REESCRITO EL 7/06.
Los personajes no me pertenecen. Gracias.
I don't want your flowers (but I'll eat your heart)
I
Por regla general, a Will no le interesan –casi- nada los alfas.
Si bien es cierto que más de la mitad de sus problemas de relación son gracias a su "truco de fiesta" –se vuelve notoriamente difícil mantener una conversación cuando solo necesita mirar un poco más allá de la línea para oír "quiero hacerte gritar mientras vienes en mi nudo"-, no se puede negar el hecho de que todos los que ha conocido son en su mayoría grandes, molestos ejemplares de la soberbia humana.
Amigos, la novedad sobre los nudos pasó hace bastante tiempo. Will no entiende su alboroto.
(Y esto no significa que no lo haya disfrutado pero… en serio, ¿era muy complicado pensar en otra razón por la que él debería sentirse atraído hacia ellos?)
La parte de la dominación tampoco mueve su bote, no cuando Will es un adulto crecido y jamás ha agradecido los intentos de los demás por hacerse cargo de sus problemas, dictaminarle que hacer o peor, creer que su género le hace frágil de alguna manera.
Está agradecido que después de décadas de lucha por los derechos de los omegas es capaz de conseguir un trabajo y no ser condenado a establecerse con algún idiota, criar niños y básicamente ser un florero humano. Aún si en ciertos sitios todavía se espera. (Ellos pueden irse a la mierda.)
Y, sin pecar de arrogancia, Will es muy bueno en lo que hace.
Está orgulloso de haber armado un nombre durante años de incansable trabajo, lidiando con la basura exterior e interior. Diez años en el FBI como uno de los mejores perfiladores, con alrededor de veinte artículos en revistas científicas acerca de la psicología criminal y una larga lista de casos resueltos, le han dado la reputación de una leyenda.
Si su padre todavía viviese… él estaría orgulloso, cree. Como omega en los viejos tiempos Ben Graham había tenido que sobrevivir como padre soltero con un hijo a cuestas y cualquiera podría adivinar que no fue nada fácil. Pero si hubo algo que nunca faltó en su hogar fue el amor y se consideraba afortunado por haberlo tenido aún si fue por pocos años.
Ahora, a sabiendas de todo esto, no quiere decir que Will no tenga que seguir lidiando con malditos alfas y su descaro. Jack Crowford, jefe de la Unidad de Comportamiento del FBI, por ejemplo, nunca le ha perdonado el traslado a Los Ángeles hace siete años atrás, cuando en mitad de un caso realmente importante –casi a la par con el Destripador de Chesapeake- los directivos consideraron que sería mejor retirarlo del caso.
Que Will lograse atraparlo solo dos días después de su traslado, cuando el equipo y Jack habían estado trabajando durante más de tres semanas sin ninguna pista solo aseveró el hecho.
Por esto mismo, cuando una mañana de clases el agente tiene el atrevimiento de entrar como si estuviese bailando el vals en su propia casa (solo siendo lo suficiente inteligente como para esperar que todos los alumnos se vayan pero no para evitar venir) Will solo le presta media atención a su charla antes de interrumpir sin disculpa.
— Estoy retirado, agente Crowford—le recuerda, frío.
Los labios del hombre se frunce y su olor comienza a propagarse como un incendio forestal. Siete años y el hombre no ha cambiado nada. Se pone peor cuando lo regaña—La gente se está muriendo —y suena como si de alguna manera la culpa fuese de Will y no de la gente bajo su mando, ya sabes, los que realmente están trabajando en el caso.
(Will no tiene paciencia para la mierda. Ya no.)
— La gente se muere todo el tiempo—responde, casi con suavidad, disfrutando el color que asciende a las mejillas del alfa, y para rematar termina—. Si eso es todo tengo otra clase para dar.
La mirada que recibe a cambio vale la pena el dolor de cabeza que le deja su encuentro. No necesita su truco de fiesta para saber que eso no ha terminado pero Will empuja el pensamiento a un costado y en cambio se fija en cosas más interesantes.
Siete adolescentes muertas en las últimas semanas.
Tal vez debería dejar de lado su investigación y mirar sobre ello.
Dos días después Will recibe otra visita de un alfa.
No es Jack.
Él casi, casi prefiere que se trate de él.
El hombre se acerca al final de una de sus clases, después que los últimos rezagados se han ido y Will está entretenido guardando sus cosas. El alfa es tan silencioso como una sombra pero su mirada ha puesto sus pelos de punta desde que llegó, así que no se sorprende tanto cuando su primer pensamiento al mirar al desconocido es depredador.
Entonces reconoce los ojos granate y su mente se queda en blanco, porque justo frente a él se encuentra la misma persona que lo vio una noche bajo la luz de la luna, con sangre en los dientes y uñas y susurró "hermoso".
Lentamente recupera la capacidad de razonar y piensa: me olvidé que Baltimore es el coto de caza preferido de los asesinos en serie.
— ¿Dr. Will Graham? —el hombre le sonríe, todo el encanto y la astucia en un paquete elegante de cabello rubio y dientes blancos, mientras extiende su mano hacia él. Para su suerte el alfa no parece haberse dado cuenta de su desliz momentáneo.
— Sólo Graham está bien. —dice automáticamente mientras estrecha su mano, intentando no inhalar el ligero pero potente aroma que despide el hombre cuando la distancia entre ambos se acorta. Juega a lo seguro, se dice, y lo mira bajo sus rizos— ¿Usted es…?
Su desconocimiento no lo perturba y los labios del alfa se tuercen un poco hacia arriba, como si estuviera tratando no asustarlo— Soy el Dr. Hannibal Lecter, trabajo como consultor del FBI—se presenta, sin evitar que la diversión parpadease fugazmente en sus ojos.
Las cejas de Will se elevan silenciosamente mientras lo contempla— Ya veo—. Por alguna razón no está sorprendido que el león esté jugando entre las ovejas. Él no es muy diferente, después de todo—. ¿Y en qué puedo ayudarlo, Dr. Lecter?
— Sólo Hannibal estará bien—asegura, tan suave como firmemente, uno tono que los mejores psicólogos pueden llegar a tener, y hey, ¿no era esa su suerte? Aún si le convenía al Dr Lecter tener un puesto que le permitiese influenciar en los demás; recordó que lo había intentado bastante esa noche—. Pensé que podría estar interesado en compartir sus pensamientos conmigo acerca de uno de los casos—añade, conversacional, como si fuera una invitación a tomar el té con un viejo amigo.
Will parpadea y empuja un par de rizos detrás de su oreja, frunciendo el ceño pensativo— Jack te mandó—no es una pregunta.
El alfa sonríe, un poco menos presa esta vez, nada feliz de la implicación de ser ordenado por alguien más, supuso Will, pero admite— Podría decirse que me alentó—no le toma mucho darse cuenta que el Dr. Lecter estaba diciendo la verdad pero solo parcialmente.
El ex-perfilador permite que el aire escape de su boca en un suspiro de molestia. No necesita su "imaginación hiperactiva" para ver la tranquilidad en su vida haciendo las maletas y tirándose por la ventana si acepta.
Ahora, ¿qué demonios hago?
Un poco más pulido según mi propio criterio. ¿Quién sabe? *se aleja silbando alegremente*
