Que sí, que llevo muchos fics últimamente. Que sí, que eso hace que tarde en publicar. Pero ya he acabado SwanQueen is Endgame, y como expliqué, Conectadas es un relato corto. ¡Este es el fic que sustituye el hueco de SwanQueen is Endgame, no conectadas! así que espero que le deis un tiento y os guste. Sí, la primera escena es prácticamente el trailer que ya mostré, así que podéis saltaros todo salvo los últimos cuatro párrafos si lo habéis leído entonces (Que fue hace nada), y no me quejaré XD. En fin, disfrutadlo.
Tercera Persona
La corte de la reina Blanca se reunía, una vez más, ante la gran audiencia de su palacio, para la celebración del nacimiento del que sería su segundo hijo. El niño se encontraba ya ante la pila, en el momento de gran expectación de todos los presentes cuando, de una patada, las puertas del salón se abrieron. Y un silencio incómodo se adueñó de la sala.
_ Siento llegar tarde._ Dijo una voz cargada de resentimiento._ La invitación debió perderse. No la recibí.
La recién llegada, sin embargo, estalló en una maquiavélica risa ante su propio chiste. Por supuesto que a ella no la habían invitado. Blancanieves y el príncipe no serían tan estúpidos. De hecho, ellos fantaseaban con la idea de que la mujer que acababa de entrar por la puerta no se enterase jamás de que su segundo hijo había nacido. La mujer, sin embargo, se adelantó. Ningún guardia osó moverse, nadie, de hecho, se sentía capaz de decir nada.
_ Porque… espero suponer bien al creer que me habéis invitado, Blancanieves._ El desprecio en la voz de la mujer, heló la sangre de la reina._ ¿No habréis negado a una mujer el conocer a su propio hermano, no es cierto?
Emma no sentía ningún apego por la mujer que tenía delante, a la que una vez llamó madre. Ni tampoco a su marido. No, ni mucho menos. Por el contrario, en su cabeza sólo había lugar para una persona. Y si había ido hacia allí, era por esa persona.
_ Así pues… os lo pregunto una última vez, madre._ La sonrisa de Emma se torció_ ¿Dónde está mi prometida?
_ Emma._ Blanca intenta ser razonable, pero sabía que era imposible.
_ ¿Dónde está Regina?_ El sonido de un trueno iluminó la estancia. Blanca no contestaba. Emma pareció perder la paciencia.
La mujer de cabello dorado extendió la mano, y una espada apareció entre sus dedos. La colocó sobre la garganta del bebé neonato, y miró a su madre fijamente a los ojos. Ella vio lo que ya muchos habían visto. Que era bien capaz de hacer lo que parecía que iba a hacer.
_ ¿Dónde está mi amor verdadero?_ Insistió.
_ ¡No lo sé, Emma!_ Exclamó Blancanieves._ La enviamos a un reino sin magia. A un lugar en el que no pudiese hacerte daño.
_ ¿Hacerme daño?_ Emma rió, una risa fría, que provocó que toda la alegría que pudiese haber en aquel evento terminase de disiparse._ Regina jamás me habría hecho daño. De ti… no puedo decir lo mismo.
_ Emma… por favor._ Murmuraba la monarca, temblando.
_ No, madre._ Dijo, pronunciando esa palabra con asco._ El tiempo de los por favor, ha pasado. El tiempo en que me conformaba con respuestas vanas, también. Voy a recuperar a mi prometida. De una vez por todas. Dices que está en el mundo sin magia, ¿Cierto? Entonces vamos a ir todos allí.
Blanca no entendía lo que su hija pretendía, hasta que notó cómo su propia mano empezaba a moverse contra su voluntad tras un movimiento de su hija. El brazo de la reina se hundió en el pecho de su hijo y extrajo su pequeño y brillante corazón.
Emma observaba fría la temblorosa mano de su madre, que lloraba copiosamente, intentando resistirse a lo que sabía que iba a pasar. Pero nada ni nadie pudo impedir que el brazo de Blancanieves estrujase el corazón de su propio hijo. Y lo siguiente, tampoco. Una bruma negra lo envolvió todo, mientras la maldición oscura se apoderaba de todos y cada uno de los rincones del bosque encantado.
11 años después
?
_ Venga… mi amor… sé que estás cansada pero…_ Murmuraba, metiendo la lengua en su oído._ Quiero marcha…
Mi novia, sin embargo, se quejó un poco y se acomodó de nuevo en la cama. Vale, lo habíamos hecho ya un par de veces aquella noche pero… soy insaciable, no puedo negarlo. Especialmente con la morena que dormitaba a mi lado. Ronroneé y me acomodé sobre su cuerpo desnudo. En ese momento el sonido del timbre, me hizo levantarme, de mala gana. Debían ser las tres de la mañana al menos. Me levanté, me puse un albornoz y me dirigí a la puerta. Cuál fue mi sorpresa al abrir la puerta y encontrarme con una niña de unos diez años.
_ Hola._ Saludó._ ¿Eres Regina Mills?
_ No._ Dije, bostezando._ Ella está dormida.
_ ¿Vive aquí?_ Preguntó la niña, sonriendo.
_ Sí._ Dije, frotándome los ojos._ Yo soy su novia. ¿Quién eres tú?
_ Pues soy su hija._ Dijo, cruzándose de brazos._ ¿Puedo hablar con ella?
El sueño que llevaba encima desapareció de inmediato de mi rostro. ¿Qué era lo que aquella niña acababa de decir? No, sencillamente no podía ser.
_ Me disculpas un momento._ Dije, señalándole el sofá para que se sentara.
Me dirigí hacia la habitación, donde Regina dormitaba apaciblemente. Le di, sin embargo, un empujón en el hombro, y Regina no tardó en reaccionar.
_ Hay una niña aquí._ Le dije, cruzándome de brazos.
_ Tienes muchas formas de pedirme esto, Ely, pero esta es nueva._ Dijo, sonriendo.
_ No tiene gracia, Regina._ Dije, sulfurada._ Hay una niña de diez años en el salón que dice que es tu hija.
_ ¿Mi hija?_ Preguntó, incrédula.
_ ¿Me pusiste los cuernos, verdad?_ Le dije, cabreada. Siempre había pensado que era mucha mujer para mí._ ¿Quién es él?
_ Ely…_ Regina sonrió._ ¿Cuánto hace que empezamos a salir?
_ Unos nueve años._ Dije, en voz baja.
_ ¿Y cuánto has dicho que tiene la niña?_ Me preguntó.
_ Unos diez._ Admití._ Perdona… ya sabes que soy muy celosa.
_ Ya sabes la historia que te conté, no es cierto._ Regina estaba muy seria.
_ Sí, me acuerdo.
Cuando Regina y yo nos conocimos, ella estaba destrozada. Una mujer sin memoria, que había tenido que abandonar a su hija recién nacida, porque no tenía nada que darle. Nunca hablaba de ese tema. Evitaba la idea de tener hijos y formar una familia. Y siempre imaginé que tenía que ver con ese suceso.
_ Voy a vestirme._ Dijo, poniéndose en pie._ No quiero darle una mala impresión.
_ Sí, claro…_ Susurré en voz baja._ Yo también debería ponerme algo.
?
Regina tenía novia. Eso estaba mal. Según mi libro, no debería tenerla. Como solía hacer, estaba hojeando las páginas que tanto me habían enseñado. Regina no debía estar en Boston. Y me iba a asegurar de que no siguiese metida en aquel piso mucho más tiempo. Me serví el zumo que la novia me había dado. Era una mujer con una larga melena negra, unos ojos oscuros y profundos, y una buena planta. No me extrañaba que Regina hubiese visto algo en ella. Pero yo sabía que no era su amor verdadero.
Regina Mills
Me había puesto uno de mis mejores trajes, y no me había atrevido a salir sin ponerme algo de maquillaje, en gran parte porque quería postergarlo un poco, y en otra parte porque me daba miedo encontrarme con la niña. Pero allí estaba, con un gran libro entre los brazos y un vaso de zumo en la mano. Me miró, con unos profundos ojos azules, y sonrió.
Me era imposible no verme a mí misma en aquel rostro. Lágrimas escapaban de mis ojos. Me acerqué y me senté con ella. Era la niña más guapa que había visto jamás. Y había salido de mí. Noté cómo me rodeaba con los brazos y me miraba.
_ Hola, Mami._ Dijo, en un susurro._ He venido a buscarte.
_ ¿A buscarme?_ Pregunté, mirándola.
_ Sí, tienes que venir conmigo a Storybrooke._ Dijo, asintiendo._ Mi otra madre debe estar preocupada.
_ Tu otra madre…_ Susurré. Claro, debía tener una madre adoptiva.
_ Se va a poner muy contenta de verte.
_ Yo lo dudo._ Reconocí, mientras me pasaba la mano por el pelo.
_ Confía en mí._ Dijo._ Tienes que venir. Hazlo por mí.
_ Bueno, supongo que deberíamos llevarte a casa._ Dije, mirando a Ely.
Ella parecía hastiada ante la situación. Y lo comprendía. Pero no dejaba de ser mi hija, y no podía mandarla de vuelta a su casa sin más. Quería una excusa para ir a su casa con ella.
Emma Swan
La cara de Mary Margaret quedaba genial contra mi puño. La mujer cayó al suelo, ya incapaz de aguantar más castigo, con el uno de sus ojos morados y la sangre cayendo por su labio, manchando su blanco uniforme de criada. Yo suspiré, largamente, y la miré.
_ Te lo voy a preguntar una última vez._ Dije, disfrutando del momento._ ¿Dónde está mi hija? Dijiste que estaría en la biblioteca. Y no estaba allí.
_ Lo siento, señora._ Repetía entre sollozos._ Ella dijo que iba a la biblioteca, que se había dejado un libro allí.
_ ¿Y la dejaste salir pasada la medianoche?_ Le repetí, dándole una patada en el estómago._ Temo que voy a tener que rebajarte el sueldo otra vez.
_ No, por favor… señora._ Dijo, abrazándose a mis pierna._ Apenas tengo para llegar a fin de mes.
Ella sabía que no encontraría ningún trabajo digno si yo la marcaba, que no tenía sentido que lo intentase. Esta ciudad era mía, y todos sus habitantes, a su manera, lo eran también. Yo extendí mi bota, y ella sabía bien lo que tenía que hacer. La tomó entre sus manos y la besó, con ímpetu. Yo sonreí. Así funcionaban las cosas en el ciento seis de la avenida Mifflin.
_ Supongo que por esta vez has aprendido la lección._ Dije, apartando mi bota._ Pero no lo olvides. Si vuelves a decepcionarme, puede que no sea tan compasiva.
_ Lo sé, mi señora._ Dijo, encogida.
Iba a tener que encontrar a mi hija yo sola. Cuál sería mi sorpresa al abrir la puerta y encontrarme con la niña cruzando el umbral de la puerta con alguien que… era sencillamente imposible que estuviese allí.
Mis ojos debían estarme mintiendo. Pero Regina cruzaba aquel umbral, sólida… real. Era ella. La reconocería entre un millón. Mi reina, mi amada, mi prometida. Mi corazón pareció detenerse por unos segundos mientras ella se acercaba. Mi pequeña le tiraba de la mano.
_ Ven, ven por aquí._ Decía la niña._ Tienes que conocer a mi madre.
Yo no pensé, simplemente me acerqué a la morena y la rodeé con los brazos. Ella era real, podía sentirla. Estaba allí. Después de tantos años… finalmente la tenía delante de mí. No sabía cómo, ni sabía por qué, pero ella estaba allí.
_ Disculpe…_ Me dijo, mirándome a los ojos._ ¿Está usted bien?
Mi corazón, tanto como se había regocijado hace un momento, ahora se contrajo al ver cómo no había el más mínimo reconocimiento en aquellos ojos. Ella no tenía ni idea de quién era yo. Quería gritárselo, obligarla a recordar para que estuviese conmigo. Pero eso no estaba a mi alcance.
_ Es sólo que le agradezco que haya podido encontrar a mi pequeña Gina._ Le dije, separándome.
_ ¡Mira mamá!_ Dijo Gina, moviendo su cabello azabache._ Ella es mi otra madre. ¡La encontré!
Sí… la había encontrado. No sabía cómo, pero estaba allí. Yo, sin embargo, tenía que asumir el papel de una mujer indignada, de una que desconocía lo que estaba sucediendo. Pero sencillamente, era incapaz de ser cruel con Regina.
_ ¿Es usted la madre biológica de Gina?_ Le pregunté.
_ Sí…_ Admitió ella, bajando la mirada._ Pero no se preocupe, no voy a molestarla. Yo debería marcharme.
_ De ningún modo._ Dije yo, haciendo que levantase la vista._ Usted me hizo el mayor regalo del mundo. Tengo que agradecérselo. Pase, por favor.
_ Yo… no debería._ Murmuró._ Es tarde y… mi esposa está esperando en el coche.
"Su esposa" Aquellas dos palabras golpearon mi cabeza como si de un mazazo se tratase. Estaba casada. Pues claro que lo estaba. Regina era la mujer más bella del universo. Y no me recordaba. ¿Cómo no iba a haberse casado?
_ Creo que siendo la hora que es, ambas deberían quedarse en mi mansión de invitados._ Dije, con una sonrisa._ Está aquí al lado, el número ciento ocho. Creo que será de su agrado.
_ Yo, no quisiera abusar de su hospitalidad._ Reconocí.
_ De ningún modo._ Dije, sincera._ Su esposa y usted pueden pasar y tomarse una copa conmigo y dormir en la mansión. Insisto.
_ Bueno… si insiste tanto._ Regina sonrió. Mi corazón botó de alegría._ Por cierto, no me he presentado. Soy Regina Mills.
_ Yo soy Emma Swan._ Dije, estrechando la mano que acababa de tenderme.
_ Y yo soy Eliza Mills._ Dijo una voz, provocando que diese un respingo._ Pero todos me llaman Ely.
La mujer de Regina había salido de la nada, y por poco me provocaba un para cardíaco. Era un pivón, hablando claro. Tenía una larga melena azabache y un rostro curioso, que en ese momento me observaba. Y su busto era más grande que el mío. Por un momento me sentí inferior. Odié esa sensación. Le cogió la mano a Regina. Iba a destruir a esa mujer, aunque fuese lo último que hiciera.
_ Ahora, si me acompañan al salón, podremos hablar más tranquilamente.
_ ¿Puedo ir, mamá?_ Me preguntó Gina.
La verdad es que después de lo que había hecho por mí iba a comprarle el juguete más caro del mundo si me lo pedía. Pero no podía dejarla quedarse despierta tan tarde.
_ Tú te vas a la cama, jovencita._ La reprendí.
