EL REENCUENTRO FINAL

302 AL

Un paso detrás de otro, vamos, iba diciendo la joven mientras caminaba con mucha dificultad a causa de la nieve que cubría hasta sus tobillos. Habían pasado dos años desde que comenzó el invierno. Estaba asustada, muy asustada. Vamos, no puedo rendirme ahora. Soy del Norte y la nieve es nuestra vida; pero a ti no te gustaba el frío y no te pareces a los norteños.

Había nacido en el Norte, pero desde que fue a la capital siguiendo a su padre y sus sentimientos; este empezó a desaparecer. Nunca debí ir a Desembarco, nunca; ¿por qué tuve que fijarme en aquel monstruo?; ellos destruyeron a mi familia…y yo. Todo lo bello y lo hermoso había destruido sus sueños de caballeros de hermosa armadura y a su familia. Los príncipes no existen, sólo los monstruos; debí de quedarme con Tyrion aunque fuera enano y sin nariz; era el único que se portaba bien conmigo; él y… - se puso colorada - el Perro. Tenía que haberme ido con él. Y más después del beso. Desde que se marchó, soñaba con ese momento, pero me habría hecho daño. En su rostro había rabia, y antes era una niña que se escondía al ver su rostro. Si volviera….

Escapó del Nido con poco para evitar a Petyr Baelish, y decía que quería llevarme al Norte y que era como su hija; pero a una hija no sé le hace. Quería volver a Invernalia, aunque ya no quedase nada de él. Debía huir de allí, pero todos los caminos eran idénticos. ¿Estaré más cerca del Norte? ¿O estaré dando vueltas?; rezaba para no estar volviendo al Nido, dónde le esperaba un matrimonio con otro monstruo o que la cogieran y la entregaran a Cersei.

Mientras continuaba andando, su mente iba a sus recuerdos de Invernalia. Los echaba de menos a todos, incluso a Arya, Si hubiera sido más como ella y no la hubiera tratado tan mal. Si pudiera volver a verla…; está muerta, como el resto de tu familia. No te queda nada. De repente topó con algo y se echó hacia atrás.

- Hola jovencita, ¿qué hace alguien como tú por aquí sola? – preguntó un hombre mayor mostrándole todos sus dientes rotos -.

- Yo…yo… - tartamudeo Sansa no puedo mostrar miedo, si lo hago estoy perdida. Sólo es uno, si… -.

- Dunch, deja a la chica – dijo otra voz detrás de la joven - ¿No ves que la asustas?

- No…no me asusta – respondió ella intentando parecer relajada -.

- Anda, parece que la chica no te tiene miedo – volvió a decir el hombre de su espalda y puso una mano en su hombro - ¿Y cómo se llama la chica sin miedo?

- Ssss…Alayne, Alayne – dijo y se movió a un lado quitándose la mano del sujeto -.

- Alayne…¿dónde he oído ese nombre? ¿Tú te acuerdas Dunch?

- Alayne, Alayne…también me suena de algo, James. ¡Gorgh!¡Ven! ¿Te suena el nombre de Alayne?

Dioses, no debería haberle dicho ese nombre. Pero si le hubiera dado mi otro nombre, podría haber sido mucho peor.

Entonces apareció de entre los árboles un hombre que medía tanto como Hodor y que llevaba una gran espada en su cintura.

- ¿Alayne? Alayne no es la bastarda del Lord Protector del Valle. La buscan.

- Así, que eres una dama – dijo James haciéndole una reverencia -. Pero te has escapado. Eso no se hace – y se fue acercando a ella -.

No, no…no puedo dejar que me lleven de nuevo al Valle, pensaba mientras retrocedía poco a poco.

- Y nosotros cómo verdaderos caballeros que somos, debemos llevarte a tu casa con tu padre. Ven con nosotros, te protegeremos, ¿verdad chicos? – y los otros asintieron -.

¡No! Estos hombres son capaces de todo. Incluso de…; y salió corriendo hacía el bosque, con la dificultad de la nieve caída ¡Corre!¡Corre!. Se dio la vuelta y vio como el gigante llamado Gorgh le iba recortando espacio. Entonces, tropezó y cayó de rodillas. El hombre la cogió con un solo brazo y la llevó a la fuerza dónde los otros.

- Que chica más traviesa. Hay que llevarte con tu padre inmediatamente – dijo Dunch acercándose a ella -. Seguro que nos da mucho oro – sonrió mostrando sus horrorosos dientes-. Pero antes podríamos pasar un buen rato…no creo que a tu padre le importe mucho. No puede casar a una bastarda con nadie importante - y pasó su lengua por los labios agrietados -. James cógela, quiero ser el primero -.

Alayne intentó zafarse pero la agarraron con fuerza. El viejo Dunch se acercó con ella y le quitó su capucha con fuerza y le cogió el abrigo, mientras caía su pelo moreno con…

- ¡Soltadla! – rugió una voz rasposa detrás de los hombres -.

Sansa miró a la dirección de la voz que había hablado y vio como un hermano de un septo se acercaba a ellos con la cara tapada y cojeando. Él sólo no va a poder con los tres. Lo van a matar por mi culpa.

- Hermano, vuélvete a tu septo y déjanos llevar a la chica a su hogar – respondió James-.

- Ella no quiere ir con vosotros y más bien le hacíais otra cosa – respondió el hombre encapuchado, provocando un escalofrío en el cuerpo de Alayne, esa voz me suena, pero….

- No le estamos haciendo nada que ella no quiera. ¿Verdad, Alayne?

La joven se quedó helada mirando al hermano y a los otros tres hombres que la miraban sonriendo pero con mirada intimidante.

- Dejadla y marchaos.

- ¿O qué nos harás, hermano?Los hermanos no luchan. Así que vete antes que te demos una buena paliza. Ja, ja, ja – rió Dunch -.

- Soltadla ahora mismo.

- Me estás cansando hermano – dijo James, se acercó al hombre desenfundando su cuchillo y le lanzó un golpe -.

El hermano se echó a un lado y sacó de su capa una espada, que para Alayne era tan grande como la espada de su verdadero padre. James se echó hacía atrás e intentó atacarle a las rodillas, pero el otro hombre se echó hacía atrás y lanzó su espada contra el cuello del otro, cerciorándoselo. Los otros dos hombres empujaron a Alayne y la tiraron al suelo, momento en que volvió a tapar su cabello para esconder su secreto. Gorgh desenfundo su espada y se lanzó a por su enemigo con fiereza y soltando un mandoble que el otro hombre paró con dificultad echándose atrás y cojeando. No va a poder con él, es más fuerte y no cojea; morirá por mi culpa. Los hombres siguieron repartiéndose golpes hasta que Gorgh soltó un golpe que tiró al otro al suelo y separándolo de su espado. Este sonrió levantado con sus dos manos la espada por encima de su cabeza y la bajó; al mismo tiempo, el otro hombre se echó a un lado recogiendo su espada y de espaldas le clavó la espalda en el estómago del otro que cayó muerto en el suelo.

¡Lo ha conseguido!¡Lo ha conseguido!; lucha como cuando ví…. El hermano se levantó y se acercó cojeando dónde Dunch que iba dando pasos atrás mirándolo con miedo.

- ¡Lárgate de mi vista si no quieres morir úu también!

Dunch salió corriendo con dificultad mientras el hermano se acercaba a Alayne lentamente. ¿Qué me hará?. Debería correr. Huir. Pero no sentía miedo debería estar aterrada y huir, pero si quisiera hacerme daño me habría dejado con esos tres. Además me recuerda a alguien, pero es imposible. Él está muerto. El hombre paró.

- ¿Estáis bien? ¿Os han hecho daño? – preguntó el hombre con voz rasposa -.

- No…sí, estoy bien. No me han hecho daño gracias a vos, hermano.

- No soy hermano.

- Entonces caballero. Aunque sois mucho mejor que todos ellos.

- Tampoco soy caballero. Sólo he querido salvaros de esos hombres porqué me recordasteis a alguien.

El corazón de Alayne empezó a latir con más fuerza. Es por agradecimiento, Alayne. Este hombre te ha salvado…pero su voz…su forma de andar y luchar.

- Bueno, pero me habéis salvado – sonrió ella -. ¿Podría ver vuestro rostro y vuestro nombre para recordar quién ha sido la persona que me ha salvado.

- Mmm… no puede ser mi señora. No soy precisamente bello como los caballeros de los cantares. Si me vierais, huiríais.

- No me importa si sois hermoso o no. Estoy harta de los falsos caballeros de hermoso rostro. Antes habría huido, ahora no. Sólo quiero ver vuestro rostro. No huiré – respondió ella agachando la cabeza para que no viera su sonrojo-.

- De acuerdo, pero si vos me mostráis el vuestro.

- De acuerdo.

El hombre se echó la capucha hacía atrás y ella pudo ver su rostro lleno de cicatrices en el lado izquierdo, su cabello largo y oscuro. Y las lágrimas empezaron a caerle por el rostro.

- Mi nombre, mi nombre es San… - empezaba a decir el hombre nervioso al verla así, pero ella se lanzó a sus brazos-.

- ¡Sandor! ¡Sandor! – gritó ella abrazándolo con fuerza mientras su capucha también cayó y mostró su cabello oscuro en las puntas y su color rojo cobrizo en sus raíces -.

Sandor Clegane se echó hacía atrás sorprendido.

- Soy yo. Soy Sansa. Sansa Stark- empezó ella a decir nerviosa, no me reconoce. No me recuerda. Se ha olvidado de mi, mientras yo a él nunca lo he olvidado-.

- ¿Pajarito, eres tú? ¿Qué le ha pasado a tu cabello?

- Me lo tuve que teñir para que en el Valle no me reconocieran. Y me cambiaron el nombre.

- ¿Quién?

- Pe…Meñique, fue Meñique y hasta hace poco estaba en el Valle con él – dijo agachando la cabeza para que él no sé diera cuenta de su vergüenza -.

- ¿Y ese engendro te hizo algo? ¿Te protegió? – respondió él poniendo sus dedos en la mandíbula de ella y levantándole el rostro con cuidado -. ¿Te hizo algo?

- Él…él…no…no me hizo ese tipo de daño – negó con la cabeza y echándola hacía atrás -. Prefiero no hablar de ello – y cambiando la conversación - ¿Dónde has estado todo este tiempo?

- De acuerdo, pero si encuentro a ese lo despedazaré – respondió el frunciendo el ceño y apretando el puño -. He estado en un septo en el estuario del río Tridente desde que me hirieron y tu hermana se fue.

- ¿Arya? ¡Estabas con Arya! ¿Dónde está ella? – preguntó ella esperanzada de que estuviera viva

- Sí, sí, con la mocosa. No sé dónde está, me desmaye y desperté días después en el septo y ya no estaba. Han pasado dos años de todo aquello. Lo más seguro es que se haya ido fuera de Poniente o este muerta.

- ¡No! Arya es fuerte y lista. Ya me gustaría ser como ella – una lágrima cayó por su rostro -. Por favor Sandor, ayúdame a buscarla. Lo más seguro es que me odie pero en todo este tiempo me he dado cuenta de muchas cosas – levantó su rostro para mirarlo a los ojos, sin el miedo que antes tenía al verlo a la cara. Aunque tenga la cara quemada, sigue siendo bello -.

- Sí, la buscaremos aunque a mi no tendrá ganas de verme. Pero por ti haré e iré a dónde sea. – la miró a los ojos y le sonrió -. Ya veo que has cambiado. Ahora me miras a la cara sin tenerme asco, pajarito.

- Yo…al principio tenía miedo porque veía rabia y odio en tus ojos. Pero luego, después del beso y de que te fueras, empecé…empecé…

- ¿Beso?

- Sí, la noche de la Batalla del Aguasnegras, ¿no lo recuerdas? – vio que él no decía nada -. ¿O me lo imaginé sola? – negó con la cabeza -. Desde entonces no dejo de pensar en ti y en el supuesto beso, incluso cuando estaba casada con Tyrion y en el Valle, sólo te veía a ti – volvió a negar con más fuerza -. Olvídalo, Sandor. Sólo estoy diciendo estupideces y debes pensar que soy tonta – e intentó darse la vuelta pero él la agarró y le levantó el rostro para que lo mirara -.

- No dices estupideces, pajarito. Yo también…Si hubieras venido conmigo cuando la Batalla, podría haberte pasado algo y no me lo perdonaría jamás. Y poco a poco me he dado cuenta que…que… - empezó a balbucear nervioso. Cerró los ojos un instante y al abrirlos agachó su rostro hacía el de ella.

Me quiere besar. Puede ser real que él sienta por mi…; y yo quiero besarlo. Se puso de puntillas y acercó sus labios a los de él, y cuando se iban a rozar estos…

- ¡Suéltala!

Ambos se separaron y Clegane la puso detrás suyo pero pudo ver a una mujer de la edad de su madre, que llevaba una espada delgada en su mano izquierda.

- ¿Quién eres tú?

- Nadie. Pero estabas haciéndole algo a ella.

- No le hacía nada. Nos conocemos desde hace mucho y la he salvado de unos inútiles que querían hacerle daño. Además, a ti qué te importa.

- Sí. Veo que has matado a dos personas, pero podría ser que vinieran contigo, Perro.

Sansa vio que el cuerpo de Sandor se tensaba, pero la voz de esa mujer le era conocida.

- ¿Sabes quién soy?

- Sí, el Perro de Joffrey. Un asesino, un violador.

- ¡Él ya no es así! – gritó Sansa desde detrás del gran cuerpo del hombre - ¡Ha cambiado!

- Los hombres no cambian. Y este seguirá siendo un asesino de mujeres y niños por siempre – replicó la mujer -. Y quiero que pague por todo eso.

- Pero… él

- No, pajarito. Está mujer no aceptará nada de lo que le digas. Tengo que luchar contra ella y volveré a tu lado – dijo Sandor sin girarse, y se dirigió a la mujer -. Quieres pelea, pues la tendrás – y le lanzó un tajo al cuello -.

La mujer se echó a un lado y evitó el golpe con rapidez y soltó su espada delgada hacía el costado izquierdo del Perro, que se echó atrás con dificultad. La mujer se movía con gran soltura y soltaba golpes cada poco tiempo. Sandor se movía más lento a causa de su cojera y lanzaba mandobles que no llegaban a ningún sitio. Sansa estaba aterrada de que le pasara algo. Dioses no os lo llevéis ahora que lo he vuelto a encontrar; pero Sandor no aguantará el ritmo de la otra mujer. Hubo varios choques de espadas, hasta que Clegane soltó un golpe al costado de la mujer, que se movió con agilidad y le hirió con su espada en la mano de la espada, que cayó sin hacer ruido sobre la nieve.

- Has perdido, Perro. Ahora te tocará morir y quiero que veas realmente quién te va a matar – dijo la mujer girando un instante su cara -.

¡No!¡No! ¡Lo va a matar! chillaba la conciencia de Sansa la cual se lanzó a donde estaba Sandor, al mismo tiempo que la mujer se daba la vuelta y lanzaba su espada. Notó un dolor intenso en el corazón, y al mirar a la mujer vio el cabello oscuro y ojos grises de la Casa Stark y un rostro que le recordaba a cierta niña a la cual llamaba Caracaballo.

- Arya – pronunció mientras caía al suelo y veía como ese rostro se llenaba de sorpresa y horror.

- ¿Sansa?

Clegane la coge en sus brazos e intenta parar la sangre que sale en su herida, mientras Arya la mira desconcertada.

- Arya…- empieza a decir Sansa –

- No hables, Sansa. Lo siento mucho. Yo…yo no quería herirte – empezó a decir Arya mientras le cae una lágrima -. Yo quería matarlo a él, no a ti. ¿Por qué te has puesto delante?

- Porqué…porqué Sandor…

- No hables pajarito. Hay que llevarte a algún sitio dónde te curen.

- Sandor, tranquilo – susurró ella acariciándole la parte de la cara quemada y miró a su hermana -. Él siempre me defendió en Desembarco cuando todos querían hacerme daño. Quiso llevarme con él cuando la Batalla del Aguasnegras. Porqué a pesar de que todos piensen que es un monstruo, es realmente un caballero. Y porqué…cofcof – empezó a toser -.

- No hables, Sansa. Por favor.– dijo el Perro, mientras iba a cogerla en brazos-.

- Sandor...déjame despedirme…

- Hermana, no puedes morir ahora que te he encontrado. Tendría que haber sido como tú. Una dama.

- No, Arya. Yo soy la que siente haberte tratado fatal desde niñas. Llamarte Caracaballo cuando ahora eres realmente preciosa. Seguro que tía Lyanna sería así de guapa. Sólo quiero pediros una cosa.

- ¿Qué? – dijeron ambos -.

- Quiero…quiero que ambos sobreviváis a esta guerra…os ayudéis, por favor. Llévala a Invernalia.

- Sansa, tengo una misión – dijo Arya -. Tengo que matar a todos los que nos han hecho daño, los que han destruido a nuestra casa y han matado a nuestros padres y hermanos. Tienen que morir.

- La venganza…no es buena. Pero…si debes hacerlo, hazlo por ambas – dijo Sansa empezando a cerrar sus ojos -.

- Lo hará pajarito. Y yo le ayudaré – respondió Clegane mirando primero a Sansa y luego a Arya -. Pero vendrás tú con nosotros y también podrás vengarte. Abre los ojos.

- Sandor…Sandor… - abrió un instante los ojos y vio como caían lágrimas de los ojos de él- yo… te quiero – cerró los ojos y mientras iba cayendo en un sueño profundo oyó un grito desolador y luego el aullido lastimero de un lobo -.

FIN