Lady Escándalo

Historia basada en la novela del mismo nombre, realizada por la escritora Jo Beverley, los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, solo los tomé prestados para éste relato.

¿Quién es en realidad en asaltante que acababa de secuestrar a Inuyasha Taisho? Él no tenía dudas, no era un hombre, era una mujer.

Capítulo 1

Puedes confiar en mí

Un caballero vestido con un impecable traje azul, viajaba en el interior de un carruaje elegante. Los exquisitos aunque escasos detalles en su vestimenta, daban a entender a cualquier observador que se trataba de una persona de la alta sociedad.

El carruaje era presa del mal estado del camino, los vaivén a los que era sometido el ocupante eran constantes. El caballero, cuyo nombre era Inuyasha Taisho, pensó que a partir de la última parada hubiera sido mejor conseguir un caballo para continuar su camino, pero estar convaleciente de una enfermedad se lo había impedido. Eso y que su hermano mayor el duque Taisho, se lo hubiera impedido por todos los medios. Su preocupado y entrometido hermano…

En ésos momentos se encontraba de regreso de la visita que le había hecho a su hermana mayor quien acababa de tener un bebé.

Los gritos y el repentino alto del carruaje distrajeron sus pensamientos… estaban siendo asaltados.

Su primera reacción fue tomar la espada que estaba frente a él, en el asiento. Sin embargo decidió no hacerlo, no creía que los asaltantes se batieran en duelo, seguramente traían armas que harían inútil su espada. Decidió tomar la pistola, revisando si estaba cargada.

Observó por la ventanilla, había dos ladrones, uno amenazando a sus sirvientes con un par de armas que a simple vista se notaba que tenían la montura de plata, no podía creer que un bandolero común y corriente tuviera unas armas de esa calidad. Además estaba el caballo, era un hermoso ejemplar, de buena raza. El otro ladrón cubría al primero desde un lado del camino portando un mosquetón, montando un caballo similar al de su compañero.

Inuyasha decidió no detener la situación… por el momento. Tal vez esto lo sacara de la rutina en la que se había convertido su vida desde que regreso.

Los dos ladrones iban cubiertos por capas negras y sombreros, los rostros no se podían ver porque estaban ocultos por bufandas.

El bandolero que estaba más cerca ordenó a los sirvientes que bajaran del carruaje y se tiraran sobre la hierba helada, siendo vigilados por el segundo bandolero que ahora se había acercado.

¡¡Ahora los de adentro, bajen!! – gritó el primer ladrón, pero Inuyasha se percató que su voz era extraña – ¡¡¡Sin trucos!!! – indicó.

Decidió dejar la pistola al lado de la espada, no podía arriesgarse a que hirieran a las personas que lo acompañaban y que estaban indefensas en ésos momentos.

¿En qué puedo ayudarlo? – respondió Inuyasha en cuanto bajo del carruaje.

Primero, páseme todos objetos de valor que traega- dijo el ladrón, un tanto desconcertado por la pregunta que le habían hecho.

De acuerdo, ¿le parece si bajo el cofre y el baúl para que lo puedan tomar cuando nos hayamos ido? – contestó Inuyasha tratando de mantener la calma, porque a su pequeño ladrón se le había olvidado disfrazar su voz, ahora parecía la de un joven y su manera de hablar dejaba ver que había sido educado, tal vez perteneciera a una buena familia. Esto provocó que su curiosidad aumentara.

¡¡No!! Lo quiero es que se acueste al lado de sus sirvientes. – intervino el ladrón.

No creo que pueda complacerlo… la verdad es que no quiero me manchar… - Tras una larga pausa, Inuyasha dudó por un momento si estaba tentando a la suerte.

Sube, en el lugar del cochero… voy a llevarme el carruaje y usted "Don Arrogante" vendrá con nosotros.

No creo que pueda traficar con carruajes robados…

¡¡Cállese o prefiere que yo lo calle!!

El bandolero estaba perdiendo la paciencia… Inuyasha pensó que era algo que ocasionaba constantemente.

Obedezca y, ordene a sus hombres que tarden en buscar alguna ayuda… si alguien nos da alcance el primer disparo será para usted.

Vayan al pueblo más cercano, sino tienen noticias en el transcurso del día de mañana, diríjanse a Shikon. No se preocupen, esta es una broma de un amigo mío, sólo me apetece integrarme a la diversión – dijo Inuyasha dirigiéndose a sus sirvientes.

Inuyasha subió al pescante y tomó las riendas, el primer ladrón ató su caballo a la parte trasera y subió para sentarse al lado del nuevo cochero apuntándole directamente con una de las pistolas.

Sin trucos…

Sin trucos, sólo espero que el gatillo sea seguro, estos caminos están en muy malas condiciones…

De acuerdo, ¿así te sientes más seguro? - contestó el ladrón una vez que había dejado de apuntarle directamente, pero manteniendo su vigilancia.

Si, gracias… ¿A dónde vamos?

No te importa, yo te diré cuando tengas que cambiar de dirección.

Inuyasha no contestó, no quiso seguir tentando a su suerte. Es más, al contrario, estaba contento de que por fin sus días de monotonía acabaran, estaba harto de que lo mimaran. Tener a sus hermanos revoloteando a su alrededor hubiera sido gratificante si el objeto de sus cuidados hubiera sido haber resultado herido en una acción de guerra, pero no… había sido una simple fiebre. Y ahora ninguno de sus hermanos estaba dispuesto a creer que estaba lo suficientemente recuperado para regresar a su regimiento.

Sus hermanos… no; su hermano Seshomaru se había encargado de que lo trasladaran del campo de batalla hasta Shikon con las mejores atenciones posibles.

Seshomaru había acogido a sus hermanos cuando sus padres murieron y tenía una especial obsesión por proteger al menor de los Taisho. En total eran seis hermanos, Seshomaru, Bankotsu, Kanna, Hoyo, Sakura e Inuyasha.

La voz del ladrón lo sacó de sus pensamientos.

Métete por esta desviación…

Inuyasha hizo que el carruaje tomara la dirección indicada, era un estrecho camino por el que apenas pasaban. Entonces puso más atención en el ladrón, viendo como abría las piernas de manera despreocupada como tratando de aparentar algo que no era, pero con este movimiento lo único que provoco fue que Inuyasha se percatara de que sus piernas eran muy delgadas. Esto aumentó las sospechas que ya tenía.

¿Que llevaba a éste joven a hacer lo que estaba haciendo? ¿Deudas de juego? ¿Una aventura? Como fuera Inuyasha sentía que no corría un gran peligro, recordó como él a los 18 años se escapó para enlistarse en el ejército porque Seshomaru se había opuesto tajantemente a dar su consentimiento.

¿En qué lío se había metido este joven para haberse metido en éste problema? El no se había arrepentido de haber tomado la decisión de enlistarse, no era como otros tantos jóvenes de la alta sociedad.

Dirigió su atención a su joven captor, de inmediato trató de mantener el rictus de sus labios y se concentró en los caballos que guiaba. A juzgar por la unión de sus muslos el asaltante era una mujer. La situación le parecía prometedora. Empezó a silbar.

¡Deja de hacer ese maldito ruido!

Obedeció al instante y observó a su acompañante. Las mujeres no hablaban en el tono en el que ella lo hacía. Observó nuevamente y confirmó sus sospechas.

¿Cuánto queda?

Es aquella cabaña que esta al fondo. Los caballos podrán pastar en la parte trasera de la casa y el carruaje estará en el huerto.

Inuyasha estaba impaciente por saber que seguiría en esta aventura mientras hacía lo que le habían indicado con el carruaje y los caballos; pudo observar directamente a su ladrón, sus ojos, sus hermosos ojos color café se mostraban duros, seguramente los labios que estaban cubiertos también tenían el mismo gesto.

¿Qué estas mirando?

Creo que trato de grabarme su rostro para poder describirlo a las autoridades.

Eres un idiota. ¿Quién te dice que no te voy a disparar? – dijo, apuntándole directamente a la cara con el arma.

¿Eres la clase de hombre que le dispara a otro sin motivo alguno?

Salvar el pellejo podría ser una razón suficiente.

Ok. Te doy mi palabra que no haré nada para ayudar a las autoridades a atraparte – contesto Inuyasha con una sonrisa en el rostro.

La pistola descendió y ella lo miró fijamente.

¿Quién rayos eres?

Inuyasha Taisho, ¿Quién rayos eres tú?

Ella estuvo a punto de caer en la trampa y decir la verdad, pero se detuvo a tiempo.

Puedes llamarme Shaoran. He oído hablar de los Taisho. De Seshomaru.

El duque es mi hermano. Espero que no lo tomes como algo en mi contra.

A nadie le convenía hacer enojar a Seshomaru, en ése momento Inuyasha se percató que al enterarse de quien se trataba, ella hubiera preferido dejarlo en el camino. Dejó los caballos y el carruaje en el lugar indicado.

Vuelve a la casa Sango, todo está en orden. Enseguida iremos nosotros.

Inuyasha dirigió su atención a la persona a la que su ladrón le hablaba, sólo alcanzó a ver la silueta entrando en la casa. Todo esto le estaba dejando más preguntas que respuestas.

¿Qué pretendían un par de mujeres que acababan de robar un carruaje? ¿Qué hacían dos personas que aparentemente eran de buena familia?

Al entrar, el ladrón le ordenó recostarse en la cama y fue atado a los cuatro postes de las esquinas y miraba furioso a aquellas mujeres.

Cuando consiga soltarme los voy a estrangular.

Por eso estás amarrado – contestó la que aun continuaba aparentando ser hombre.

"Shaoran" le parecía un enigma andando, se preocupaba por la otra mujer a la que llamaba Sango y una mayor de nombre Kaede que ayudaba en todo lo que podía. Shaoran se había despojado del sombrero, la capa y la bufanda que cubría su rostro; sin embargo había mantenido una especie de pañuelo atado a la cabeza, ocultando su cabello, o manteniéndolo en su lugar; eso no lo podía saber. El traje era lo suficientemente holgado para ocultar las curvas de su pecho, aunque estaba seguro que había hecho algo para tratar de ocultarlos, probablemente estaba vendada. Veía que tenía la piel delicada, tal vez de unos 18 años. Sus labios eran encantadores, a pesar de que trataba de mantenerlos apretados.

Sango, tenía el pelo largo, sus rasgos totalmente femeninos sin tratar de ocultarlos tras ropa de hombre, tenía una figura exuberante. Su escote dejaba ver unos senos grandes a pesar de que su vestido era propio de una criada.

¿Cuánto tiempo vamos a tenerlo aquí? – preguntó Sango.

No mucho, sólo lo que tardemos en prepararnos para irnos.

Pero Ka... Shaoran, sabes que no tienes permitido salir – dijo la mujer mayor de nombre Kaede.

Inuyasha se dio cuenta del error que estuvo a punto de cometer Kaede. Iba a llamar a Shaoran con otro nombre.

No importa Kaede, además regresaré pronto. ¿A qué otro lugar podría ir?

Te quedarás con Miroku y conmigo – respondió Sango.

Tal vez, pero él va a tener trabajo ocupándose de ti y de Shipo – se escucho algo en el segundo piso – ahí está otra vez, ésa pequeña bestia tiene hambre, ¿no es así?

Sango sonrió y subió rápidamente seguida de Kaede, Inuyasha entendía que acababa de ser mamá, por eso tenía su exuberante figura.

La cabaña era una estancia que aparentemente hasta hace poco era usada como una bodega, no había ningún lujo, es más ni siquiera condiciones óptimas para que alguien viviera ahí. ¿Qué pasaba? ¿Por qué se encontraban ahí? ¿Por qué Shaoran no podía salir de ahí?

¿Qué vas a hacer conmigo?

A lo mejor te dejamos aquí.

¿Por qué?

¿Por qué no?

Inuyasha se daba cuenta que ella no confiaba en él.

¿Por qué no confías en mí? He hecho lo posible para que incluso mis sirvientes no den la voz de alarma a las autoridades…

¿Por qué lo has hecho?

No sé, me pareció que no son personas malvadas… no me gusta gustaría verlos en la horca, es mas… quisiera ayudarlos.

¿Por qué dices eso?

Creo que deben tener una buena razón para hacer lo que hacen… y yo hace tiempo quiero salir de la rutina en la que mi vida ha caído.

Debes estar loco… tendrías que estar internado en un sanatorio mental.

No lo creo, sólo le tengo fobia al tedio, el aburrimiento no es una condición de vida que me guste experimentar – contestó Inuyasha tratando de acomodarse en la cama.

El aburrimiento tiene sus encantos.

Pues yo no los he encontrado.

Entonces, considérate afortunado – respondió Kagome de manera muy seria.

Por primera vez, Inuyasha se preguntaba si las chicas se encontraban en un verdadero apuro… si no se trataba de una travesura hecha por niñas de buena familia.

¿Estás en peligro? – ante la falta de respuesta de Kagome, Inuyasha continuó – si estas en peligro es una razón de más para confiar en mí y permitir que los ayude.

No confío… - hizo una pausa, su mirada se perdió en algún punto del cuarto – en la gente.

Él consideró que lo que estuvo a punto de decir fue que no confiaba en los hombres.

Puedes confiar en mí. Hay una pistola cargada en el carruaje y también hay una espada que decidí no usar contra ustedes. Pude haberlos detenido, herido e incluso haberlos matado. Puedes ir a verificar lo que te digo.

Kagome no contestó, salió de la habitación y fue directamente al carruaje donde comprobó lo que su prisionero le decía, si hubiera querido, él las pudo haber detenido… estaba confundida, ¿por qué había llevado con ella a Inuyasha Taisho? Trató de responder argumentando que ella no tenía la suficiente experiencia en el manejo de un carruaje, ni podía confiar en que Sango sola hubiera podido disparar si alguien las hubiera descubierto. Ese hombre la sacaba de quicio, era muy arrogante y presumido.

Las dudas empezaron sonar una y otra vez en su mente… ¿sería capaz cumplir la tarea que se había auto impuesto? ¿Salvar a Sango ya su sobrino?

Ellos tenían problemas desde meses antes, cuando el esposo de Sango, Conde Totosai, un hombre de mediana edad había muerto. Ése hecho había desencadenado la lucha por la custodia del menor entre su padre el conde Náraku Higurashi y el tío del menor lord Onigumo.

En primera instancia la custodia había recaído en manos de Onigumo y Sango inmediatamente supo que la vida de su bebé estaba en peligro. El pequeño Shipo era el único obstáculo entre el título y la fortuna de su difunto esposo y el hermano de éste. Cuando Onigumo mantuvo aislada a Sango de cualquier contacto con su familia, decidió huir con su bebé en brazos. No buscó a su padre porque sabía que inmediatamente pensaría en otro matrimonio por conveniencia y era algo que no estaba dispuesta a volver a tolerar. Ella iría a buscar al amor de su vida, el mayor Miroku Houshi y Kagome estaba convencida de ayudar a su hermana a lograrlo.

El problema era que no tenían dinero y Sango era perseguida por su padre y su cuñado. Onigumo había ido a la cabaña en donde se encontraba viviendo Kagome y Kaede pero no tuvieron problema para convencerlo que no sabían dónde se encontraba, porque era verdad, Sango aún no había llegado con ellas.

Kagome recordó las últimas palabras que Onigumo le había dirigido: "Estoy seguro de que lamenta haber rechazado mi propuesta de matrimonio, lamentablemente ahora es una indeseable."

Él era la persona que le había destrozado la vida. Por lo tanto no iba arruinar la vida de su hermana. El robar el carruaje no había estado en sus planes, había sido una decisión impulsiva considerándolo como un medio de transporte para Sango y principalmente para el bebé. Pero, ¿por qué no había sido alguien desconocido, un mercader una persona común y corriente?

En un acto de desesperación tomó una piedra y destrozó el escudo de la familia Taisho que estaba impreso en las puertas del carruaje, tenía lágrimas en los ojos; su padre, su hermano y Onigumo eran quienes habían provocado su amargura.

Recuperó la cordura a los pocos minutos… guardó la pistola y la espada de Inuyasha. Tomó las riendas de los dos caballos utilizados para asaltar el carruaje y se dirigió a su verdadero hogar. Entró a las caballerizas de la imponente mansión en la que había vivido hasta hace unos meses, dejó los caballos y se dirigió al interior de la mansión. Las pistolas utilizadas en el asalto volvieron al estuche del que habían sido sacadas. Estaba en el despacho de su padre, donde había tratado de obligarla a casarse con Onigumo, también había sido la última vez que había visto a su hermano Kouga y recordó el coraje con el que la observaba.

Termino de acomodar el estuche, no tuvo especial cuidado porque estaba segura que los criados sabían que se encontraba ahí y que preferían hacerse de la vista gorda. Salió inmediatamente de la propiedad para dirigirse nuevamente a la cabaña.

Ahí Kaede se acercó a Inuyasha proporcionándole algo de beber.

No tiene que preocuparse – le dijo una vez que había terminado de ayudarlo a tomar el té que le había preparado – Sh.. Shahoran esta inquiero últimamente – dirigió su mirada a un punto aparte, sus ojos reflejaban mucha tristeza – todo ha sido espantoso…

¿Cómo se llama usted?

Sólo llámeme Kaede.

Bien, y ¿Cómo debo llamar a la dama que está en el piso de arriba?

Oh, Sango. Discúlpeme, debo ir a ver la comida.

Inuyasha no tenía la menor duda, algo importante estaba empujando a éstas mujeres a meterse en tantos líos y, él lo iba a averiguar.

Continuará

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Hola…

Otra vez por aquí… espero que les guste ésta historia, a mí me encantó cuando la leí. Esta vez no va a haber vampiros como en la anterior, pero estoy preparando otra con ésos personajes que me encantan… por él momento espero que les guste ésta.

¡¡¡BESOS!!! : )