Plácidamente durmiendo, el confort de mis cobijas me abrigaba mientras disfrutaba de ese momento pacifico. El rutinario ruido de las llaves cayendo en la mesa. El cuerpo con que cada noche compartía el lecho. Las manos frías que noche a noche me recordaban mis obligaciones. El cansancio, el sudor, el éxtasi recibido y entregado. Un día más que nacía y moriría de la misma forma. ¿Solo esto nos quedaba del amor eterno que una vez nos juramos?¿Este es el felices para siempre que todos buscaban y sentían haber encontrado en el mítico matrimonio? Al final de todo esto, solo vacio. ¿En serio este era nuestro comienzo feliz? El final de tanto buscar la persona que llenaría mi parte incompleta.

Mi despertador sonó una vez más recodándome el día que llegaba y las obligaciones por cumplir con el.

Al otro lado de mi cama solo el recuerdo y la calidez de un cuerpo que poco antes ocupo su lugar. La tibieza del agua envolvía mi cuerpo y borraba los restos de la faena nocturna. Recorrí mi piel buscando las mismas sensaciones que años atrás marcaban mi piel en felicidad y satisfacción. Mi cuerpo sabia sus costumbres y por si solo cumplió lo que se esperaba de el.

Es cierto debía alimentarme, una ofrenda en agradecimiento al templo que me contiene y me protege. Las siete y media marcaba el reloj en la sala mientras saboreaba la compleja textura de un café negro sin azúcar, que curioso, así el prefiere el café. A mi me solía gustar claro y con dos terrones de azúcar.

Es un hermoso día de primavera, el impregnado viento de flores y frutos maduros me daba los buenos días. Decidí caminar, llegaría un poco tarde, pero días como hoy existen para ser admirados por los simpes mortales. Cerré los ojos llenándome de esta intensa esencia y dejándome llevar un poco más por las maravillas de la naturaleza.

Papeles y más papeles. No terminaba de llenar uno y por arte de magia aparecían dos más, esto seria de nunca acabar. La tarde siguió su predestinada rutina, nacer y morir para dar paso a la noche. La noche, ya sabia lo que significaba el ocaso.

¿Me pregunto que pensara el de todo esto?¿Tan siquiera habrá notado algo? No terminaba de completar mis pensamientos cuando mi inusual torpeza me tiro al suelo tropezada por una pila de libros. Entre tanto papel que salió a volar quedo abierto de par en par nuestro álbum fotográfico.

Podía ver claramente como sonreír me era tan natural. La felicidad me brotaba por los poros cada vez que nos reflejamos mutuamente en los ojos. Cada momento que compartíamos ere un feliz recuerdo. Eran mucho lo momentos alegres que compartíamos. Tantos viajes, aventuras, situaciones difíciles que siempre superamos airosos, siempre felices, siempre juntos. Una nostálgica sonrisa dibujo mis labios.

De todas las imágenes una clavo mi atención por completo. En ella estábamos abrazados posando felices en el día más feliz de nuestras vidas. Le quedaba mu bien el traje oscuro, contrastaba perfecto con su aura clara. Mi vestido blanco que parecía más grande que yo. Ante esto una ligera risa escapo de mi.

Fuimos muy felices. Pero, siempre un pero venia más a menudo a mi diario vivir. ¿Qué paso con nosotros?¿Donde quedo esa desbordante adrenalina que me inundaba con solo pensar en el?¿Donde quedo esa electrificante sensación cada vez que nos perdíamos en un beso?¿Donde quedaron esas noches cortas de amor compartido? El mundo quedaba pequeño cada vez que estábamos juntos. Pero ese mismo mundo que celebro nuestra felicidad, que fue testigo de una vida compartida, ahora solo guarda silencio en nuestro silencio. Parece que no se puede hacer mucho. La puerta se abrió dejándome ver el destinatario de mis pensamientos.

-"Hola"- Saludo calmadamente al entrar. Las llaves hacían su usual melodía y su interprete se acercaba naturalmente a mi dándome un casto beso en los labios.

-"¿Tuviste buen día hoy?" Inquirí sin prisa mientras me levantaba y recibía su chaqueta, para luego dejarla en el closet.

"Lo normal. Papeles por aquí y por allá. Nada fuera de lo común" Contesto tranquilamente mientras se sentaba en el sofá de la sala y movía su cabeza de lado a lado liberando un poco de tensión. Me senté a su lado, en un silencioso mutuo acuerdo sus manos buscaban de nuevo mi cuerpo y yo dejaba que hiciera con el lo que quisiese. Mi cuerpo se encontraba desnudo sosteniendo el peso del suyo.

-"¿Qué nos paso?" Mis labios actuaron más rápido que mi razón y las palabras se materializaron en una pregunta. Se detuvo en seco y me exploro con sus ojos. Expectante al resto de mis palabras.

-"Yuuno Scrya, lo he pronunciado miles de veces, en miles de tonos, todos y cada uno llenos de algún sentimiento. Ahora solo son palabras más. ¿Qué nos paso? " Su mirada ahora era confusa y perdida. Me quede inmóvil esperando su respuesta y solo musito.

-"No lo se. Fate"