Twiligth, su trama y personajes son obra y pertenencia de Stephenie Meyer.
Bueno, finalmente publico la primera entrada de Sentimiento de Culpa. Ésta será una historia corta, no pasará de los 4 capítulos. Espero les guste y ¡Comenten!
SENTIMIENTO DE CULPA
Bella POV
Este iba a ser un gran día. Yo lo sabía, lo sentía en cada roce del viento contra mis poros. No sabía por qué pero algo grande me iba a pasar este día, me lo decía el hecho que la gente me sonriera a la salida del complejo de apartamentos.
Y al llegar al sótano de estacionamiento encontré lo que no me dejó dormir toda la noche. El Jeep Cherokee último modelo me esperaba imponente en el estacionamiento 4 de la fila. Temblé de la emoción y sin importarme corrí hasta ella y le acaricié el capó como si de un caballo se tratara.
La amaba. Era el auto más grande que jamás he tenido. Antes de esto un simple sedán rojo era lo mío, pero siempre amé las camionetas grandes porque sentía poder cuando me sentaba en el lado del conductor y la gente tenía que ver hacia arriba para mirarme.
Es tonto, lo sé, pero me encantaba el hecho de que por lo menos en un momento del día me sintiera arriba de los demás… aunque en el sentido de estatura se refiriera. Subí a la camioneta y sonriendo la encendí, estaba feliz, desbordaba felicidad de mis ojos. Con apenas 24 años ya estaba trabajando y finalmente mi padre me ayudó a sacar esta belleza de auto. Por mí sola seguramente llegaría a pagarla con mi pensión.
Salí del edificio y me enfrenté por primera vez a la selva metálica que era New York por la mañana. Los pequeños sedanes se detenían para darme el paso y yo los rebasaba como si de una carrera se tratase. Llegué con una sonrisa de oreja a oreja a la empresa. Health For All Inc.es una empresa de seguros médicos, donde yo hacía las prácticas de pediatría.
Me acerqué y el portero me miró como si viera a la Reina Isabel entrando en bicicleta, le sonreí para que me diera el recibo de entrada. Al entrar al tenuemente iluminado estacionamiento del edificio me encontré con un dilema.
El estacionamiento.
¡Que Dios se apiade de mí! Era lo único que me faltaba practicar en esta belleza y como tiro de gracia debía hacerlo de reverso. Me halé los cabellos de la frustración, esto arruinaba mi mañana completamente. Miré por es espejo retrovisor y vi que el portero miraba la camioneta como esperando que yo la aparcara, pues bien eso me animó. Idiota sin cultura ya verá quien soy yo frente a un timón.
Con las manos temblorosas llevé la palanca de velocidades a primera para ponerme en posición de retroceso, temblé cuando comencé a ir hacia atrás, iba más lento que un bebé gateando, pero los dos sedanes de lujo a cada lado de mi parqueo no podía sufrir ni un rasguño porque primero sería despedida y segundo presa por no poder pagar los daños. Agradecí a Dios cuando apagué el motor al asegurarme de los espacios. Salí de mi amada camioneta y camine con la mejor postura que jamás había usado para pasar por la puerta y lucirme.
Llegué al cuarto donde descansábamos los practicantes de pediatría, dejé mis cosas en el casillero y me puse la bata blanca, al salir me encontré con Jacob, un médico que nos asesoraba cuando tenía dudas o problemas. Le admiraba la dedicación con la que trabajaba.
-Buenos días, doctor Black- salude, seguramente sonrojada, cuando él levantó la mirada de la tabla que estaba leyendo. Me sonrió ampliamente y me pregunté cómo un hombre como él podía estar soltero.
-Buenos días, señorita Swan- me contestó- veo que ha venido temprano.
-Es lunes y quería comenzar bien la semana.
-Ésa es la actitud- me dijo dándome unas palmadas en la espalda.
Ahí iba otro hombre que me veía como un sujeto asexuado. Estaba harta de eso. Hace mucho tiempo agradecía a Dios porque mis amigos, los que eran pocos, jamás se sobrepasaran conmigo, pero ahora a mi edad -24- buscaba otras cosas...emm... Más intensas.
Cosas que nadie buscaba en mí.
Ese día atendí a 8 niños divinos que eran los más colaboradores que jamás volveré a atender. Uno de ellos, desgraciadamente, tenía una semana de estar aquí, nadie le visitaba y eso me provocaba rabia; el pequeño era un encanto, Daniel es su nombre... Y por lo que recuerdo de su expediente lo trajo un policía porque lo maltrataban en su casa, ¿Qué podría haber hecho este niño para merecer horrendo castigo? Simplemente no me entraba ni una sola idea en la cabeza para responder esa pregunta. Estos niños me hacían desear ser madre ya, me provocaban querer cuidar de todos ellos. Pero otra vez, ¿Cómo salir embarazada si todos los hombres pensaban que era un saco de arena? Bien era cierto que antes, en toda mi adolescencia, usé la ropa mas grande que mi talla, porque me sentía incomoda con ropa ajustada. Ahora eso había cambiado, me atrevía a usar un poco de escote, como ahora, que no era vulgar, pero sí un poco atrevido, bueno no tan atrevido, que daba a entender al mundo que yo era una mujer que tenía pechos.
Terminé mi turno negando a unos amigos salir a cenar, estaba cansada, era tarde y no quería conducir tarde a casa.
Salí feliz del estacionamiento al ver que los dos sedanes de lujo que rodeaban mi camioneta se habían marchado. Recorrí las calles disfrutando el paisaje citadino. Me encontré con un trafico horrible a unos 200 metros adelante, decidí que no me arruinarían la noche, tomé un camino alterno de una residencial a la derecha, iba lento ya que no había mucha luz, vi que adelante estaba el giro que buscaba. Avancé más rápido hasta llegar a la curva que estaba más iluminada, las familias jugaban en los porches de sus casas, era enternecedora la vista. Los niños tiraban y recogían las pelotas y corrían.
Escuché un grito femenino a mi izquierda y por puro instinto frené para saber si tenía que ayudar, vi como la mujer que grito corría hasta en frente de mi carro, me bajé inmediatamente pensando lo peor.
Suspiré cuando un niño de quizá unos 4 años caminaba nervioso del brazo de la mujer que me miraba con furia.
-¡¿Acaso no puede conducir?- Me gritó- ¡¿Qué es lo que tiene en la cabeza por cerebro? ¿Es que no ve que es una zona peatonal? ¡Mujer estúpida!
Quedé paralizada al escuchar a la mujer gritándome. Estaba consciente que venía a diez kilómetros por hora, sería tonto atropellar a alguien con esa velocidad. Me quedé callada, sabía que la mujer me gritaba por la emoción del momento.
-Cielo, tranquila. David está bien, además no fue culpa de la señorita- trató de tranquilizarla un hombre.
-¡No! No me voy a callar. Acaso no viste que ella venía distraída, mira lo pequeña que es, estoy segura que no puede ver hacia adelante cuando maneja... Imagínate si yo no hubiera visto a David, seguramente ella lo... ¡Mujer imprudente!
-Mire señora- traté de defenderme- la calle es muy ancha, venía a una muy baja velocidad, cualquiera podría alejarse del auto. No es mi culpa que no vigilen al niño y que- la señora me cortó:
-¡¿Está insinuando que es mi culpa? ¿Mi culpa? ¡Mire usted como se atreve a decirme que soy mala madre!
-Escúcheme señora- comencé a tranquilizarla- yo se que solo esta alterada, pero piense lo que va a decirme. Lo siento, quizá el niño salió y se atravesó... Comprendo como debe sentirse- volvió a cortarme:
-¡Usted no me comprende! ¿Es madre? -no espero que contestara- ¡Pero eso es obvio! ¡Mírese usted no podría ser madre! ¡Se le nota que no sería capaz!- me gritó mientras caminaba hacia dentro de una casa.
-discúlpela, señorita.- me dijo el hombre que parecía ser su esposo- ella es muy sensible cuando de David se trata. Sé que no soy nadie para decirle esto pero: le agradecería andar con más cuidado, usted sabe, por si las moscas- asentí con la cabeza intimidada y el hombre se alejó hacia la casa.
Camine avergonzada hacia la camioneta y temblando encendí en auto y no me distraje hasta llegar a la carretera. Me pasé la entrada de mi casa y no me importo. Estaba cansada, triste, enojada. Ya no lo soportaba.
Llegué a un mirador que parecía abandonado. Apague en carro y me dediqué a pensar...
¿Era esto lo grande que me sucedería este día? Si lo pensaba bien esto parecía decirme un mensaje:
Primero: el doctor Jacob, es un hombre joven, guapo... Pero me ve como una gabacha blanca vacía con cabello. No es que estuviera enamorada de él sino que lo percibía en cualquier hombre. No me veían como una mujer de 24 años con necesidades como un hombre de 24 años.
Segundo, ése pobre niño. Casi lo asesinaba, acababa de atender a unos niños en el hospital, y estuve a punto de llevar a otro. ¿Y si esa mujer tenía razón? ¿Y si yo de verdad no sería capaz de ser madre?
No me di cuenta cuando comencé a llorar. Solo sabía que sollozaba tan fuerte que me dolía la espalda. Me recosté en el volante tratando de no pitar. Sentía la humedad en mis mejillas, llegaban a mis pantalones y lo último que quería es parar. Cada día que pasaba me deprimía un poco más, era hora que asimilara que yo no parecía tener un futuro romántico. Tanto de un lado como de otro el hecho de ser madre se me veía frustrado; no quedaría embarazada jamás si ningún hombre se fija en mí, que es algo casi asegurado. Y si quedara embarazada... ¿Seria capaz de cuidar a mi hijo? Este día lo recordaré como en el que vi la dura verdad.
Agradecía que hubiera una pesada oscuridad que no me permitía verme en el espejo. Una luz cegadora llegó de repente y me asusté en un principio, pero luego pensé que nada peor me podía pasar este día.
Al aparcarse junto a mi camioneta, pude notar que era la policía.
-genial, simplemente genial.- pensé cuando un hombre alto salió de la patrulla.
El hombre golpeó el vidrio de mi ventada y bajé el vidrio de mala gana.
-Buenas noches, oficial- salude tratando de no levantar la vista.
-Buenas noches. Disculpe la molestia, señorita, pero me han llamado unas personas diciendo que escuchaban un llanto, se preocuparon y pensaron lo peor. ¿Ha escuchado algo usted?
-Pues... Creo que sí- dije tristemente.
-¿...Dónde lo escuchó?- siguió preguntando y pude notar que sacaba una libreta.
-Era yo.- confesé apretando el volente.
-¿Perdón?- me preguntó- ¿Era usted?
-Sí oficial- repetí- Soy yo, ¿Bien? Lo siento. No pensé que causara tanto alboroto querer llorar. Toda la gente necesita llorar de vez en cuando...-trate ridículamente de defenderme- ¿No le ha pasado a usted?
-No recientemente- me contestó- mire, no le dejaré una multa pero...- lo corté:
-¡¿Se puede multar por llorar?- pregunté enojada y sorprendida. La idea era ridícula.
-No, en realidad- rió- pero creo que las personas que viven allí abajo- dijo señalando abajo del risco- agradecerían dejar de preocuparse por un llanto desconsolado. Usted comprenderá, no es fácil dormir con un llanto tras su casa y más si lo único que hay es un risco.
-Vaya usted tiene razón- dije tomando aire- Mire, le prometo dejar de llorar, pero no quiero regresar a casa todavía.- levanté la mirada y vi al hombre más guapo que jamás había visto. Supuse que se dio cuenta que lo miraba como boba porque frunció el ceño.
-Sabe una cosa, esto es lo último que tengo que hacer ahora. Por qué no me cuenta qué le pasa, quizá le haga sentir mejor- sugirió. Yo sabía que era la mejor idea del mundo. Pero al recordar todo solo quería perder la postura y llorar hasta que no tuviera lágrimas y mi sangre tuviera que reemplazarlas.
-Pues- empecé mirando mis manos sobre mis piernas- el hecho que sea policía no ayuda mucho.
-¿Por qué?- me preguntó riendo.
-Prometa que no me denunciará- le pedí.
-¿Tan grave es? - me preguntó interesado.
-Usted me lo dirá- el asintió y continué- Hoy es mi primer día con esta camioneta- vi como la analizaba con la mirada- ¿No es hermosa? - pregunté como una niña, él asintió- Bien, yo no tengo gran estatura, quiero decir no soy tan baja, pero me cuesta ver un poco todo lo que hay frente al carro... Ahora- tome aire- al salir del trabajo... Casi asesino a un niño.- comencé a sollozar- Dios mío, estuve tan cerca.
Y ya no intenté controlar el llanto, tomé una pequeña toalla que tenía en el bolso y me cubrí todo el rostro.
-Oiga, usted me prometió dejar de llorar- me dijo, descubrí mis ojos y lo fulmine con la mirada.
-Lo sé, pero no siempre se puede cumplir lo que se promete.- él asintió dándome la razón- además no soy tan escandalosa.
-Pues las personas de haya abajo no opinan lo mismo- me dijo- Por qué mejor no piensa que sentir culpa la hace una buena persona. ¡Preocúpese si no!
-No le entiendo- trastabillé.
-Mire... Si usted no sintiera culpa por lo que casi hizo; usted sería una insensible antisocial. Pero en cambio usted está aquí llorando por culpa que no tiene, porque sí le interesa, eso la hace una gran mujer.
-¿A pensado ser consejero?- él rió- Le iría muy bien.
-Lo pensare si me dice que sirvió de algo y regresara a casa- me indico.
-Es lo último que quería hacer pero si eso sirve como su paga, me iré a la cama.
-Me alegra oír eso.- asentí con la cabeza y encendí en carro, me limpié la cara con una toallita y salí lentamente del mirador. Cuando ya iba avanzando en la carretera de regreso a la ciudad pude ver las luces de la patrulla parpadear para que me detuviera.
¿Es que de verdad me iba a multar?
Paré en un lado de la calle y el carro patrulla atrás de la camioneta. Lo vi salir sin las cosas que usualmente andaban los policías. Desde el espejo retrovisor podía ver claramente cuán guapo era este hombre, alto, musculoso y qué decir de su cara.
Casi llegaba a la camioneta cuando decidí salir, baje del auto sintiéndome pequeña junto a él. Me miraba con el seño fruncido, sí definitivamente iba a multarme. Pasaron otros segundos de silencio hasta que decidí que estaba cansada:
-¿Se le olvidó algo, oficial?- pregunté mirándolo. Él relajó en rostro y me contestó:
-Pues... Yo quería- comenzó pero se quedo callado otra vez- Bueno, usted comprenderá que yo... Pues usted es- lo corté:
-¡¿Está diciéndome que tiene que multarme?- Casi le grité- ¡Pues no voy a pagar ni un centavo por eso! ¡Si quiero llorar lo hago! ¡Y lo haré donde yo quiera, soy libre para eso! ¡Eso me hace una mujer sensible! ¡Usted mismo me lo dijo! Espere un momento... -analicé un minuto- ¡Aquí el insensible es usted!
-Señorita no es lo que quiero decirle- me respondió nervioso jugando con sus manos.
-¿No?- pregunté sintiendo que la ropa me quedaba grande.
-No. En realidad quería... Pues invitarla a un café.- dijo dejándome con la garganta seca.
-¿Un café?- pregunté sin poderlo creer. Este modelo de hombre quería invitarme a mi, y eso que me veía en mi peor forma, a tomar un café.
-Mire...-suspiró, parecía que no se le hacía fácil- si usted ya está con alguien, yo comprendo...
-Descuide estoy sola... Soltera quiero decir.
-Entonces...
-Claro, solo dígame cuando.- contesté sonrojada. Era la primera vez en mucho tiempo que aceptaba una cita.
-Podría darme su número, conozco un Café muy agradable.- Asentí mientras sacaba una pluma del auto, no tenía en qué anotarlo y él se dio cuenta pues me ofreció su mano sonriendo.
Vaya qué sonrisa...
Le tomé la mano y noté que estaba un poco sudorosa, lo que muy lejos de desagradarme, me hizo sentir que yo lo ponía nervioso. Me gustó sentir eso, aunque quizá ni si quiera fuera el caso.
-¿Cuándo tiene tiempo libre?- me preguntó una vez solté si mano.
-Todos los días de once a una, es mi tiempo de descanso.- le contesté.
-¿Donde puedo pasar por usted?
-¿Conoce el edificio Health for all Inc?- pregunté.
-¿Es usted médico?- me preguntó asombrado.
-Algo así- le contesté divertida.
-¿No es muy joven para ser una doctora?- me preguntó sonriendo.
-Pues soy practicante de pediatría, además no soy tan joven.
-¿Pediatría?- preguntó más para sí mismo que para mí. –Bueno, ¿Puedo saber cuántos años tiene?
-Mmm... Tengo 24 ¿y usted? ¡Por favor no miga que tiene 40!- le rogué dramáticamente y él se puso a reír:
-Descuide, tengo 30.- le miré acusadora- ¡Es en serio!
-Bien, le creo. ¿Cuál es su nombre?... Bien creo que esa debió ser la primera pregunta- reí.
-Edward Cullen. ¿Y el suyo?
-Isabella Swan- extendí mi mano para estrecharla con la de él- Un placer conocerlo.
-Lo mismo digo, Isabella.
-Por favor, Bella está bien- le pedí.
-Bien, Bella, le llamaré mañana como a las diez de la mañana para asegurarme que no quiere escapar- bromeó.
-Descuide me hace falta salir un poco.- le dije, él sonrió y se despidió con un gesto.
Me subí en la camioneta y recorrí en camino hasta mi casa sonriendo, ¡Un hombre me había invitado a salir! No lo podía creer.
La luz blanca se coló por la ventana y me desperté completamente al recordar que ahora tenía una cita con el oficial Edward.
Oh por Dios! Brinqué de la cama y me duché completamente, sequé un poco mi cabello y deje las puntas secarse solas. Salí del baño para escoger la ropa que usaría; escogí un pantalón color crema ajustado y una blusa azul de seda de tirantes... Me pareció bien, luego tomé unas zapatillas azul oscuro y eso era todo.
Desearía tener más táctica a la hora de escoger mi atuendo, pero de igual manera no podía llegar sexy al trabajo. Me reí de mis ocurrencias.
Llegué al estacionamiento del edificio y sonreí al ver la camioneta y me prometí a mí misma no distraerme en el camino. Después de aparcar en el hospital, subí por el ascensor hasta el piso que me tocaba y para sorpresa del mundo había una emergencia pues toda la gente corría y gritaba.
Espero les agrade la idea, ¡Nos leemos pronto!
L.
