Bueno, este fic posiblemente sea uno corto y bastante Fluff, al menos casi siempre. Quizás con algo de humor si es que se me da el tema. Ubicado en la temporada 4 después de que Robin se marchará. Swan Queen y Swan-Mills Family sobre todo.

OuaT no me pertenece porque si me perteneciera estaríamos tirando manteca al techo con tanto SQ.

Mil disculpas si hay errores o faltas en cuanto a la escritura. Mi correctora del último fic está ocupada y no quiero molestarla. Cuando vuelva a estar libre haré que le dé un vistazo. Gracias por leer!

Ah, ¡Feliz Navidad a todas!

Operación Cheesecake de Oreos

Rollos de Canela

Los sábados son de esos días en los que no hay mucho que hacer en general. Aún más si eres la alcaldesa de un pueblo como Storybrooke. Antes embrujado, ahora obligado a permanecer dentro de unos límites inamovibles a cambio de conservar tus recuerdos. Regina suspiró cuando la abuela apoyó su taza de café humeante frente a ella.

-Aquí tienes querida – dijo simplemente y se marchó a atender al resto de los clientes sin preguntarle si deseaba crema o azúcar. Y es que la abuela conocía lo suficientemente bien a sus comensales habituales como para saber lo que pedirían cualquier día de la semana. La alcaldesa era de rutinas bien establecidas. Los días en qué Henry dormía en la mansión preparaba el desayuno para los dos, pero aquellos que pasaba sola prefería caminar a la cafetería y pedir lo de siempre. Café solo bien cargado, sin crema ni azúcar. Amargo para disfrutar bien del sabor del brebaje. No es que tuviera mucha experiencia para compararlo, pero el café de esa anciana siempre le había parecido excepcional para provenir de una simple cafetería al paso. Esa taza se convirtió en un pequeño consuelo cuando tuvo que aprender a compartir a Henry.

El rollo de canela y el chocolate caliente que la abuela apoyó frente a la silla a su lado la alertaron de la irrupción por venir, intrusión que se consumó con un chasquido proveniente de las botas de la sheriff al apoyarse en la silla alta.

-Buenos días – le dijo Emma con una de esas sonrisas de apenas amanecida que solía tener a las 8 de la mañana.

Regina rodó los ojos y bufó suavemente por el exceso de cordialidad con la que siempre la trataba Emma - ¿No deberías estar con mi hijo Swan? – objetó remarcando el pronombre posesivo mientras arqueaba las cejas.

-Sabes bien que Henry no se despierta hasta las 11 los fines de semana – se defendió la rubia mientras le daba un bocado a su desayuno – Mmm… ¿por qué solo harán estas maravillas los sábados? – se quejó para luego dedicarse a dar cuenta del panecillo especiado. Tan descaradamente satisfecha.

Regina pensó que solo le faltaba perder completamente el decoro y enrollarse alrededor de la pasta en medio de la cafetería. No podía estar tan bueno como para hacer tremenda exageración. ¿Verdad? No había forma de que un simple panecillo con canela pudiera conseguir que alguien profiriera tantos sonidos de satisfacción. ¿Qué es lo que Emma quería probar con esa expresión casi orgásmica? Acaso la contrataban como publicidad viviente para vender esas pastas. Era imposible que algo estuviera tan bueno.

-¡Cheesecake de Oreos! – Emma interrumpió los pensamientos de la alcaldesa prácticamente gritando la frase al conseguir mantener la boca más vacía.

Regina la observó como quién observa una pintura abstracta. Retrayendo una ceja y con una expresión confusa. Cómo si estuviera observando algo peculiar y difícil de entender.

-¿Disculpe? – inquirió sin dejar de interrogar a Emma con la mirada.

-¡Cheesecake de Oreos! – volvió a anunciar la sheriff mientras asentía en dirección a Regina haciendo que esta observará por detrás de sus hombros buscando el objetivo de aquel extraño comportamiento.

-¿Es alguna clase de palabra clave? – insistió tratando de entender un poco mejor a Emma.

-No… es una tarta de queso con base de galletas oreo.

-¡Ya sé que es una tarta de queso! - Regina bufó audiblemente - Mi pregunta es por qué razón sigue repitiendo el nombre de una tarta de queso como si revelará la fórmula para la juventud – siseó mientras sentía una cantidad bastante importante de paciencia abandonar su ya de por si escasa continencia verbal.

-¡Ah! Eso… es que echo de menos el cheesecake de oreos – explicó Emma con algo de añoranza, lo que hizo que Regina curvará los labios en un gesto molesto – cerca de donde vivíamos en New York había una pastelería que hacía unas tartas de queso maravillosas y las de galletas oreo era las más deliciosas.

-¿Y por qué me importaría esa información? – apuntó sin muchas ganas Regina.

-Porque somos amigas – sentenció Emma con sencillez.

Regina carraspeó – no exactamente, tú quieres ser mi amiga pero encuentro que hablar de recetas es tan inverosímil como hacer llamadas telefónicas a los "muchachos" que nos gustan – hizo comillas al decir esa palabra haciendo referencia a un incidente que ella y Emma compartieron tiempo atrás. Mucho tiempo atrás. De hecho, ya no había muchacho que le gustará, solo ausencia – así que no veo el porqué de su confesión repentina.

-Porque la abuelita se niega a prepararlo – expuso Emma con desilusión.

Regina observó a la rubia y luego a la anciana que desde luego no se enteraba de que era objeto de una acusación – ¿y quiere que abuse de mi autoridad y multe a Granny's por no preparar su postre favorito…? – sus ojos se entonaron acompañando la sentencia.

-No, solo especulaba con un rumor que he oído sobre que… – Emma invadió el espacio personal de la alcaldesa y su aliento golpeó la piel del cuello de Regina cuando se acercó a su oído provocándole un escalofrío – tú sabes cocinar muy bien.

La morena demoró más de un habitual segundo para entender que era lo que la sheriff pretendía con aquel halago inesperado, quizás porque aquel estremecimiento le entumeció las neuronas, sacudió la cabeza de un lado a otro ante los ojos expectantes de Emma – Perdóneme Señorita Swan – aseveró recuperando la compostura – está usted sugiriendo que yo ocupe mi tiempo para prepararle algo de comer.

Emma asintió sin darle importancia a ese leve signo de mosqueo que aparecía en los ojos chispeantes de Regina – no es cualquier cosa, es un cheesecake de oreos – exclamó con entusiasmo.

Regina meneó la cabeza – no, claro, no es cualquier cosa, es solo un postre que dista mucho de un alimento balanceado nutricionalmente.

-¡Nada que sea balanceado nutricionalmente es sabroso! – se quejó la rubia.

-Y tú te alimentas como una cría – espetó Regina apurando su taza de café para escaparse de esa conversación sin sentido.

-Las oreos son una institución y no están condicionadas por la edad del comensal, son sabrosas a los 10 o a las 32 – se defendió la rubia.

-Y están plagadas de porquerías que no son en absoluto sanas – impuso Regina.

La expresión de Emma se volvió de absoluto desagrado – no hables así de un manjar tan delicioso, es blasfemia, eso es porque nunca has comido siquiera una sola de esas galletas.

-Por supuesto que he comido oreos – aseveró Regina pero la ceja de Emma se arqueó como toda respuesta - ¡MUY BIEN! Nunca he comido una maldita oreo, ¿está feliz Señorita Swan?

Emma negó con decepción – Por supuesto que no estoy feliz – afirmó con una mano en su pecho - ¿qué clase de vida es una vida sin oreos?

-Una vida saludable – espetó Regina – mire Swan no voy a preparar un cheesecake de oreos si eso pretende – aseguró dejando a un lado su taza y disponiéndose a salir del local.

-¿Y si te dijera – añadió Emma – qué es uno de los pasteles favoritos de Henry?

Regina detuvo sus movimientos y se mordió el labio inferior - ¿A qué viene eso ahora?

Emma sonrió de medio lado manifestando su triunfo moderado. Cualquiera que conociera a Regina sabría que Henry es tu talón de Aquiles, su debilidad. Siempre cedía cuando de su hijo se trataba - ¿Qué te parecería si despierto a Henry, buscamos los ingredientes y vamos a tu casa a pasar el aburrido día sábado contigo?

-¡Usted solo quiere comer cheesecake! – protestó la alcaldesa de mala gana, pero notando como en poco tiempo empezaría a ceder.

Emma no negó la acusación - ¡Culpable! Pero imagínate lo feliz que pondría eso a Henry…

-Si tanto desea comer esa cosa ¿por qué no lo prepara usted? – inquirió la morena a sabiendas que acabaría preparando una tarta con una base de galletas que a primera vista se veían sospechosas.

Emma se rió con ironía - ¿Yo? Yo no puedo cocinar prácticamente nada, ¿acaso no sabes que tuvimos que llamar a los bomberos cuando intente preparar un omelette hace dos semanas…? Y los huevos ni siquiera tocaron la plancha.

Regina entornó los ojos sospechosamente. Conocía perfectamente que Emma sobrevivió a más que pizza cuando estuvieron en New York unos meses atrás. Era completamente consciente de que la rubia estaba exagerando para obtener su favor. Los ojos esperanzados de Emma y la mención de Henry por tercera o cuarta vez en una frase que en realidad no escuchó acabaron por tener el efecto esperado - ¡Esta bien! – exclamó –, pero no se demoren, aún tengo que averiguar cómo prepararlo – y levantando la mano derecha añadió con rapidez – y no se atreva a traerse al novio ese que tiene.

Emma dio un salto en su sitio cómo si no sintiera la más mínima pena o culpa por dejar afuera a Hook y terminó apuradamente su chocolate - ¡ESTUPENDO! – dijo una vez que acabo dándole un beso en la mejilla a la morena que la dejo sobrecogida, algo que la rubia no notó en absoluto – voy a por Henry, te veo en la mansión – fue lo último que dijo antes de salir por la puerta.

Regina se volvió y tuvo que esforzarse para entender cómo era que cedía a esa insoportable mujer una y otra vez. Esa insufrible y molesta mujer siempre obtenía lo que deseaba de la alcaldesa. Quizás por eso desde hacía algún tiempo Regina era consciente de que tenía dos debilidades en lugar de una.

Se levantó y saludó silenciosamente a la abuela que le devolvió el gesto. Dio tres pasos hacia la puerta, cada uno más rígido que el anterior, oponiendo resistencia a un deseo mundano que con el que batallaba. Gruño en silencio por su falta de voluntad y se volvió sobre sus pasos hasta la barra.

-Abuela – dijo suavemente escondiendo su enfado consigo misma y tratando de sonar natural.

La mujer se volvió y la encaró - ¿si querida?

-Quiero uno de esos – señaló los rollos de canela – para llevar…