Hola mis queridos lectores, aquí winnie ssp les trae una nueva historia, como podrán ver es clasificación M, así que si leen menores de edad están bajo advertencia (aunque tengo la sensación de que no me harán caso y de igual forma leerán la historia xD) , podría contener palabras obscenas, y más que obvio; LEMOM *-*


ROJO COMO LA SANGRE

.

PRÓLOGO

Sus pies descalzos sangraban por los cortes que tenía en ellos, su respiración estaba entrecortada por los jadeos que demostraban cuán cansada se encontraba, las ramas de los arbustos rasgaban sus piernas y brazos, pero ella, no sentía dolor gracias a la adrenalina que corría por sus venas.

Los trapos que cubrían su cuerpo, antes formaban parte de un sencillo vestido que ahora para su desgracia, estaba hecho añicos, tal vez y solo tal vez si no estuviera destruido podría darle algo de calor bajo esa fría y tormentosa noche.

Su cabello cobrizo antes recogido en un moño, caía sobre su espalda en una larga trenza rebelde, que se desprendió de sus horquillas ante la intensidad de sus pasos... La lluvia disimulaba sus lágrimas de angustia y desesperación, y su corazón se le estrujaba al recordar con horror lo vivido hace unos quince minutos.


El mismo diablo en persona se presento en el templo al que con tanto amor llamaba hogar, ella presenció con horror como ese maldito hombre desgarraba la garganta de su abuela, manchando así las paredes y alfombra del líquido rojo que salía a toneladas del cuello de la persona que más amaba en el mundo.

En cuanto él notó su presencia, soltó el cadáver de la anciana y se abalanzó hacía ella, de seguro con intensiones de darle el mismo destino que a su familiar. Despertando de su trance, apenas lo pudo lanzar al otro lado de la habitación con su magia, se sorprendió así misma al ver la fuerza de sus poderes, ella era una aprendiz de sacerdotisa, era imperdonable utilizar sus poderes para todo lo contrarío que existen; ayudar a las personas. Pero, tal vez los dioses la perdonarían esta vez, después de todo ella sólo trató de defenderse.

O tal vez no.

Su vista se nubló y casi cayó hacía atrás, pero, se sostuvo de la columna que le quedaba más cerca y dio grandes bocadas tratando de recuperar el aire que poco a poco dejó de circular por sus pulmones. Tomó el puñal que siempre guardaba atado en su pierna debajo de su largo vestido y se lo clavó así misma a un lado de su plano vientre, logrando así que el dolor despertara las partes de su cuerpo que poco a poco se iban durmiendo.

Pero fue un grave error.

El hombre que había lanzado hacia la pared se levantó al sentir el olor de su sangre, el dulce olor de una virgen sacerdotisa.

Otra vez se había abalanzado hacía ella, solo que esta vez si logró ser derribada.

-Eres muy salvaje, todo lo contrarío de como deberían ser las sirvientas de los dioses. -Le dijo él con burla tras sus palabras, algo que la hizo enojar más. Sujetó con una mano ambas muñecas de la muchacha por encima de su cabeza y se sentó a horcajadas sobre sus piernas así quitando a su presa toda posibilidad de patalear.

-¿Que sabe un demonio como tú, de como debo portarme o no? -Gruñó, porque de cierta forma ella también le molestó como estaba actuando. Sin embargo, nunca lo diría delante de ese diablo de cabello castaño y mirada de mismo color.

-Me pregunto si me llamaste demonio de forma literal, ya que... sonaría muy estúpido que me llames así, he entrado a un templo y matado a una sacerdotisa ¿Acaso un demonio podría hacer eso, mi querida Orihime? -Con un grito de frustración pudo liberar una de sus manos y tomar el puñal que yacía tirado a un lado de ellos y así clavarlo en uno de los ojos de él.

Gruñendo de dolor soltó el agarre de la otra muñeca para tocarse el ojo herido, ella aprovechando el momento lo empujó con todas las fuerzas que le quedaban y levantándose del suelo dio media vuelta dispuesta a salir. Él agarró el borde de su lago vestido y lo jaló hacía él, mas sin embargo, este se rompió en el acto haciendo así que su la joven corriera a la salida.

Él maldijo entre dientes, hacía tanto tiempo que no se alimentaba, contaba con que se daría un banquete esa noche apaciguando sus necesidades; una de sangre y la otra de lujuria. Tenía todo preparado para esa noche, pero esa perra huesuda tuvo que arruinarlo todo. Levantó su camisa de seda y observó con irritación el sello que brillaba encima de su ombligo, esa marca era la culpable de su debilidad. Con un chasquido de dedos la hizo desaparecer y observó el cuerpo inerte de ''esa perra huesuda''. Suspirando con resignación se acercó a el, tendría que conformarse por ahora con la fría sangre del cadáver.

-¿Dejará que huya, Lord Aizen? -Gin Ichimaru apreció de forma silenciosa detrás del vampiro.

-Búscala, pero no la toques, cuando la encuentres no dejes que te vea.- Caminó en dirección al cuerpo y se agachó a su lado- Yo quiero ser la persona que vea su expresión al aparecerme frente a ella. -Tomó con asco el brazo de la anciana y clavó sus colmillos en las venas azules que se marcaban en la ahora pálida piel. Gin observó como el ojo herido de su Rey, sanaba lentamente al compás de los tragos de sangre que bajaba por su garganta.

-Como ordenes. -El hombre de cabello plateado sonrió burlón y con algo de lástima, imaginándose lo que le espera a la pobre muchacha que salió corriendo como alma que lleva el diablo.

-Gin. -El aludido volteó su atención a él.- Habla con Kaname, avísale que preparen el ritual ''Vamhellsing''

-Si, lord Aizen. -Esta vez, el hombre no sonrió, después de todo ese ritual simulaba la muerte misma, el más mínimo fallo y estarían todos acabados, Él, los acabaría a todos.


De seguro Aizen no duraría en encontrarla, el olor de su sangre era una desventaja en todos los sentidos, casi estuvo a punto de romper ella misma su pureza con tal de que él la dejara en paz, pero descartó ese pensamiento al tiempo de que tropezara con una enorme raíz y cayera dando vueltas por un barranco golpeándose la espalda con una enorme roca.

Sintió un dolor tan grande que casi se desmaya, abrió y cerró los ojos apartando las lágrimas y las gotas de agua que nublaban sus ojos, y le vio allí, caminado lentamente hacía ella. Orihime, sacando fuerzas de donde no tenía se levantó y cojeando trató de alejarse lo más rápido posible de él, aunque fuera en vano.

Él sujetó su trenza jalándola hacía él y ella gritó de dolor.

-¡Suéltame! -Gritó y forcejeó agotando las pocas fuerzas que le quedaban. Él hundió sus dedos en la herida que ella tenía en su vientre haciéndola gritar entre jadeos, hasta que todo se volvió negro...

Negro como el odio que fue formándose en su dulce corazón, odio hacia él, la persona que mató su felicidad.

Negro como el vestuario de él, el ser que yace cautivo en lo más profundo de las mazmorras de la mansión de Aizen, y que una vez que despierte... quien se cruce en su camino de venganza sufrirá las consecuencias.