Disclaimer: DGray-man y todos sus personajes son propiedad intelectual de Katsura Hoshino.

Extensión:3711 palabras.

Advertencias: Universo Alternativo. Vampiros. Shonen ai en el transcurso del fic.

Resumen del capítulo: Allen, un muchacho normal de instituto, un día cualquiera, se despide de su novia a la entrada del metro. Sin embargo, al dirigirse a su casa, se topa con una desagradable sorpresa.


Atracción Sanguínea

01. Miedo

La tarde, aquel día a fines del verano, daba ya por concluida su jornada. El sol, dejándose caer con estrepito en el horizonte, mostraba ya sus últimos rayos de luz a través de las nubes más bajas, provocando que el cielo se tiñese de colores violáceos y anaranjados que se estrellaban, con absurda suavidad, en los más descubiertos espacios citadinos. En uno de estos tantos espacios— un parque, aledaño a la calle principal— se encontraba sentada una pareja (de jóvenes estudiantes de instituto) abrazándose y conversando, sumergidos en ese mundo que se crea al estar una pareja, junta y unida, compartiendo un espacio subjetivamente estrecho para ellos pero, literalmente, amplio para los demás.

— ¿Por qué no me dices Allen, Lou fa?— le preguntó el muchacho (de cabellos grisáceos) a su novia, mientras la abrazaba.

Allen— el muchacho antes mencionado— nunca se había explicado el por qué su novia era tan formal con él. Ciertamente, gracias a su origen oriental, la chica tendía a la formalidad incluso estando con amigos. Sin embargo, ya llevaban un buen tiempo saliendo juntos y Walker hubiese esperado que ella lo tratase con más familiaridad. Tratando de animarla a que diese el gran paso de llamarlo por su nombre de pila, le dedicó una sonrisa.

— Es que…— balbució Lou fa, roja de la vergüenza ante la exposición pública, sin saber que decir.

A decir verdad, nunca se hubiese imaginado, seis meses atrás, que Allen sentiría lo mismo por ella. Siempre, desde que se habían conocido y a costa de mantener sus sentimientos ocultos, había tratado de ser su mejor amiga, siendo comprensiva con él y ayudándolo en cualquier cosa que necesitase o problema que lo acometiese. De vez en cuando, algunas chicas se le declaraban al muchacho, siendo rechazadas casi en el acto por el caucásico, quién les daba la excusa de que ya le gustaba alguien, cosa que Lou fa no sabía si creer o no, pues Allen no emitía ninguna señal de estar enamorado de alguna muchacha en particular.

Varias veces, un poco celosa y triste, trataba de vislumbrar quien sería la afortunada que tenía el corazón del inglés en sus manos, pero no conseguía imaginar de quien pudiese tratarse. Sin embargo, aún tomando en cuenta esto, un día se hartó y sin importarle el rechazo que sufriría, se confesó, de una manera un poco violenta y tartamudeada. Hasta ese momento duró su amistad. Allen simplemente le sonrió, un poco sonrojado, y contestó: "yo también te quiero, Lou fa".

De esta forma, habían transcurrido seis meses de mágico ensueño. Durante el correr de los días, los sentimientos que tenía por él crecían a un ritmo casi alarmante: cada día le gustaba más pero, a la vez, presentía que esta relación era lo suficientemente frágil como para quebrarse de un minuto a otro al igual que un vaso. Por lo mismo, mientras crecían sus sentimientos de amor por él, también crecía su temor por perderlo.

Apenas se levantaron de la banca, se besaron con ternura. La tarde le había dado el paso a la noche y, con ello, a las luminarias de la ciudad, las cuales cobraban un papel tan protagónico como el de la luna que brillaba ahí arriba. Notando que ya se había hecho tarde, dieron por hecho que debían despedirse, por una cuestión meramente obligatoria. Mañana tenían que asistir a clases y, para pesar de Allen, su tutor había regresado después de una de sus misteriosas desaparecidas. Si no llegaba pronto a casa con el dinero para la comida— y los gastos extras que Cross causaba, sin siquiera tener un poco de delicadeza— la pasaría muy mal.

Sin embargo, la ciudad por las noches era peligrosa en demasía. No podía dejar que su novia volviese sola a su hogar, así nada más.

— ¿Te voy a dejar a tu casa?— le preguntó Allen atentamente, mientras separaba sus labios de los de ella.

Lou fa clavó la vista en esos serios ojos grises y la desvió con rapidez, pues la vergüenza no la dejaba mantener su temple calmado. Ciertamente, hace unos minutos atrás, mencionó un poco preocupada que tenía que volver pronto a casa, ya que su familia debía estar muy inquieta, pero eso no significaba ni, mucho menos, obligaba a Allen a ir a dejarla hasta allá.

— ¡No!— exclamó la chica, mirándolo directamente a la cara, mientras trataba de mantener esa expresión de seguridad ajena a ella. Casi al mismo tiempo, Allen reaccionó: en su rostro se reflejó un sentimiento un poco turbio y nebuloso que no le gustó para nada. ¿Incredulidad? ¿Duda? No estaba muy segura. Sabía que, sea lo que sea que él estuviese pensando, no se lo diría tan a la ligera, así que prefirió explicarse—. Es que no quiero que el señor Cross te regañe de nuevo y, mucho menos, que te obligue a ir a apostar como castigo.

El albino sólo suspiro ante esa respuesta, rebatiéndole a su novia en la mente, pues el apostar (para él) no era un castigo, sino una forma de vida. Dudaba que ella lo entendiese y tampoco quería deshacerse en excusas sobre el caso, por lo que dejó el asunto hasta ahí: no quería preocuparla de más por nimiedades, aunque tenía en claro que Lou fa se alarmaba demasiado por su bienestar. Tenía entendido que eso era normal en una pareja, pero no podía terminar de acostumbrarse a ello. Recordó haberle pedido un par de veces que no se preocupase tanto por él, pero ella lo olvidaba con suma facilidad (o fingía hacerlo) por lo que esta vez prefirió no discutir con ella sobre ese tema.

Decidieron encaminarse hacia el metro(1), que quedaba en las cercanías del parque, para que la china tomase uno de esos trenes y se fuese más segura a su casa. Apenas hubieron bajado a la estación se besaron nuevamente, en señal de despedida.

— Wal… Allen— dijo Lou fa, mientras entraba a los andenes—. Cuídate…. te quiero— agregó, un poco abochornada.

— Yo igual aunque, si soy sincero, tal vez te amo— respondió su novio con una sonrisa, a la que Lou fa correspondió.

La muchacha, apenas el tren hubo arribado a esa estación, lo abordó con premura, sin quitarle la mirada a su compañero de encima, siendo interrumpido el contacto visual sólo cuando las puertas se cerraron de golpe. Allen observó como el tren del metro se alejaba de la estación hasta que desapareció en la curva cercana, dejando tras de sí el eco de las ruedas chocando contra el metal de los rieles. Apretó los puños con un poco de rabia, pues la situación de la separación se le hacía cada vez más dolorosa. Era cierto que antes de conocerla, por el trabajo de su maestro, la instancia de la separación era frecuente en su vida pero, gracias al tipo de relación que los dos sostenían, esa separación se hacía cada vez más difícil, pues está era la primera vez que amaba de manera tan intensa a alguien.Hubiese preferido retardar esa despedida obligatoria, pero las cosas no siempre sucedían como Allen las quería. Reflexionándolo con más calma, se percató que el funcionamiento de las cosas era a la inversa: casi nunca sucedían como lo deseaba.

Con pesadez se dirigió a la salida del metro, pues debía regresar presto a casa ya que su tutor, seguramente, lo estaba esperando. Al recordar que ese hombre estaría en casa, no pudo reprimir un ligero estremecimiento, ya que sabía que retrasarse no le traería muy buenas consecuencias.

Se lanzó corriendo por las calles de la gran ciudad porque— además de la amenaza de la presencia de su maestro—, le inquietaba el que las vías estuviesen más silenciosas de lo normal. Hace un rato atrás, cuando revisó se reloj, se percató de lo tarde que era. En una situación normal, sabría como calcular el tiempo que pasaba fuera del caserón pero, gracias a su novia, no notaba la manera supersónica en la que este transcurría. Al observar el cielo, contempló la oscuridad penetrante que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Parecía como si el cielo se fuese a tragar aquella selva de cemento.

Restándole importancia a eso, continuó su carrera, esquivando a los pocos transeúntes que circulaban por las calles a esas horas de la noche. Mantuvo la vista al frente para no tropezar y evitar perderse, mientras un viento frío, anormal para la época, hacia un acto de presencia más notorio a cada paso que daba. Dobló por unas cuantas esquinas, aguzando el oído a cada tranco que daba, pues podía sentir respiraciones extrañas, acompasadas y roncas, que se cernían sobre él, aunque se desviase mucho del camino tratando de despistar la fuente ese sonido.

Detrás de sí, sentía que algo acechaba. En cualquier situación, hubiese podido asegurar a pie juntillas que se trataba de alguna otra persona, un conocido quizás, o alguien que pretendía robarle, pero esta vez era distinto. Ese algo que lo atormentaba no era humano. No sabía cómo, pero esa opción se barajó en su cerebro, después de estar un buen rato corriendo esa carrera que parecía no tener final certero. Tenía pleno conocimiento de que a cada paso que daba, ese algo daba dos, acercándose a un ritmo alarmante y terrorífico. Mientras aumentaba la velocidad, tratando de ganar ventaja, ese algo parecía disminuir los rastros de su presencia y, quizá para alcanzarlo de una vez, superaba la rapidez de sus propios pasos. Cada vez estaba más cerca. Lo sabía. No entendía como, pero lo sabía. El terror a lo desconocido fue haciéndolo su presa, gradualmente, carcomiendo sus entrañas burlonamente mientras le decía, casi susurrándole, que algo nohumanovenía tras él.

En la siguiente esquina, giró su rostro bruscamente esperando sorprender a su perseguidor y comprobar, al fin, de que se trataba. No obstante, en esas solitarias callejuelas no había nada. Caminando de espaldas, para prevenir un probable ataque de algo que aún no podía ver, guió sus pasos unos metros más allá, para volver su mirada al frente.

Rodó su rostro comprobando, aliviado, que había llegado al lugar al cual, desde el principio, se había encausado. El paradero de buses lucía igual que en la mañana, impávido, un poco sucio y rallado como siempre. Más tranquilo, soltó un pequeño suspiro de alivio al notar que ahí se encontraban dos personas jóvenes (una pareja probablemente) que, mirándola desde esa distancia, no parecía peligrosa. Más seguro de sí, avanzó hacia la plataforma para poder esperar al bus que lo llevaría a, sólo en esos momentos, su anhelada casa. Apenas plantó sus pies en la parada de autobuses, notó que esa molesta sensación de persecución había desaparecido.

Al parecer, eso había decidido rendirse por hoy.

Lo primero en interrumpir sus pensamientos, que divagaban y trataban de vislumbrar que era lo que lo había estado persiguiendo hace pocos momentos atrás, fue la voz de la muchacha, quien sonaba bastante preocupada y un poco autoritaria, a juzgar por el timbre de voz que usaba para hablarle al joven que se encontraba a su lado.

— Lavi, tienes que aguantar, ¿sí?— le aconsejaba a su acompañante, pues este último respiraba entrecortadamente y parecía bastante enfermo.

Allen los miró de reojo un momento, al ser llamada su atención por aquella escena deplorable a la vista. La muchacha, de cabellos largos y verdes tomados en dos coletas, trataba de tranquilizar al chico que la acompañaba, pues este último respiraba con dificultad y se apoyaba en el basurero del paradero para no caer al suelo.

A primera vista, era una pareja bastante particular y un poco variopinta, pero inofensiva. Por lo menos, no parecían ladrones ni angustiados(2) lo que, en esas circunstancias, era un alivio.

Fijándose con más detención en el hombre— quien era el que llamaba más la atención—, examinó la mirada nauseabunda y afiebrada que exhibía. Parecía como si hubiese estado bebiendo alcohol durante todo el día. Lo único que le entristecía del asunto era que, al parecer, esa muchacha (quien de seguro no tenía la culpa del comportamiento de su acompañante) tenía que aguantar a ese tipo que, sin consideración, se había emborrachado estando con ella.

— Pobrecita…— se atrevió a susurrar para sí, pues no era capaz de concebir que un pobre infeliz le hiciese eso a su novia (por lo menos, esa pareja parecía tener ese tipo de relación).

Él sería incapaz de hacerle eso a Lou fa, reflexionó, chasqueando la lengua.

Volviendo a la escena, vio como el pelirrojo contestaba, con dificultad, a la orden de su compañera y añadía, un poco molesto—. Ya lo sé, Lenalee…

Ese tipo continuaba respirando a duras penas, como si hubiese terminado de correr una maratón o incluso, ahora que lo reflexionaba con más calma (gracias al haber olvidado, momentáneamente, la sensación de ser acechado), ese joven parecía sufrir algo más que una simple borrachera del momento. Allen intentó precisar, mientras esperaba el bus, el mal que padecía el tipo del parche, pero esos síntomas le recodaban a muchas enfermedades y, a la vez, a ninguna. Lo único inquietante de la situación era la sensación que ese tipo transmitía. Si lo tuviera que definir con una sola palabra, sería escalofriante.

De golpe, el colorín se cubrió su boca, dando a conocer cuan duro era el dolor que sufría por medio de su expresión. Parecía como si algo lo estuviese desgarrando por dentro o, peor aún, descuartizando vivo. Sin embargo, lo que más sorprendió a Allen fue el hecho de que, en un instante casi evanescente, ese desconocido giró su rostro, clavándole la vista encima mientras lo observaba sin verlo, como si lo vigilase en medio de una ofuscada fiebre.

Ante eso, Allen no pudo evitar temblar: el simple hecho de tener ese ojo, verde y bestial, incrustado en su rostro, era aterrorizador en demasía, porque se parecía al de las bestias que tienen a su presa acorralada y lista para quitarle la vida.

Sentirse como una presa cercada, en esos momentos, no era lo más saludable ni lo más seguro, por lo que decidió evitarlo, desviando la mirada hacia el lado contrario para convencerse cuanto antes de que, lo que había percibido en el mirar de ese sujeto, sólo había sido provocado por su imaginación.

Pero, a pesar de sus esfuerzos por tranquilizarse, no lo logró: ya no podía quitarse de la cabeza que ese muchacho no era alguien común y corriente.

Lo único que pudo apartar su atención de las cavilaciones sin fundamento que lo acometían fue el bus, que se acercaba al paradero. ¡Por fin! El simple hecho de contemplarlo detenerse lo aliviaba pues, además de todas sus suposiciones un poco disparatadas, había notado— mirando de reojo— que el chico del parche aún lo observaba, sin quitarle el ojo de encima, como si su pupila fuera la mira de alguna peligrosa arma. Raudo, levantó el dedo para indicarle al chofer del bus que se detuviera y, apenas el vehículo frenó y abrió sus puertas, colocó un pie adentro, sin mirar atrás. Lo que menos deseaba hacer era volver su mirada.

Pese a eso, nunca se hubiera esperado lo que ocurriría segundos más tarde.

— ¡Espera!— lo llamó una voz femenina que Allen, para su mala suerte, pudo reconocer.

Con el estomago compungido y sudando helado, se detuvo en seco, pues esa llamada lo tomó por sorpresa. ¿Qué podrían querer esas personas, a quienes veía por primera vez, de él? No tenía ni la más mínima idea y tampoco le interesaba saberlo, ya que se veían sospechosos en demasía para no poder evitar pensar que no eran normales ni, mucho menos, buenas personas. Hubiese querido ignorarlos pero algo dentro de él, quizá su sentido de bondad, le impedía hacerlo. Si algo malo llegase a ocurrirle a alguien, pudiendo él haberlo evitado pero no haciéndolo, era algo que nunca podría perdonarse. Tratando de apaciguarse, volteó la mirada, para dirigirse a ellos.

— ¿Si?— preguntó, esbozando una falsa sonrisa, tratando de no reflejar el miedo que, a esas alturas, ya sentía.

— Esto…— balbució la muchacha de cabellos verdosos y añadió, más segura de sí misma—. ¿Me podrías ayudar a subir al bus, por favor? Es que se siente mal y no lo puedo cargar sola— concluyó, señalando a su compañero quien lucía, incluso, peor que hace unos minutos atrás.

Contrariado, se limitó a observar a la pareja desolada y al siguiente segundo, al sentir una mirada molesta clavada en su espalda, giró su rostro hasta toparse con la mirada del conductor, quien no se mostraba ni muy benigno ni, mucho menos, comprensivo, ya que Allen no parecía muy resuelto para tomar una decisión.

— Está bien— finalmente murmuró, esbozando una sonrisa fingida (demasiado acentuada, incluso para las que estaba acostumbrado) mientras trataba de convencerse a sí mismo de que, todas esas teorías que había levantado en torno al chico de cabellos rojizos eran a causa de su imaginación que, en ese momento, se encontraba en franco trastoque—. Te ayudo enseguida.

Raudo y tratando de perder el menor tiempo posible, acomodó uno de los brazos del pelirrojo sobre sus hombros, para poder cargarlo con más facilidad y lo introdujo al bus, seguido de la muchacha. A pesar de que el miedo lo acometía, nunca imaginó que ese muchacho fuera dueño de un peso tan descomunal, porque apenas lo podía cargar. Comenzó a dar pasos cada vez más lentos por el pasillo del bus, cosa que se veía acentuada por la sensación de que el corredor se hacía más extenso a cada paso que daba. Apenas hubieron llegado a la mitad del bus la chica, agradeciéndole, señaló que sentados al centro del bus estarían bien.

Haciendo caso de esto, el albino delicadamente comenzó a depositar al otro muchacho sobre uno de los asientos, notando con espanto como la mano del otro, casi con un afán diabólico y bestial, se aferraba a su hombro, incrustando sus uñas que, casi por obra de magia, habían crecido de pronto.

— ¡Lavi!— lo regañó la muchacha sacando, con ese grito, a Allen de su estado de paralización total—. ¡Deja de hacer eso!

El aludido giró, con lentitud monumental, su rostro en dirección a la fuente del sonido que había escuchado y contemplando a la muchacha como si analizase sus palabras, con los ojos dislocados y turbios, se limitó a soltar el hombro de Allen como si, en vez de ser consciente de sus propios actos, se tratase de un perro al que hubiesen regañado. Por su parte el albino, al notar como su hombro era presa de un dolor horrible debido a la reciente agresión, soltó a ese chico con rudeza, alejándose de esa pareja en el acto, sin mediar palabras debido al terror que no pensaba abandonarlo.

Apenas tomó asiento al final del bus, revisó su hombro, sin creer lo que veía: ¡estaba sangrando! Ciertamente, el pelirrojo había incrustado las uñas en su piel, pero esa herida excedía lo normal. Tenía que mantenerse lo más lejos de él, por lo menos lo que durase la estadía en el bus, pensó, tratando de detener la hemorragia que manchaba su uniforme, con resultados casi nulos.

Impertérrito a esto, el bus continuó avanzando por su recorrido habitual, mientras Allen trataba de cubrir la herida con algo, con pésimos resultados. El vehículo giró varias veces, quedando con menos pasajeros en el avanzar del recorrido. Lo único que mantenía al chico intranquilo era el hecho que aquella pareja aun no abandonaba el bus pero sabía que, para su desgracia, no podía hacer nada al respecto, optando al final por relajarse un poco. Suspirando, se volteó hacia la ventana, alarmándose por lo que se veía afuera. Rápidamente, se levantó y apretó el timbre con vehemencia. Por estar distrayendo su mente en lo que recién le había ocurrido, no había notado que se había pasado del lugar donde debía bajarse. Apenas el bus abrió sus puertas en uno de los paraderos, Allen bajó corriendo sin importarle nada más que llegar lo antes posible a casa, aunque tenía por asumido que eso no cambiaria en nada el castigo que su tutor le tenía deparado.

Apenas se hubieron cerrado las puertas, una ráfaga de viento pasó bruscamente a su lado, trayendo consigo las manos del pelirrojo, que se aferraron a sus hombros, a tal punto que ni siquiera era capaz de moverse. La desesperación se agolpó de pronto dentro de él, paralizándolo en el acto y dejándolo clavado en ese lugar. Todo esto era demasiado anormal, como si ese sujeto fuese el mismo demonio, pensó, tratando de respirar, pues el miedo no le dejaba hacerlo. Su corazón se detuvo y comenzó a sudar frío, mientras su cuerpo continuaba sin responder a sus órdenes. Vamos,muévete,muévete,malditasea. No era capaz de hacerlo: no podía moverse.

El aire comenzó a arremolinarse alrededor de él, mientras el pelirrojo comenzaba a desgarrar con brutalidad el cuello de la camisa, provocando que el albino dirigiese su atención a ese punto, con los ojos desorbitados y los labios abiertos ligeramente. En ese instante, el miedo se posesionó de él. No sabía cómo, pero tenía por seguro que el pelirrojo pensaba matarlo. Iba a morir, sin que pudiese hacer nada. Iba a ser asesinado ahí y ahora, pensó, tratando de moverse todavía, con resultados nulos.

El otro, por su parte, siguió forzando la camisa, pasando del temor de su víctima, para comenzar a lamerle el cuello, dejando que rastros de su saliva helada se deslizasen por el cuello de su presa.

— ¡AYUDA! ¡POR FAVOR, ALGUIEN AYÚDEME!— gritó Allen, carcomido por la desesperación, frente a la impotencia de tratar de zafarse sin lograrlo.

— Es inútil— lo cortó la chica, con total calma—. He creado una burbuja de aire que desvía tus ondas sonoras, así que nadie podrá escucharte.

A pesar de habérselo explicado, Allen fue incapaz de comprender a qué se refería. Mientras aún gritaba pidiendo ayuda, el chico pudo sentir un dolor intenso incrustándose en su cuello, como si cientos de clavos estuviesen siendo enterrados en él. Todo su ser se desgarró. El dolor continuaba avanzando por su cuerpo, mientras un líquido cálido y de olor metálico brotaba desde su cuello.

— ¡Me duele! ¡ME DUELE! ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE!— fue lo único que pudo hacer salir de su boca, con una fuerza desgarradora.

Sin embargo, nadie lo escuchó.

Fin Capitulo 01. Miedo

Por: Nana Walker


Aclaraciones

(1): Con metro, me refiero a las líneas de trenes urbanos que transitan en las grandes ciudades. Por lo menos en mi país, es mucho más seguro transportarse en el metro que en bus.

(2): Con angustiados me refiero a los drogadictos extremos que, por consumir un poco de droga son capaces de recoger colillas del suelo o, peor aún, matar a alguien.


N/A: Hola, vuelvo de nuevo a la carga con otro yaoi de DGray-man (un Laven), ya que amo a esta pareja. Ojala les guste.

Ya saben: sólo pido un review si tienen tiempo :D