-I-

Alfred tenía doce cuando lo conoció.

Su abuela le había dicho algo sobre realizar un contrato, su primer pacto en realidad y el solo podía pensar en lo joven que era para hacer uno.

Porque por lo general lo haces cuando tienes dieciséis o dieciocho; es raro que lo hagas teniendo catorce y un literal suicidio si tenías doce.

Y él tenía doce, las piernas le temblaban y la pistola en su mano se sentía pesada.

-Él esta encadenado pero si intenta atacarte dispárale –le dice su abuela con tal tranquilidad que lo asusta.

Alfred no quiere hacer eso, él no quiere herir a nadie ni siquiera matarlo. Él quiere ser un héroe y los héroes no matan personas.

Su padre no mataba personas.

Su abuelo tampoco lo hizo

¿Por qué tenía que hacerlo?

Aunque, le dice una voz muy dentro de su cabeza, él no es una persona y ni siquiera sabe si está vivo en realidad.

-¿Quién es él?

La mujer hizo un gesto contrayendo la nariz cual conejo.

-¿Recuerdas la historia que te conté sobre tu tátara abuelo?

Alfred asiente vigorosamente, Abraham Jones era un cazador famoso e imponente que había librado muchos pueblos y familias del asedio de espíritus y criaturas monstruosas. Hay muchas historias sobre él, pero la más importante de todas es aquella donde irrumpió junto a la familia Køhler en una Corpse Party capturando a la mayoría de los demonios y criaturas que ahí estaban. Muchos de ellos habían hecho contratos con los miembros de la familia Jones para no ser asesinados, pero uno en especial había capturado la atención de Abraham, uno que no se había rendido ni entregado su libertad incluso después de cien años.

-¿Va a ser él con quien haga el pacto?

Su abuela asiente levemente, la idea no le gusta mucho pero parece que no tiene opción, con su propio hijo luchando entre la vida y la muerte necesitan al próximo heredero listo para no perder su privilegiada posición como la principal familia de cazadores en la región frente a los Køhler; necesita que Alfred tenga un pacto con alguien poderoso y solo esa cosa se le viene a la mente cuando lo piensa.

Solo le queda guiar a su nieto hasta las mazmorras donde lo tienen cautivo, bajo pilas de hechizos y trampas (porque no necesita tener a un ser sediento de sangre y venganza correteando por su amada casa) y esperar que Alfred sea lo suficientemente inteligente para convencerlo de crear un pacto con él y lo suficientemente fuerte como para evitar salir lastimado; aún puede recordar la cuenca del ojo vacío de su esposo después de intentar someter aquel monstruo.

-Mucha suerte Alfred –le murmura en la puerta antes que el niño pase al interior de la habitación, los guardias a los costados le dan una mirada llena de lastima, el realmente es muy joven para esto.

Alfred sabe que no tiene mucha opción, más que obedecer a su abuela y esperar que su padre se despierte antes que la cosa que está adentro intente matarlo.

Da un paso al frente, sumergiéndose en la habitación iluminada solamente por un par de velas aquí y allá; aun así esta obscuro, se siente frio y huele a humedad, tanto que le duele la nariz. Pero más allá de eso puede escuchar las pequeñas sibilancias de una respiración tranquila. Traga grueso, dándose ánimo mentalmente antes de avanzar más a delante.

Uno o dos pasos más y está a punto de llegar a donde la habitación está más obscura y las respiraciones se oyen más fuerte. Está a punto de hablar cuando es interrumpido por un susurro que no está seguro de donde proviene.

Vete.

Es una advertencia, una que estaría más que gustoso de obedecer.

-M-muestrate –le ordena intentado sonar seguro, ganándose un par de risas secas.

-Tu familia debe estar muy desesperada para mandar a un niño a verme.

-No s-soy un niño- replica ofendido antes de sentir un escalofrió recorrerle la espalda, es como si alguien lo estuviese mirando, desde la oscuridad.

-Mis disculpas, he querido decir que han mandado una cría.

Alfred se siente ofendido, pero no es tanto como para opacar el miedo que nace en su interior.

-¿A qué estás jugando? ¿A las escondidas? Porque creo estas en el lugar equivocado.

Alfred niega lentamente, él está ahí por una razón en especial.

-Q-quiero hacer un pacto contigo.

-No hago pactos con crías- responde con severidad -regresa cuando tengas la edad suficiente y el valor para usar un arma.

-¡Soy v-valiente!- reclama ofendido, utilizando todas sus fuerzas para alzar la pistola y apuntar a la oscuridad.

-Si claro, lo dice él que está a punto de mojar sus pantalones -hay una risa extraña, no suena burlona como antes; es más bien melancólica.

-Muéstrate –le ordena Alfred intentando sonar lo más seguro que puede.

-Ese es el problema con tu familia ¿Sabes? -hay una risa seca, desprovista de humor, se siente peligrosa –siempre ordenando, siempre tratando de imponerse, de hacer las cosas a su voluntad.

Si el aire estaba frio antes, ahora es mucho peor. Esta helado, se siente la briza correr a pesar de que no hay ventanas ahí, corre de manera que le lastima las mejillas.

Se ha enfadado.

Lo que sea que sea, está enfadado. Con él, con su tátara abuelo, con su familia.

Y si se detiene a pensarlo también lo estaría; fue sometido, herido posiblemente y privado de su libertad. Encerrado en una mazmorra mal oliente por cien años completamente solo, siendo visitado de vez en cuando por algún valiente que intente someterlo para hacer un contrato que lo llevaría a una vida de esclavitud (o hasta que las cláusulas de dicho pacto se realizaran).

-Yo no quiero hacer e-esto…-Alfred baja la pistola y escucha al otro burlarse.

-Claro.

-Pero t-tengo que hacerlo por mi familia, por mi padre - Alfred se estremece al pensar en su padre convaleciente -para ser un héroe ¡Para eso necesito hacer un pacto contigo!

-Todos en tu familia quieren serlo, pero no les importa pisotear a otros con tal de llegar a su cometido –murmuran desde la oscuridad –tratarnos como ganado, alejándonos de nuestras familias, obligándonos a ser sus sirvientes ¿Dónde queda nuestro orgullo? Nosotros los que alguna vez les dimos la mano tratándolos como si fueran nuestros hijos ¿Y qué hicieron? ¡Nos traicionaron! ¡Nos expulsaron de esta tierra! ¡Nuestra tierra! Pero tú… tú eres solo una cría ¿Cómo podrías saberlo? Mejor vete pequeña cría, antes de que cambie de parecer y le dé a tu padre una verdadera razón para morirse.

-¿C-cómo?- Alfred parpadeo confuso.

-¿No lo sabes? Tu padre no esta tan mal como para morir por sus heridas, solo está cansado, agotado de la carga que tiene que llevar y estaría encantado de pasársela a alguien si pudiese… además el idiota que tiene como sirviente es demasiado fuerte como para dejarlo morir.

-¿Q-que carga?- pregunta Alfred temeroso de saber.

-Todo a su tiempo, algún día lo sabrás y estarás igual de ansioso que tu padre por pasársela a alguien más –le aseguro –mientras tanto será mejor que te vayas ¿No querrás que mi paciencia se acabe verdad?

-Y-yo…

-Adiós Alfred.

Una vez terminada la frase, Alfred sintió una ráfaga de viento tan fuerte que lo lanzo contra la puerta, abriéndola por el impacto. Él callo sobre su espalda ante la mirada atónita de los guardias y su abuela.

-¡Alfred!

La mujer se inclinó sobre su cuerpo, tomando su rostro entre sus manos frías, revisándolo con grandes ansias, casi como si esperara que saliese herido de ahí.

-Lo siento -murmuro por lo bajo- no pude convencerlo.

Al escucharlo su abuela soltó un suspiro, entre decepcionada y aliviada.

-Bueno, al menos estas en una sola pieza.

Alfred asintió ahora concentrando su atención en la puerta ya cerrada. Había algo que no le cuadraba de todo.

-Nunca le dije mi nombre- se dijo a si mismo pensando en la criatura ahí dentro, mientras la curiosidad nacía en su pecho.

Necesitaba saber quién era el que estaba ahí atrapado.

Mirar su rostro.

Necesitaba saber porque no le hizo daño, cuando sabía que era una de las criaturas más peligrosas bajo el cuidado de su familia. Su abuelo había perdido un ojo y tenía múltiples cicatrices por él. Su padre tenía una marca larga en el cuello como si hubiesen intentado cortárselo. Y él solo había salido con un rasguño en las mejillas.

Necesitaba saberlo.

Necesitaba ver de nuevo ese resplandor verde que brillo en la oscuridad cuando se despidió de él.

Iba a regresar.

Cuando tuviese la edad suficiente y el valor para acercarse más.


Esta era una pequeña idea que tenia para Halloween, pero se me complicaron las cosas y solo escribí dos capítulos (de los cuatro que son). Pero me gusto mucho la idea y aquí lo tienen. Se desarrolla en un AU que diseñe hace dos años, se llama Corpse Party y nada tiene que ver con el juego (de hecho ni siquiera sabia que existía).

Aquí se divide en Humanos, Seres sobrenaturales y Cazadores. Los sobrenaturales son responsables de cuidar el mundo y mantener el equilibrio evitando el abuso de los recursos de la tierra. Eventualmente algunos tuvieron descendientes con seres humanos, resultando en híbridos; estos no eran bien vistos por los sobrenaturales y eran temidos por los humanos.

Mucho de los híbridos crecieron resentidos y en venganza crearon a los Cazadores cuyo único objetivo era eliminar a los seres sobrenaturales y dominar a los humanos. Finalmente, cada híbrido formó un clan o familia. No siempre los sobrenaturales son eliminados, se convierten en los "espíritus familiares" de la familia uniéndose a su amo a través de un vínculo que puede ser una promesa, un truco o incluso un trato al cual se le llama Contrato.

Los sobrenaturales que todavía están libres tratan de devolver el equilibrio que se perdió con el nacimiento de híbridos creando una guerra entre las dos razas. Para planear las batallas, los contraataques y las liberaciones de sus compañeros atrapados crearon las Corpse Party que son reuniones anuales hechas en Halloween, estas comienza como una fiesta con el baile y cena.

Este seria el preámbulo de la historia original, que sucede muchos años después.