Hace poco tiempo empecé a preguntarme que hubiese pasado si el Damien Thorn de la película "The Omen" y el Philip Pirrup de "Grandes esperanzas" tuvieran interacción y como supuse que no había un fanfic con aquella temática, decidí escribirlo.
Dedicado a todos los Dipsitos de la página de Facebook:
"El blog de Damien y Pip"
~o~~O~~o~~o~~O~~o~~o~~O~~o~
LOVING YOU IS MY SIN
Aun no tenía idea de como había llegado a tal punto. Lo último que recordaba era que aquel hombre, cuyo tiempo de conocerlo era poco, se había robado más suspiros en un día que su querida Estella en todo este tiempo de conocerla. Damien Thorn, dueño de industrias Thorn, era quien ocupaba su mente en solo una semana de haberle conocido.
Habían sido presentados, Damien era muy influyente, y si de algo estaba seguro era que los amigos podían influir en su posición. En cuanto fueron presentados, el muchacho Phillip se dio cuenta de una gran cualidad que tenía el señor Thorn. Y esa era su desbordante carisma. Pero no fue hasta que ambos estrecharon sus manos que se sintió estremecer, mientras un escalofrío agradable recorría todo su ser.
—Un placer conocerle, joven Pirrup. — dijo, mientras retiraba su mano, mostrándole su mejor sonrisa.
Phillip por su parte estaba más que impresionado, la voz profunda y aterciopelada de Thorn, le había robado el aliento. Y no, no era solo su voz. Sus movimientos llenos de elegancia, la manera en como sonreía, lo persuasivo que era, todo ello relucía en él. Pero sabía que había algo malo con el señor Thorn. Tenía algo en su esencia que le hacía temblar, algo siniestro en él. Un aire de malicia, de frialdad, de impureza reinaba en el azabache de ojos profundos.
A pesar de todo, el joven ingles buscaba su proximidad bajo cualquier excusa. Quería que el señor Thorn volviera a mirarlo con sus profundos ojos negros, anhelaba volver a ver su sonrisa perfecta, que le hablara con aquella voz profunda y aterciopelada que poseía. Pero más que cualquier otra cosa deseaba de manera ferviente que volviera a tocar su mano, por lo menos rozarla con sus dedos. La sensación de su roce era única, jamás experimento un momento así, en donde una parte de su ser moría de ganas por salir corriendo asustado, pero la otra parte anhelaba seguir sintiendo el toque suave de su mano haciéndole temblar en el proceso.
Al principio estaba más que convencido de que lo único que sentía era simple admiración por el magnífico porte que el señor Thorn tenía, pero después de cuatro días enteros sin que la imagen de Damien Thorn saliera de su mente comenzó a dudar de que aquello fuera una simple admiración o envidia sana. Algo estaba sucediendo en su interior y no tenía idea de que se trataba. Idealizaba al señor Thorn hablándole con una dulzura increíble en su voz.
Para él todo le llevaba irremediablemente al azabache, todos los días, Damien Thorn en la melodía suave de un piano, en la brisa fresca que acariciaba su rostro por las tardes, en el tenue aroma de las flores que recién salían de su capullo, todo era Damien, desde la vez en que pudo apreciar la elegancia y majestuosidad de ese respetable hombre. Hubiese querido hablarle, pero sus palabras morían antes de si quiera haber salido de sus labios
Por su parte, el joven dueño de industrias Thorn se entretenía al ver que su plan salía a la perfección. Recordó lo que su padre le había indicado, era simple: ir a Inglaterra y tomar un puesto de poder que poco a poco lo llevara al poder supremo. Había llegado como cualquier persona de importancia a hacer negocios, pero solo fue cuestión de tiempo para que su carisma le llevara a ser uno de los personajes más renombrados.
Debía admitirlo, no todo era fácil, pues en cada mansión a la que entraba por asuntos de negocios no faltaban los molestos crucifijos que mermaban sus poderes. Por lo tanto debía ganárselos de forma tradicional con el carisma y la persuasión que eran hereditarias de Lucifer, su legítimo padre. Por otro lado el primer y, hasta el momento, el único encuentro con el joven Phillip Pirrup asaltaba su mente. Escudriñó no solo la apariencia del muchacho, también su mente y alma. Pudo ver en el algo que no había visto antes en la alta sociedad: pureza.
Una enorme pureza en su corazón, la necesidad continúa de ayudar al prójimo. Podía prepararle una muerte segura, de no ser por los estorbosos crucifijos en cada una de las malditas salas de aquel lugar. De todas maneras aunque lo matase, daba por seguro que se iría al cielo, y un ángel con aquella pureza podría resultar el doble de amenaza tanto para el como a su padre. Así que su plan fue encontrar alguna manera de manchar la dulce pureza de su incorruptible alma. Y al conocer las debilidades simplemente sonrió.
Aquel día, durante su presentación formal con el joven Pirrup se dio cuenta de algo, no necesito utilizar ni siquiera sus poderes para darse cuenta que aquel puro angelito le miraba de una manera distinta, notaba como Philip buscaba su cercanía de manera casi ridículamente desesperada, inclusive descubría la mirada de esos ojos celestes sobre el mirándole con atención a cada uno de sus movimientos, pero cuando devolvía la mirada podía apreciar un muy tenue rubor rosa invadir las mejillas del de cabellos dorados, quien miraba hacia otra dirección intensificando más el rosa de sus mejillas
—Te arrancaré tus preciadas alas, angelito.— murmuró por lo bajo, mostrando una sonrisa de malicia.
Se encontraba en su oficina, mientras sonreía de manera victoriosa, no solo por sus planes, sino por haber sido capaz de cautivar a un ángel con solo presentarse a él, ¡cuán fácil sería hacer caer a tan preciado tesoro del cielo que ya tenía asegurado!
Endulzaría sus palabras, buscaría su proximidad, haría que esa pureza se borrase por completo de su alma, quitaría toda su inocencia. Pero primero privaría al joven Pirrup de su presencia los primeros días para torturarle y que ansiara con todas sus fuerzas estar a su lado. Después detallaría más su plan.
Por los momentos debía continuar sus "negocios" con aquellos mortales, para escalar peldaño tras peldaño hasta la cima. El poder máximo estaba tan cerca que ya podía sentirse en el trono a la derecha de Lucifer, su padre. Pues a pesar de ser reconocido como hijo de aquel par de ineptos de Robert y Katherine Thorn estaba más que claro que no lo era. Sus destrezas y habilidades tenían el sello de su muy apreciado Creador y padre. El aprecio, respeto y admiración que le guardaba en sus adentros.
Después de su primer día en Inglaterra, Satán se le manifestó en su oficina, felicitándole por su desenvolvimiento, era obvio que su facilidad de palabra era innata. Le ordenó que tuviese mucho cuidado allí sus poderes se debilitarían al usarlos con frecuencia debido a la cantidad de religiosos y símbolos parecidos. Pero lo más relevante de aquel monólogo fue la última frase que Lucifer pronunció antes de su despedida.
"Entiendo que eres joven, pero no se te ocurra distraerte, recuerda la razón por la que estás aquí, no es solo para divertirte. Mantén tus ojos fijos en el objetivo y te aseguro que triunfarás, confío en que no me decepcionarás. Hasta entonces, hijo mío."
Su padre exageraba, no había nada de que preocuparse, jamás le decepcionaría y esta no iba a ser la primera vez. Guardó silencio durante unos minutos, meditando en todo lo que acababa de pasar. Hasta que sonrió, su padre podría ser el mayor mentiroso y estafador, pero ni el mismísimo Satán puede evitar que su frase pueda volverse en su contra. Soltó una risa leve mientras se servía vino en una copa.
—Dijo que no estaba aquí solo para divertirme, pero jamás dijo que no podía divertirme mientras trabajo. — Y con esto dio un sorbo al vino.
No pensaba dormir esa noche, tenía planes que afinar.
CONTINUARA…
~o~~O~~o~~o~~O~~o~~o~~O~~o~
~Damien Thorn (Rosy).
