Disclaimer: Hoozuki no Reitetsu y sus personajes son propiedad de Natsumi Eguchi

Hola, gracias por entrar n.n

Recorriendo este animé recordé un hermoso pasaje de la novela Las ciudades invisibles, del escritor Ítalo Calvino, cuya lectura recomiendo y que cito al inicio del drabble. Son unas líneas que siempre me han conmovido porque encierran una reflexión sobre lo cotidiano del vivir y del convivir. lo arduo que se hace a veces estar con los demás. Peeero, no creo que Hoozuki se conmueva de la misma manera XD

Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D


Crítica literaria


El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.

Hoozuki levantó la vista del libro con fastidio. Caramba con los humanos y sus sensiblerías.

¿Que el infierno es el lugar que "formamos estando juntos"? ¿Que hay maneras de "no sufrirlo"? ¿Que puede existir algo en medio del infierno que "no sea infierno"? ¡Las cosas que hay que oír! Vaya forma de pasar el tiempo que tienen los vivos y que denominan pretenciosamente el arte de la Literatura.

Para empezar, el infierno es el mejor lugar para morar y transcurrir. El espacio donde residen los hombres vivos no es un infierno, sino un vergonzoso e insustancial cráter donde se han estancado.

Juntos sí, ¿pero qué diversión puede haber cuando los sufrimientos del alma se sobrellevan en privado? En cambio, él despertaba cada mañana arrullado por los desgarradores y destemplados alaridos de las almas en pena. ¿Qué mejor música que la producida por la tortura pública del que en vida fue un descarriado?

Para sufrir, para eso se ha hecho el infierno. Nada más gratificante que las heridas de los ímprobos, los padecimientos de los impíos, la continua flagelación de los traidores, el atroz y eterno azotamiento de los pecadores y de los infames… Ah, ¡nada más edificante que el sufrimiento ajeno!, sobre todo cuando han perdido toda chance de redención.

Siendo el infierno un lugar tan ejemplar, agradable y generoso, ¿por qué debería existir uno que no funcione como tal? ¿Qué les hace creer a los vivos que el infierno está en su mundo cuando ni siquiera son capaces de imaginar lo que les espera?

En los ocho infiernos ardientes y en los ocho infiernos helados se concentra todo lo que Hoozuki conoce como felicidad. ¿Qué de bueno puede haber entonces en las cosas de naturaleza opuesta a la infernal? Cuánta ingenuidad debía soportar...

Hoozuki concluyó que en el mundo de los vivos el bien estaba sobrevalorado. Lo divertido era fallar, caer, lastimar y terminar ardiendo o congelándose en algún aislado y aterrador estanque de aquellos páramos sin salvación. Y todo debidamente consignado, autorizado, sellado y archivado. Sólo el infierno guarda una promesa, y no la cándida estupidez del paraíso celestial.

El funcionario profirió una exclamación despectiva. Tomó el libro, lo revoleó por el aire y cual gran bateador de final de campeonato lo aventó con su mazo dentado quién sabe a qué recóndito y desagradable rincón del averno. Nada como la anodina literatura de los vivos para ejercitar la fuerza de los brazos.