los radicales americanos acerca de la necesidad de transformar la realidad podrida que nos rodeaba y defendía el derecho de todos los explotados y oprimidos de la tierra-incluidos los mutantes- de defenderse de los ataques de las fuerzas que los pisoteaban. Pero entendía que estas fuerzas estaban representadas por los aparatos de represión de la maquinaria del Estado. Atacar civiles no rompería la estructura de poder que los aprisionaba y de hecho lo más seguro es que consiguiera todo lo contrario al aglutinar a las masas en torno a los factores de poder en busca de protección, restringiendo de esta manera las actividades de los partidarios de la transformación de la sociedad existente.

Una explosión ensordecedora puso finiquito total a los pensamientos del joven sindicalista, el cual procedió a girar su vista hacia la zona donde se escucharon tanto la explosión como los gritos de agonía y terror de los afectados y moribundos. Una oleada de terror, asco y odio se apodero de todo su ser al comprobar los resultados demoledores del ataque. La calle se encontraba regada por las salpicaduras de sangre de los heridos, por los restos (brazos, piernas, cabezas) de las personas alcanzadas de frente por la ofensiva terrorista, por los cuerpos sin vida o en agonía de decenas de personas golpeadas por el intenso ataque de manera frontal.

Pero lo peor estaba aún por ocurrir. Vio como en un parpadeo uno de los atacantes se acercaba a los cuerpos aun con vida de los moribundos y transformando uno de sus brazos en una especia de espada de energía cercenaba la cabeza de los moribundos, sin demostrar la menor piedad y con una sonrisa sádica en el rostro. Un poco a la izquierda de esta demostración de bestialidad total se escenificaba otra escena dantesca: una hermosa rubia se presentaba al frente de los escasos afortunados huidos de la explosión y de la espada mutante, que corrían por sus vidas y cortándoles el paso les arrebataba la vida, aspirándoles sus energías apenas le daban la espalda. Al parecer ejercía una especie de extraño control mental sobre los desesperados, los cuales creían estar recibiendo protección de algún poderoso ser y perecían traicionados, como atravesados por un puñal por la espalda.

La dantesca escena parecía repetirse por todas partes alrededor de la zona donde se encontraba Markson. Porque a la derecha del lugar varias patrullas de la policía neoyorquina yacían despedazadas por las ondas de choque que despedían un par de mutantes a través de sus gargantas y los agentes sobrevivientes intentaban desesperadamente resguardarse de los ataques e intentar repeler lo mejor posible el accionar terrorista. Sin embargo, no veía Markson probable semejante milagro ya que las armas de los policías eran ridículas para poder hacer frente a las arremetidas de los mutantes facciosos.

Los gritos de desesperación de las victimas resultaban estremecedores y no menos impactantes le eran a Markson las carcajadas burlescas de los agresores. Estos, a ojos vistas, disfrutaban con plenitud la carnicería de la que eran protagonistas y su placer se contagiaba de matón en matón. Cada bestia que atacaba era un mar de burlas y gozo sádico. Markson se encontraba convencido que esas expresiones de alegría y esa sensación de superioridad y labor adecuadamente cumplida era la que debían ostentar los mafiosos del nazismo o del stalinismo al cumplir su tarea genocida del día.

La pregunta que atenazaba su cerebro consistía en saber a qué maníaco carnicero obedecían estas alimañas malditas y que ideología precisa sustentaría y daría pie a los delirios homicidas. Pero sus preguntas encontraron una rápida respuesta cuando sus oídos pudieron captar el intercambio de palabras entre uno de los agresores y una de las víctimas: -¿Por qué hacen esto? ¿Qué les hemos hecho para que nos traten de esta manera?- Pregunto llena de histeria una joven y al parecer atractiva muchacha negra, tirada en el piso y con la cara surcada por lagrimas de espanto y dolor.

-Vivir, humana, vivir. La existencia de su débil raza representa un insulto para los poderosos que tenemos derecho a regir los destinos de este mundo. El Sumo Señor ha ordenado que su patética especie sea erradicada de la faz de la tierra y que limpiemos a esta de chusma impura y es lo que haremos con maravilloso placer, basura Homo Sapiens.

Y terminando con brusquedad la conversación y a pesar de los gritos de piedad de la muchacha, procedió a extirparla del mundo atravesándola de parte a parte con las púas de acero en las que sus manos se convirtieron. Lo hizo con suma lentitud, disfrutando los gestos de dolor y agonía que el cuerpo de la joven dejaba escapar. La despedazo pedazo a pedazo hasta que no quedo ninguna parte del cuerpo sana y reconocible con excepción de la cabeza deformada por los gestos de horror y sufrimiento total. La misma fue recogida por el asesino y tras contemplarla feliz la resguardo como un trofeo y se alejo en pos de su próxima víctima.

Así comprendió que el maníaco bastardo detrás del horror del día no era otro que Apocalipsis, el autoproclamado Alto Señor del mundo. Sabía, por lo que informaban los medios y por la misma propaganda de los seguidores del personaje, que este era una especie de darvinista social que pensaba que solo los más aptos o los más fuertes tenían derecho a regir los destinos del mundo y llevándolo a los extremos, que a la larga solo los poderosos tendrían derecho a vivir en el Nuevo Orden Mundial que El y sus seguidores crearían, después de hundir en un océano de purificador fuego al planeta entero. Creía incluso que, posteriormente, su sistema y por ende su Imperio personal deberían ser expandidos a los Potentados existentes más allá del Sistema Solar.

William sabía que Apocalipsis en su demencia ataco al mismo Imperio Shi'ar, se alió con los Skrull y posiblemente también interfirió de alguna manera en las políticas del Imperio Kree. No conocía acontecimiento en los cuales Apocalipsis y sus secuaces no estuviesen involucrados de una u otra forma. Su poderío estaba entre los más prominente de la raza mutante. Quizás entre las más poderosas de cualquier raza en el Universo conocido.

El hecho que sus huestes fueran las responsables de los crímenes que se cometían esa noche no presagiaban nada bueno, ni para la Tierra ni para los mundos con razas inteligentes que poblaban el universo. Si sus huestes se preocupaban por lanzar un ataque de tal envergadura contra una multitud de Homo Sapiens desarmados a la luz de la Luna es porque estaban implicados en algo realmente gordo y querían que todo el mundo conociera sus tremendas intenciones fueran estas cuales fueran.

Montañas Apalaches.

La carcajada estremecedora que sacudía los cimientos del edificio, causaba una sensación de desazón, incluso entre los partidarios más acérrimos del brutal personaje. La diversión sádica que ostentaba mientras veía por una gigantesca pantalla la carnicería que se sucedía en las calles de la enorme urbe terrícola, demostraba el grado grotesco que alcanzaba la naturaleza del alma del individuo en cuestión. No era extraño que su interés primordial, cuando escapo de la catástrofe en su propio Universo y llego a este lugar, consistiera en establecer una alianza con el ser llamado Apocalipsis.

La similitud entre sus filosofías, la crueldad de su accionar, la falta absoluta de dolor y remordimientos por las victimas de sus campañas de limpieza genética, el poder del personaje en sí y el desplegado por sus fanáticos partidarios le inducían a pensar que tenía delante de sus narices al aliado más formidable con el que se pudiera llegar a contar en alguna encrucijada como la que enfrentaba él en esos momentos.

Cuando llego hasta la Tierra de este Universo Alternativo quedo sorprendido y maravillado. Para empezar existía la Tierra (en su universo no era otra cosa que un planeta muerto, desolado, sin rastro alguno de vida después de las grandes guerras civiles que aniquilaron al Imperio Terráqueo). Y en segundo término los habitantes de este mundo, o por lo menos una amplia variedad de ellos, poseían características muy parecidas a las de los seres de su propia realidad. En efecto, las criaturas denominadas mutantes por la mayoría de los humanos y por sus gobiernos, guardaban un notable parecido con la mayoría de pobladores de las grandes civilizaciones de las galaxias de su realidad. De hecho, en las principales potencias, los seres humanos en su totalidad poseían las cualidades que en esta realidad solo habían adquirido una minoría del total de humanos.

Era otra cosa que le agradaba de esta realidad, las personas veían como una aberración lo que no era otra cosa que el desenvolvimiento natural de las habilidades, capacidades y dotes de toda una especie. Esta estupidez los convertía en presa fácil para su ejército. Solo tenía que acentuar las divisiones entre los "extraños" y los "normales", apoyar a los que tuvieran una proximidad aunque fuera tenue con su propia ideología, infiltrarse entre los elementos de autoridad de los distintos gobiernos y facciones del planeta, azuzar a unos contra los otros y tendría la mitad del mandado hecho.

Que primitivos y entupidos eran estos terrícolas: choques raciales, diferencias religiosas, desprecio por elementos de su propia especie que simplemente desarrollaban virtudes un poco diferentes de los patrones de "NORMALIDAD", división entre multitud de países menores en vez de construir un gobierno global. Lo único adecuado entre esta chusma tribal consistía en la sana división jerárquica entre las diferentes clases que componían la estructura económico-social del mundo.

Y sin embargo hasta en esto estaban divididos. Por lo que había podido averiguar en el tiempo que llevaba viviendo en esta mugre, las clases sociales estaban divididas de forma muy heterogénea según el país o región donde se analizase. En tierras como el denominado Mundo Islámico la represión era abierta y bestial, se imponía la sumisión de las clases bajas a hierro y fuego y se reprimía cualquier muestra de descontento que estas se atreviesen a manifestar. En cambio en las zonas conocidas como Europa o Estados Unidos (englobadas en un conjunto mentado Occidente) se creaban mecanismos de manipulación ideológica bastante elaborados; se afirmaba la existencia de una pretendida movilidad social, de la permanencia de una democracia perpetua, del poder del pueblo, de la maravilla del proceso electoral y un largo etc. Lo cual no representaba impedimento alguno para desatar todo el poder del Estado cuando las masas o un sector de estas se daban cuenta de la farsa en la cual estaban viviendo.

Y a diferencia de lo vivido en su realidad, las clases que componían el elemento laboral de este mundo; bien fuera como trabajadores libres o como masa cautiva esclavizada o casi esclavizada; no habían logrado construir una respuesta teórica y/o práctica a las complicaciones sociales, políticas y económicas que las mantenían en una posición de sumisión con respecto a los factores empresariales y estatales. Aquí se encontraban atrapadas en el viejo dilema de las formas que debía adoptar la resistencia contra la hegemonía del Estado y las Clases Dominantes; preguntas sobre la forma o la utilidad de construir organizaciones de carácter sociopolítico, sobre la conveniencia de construir una estructura de resistencia armada, sobre la idoneidad de participar o no en el entramado político en que se sustentaba el Sistema imperante, de establecer relaciones amistosas con otras clases sociales con el fin de estructurar una alianza capaz de confrontar las políticas del poder. Preguntas de nunca acabar pero que en su Universo lograron ser puestas en contexto por los trabajadores y sus líderes y respondidas con la energía suficiente como para constituirse en una fuerza unificada, organizada, inteligente, audaz, culta y decidida que fue capaz de echar por tierra el orden imperante y después de barrer con todo lo que la estorbaba construir una realidad completamente diferente, a su agrado y deseo.

Estaba a tiempo de impedir que semejante afrenta contra el orden natural de las cosas llegase a ocurrir en el planeta que usaba como refugio. Podía salvar a este mundo de tener que soportar el terrible desatino de una Clase Laboral victoriosa, sacudiéndose el predominio de las clases poseyentes y fundando un poder nuevo, y en constante expansión. Tener que huir de sus dominios porque una chusma obrera y esclava se atrevió a pretender cambiar el estado de cosas existentes, bajo la afirmación de que eran anacrónicas, antiguas, insulsas; que la burguesía no tenía derechos a mantener su hegemonía dado que había cumplido su papel histórico y su poder solo traía dolor y opresión, además de estancamiento e involución. Que ellos-los trabajadores y sus aliados-tenían el derecho, el poder y la capacidad de reestructurar la realidad e imponer una sociedad de progreso, avance y desarrollo, capaz de sacudir todas las taras del pasado capitalista. La verdad que todo eso era demasiado y no estaba dispuesto a permitirlo nuevamente.

New York.

La matanza continuaba y con cada vez más bríos, salvajismo y crueldad. La calle estaba teñida por densas manchas de sangre que surcaban los suelos como si se tratase de riachuelos sanguinolentos. Con facilidad yacían tirados más de 300 cadáveres humanos y había más de 2000 personas al borde del suspiro final. Markson, furioso por la magnitud de la afrenta padecida, había abandonado el terror que a su pesar se había apoderado de él y dirigía los esfuerzos de los cuerpos policiales para hacerle frente a la acometida de los dementes apocalípticos.

Había logrado ubicar las salidas y entradas secretas del callejón y se había deslizado furtivamente por las calles de la metrópoli hasta alcanzar el Cuartel General de las Brigadas de Asalto de la Policía Militar de New York. En el trascurso de su vida había logrado entablar amistad con una buena cantidad de sus integrantes, incluso uno de sus principales comandantes en la ciudad era hermano de su actual novia. Describió con lujo de detalles las aberraciones que llego a presenciar mientras abandonaba el teatro de los acontecimientos y dirigió a los indignados y enfurecidos integrantes de las Brigadas al campo de batalla.

Desde que la maquinaria de seguridad del gobierno estadual hizo acto de presencia con todo el poderío que almacenaba para casos de contingencia mayor, lo que había sido un acto de asesinato en masa de civiles desarmados se convirtió en una batalla de amplias proporciones. Los mutantes se encontraron sorprendidos por una lluvia de descargas de energía de alto poder que salían despedidas de los fusiles de asalto de los gubernamentales y de algunos voluntarios civiles-Markson entre ellos-que decidieron hacerle frente a la furia homicida de los terroristas.

El Gobierno Federal siempre había temido que estos actos empezasen a ocurrir con cada vez mayor frecuencia y que los elementos más inestables y decididos de la comunidad mutante tomasen la resolución de desafiar la autoridad de la humanidad sobre el planeta. Magneto y Apocalipsis con sus intentos anteriores habían marcado una tendencia entre cada vez mayor cantidad de partidarios y seguidores de sus doctrinas extremistas y un ataque masivo resultaba cada vez más probable.

Para hacerle frente a la amenaza se estructuro toda una política de investigación militar para la construcción de armamento más y más potente y efectivo. Armas capaces de destrozar las múltiples potencialidades de ataque y defensa de los mutantes y dotar a la humanidad de mecanismos defensivos y- por qué no- agresivos, con los cuales mantener su supremacía sobre el orbe. Con el fin de aumentar la rapidez de respuesta operativa se descentralizo el uso de estas armas y una vez finalizada su construcción se procedió a entregarlas a las autoridades de los diverso Estados de la Unión y de las ciudades más importantes, con la autorización de emplearlas con el grado de letalidad que fuera necesaria y de acuerdo al nivel de la amenaza mutante.

Enormes almacenes y bases de carácter secreto fueron construidos para el resguardo y despliegue de este armamento y ahora, por primera vez, el mundo tenía la oportunidad de ver el futuro que se cernía sobre el planeta si la guerra total llegase a estallar.

Las hordas del Alto Señor se encontraban francamente sorprendidas ante la respuesta de los infames Homo Sapiens. No esperaban encontrar una resistencia que valiera la pena ser tomada en cuenta. Tan acostumbrados estaban a las proclamas de su amo acerca del carácter patético de los humanos, que encontrarlos luchando con armamento de mayor calidad a la esperada y de efectos mucho más prácticos que los concebidos en sus pensamientos, les resultaba terriblemente desconcertante.

Cuando atacaron consistían en dos grupos de seis mutantes cada uno, que atacando coordinadamente desde adelante y por atrás asesinaron la mayor cantidad de alimañas humanas posibles. Con la intención de sorprender a los traidores a la sangre, que de seguro intervendrían para proteger a la inmundicia humana; los infames X-Men; se llevaron un equipo adicional de otros seis apocalípticos. Pero todas estas medidas tácticas se fueron al drenaje con la aparición del inesperado enemigo humano, fuertemente equipado con armas de alta tecnología y tremendo poder destructivo.

Con una rapidez y letalidad desconcertantes los humanos atacaron el edificio donde estaban resguardados los integrantes del grupo de respaldo de los bandidos. Una ola de fuego barrio las paredes de la estructura, sin dañarla en lo más mínimo y atacando las formas de vida existentes en su seno. Dos de ellos perecieron en el acto, calcinados, desintegrados por la potencia de las armas empleadas y completamente sorprendidos por lo inesperado del accionar de los inferiores genéticos. Los otros cuatro reaccionaron intentando lanzar sus poderes contra la policía militarizada. Pero, para su sorpresa, sus ataques de energía, sus dardos, sus garras y ondas de choque; hasta sus asaltos bacteriológicos fueron repelidos o absorbidos de alguna forma por los armatostes de los bichos y revueltos en su contra, junto con los proyectiles de los humanos. Apenas 15 minutos después, todos los mutantes del edificio estaban tendidos, aniquilados por los humanos, permitiéndole a estos atacar a la fuerza de choque apocalíptica, forzándola a abandonar su ataque contra los civiles y concentrar sus arremetidas en contra de los humanos armados y retadores.

Ninguno de los dos bandos en pugna demostraba tener la capacidad para aplastar la amenaza que el otro representaba. Los mutantes se escudaban en poderosos campos de energía o impenetrables muros de acero creados por sus poderes. Los humanos se encontraban tan fortificados como aquellos, utilizando vehículos acorazados, armaduras con escudos de energía y los escombros mismos de las destrozadas edificaciones. Para poder repeler adecuadamente a la resistencia de los facciosos, los gubernamentales modularon sus armas para destruir incluso los edificios en los cuales estos se guarecían. No había manera de mantener niveles de moderación adecuados con las bestias contra las que se medían en feroz combate y los estaduales estaban determinados a aniquilar la amenaza que representaban, utilizando cualquier método y medio del que dispusieran. Las medias tintas no eran de utilidad con estos fantoches. Era necesario medidas de extrema envergadura y, además, así les darían una lección al resto de la chusma mutante.

Una sonrisa macabra adornaba los labios de una imponente criatura que lo observaba todo desde la "seguridad" de un edificio cercano. Apocalipsis sonreía satisfecho con el espectáculo que tenía delante de él. Gozaba extremadamente siendo testigo de una de las más salvajes batallas que se hubiesen presenciado entre las dos razas que se disputaban el control del mundo, desde hacía mucho tiempo. La ferocidad del combate, la determinación de los guerreros mejor dotados de ambas potencias genéticas, eran una demostración palpable de lo acertado de sus tesis acerca de la supremacía del más fuerte y el más apto. Y aunque él se consideraba a sí mismo como el paradigma viviente de la perfección, la fuerza y la aptitud; se mantenía adecuadamente al margen, como omnisciente criatura divina, viendo como se desenvolvían sus criaturas. No había llegado aún el momento de tomar en sus manos el curso de la guerra.

Sabía casi desde el comienzo mismo de la batalla cual sería el resultado de la misma. Conocía a la perfección el tipo de armas que los insectos habían construido para defender sus miserables existencias e incluso podía jactarse de conocer la localización de los cuarteles y laboratorios secretos en los que el Gobierno Federal construía su maquinaria de guerra anti-mutante. Pero quería comprobar la calidad exacta de las armas creadas por las patéticas criaturas humanas y la capacidad que los Homo Sapiens conseguían alcanzar al dotarse de estos instrumentos. Sacrificar alguno guerreros por la santa causa de la pureza y superioridad genética era un precio aceptable, si el premio era barrer definitivamente la escoria infecta que superpoblaba el mundo.

En realidad el espectáculo resultaba de lo más interesante y revelador. Las cucarachas, físicamente impotente para enfrentarse a seres tan superiores como sus guerreros, habían demostrado tener un agudo ingenio y construido aparatos de lo más agradables. Cuando derrocara el poder de esas alimañas, utilizaría esos aparatos para dotar a los miembros menos favorecidos de sus, temporalmente, necesarios ejércitos de ocupación. Podrían resultar artefactos de lo más útiles para despedazar a la escoria de los traidores a la sangre, como esos X-Men o los partidarios de esa basura supuestamente revolucionaria; Magneto.

¡Magneto! Interesante personaje. Poderoso como pocos mutantes que existieran en la vida. Sus ideas de purgar al planeta de la escoria humana demostraban el talento, y energía del personaje. Pero este se dejaba ganar por sentimientos de piedad y misericordia por sus víctimas, que demostraban que a pesar de sus poderes pertenecía al conjunto de los débiles destinados a desaparecer. Se mostraba indigno al pretender incluir en sus intenciones conquistadoras y redentoras a todos los mutantes, por el simple hecho de serlo; como si entre estos no existieran bastardos decadentes que desgraciaban a la raza y merecían ser tan exterminados como los propios Homo Sapiens.

Pero, con todo y su debilidad, Magneto era un guerrero y estratega de primera línea y sería riesgoso enfrentarse a él sin haber establecido previamente un balance de poder completamente favorable a su absoluta destrucción. Sobretodo si se tomaba en consideración que ahora este gozaba de la protección completa de todo el poderío de Genosha. Y para llevar a cabo esta tarea debía conocer la magnitud del poder de todos sus enemigos, desde las cucarachas humanas, pasando por los X-Men y llegando a las grandes agrupaciones de Superhéroes, tales como los Fantastic Four y los Avengers. Además debía asegurarse que las grandes potencias estelares no se sintieran tentadas a intervenir en los asuntos terráqueos. Shi'ar, Skrull, Kree, Celestiales, y la reciente Ola Aniquiladora eran nombres que hasta alguien como él debía tener en consideración a la hora de trazar sus planes.

Por eso había aceptado coaligarse con el extraño personaje que construyo esa impresionante fortaleza en las Montañas Apalaches. Era evidente que no pertenecía a este mundo y si sus historias resultaban ciertas ni siquiera pertenecía a esta realidad. Su poder, determinación y la semejanza de intenciones lo hacían un aliado interesante y su origen alienígena le permitirían comprender a la perfección los juegos de la política interestelar. Cierto que no era de este Universo pero Apocalipsis sospechaba que un ser de los cielos tendría mejores oportunidades de comprender y manipular la realidad de los Imperios Estelares mejor que cualquier terrícola, aunque ese terrícola se llamara Apocalipsis y estuviera a un paso de la divinidad.

Genosha.

Magneto veía con gesto de preocupación las noticias que salían despedidas hacia sus ojos desde las pantallas del televisor, encendido en la sala personal del poderoso mandatario mutante. Desde que había logrado repeler el gigantesco ataque de los Centinelas, Magneto se había estado preguntando qué nuevo suceso de vasta envergadura vendría a perturbar la poca paz que su nueva posición como potencia mundial le otorgaba a los mutantes.

Era un hecho cierto, representaba una verdad incuestionable, que las naciones humanas temían provocar la furia de la Genosha Mutante y tenían unas políticas menos agresivas contra la comunidad mutante dentro de cada una de ellas. Sabían que cualquier acto de agresión declarado contra los "extraños" del interior traería como replica una respuesta proporcional por parte de la Superpotencia mutante.

Aprovechando los breves momentos de paz que esto le procuraba, se dedico a fortalecer sus fuerzas militares a niveles descomunales. Para ello recluto una cantidad bastante notable de mutantes alrededor del mundo cuyas habilidades lo dejaron favorablemente impresionado. Pero, Magneto, no era líder seguidor de costumbres arcaicas. Sabía que los humanos eran una raza muy capacitada para la destrucción y durante su vida había tenido la oportunidad de enfrentarse con poderosas naciones estelares aún más agresivas y bestiales que los propios humanos. Para lidiar contra ellos no bastaban las puras energías y habilidades mutantes y doto a su ejército de poderosas maquinas de guerra ultra-modernas.

Con esta formidable maquinaria de masacres estaría en capacidad de repeler cualquier ataque, de cualquier enemigo-terrestre o alienígena-y dejar claro de una vez por todas, que un ataque contra la República Libre de los Mutantes de Genosha sería el principio de una considerable catástrofe para el desprevenido y estúpido agresor.

Su estrategia de contención había dado resultados brillantes hasta los momentos. Después del fracaso de la demente Cassandra Nova en su asalto contra Genosha, las potencias humanas y los enemigos mutantes-como la Patrulla-X- consideraron prudente evitar la ira del poderoso Señor Magnético de Genosha. La idea de una guerra de grueso calibre pendía cual espada de Damocles sobre la cabeza de todos y nadie quería pasar a la historia como el personaje o conjunto de personajes responsables del posible exterminio de la vida inteligente (y la no tanto) en el planeta.

Pero Magneto viendo las noticias se dio cuenta de su craso error. Estuvo pendiente de los factores de poder oficiales o semioficiales que pudieran perturbar sus planes de redención mundial de los mutantes. Jamás se le paso por la cabeza la posibilidad que elementos tan desquiciados como los Jinetes de Apocalipsis o los partidarios genéticamente manipulados de Míster Siniestro, pudieran tomar parte en el conflicto. Y menos con la fuerza salvaje con la que lo estaban haciendo. El enorme poderío desplegado por los fanáticos seguidores de Apocalipsis en este violentísimo asalto contra New York se escapaba por completo de todos los cálculos realizados hasta ahora por el Gobierno de Genosha y eliminaba de un plumazo todas las teorías y previsiones acerca del Balance del Poder Mundial que se realizaron hasta los momentos.

Magneto no tenía problemas en reconocer los méritos de sus posibles adversarios. Desde la Patrulla-X, hasta el Círculo Interno del Club Fuego Infernal, pasando por las agrupaciones más retrogradas del fanatismo anti-mutante; todos ellos contaban con habilidades, poderes, capacidades y una voluntad e iniciativa que se merecían, a pesar de los odios que años de enfrentamiento habían ido forjando, el máximo respeto por parte del Lord del Magnetismo.

Pero Apocalipsis parecía detentar un aura de maldad que superaba con creces incluso las acciones más maquiavélicas del Club Fuego Infernal. Su fanatismo "darwinista", sus proclamas acerca de la supervivencia exclusiva del más apto, sus monstruosos atentados que superaban con creces todo lo que cualquiera de las otras facciones hubiesen montado anteriormente, su aparente inmortalidad, su capacidad para resurgir de todas las derrotas sufridas como si fuera una versión macabra de la leyenda del Fénix. Todo ello hacía del Sumo Señor un enemigo demasiado terrorífico como para menospreciarlo o colocarlo en alguna lista con los demás enemigos de la causa mutante.

Y para completar el panorama el autoproclamado Alto Señor parecía contar con recursos nuevos en su macabro arsenal. Los poderes de sus mutantes parecían acrecentados en porcentajes nada despreciables y además parecían contar con armamentos completamente novedosos, en comparación con anteriores encuentros entre Apocalipsis y cualquiera de sus numerosísimos enemigos.

El poder que desplegaba Apocalipsis constituía una de las mayores amenazas que tendría que afrontar Magneto a partir de ahora. Los humanos a pesar de su odio anti-mutante lo profesaban un gran amor a su propio pellejo que les impedía arremeter contra sus enemigos a menos que estuviesen plenamente seguros de su superioridad sobre el contrario marcado como objetivo a destruir. Organizaciones mutantes pro sistema como Patrulla-X o X-Force se encontraban frenados por sus propios temores y contradicciones además de por sus valores morales obsoletos y estúpidos. Y fuerzas secretas tan poderosas como el Club Fuego Infernal eran, a pesar de su potencial, demasiado minúsculas como para abarcar todo el espacio que deseaban manipular y someter a su voluntad; además que las informaciones traídas por los servicios de inteligencia de Genosha hacían presumir la existencia de algún nivel de contactos entre Fuego Infernal y Apocalipsis; una posibilidad aterradora que debía estudiarse muy bien y suprimirse en caso de ser real.

El Alto Señor, en cambio, parecía gozar de una cantidad cada vez mayor de partidarios, inclusive entre elementos muy poderosos de las altas esferas humanas. Masas enormes de mutantes habían recorrido las calles de numerosas urbes por todo Occidente clamando porque su Señor limpiara el mundo de la inmundicia que lo contaminaba. Medio Oriente y África habían sido perturbadas por revueltas callejeras en las que las proclamas tradicionales de los partidarios de Apocalipsis habían estado en la primera línea de los combates. Hasta en la Coalición Oriental se habían registrado incidentes de cierta violencia donde parecía tener un importante protagonismo los adoradores del "Dios" egipcio. Y gracias a su vasto sistema de espionaje, Magneto logro enterarse que varios prominentes miembros de la Clase Alta Neoyorquina y de poderosos grupos industriales estadounidenses y europeos contactaron con individuos que servían como ojos, oídos y boca para Apocalipsis y trataron en numerosas reuniones de la posibilidad de conformar una alianza que les entregara en bandeja de plata el predominio de la Tierra en un fenomenal Totalitarismo económico-político, que los tendría a ellos como los Señores del Capital-igual que hasta ahora-y le otorgaría a Apocalipsis la supremacía político-militar. El Alto Señor representaría algo así como el Nuevo Estado Mundial, garante de la prosperidad de los Señores y estos le otorgarían el piso material necesario para mantener de forma permanente e incuestionable su poderío.

Otro argumento más a favor de su teoría. No podía confiarse en los humanos y mucho menos en los elementos más ilustres de su raza. Eran una escoria que con tal de mantener el flujo permanente de capital a las cajas de sus empresas y de mantener su posición de predominio en los engranajes del poder social estaban dispuestos a aliarse con una criatura de lo más infame decidida a erradicar la raza de estas alimañas. Xavier era un inepto y estúpido sensiblero traidor si creía que se podía llegar a alguna clase de acuerdo honorable con semejante inmundicia.

Pero no era el momento más idóneo para pensar en estúpidos como los X-Men y otros grupúsculos de idiotas idealistas. Su gobierno tenía que lidiar con la amenaza inminente que representaban Apocalipsis y sus Jinetes. Sabía a ciencia cierta que esta arremetida contra la capital del mundo no podía ser otra cosa que una prueba, una intentona destinada a fallar en apariencia, pero que le entregaría al marionetista detrás de los títeres toda la información que requiriera para planificar su próxima gran jugada contra las fuerzas de la humanidad.

También estaba convencido que el macabro titiritero lo consideraba un enemigo a tomar en cuenta para futuras batallas. Pero todavía resultaba demasiado pronto para los escasos recursos del Sumo Señor. No contaba con los elementos con los que destruir al poderío de Magneto, mucho menos el de toda Genosha. Sin embargo esto no les impediría a los apocalípticos lanzar contra su isla ataques de prueba con los cuales medir y al mismo tiempo desgastar las defensas de la poderosa isla mutante; un ataque se veía inminente y tendría peligrosas repercusiones si no era adecuadamente aplastado.

Una llamada a su gabinete constituía la acción más inmediata a realizar. Tenían que preparar las defensas y más importante aun anticipar las acciones del peligroso bandolero demente y demoníaco, averiguar las bases de sus efectivos y arrasarlas en la medida de lo posible ante que estuviera preparado para asestar sus golpes decisivos y reales. A este Hitler había que destruirlo antes que estuviera en forma y hundiera al mundo en la locura. Atacar fuerte, rápido, preventivamente y de forma letal y la amenaza quedaría anulada. De eso dependería el futuro de la Tierra.

Hala.

Las imágenes de los feroces combates que sacudían la ciudad terráquea de New York, excitaban hasta lo indecible las mentes y sentidos de los Altos Mandos Militares del Gran Imperio Kree.

El imperio vivía uno de los mejores momentos de su larga historia. Había logrado sobrevivir a los ataques masivos y salvajes de la Oleada Aniquiladora, rechazaron y aplastaron la agresión de la Falange y para completar el estado de excitación existente, sometieron a sus más poderosos adversarios por la hegemonía del Universo conocido. En efecto, destrozaron al enorme Imperio Shi'ar en la sangrienta Guerra de los Reyes y lo transformaron en una dependencia "sumisa" de los vastos dominios de los Kree. Nunca antes los Kree habían tenido control sobre territorios tan extensos de los sistemas estelares conocidos, ni habían gozado de una supremacía tan sin contrapesos en el escenario intergaláctico.

Pero para su pesar este predominio interestelar reposaba sobre una posición en realidad mucho más endeble de lo que querían reconocer en público. Si bien era cierto que los Shi'ar eran una dependencia del Imperio, también lo era que vastas facciones de estos no reconocían la situación existente y numerosas agrupaciones de rebeldes pululaban como plaga por todo lo que antaño era el Imperio Shi'ar. Divisiones enteras de las tropas selectas Kree se veían forzadas a mantenerse estacionadas en territorio Shi'ar para intentar sofocar las revueltas y mantener de forma permanente el actual estado de cosas. Ni siquiera las políticas pacifistas de la Familia Real Inhumana habían logrado contener el exaltamiento de los ánimos belicosos de los insurgentes. Más bien se podría decir que habían sido tomados como símbolo de la debilidad de los ejércitos Kree y solo se consiguió aumentar la magnitud del descontento.

Además vastos territorios que antiguamente pertenecieron al Imperio Kree estaban en manos de la Oleada Aniquiladora y representaban un doble pesar para los Kree: Por una parte eran un recordatorio de la decadencia de estos y de su incapacidad para suprimir a los agresores. Por la otra constituían una amenaza evidente para la integridad física del Imperio. Para nadie era un secreto los apetitos expansionistas de los pobladores de la Zona Negativa y los Kree sabían que en cualquier momento estos reiniciarían sus operaciones agresivas contra este universo y en primer lugar contra la fuerza más amenazante y por consecuencia la primera línea de defensa contra ellos: el Imperio Kree.

Lo que reforzaba esta endeble hegemonía era la desaparición abrupta y definitiva del Imperio Skrull. La incapacidad de este para defenderse del ataque de la Zona Negativa, el desastre de la Invasión Secreta contra la Tierra y la destrucción de lo que quedaba de su armada por parte de los Inhumanos lo habían desintegrado. En palabras de un sabio mutante de la Tierra: "El Imperio Skrull es más pequeño que muchos apartamentos estudiantiles". Además, lo que quedaba de la despreciable raza Skrull, aun se encontraba traumatizada por su colosal fracaso contra el apetito de Galactus. Que una criatura como esa devorara hasta el agotamiento y el exterminio a tu planeta de origen no debía ser una situación fácil de procesar.

Para completar el panorama de lo problemático en el afianzamiento de la autoridad universal de los Kree, la nueva casa real de los Inhumanos por la influencia de la princesa Cristal y de la propia reina Medusa mantenía posturas extraordinariamente blandas para las costumbres de los Kree. Intentaban mantener buenas relaciones con los pobladores Shi'ar, realizaban indultos y amnistías masivas para los rebeldes, prohibían emprender acciones agresivas contra los habitantes de la Zona Negativa, imponían un trato misericordioso con los refugiados Skrull y se ordeno un absoluto cese de hostilidades contra los terrícolas y sus intereses. Se rumoreaba incluso que se estaba pensando decretar la liberación de toda la población esclava y desterrar tales prácticas de las costumbres del Imperio.

Afortunadamente para la gloria del imperio, las autoridades militares estaban dispuestas a restaurar a su máximo esplendor al renovado Imperio Kree y aunque fuera a escondidas trabajarían con suficiente denuedo para extirpar de raíz cualquier potencial amenaza a los derechos sagrados de los Kree a reinar sobre todos los pueblos del universo civilizado.

Gracias a ellos, en gran medida, era que la Tierra se encontraba paralizada en estos momentos por sus sangrientas disputas internas. Otorgarles una buena provisión de armamentos a los Jinetes De Apocalipsis represento sin género de dudas una de las más brillante estrategias que pudieron concebirse para evitar que los terráqueos interfirieran en los asuntos estelares con la energía y determinación con que siempre lo hacían. Mientras ese demente perturbara la paz del pequeño planeta, sus héroes principales se encontrarían en la forzosa situación de atender los problemas internos de su mundo. No tendrían oportunidad de intervenir a menos que quisieran permitirle al autoproclamado Sumo Señor hacerse con el control del planeta y que lo llevara a su ruina.

Además, las arremetidas de Apocalipsis no constituían los únicos focos de perturbación radical del Status Quo terrestre. Los propios humanos se despedazaban entre sí con conflictos de vastas proporciones. Según sus agentes toda la zona que los terráqueos denominaban Oriente Medio estaba inundado por guerras muy destructivas de carácter guerrillero tanto contra ocupantes extranjeros como contra los gobiernos locales. La región conocida como Europa se encontraba inmersa en una severa crisis económica, política y social y cada vez mayores sectores de su población se levantaban exigiendo solución a sus problemas y castigos a los responsables de los desafueros ocurridos. Hasta la gran potencia planetaria conocida como Estados Unidos-sede de la inmensa mayoría de súper seres- tenía que enfrentarse a conflictos económicos y sociales y a una indignación de sus habitantes no menor que la de los otros pueblos.

Si a esto añadimos el problema mutante (no solo representado por el actual ataque de Apocalipsis, o por los preparativos de guerra del líder mutante Magneto) se podía tener la certeza que fuerzas como los Avengers o los Fantastic Four o los metiches que conformaban la Patrulla X serían incapaces de interceder a favor de cualquiera de los enemigos del Imperio Kree.

Menos cuando la operación emprendida por los Jinetes de Apocalipsis estaba lejos de ser el único conflicto con mutantes registrado el día de hoy en la Tierra. Una múltiple escalada de atentados sacudía el planeta en prácticamente toda su geografía: La mutante denominada Mystique destruía en un colosal atentado con bombas de alto poder una planta de experimentos de armas bioquímicas anti-mutantes localizada en Liberia. Un grupo que se hacía denominar La Hermandad atacaba por sorpresa y desmantelaba una base militar anglo-germana en Afganistán. Espías de Magneto destruían hasta sus cimientos dos bases militares construidas por los americanos y sus aliados europeos en la Antártica, que se dedicaban a construir armamento para la guerra contra los mutantes. En definitiva según sus agentes había por lo menos una docena de enfrentamientos de escala nada despreciable entre los mutantes y los humanos en estos momentos. Un panorama delicioso realmente.

Para asegurarse que las rivalidades internas de los terrícolas se agudizasen, un grupo de guerreros Kree, camuflados como mutantes partidarios de Magneto, procedieron a lanzar un ataque salvaje contra el Palacio Real de Wakanda ocupado por la famosa Black Panther y su no menos famosa esposa Storm. Resultaba desde todo punto de vista una operación perfecta: Dos países entrarían en una confrontación que, dada la importancia de los mismos, tendría repercusiones mundiales y que podría derivar en una guerra declarada. Además, Black Panther era un ex miembro de los Avengers con fuertes lazos con sus ex compañeros y Storm perteneció y lidero a los X-Men; ambos grupos sentirían la agresión como un ultraje e intervendrían ferozmente contra los presuntos responsables, agravando de este modo la crisis mundial y poniendo de hecho al planeta al borde de una Tercera Guerra Mundial. Todo marchaba sobre rieles. El Imperio Kree se impondría en todo el Universo como indiscutible juez, jurado y verdugo (como lo reclamaba el derecho natural) y eliminaría todo lo que pudiera oponérsele.