Sabine era muy apegada a su hija. Y, ¿cómo no serlo? Marinette era hija única, por lo que pasaban mucho tiempo juntas, ambas conocían muy bien a la otra.

Es por ese motivo que Sabine sabía muy bien que Marinette adoraba los útiles escolares, que le encantaban los cuadernos y que los coleccionaba.

Por eso apenas se enteró de que en el Supermercado había liquidación de cuadernos, le avisó enseguida a su hija.

Marinette apenas recibió el mensaje se dirigió rumbo al local y se encontró con su madre casi enseguida.

—Gracias por avisarme —la sonrisa de la adolescente solo demostraba emoción.

Sabine no pudo evitar acercarse un poco más a su hija y darle un abrazo.

—¿Y eso por qué fue? —preguntó Marinette un poco confundida. Claro que le gustaba recibir abrazos de su madre, solo que no le vio sentido.

Sabine le sonrió a su hija como muestra de cariño.

—Solo porque eres muy especial, nunca cambies —realmente Marinette no pudo comprender a que se refería exactamente su madre con aquello. Pero no preguntó nada, a veces es mejor quedar con la duda.

Ambas ingresaron al lugar y se dirigieron a la sección de los cuadernos. Frente a ellas había una gran variedad de cuadernos.

El problema era que ambas mujeres eran muy bajas, entonces sería difícil alcanzar los cuadernos.

—Puedes comprar tres —le avisó su madre.

—¡Muchas gracias! —exclamó con mucha alegría la azabache. Luego observó nuevamente los cuadernos y volvió a su problema inicial: estaban demasiado alto.

Había uno muy bonito que ya había llamado su atención, era un cuaderno que tenía un unicornio en su portada. ¿Quién no querría un cuaderno de unicornio?

—Creo que ya tengo una opción.

Ahora el problemas era que los cuadernos estaban ubicados en un mueble muy alto, de tres pisos y justamente estaban en la parte más alta.

¿Cómo llegar hasta ellos sin tirar nada?

Lo primero que intentó fue ponerse de puntitas, pero no lo consiguió. Su segunda opción era trepar el mueble, seguramente no sería algo tan complicado y conseguiría ver los otros modelos.

—¡Adrien, ven! —en el momento en el que ella comenzaba a trepar el mueble, el grito de su madre la tomó por sorpresa.

《Adrien...》 pensó y no pudo evitar perder el equilibrio. ¡¿Por qué justamente lo llamaba a él?! Eso si que fue inesperado.

Justo en el momento en el cual pensó que se caería, unos fuertes brazos la sujetaron por la cintura, evitando el posible impacto.

—¿Qué estabas haciendo, niñita? —le preguntó con tono divertido mientras la ayudaba a quedarse parada en el suelo —. No tienes que trepar, puedes caer.

《Me salvó...》Marinette estaba un poco sonrojada, porque había actuado de modo torpe. Y también porque... él la había salvado.

—La traje por los cuadernos —dijo Sabine.

La sonrisa de Adrien solo demostraba diversión, algo como burla.

—Y como es muy bajita necesita ayuda —se burló Adrien.

—Es igual a mí —Sabine la abrazó por los hombros. Marinette alzó su mirada para poder ver al chico y la sonrisa divertida que él le obsequió, solo la hizo sentir aún más avergonzada.

—Algún día creceras más —comentó con burla el rubio.

Marinette se enderezó lo más que pudo, para verse un poco más alta. Por instinto observó a Adrien, que por alguna razón también la estaba viendo. Él se enderezó un poco más y se rió.

—Mari, apenas tienes catorce, ya creceras —de modo tierno le acarició el cabello —. Además, así eres muy bonita.

《Bonita...》la azabache no pudo evitar sonreír, pero también bajo su mirada casi de inmediato, no quería que él viera su sonrojo.

Adrien rió un poco y acto seguido abrazó a su pequeña amiga.

—Será mejor que hagamos esto, pero a tu altura —de ese modo bajo una de las cajas con cuaderno y la colocó frente a Marinette —. Así estarás más cómoda.

Todo esto fue un sueño que tuve y me pareció interesante escribirlo. Ya sé que es bastante cursi.