Este fanfiction es del tipo Yaoi, lo que significa que se describen escenas de amor, romance, sexo y violación entre hombres. Si el tema no es de tu agrado, te pido cordialmente que te retires. Estás avisado, no acepto reclamos.
Tani es un personaje original.
Luna Llena
by Emiko Mihara
Chapter one – "Amor Perdido"
Es una noche helada... La ciudad está en silencio... Los únicos que deambulan por sus calles y techos son los que no tienen razón para descansar... los que no tienen nada de comer... ni un lugar a donde ir... una chica de increíbles orbes caramelo se interna en un callejón, encontrando algo más que comida.
"¿Qué es eso¿Un perro?" piensa acercándose al bulto junto a la pared. "Demasiado grande para ser un perro." y se acerca hasta tocarlo. El animal se despierta de su letargo y la mira con suma desconfianza. Su pelaje gris está manchado de sangre y una gran herida en su pecho es la causa de su debilidad.
- Tranquilo... – le susurra acariciándole el lomo.
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La noche estaba profundamente oscura, y aún dentro del domo podía sentirse el potente frío del otro lado de la gran muralla.
Las alarmas comenzaron a sonar. La pandilla de Tsume había vuelto a atacar. Corrían, cargando todo lo que podían, huyendo de los disparos y los gritos de la policía, más arriba de los techos de los edificios, por los tubos de aire, en lo más alto del domo.
Tsume, corría con una ligereza y rapidez extraordinarias, seguido muy de cerca por Tani, su mano derecha y la única mujer de la pandilla. Cabello carmesí, corto a los hombros; piel rosada, levemente tostada; no más alta que Tsume, pero aún así, muy ágil y fuerte; le gustaba vestir botas y pantalones negros ajustados, siempre combinados con camisas atadas en la cintura.
Los disparos sonaban cada vez más cercanos. La policía los estaba alcanzando, aunque parecía que solo los seguían a ellos. Los demás habían conseguido llegar a la guarida.
- ¡Tani, apresúrate! – grita Tsume, saltando de un tubo a otro seguido por la chica de pelo carmesí. Pero Tani no calcula bien la distancia y resbala, quedando solo sujeta de un cable con una de sus manos.
- ¡TSUME! – le grita al albino, quien se regresa hasta ella. El chico se arrodilla, mirándola directo a los ojos – Por favor, Tsume... ayúdame. –
- Tani, yo... – pero la mirada de ella le suplicaba. Tani sabe que Tsume tiene miedo, pero debe ayudarla. Por fin el chico se decide y estirándose trata de alcanzar su hombro – Va a doler. – le advierte al oído y ella asiente despacio. Unos segundos después, Tani siente varias puntadas de dolor. Tsume la sujetaba con fuerza, pero no demasiada. No quería lastimarla más de lo necesario. Tironeo, recibiendo quejidos de la chica, hasta por fin colocarla de nuevo a salvo. En el hombro, la ropa estaba destrozada, pero no sangraba demasiado. Se curaría en unos días.
- Gracias Tsume. – susurra la chica sosteniéndose el hombro, tratando de ocultar el dolor detrás de una sonrisa.
- Vamos... – le responde, girándose para que ella se suba a su espalda.
- No... – se niega poniéndose de pie - Puedo correr. - Tsume bufa ante su terquedad, pero no era el momento para discutir.
- Entonces vamos. – y emprenden la marcha de nuevo.
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Unas cuantas horas pasan, hasta que la chica consigue lo necesario para curar las heridas y entonces regresa al callejón.
- Perrito... perrito... ¿dónde te metiste? – comienza a canturrear con voz infantil, mientras silva y hace ruido con las palmas. Un rastro de sangre la guía hasta el fondo del callejón y no entiende por que, sobre un gran charco de sangre, un chico de piel morena y ojos ambarinos parece esperarla.
- Perdón... No quise asustarte. – dice el chico en tono débil.
- No... No me asustaste. – lo mira con detenimiento - ¿Viste a un perro gris por acá? – le pregunta acercándose.
- Gris... Ahh... – el chico cubrió su pecho con sus brazos, pero fue demasiado tarde ya que la chica vio que sangraba.
- Estas lastimado... – aseguró.
- No... – respondió quitando sus brazos. En el centro de su pecho, una gran herida en forma de X no paraba de sangrar. Una herida demasiado similar a la que tenía el perro.
- Yo... puedo curarte, pero... Primero tengo que encontrar al perro... El también estaba herido y... creo que vos vas a poder resistir más que él. – se puso de pie y comenzó de nuevo a llamar al perro.
- Espera... No lo llames más. – le dijo el chico. Ella, que le había dado la espalda, volvió a mirarlo. Donde antes había estado el chico, ahora estaba el perro.
- Vos... sos un lobo¿verdad? – y se le acerco sin miedo en sus ojos.
- ¿Sabes de nosotros? – oyó la voz del chico en su cabeza, mientras el lobo se acostaba para que ella limpiara la herida.
- Mi abuela me contaba historias de lobos cuando era pequeña... me dijo también que los humanos éramos lobos en un comienzo... – comenzó a relatar la niña mientras sonreía – Pero nunca creí ver a uno... así. – y acarició detrás de las orejas para calmarlo mientras limpiaba le herida.
- ¿Cómo te llamas? – preguntó de nuevo la voz del chico en su cabeza, mientras el lobo la miraba con sus ojos ambarinos.
- Mi abuela me decía Tani... – y terminando de poner el vendaje miro al lobo a los ojos - ¿Y vos¿Cómo te llamas? -
- Tsume. – respondió el chico de ojos ambarinos frente a ella.
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Parecía que ya estaban lo suficientemente lejos de la policía, así que se detuvieron en un techo para descansar.
El hombro de Tani seguía sangrando y Tsume la miro con ojos arrepentidos.
- Lo siento. – musitó, bajando la mirada.
- Eres increíble. – le espeto la chica, haciendo que la mirara – Acabas de salvarme la vida¡¿Y me pides disculpas! – dijo casi riendo.
Tsume sonrió apenas. Debían regresar. En la guarida los demás curarían a Tani.
- Vamos... – y se puso de pie, seguido de ella. Tsume había bajado la guardia y fue Tani la que advirtió la luz de la mira del rifle en el pecho del chico.
- ¡TSUME, CUIDADO! – gritó empujándolo. Tsume cayó al piso, y luego vio a Tani cerca de él, sangrando.
- ¡TANI! – gritó ahora él, mientras el techo se llenaba de policías - ¡BASTARDOS! – y comenzó a atacarlos. Eran más de diez, pero aún así, Tsume no necesitó más de unos segundos para acabar con todos. Arrodillado y manchado de sangre, se acercó a la chica – Tani... Por favor... Tani... –
- Estoy bien, Tsume... Tranquilo. – lo calmó, acariciándolo detrás de las orejas.
- Vamos... Tienen que curarte. – y la obligó a que se subiera a su lomo.
Tsume llegó a la guarida. No había nadie. Cargo a Tani hasta la única habitación con cama y la recostó en ella.
- Arghh... – se quejó la chica, sosteniéndose el abdomen.
- Perdón... – se disculpo de nuevo.
- ¿Otra vez...? – se rió – Tsume... he perdido la cuenta de las veces que me has salvado... Por una vez que te salve, no me voy a morir¿no crees? – sonrió, pero Tsume le reclamó con una dura mirada para luego salir de la habitación, y subir a la terraza.
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Unos años pasaron. Las heridas cicatrizaron. Las traiciones se olvidaron. El hambre se sació... y la pareja conocida como "luna llena", se había vuelta famosa... Por sus robos de guante blanco.
- ¡Vamos Tani¡Rápido! – le decía Tsume, desde la ventana mientras la chica colocaba los explosivos en la pared. Estaban en uno de los más lujosos hoteles de la ciudad y buscaban un tesoro muy especial.
- ¡Ah¡Ya está! – se alejó de la pared hacia Tsume - ¡Cúbrete! – gritó y dos segundos después la pared volaba en pedazos.
- ¡Tómalo¡Rápido! – le apresuró de nuevo el de ojos ambarinos y Tani corrió para tomar algo de entre los escombros, para ponerlo en su mochila.
- ¡Listo! – y ambos saltaron desde la cornisa hasta la terraza del edificio de enfrente. Corrieron hasta perderse en la oscuridad de la noche, dejando atrás las sirenas de policía y las alarmas del hotel.
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La noche se hace día y uno por uno van regresando a la guarida todos los miembros de la pandilla. Una vez todos juntos bajo el gran árbol, Tsume les reclama la repentina desaparición.
- Líder... – comienza uno de ellos, tratando de no faltarle el respeto a Tsume – Nos ocultamos de la policía... No sabíamos que había pasado con usted y Tani... Discúlpenos. – y bajo la cabeza, seguido de los demás. Tsume llevaba unos anteojos oscuros, lo cual era bueno, porque no pudieron ver la angustia en su mirada cuando otro de ellos, el "medico", salía de la guarida, después de haber revisado a Tani.
- Jefe... – susurró y Tsume bajo del cascote en el que estaba, alejándose del resto – La jefa Tani... – se silenció - Vende sus heridas pero... No pude quitar la bala, Sr. – y dio dos pasos para atrás, temiendo que Tsume lo atacara. Todos le tenían muchísimo miedo, era por eso que le "servían", por así decirlo. Pero al enterarse de las heridas de Tani, ninguno se quedó callado.
- ¿La jefa Tani esta herida? – dijo el que antes se había disculpado con Tsume en nombre de todos - ¿Qué le pasó? – el "medico" estuvo a punto de responder, pero Tsume se le adelantó.
- Nada. – y les dirigió una mirada desafiante, para luego salir de allí, y ver a Tani.
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- Tsume... – lo llamo Tani una noche, mientras la pandilla dormía. Tsume estaba en la terraza, observando un pedazo de cielo apenas discernible entre las sombras de los edificios.
- Tani... ¿No podes dormir? – le preguntó con una media sonrisa a lo que ella asintió – Ven, siéntate. – y la chica se acerco.
Sentados como estaban uno al lado del otro, no tardaron en comenzar a mirarse, disimuladamente, claro. La oscuridad y las luces tenues se fundían en el rostro y cuerpo de Tani. Sus ojos relucían entre el blanco oscuro de su rostro, dándole cierto aire salvaje a esas gemas acarameladas. Tsume no se quedaba atrás. La luz de luna que lograba traspasar los edificios, hacia que su pelo brillara de forma que parecía ser uno de esos lobos plateados legendarios. Sus ojos ambarinos cobraban un brillo muy especial cuando la luna llena se acercaba. Más brillantes, resplandecían de forma casi siniestra en las tinieblas de la noche.
- Tsume... – musitó Tani, casi en un susurro – Sabes que sos muy importante para mí¿no? – preguntó la chica, cuyo cabello carmesí, casi como la sangre, era mecido por el viento nocturno, bajo la atenta mirada de su acompañante – Yo... ¿Soy importante para vos? – pregunto clavando sus pupilas en las de él. Tsume dudó unos segundos. Debía pensar con cuidado lo que debía responder. Sabía perfectamente a donde quería llegar la chica, y no quería darle ilusiones falsas. Esperanzas que jamás se concretarían.
- Tani yo... Sí. Sos importante para mí... – comenzó y la chica sonrió – Pero... No de la forma en que vos... – se detuvo, puesto que la chica había dejado de mirarlo en el momento en que dijo "pero..." – Tani... ¿Tani? – la llamo, tocando levemente su hombro, encontrándola con el rostro surcado de lagrimas.
- Debí de suponerlo... – dijo con una triste sonrisa – Es estúpido pensar que tú, un lobo, podría llegar a sentir amor por un humano... – e intentó irse.
- Espera. – la detuvo Tsume. Tomándola del brazo, la acerco hasta él y tratando de olvidar por esa noche lo que era, la besó.
- Tsume... – susurró Tani acabado el beso. Se había sentido tan real. Había sentido esos labios morenos en los suyos. Lo abrazó con fuerza, llorando en su hombro.
- Tani... Te prometo que encontraré la forma... – le susurró.
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- Tani... – susurró, entrando despacio. Solo una cama en ese cuarto, y en ella, una figura delgada, que respiraba con dificultad. La figura se volteó sobre uno de sus lados para enfrentar al visitante.
- Tsume... -
- Shh... No hables. – le pidió acercándose y arrodillándose frente a ella – No te esfuerces. -
- Je... – se mofó la chica acariciándole las orejas – Parece como si no me conocieras... – su voz sonaba cansada, como la de alguien a quien ya no le quedan fuerzas para seguir peleando. Al oir esa voz, Tsume no pudo evitar que sus ojos ambarinos se oscurecieran, hasta volverse casi dorados – Tsume... – comenzó de nuevo – Recuerdas cuando me besaste aquella noche... – los ojos caramelo mostraron ilusión - ¿Podrías hacerlo de nuevo...? -
Tsume se vio en esos orbes caramelo y no pudo resistir el embriagante efecto que tenían sobre él cuando la luna llena se reflejada, dándoles un brillo inigualable. Se acerco a ella, y la beso lenta y amorosamente.
- Te vas a poner bien... – su voz sonó seria y entregada. Apoyó su cabeza sobre el pecho de la de pelo carmesí y ella comenzó a acariciarlo lentamente. Tsume no pudo evitar cerrar los ojos. Las caricias de Tani siempre lo tranquilizaban.
- Esta bien Tsume... No te preocupes. – y la chica también se quedó dormida... pero a diferencia del lobo gris... ella no despertaría para ver la luna llena.
"Wolf's Rain" © Mobumoto Keiko & Bones, 2003
"Luna Llena" © Emiko Mihara, 2005
