Hola chicos y chicas! Estando hoy en clase se me ocurrió la idea de este fic q espero q no sea mu extenso. Acabo de escribir el capítulo de lo q espero que sea una historia de aventuras, romántica y cómica.
Disclaimer: nada de lo que reconozcáis me pertenece, es de JK. Rowling. Yo hago esto por diversión.
Espero que les guste, esto es solo el epílogo!
31 de octubre de 1999
Harry, Ginny, Ron y Hermione se encontraban cenando en el salón de Grimmauld Place, celebrando el día de Halloween. La mesa era más pequeña, era distinta a la que había en la época de Sirius; los muebles también habían cambiado y la casa presentaba un aspecto mucho más acogedor.
-Muchas gracias, Kreacher –sonrió Hermione cuando el viejo elfo sirvió el poste, mousse de chocolate, a los comensales.
Kreacher hizo una reverencia. Su aspecto era más saludable, su vestimenta estaba limpia y cuidada. Finalmente tomó cariño a su amo y decidió quedarse en la casa que había vivido. Harry Potter insistió en darle una paga, pero Kreacher, ofendido, la rechazó. Sin embargo eso no impidió que Harry le pasara a un cuarto más espacioso y luminoso. Él y Ginny dormían al lado, en el antiguo dormitorio de matrimonio. Ya no quedaba ningún vestigio de la antigua familia, Ginny se había encargado de decorar toda la mansión.
-Puedes irte a dormir Kreacher –le dijo amablemente Harry mirando el reloj de pared-. Ya recogemos nosotros.
El elfo dijo un sonoro "gracias" y se alejó. La joven pareja había insistido en numerosas ocasiones en que el viejo elfo comiera con ellos pero se había rehusado también.
-Está buenísimo –exclamó Ron devorando todo el mousse de chocolate.
Harry sonrió al ver a su amigo, Hermione lo miró con afecto y su hermana cabeceó de un lado a otro. Había cosas que no cambiaban por mucho que pasara el tiempo.
-No es necesario que comas como un cerdo –le recriminó Ginny fingiendo molestia e imitando el tonto de voz que habría puesto su madre.
Ron acabó su postre y se limpió con la servilleta, después le dedicó una sonrisa a su hermana para que viera sus dientes cubiertos de chocolate. Ginny le arrojó una servilleta hecha una bola que Ron atrapó en un reflejo inconsciente.
-La cazadora y el guardián –bromeó Hermione feliz al ver la escena-. Va siendo hora de irse, mañana en el callejón Diagon ¿no?
-Sí –dijo Harry recordando la cita que tenían pendiente, irían a ver a George. Todos echaban de menos a Fred y sobre todo el hermano que todo lo compartió con él, hasta la apariencia.
La expresión de Ginny y Ron se ensombreció levemente. Hermione y Harry intercambiaron una mirada cómplice, las pérdidas de la guerra habían sido muchas y muy importantes y aunque jamás el tiempo consiguiera borrarlas, al menos mitigaría el dolor que sentían. Solo necesitaban tiempo. Harry comprendía perfectamente el dolor de los hermanos, él había perdido a toda su familia y casualidades de la vida, ese mismo día hacía 17 años que James y Lily Evans habían sido asesinados. Cabeceó para no pensar en esa fatídica noche de la que no recordaba más que una intensa luz verde.
-Vamos, Ron, tenemos que ir a La Madriguera, ¿recuerdas? –le apremió Hermione apretándole la mano y sonriéndole.
Ron la miró y asintió, devolviéndole la sonrisa. La pareja se despidió y abandonó el salón, quedando Harry y Ginny.
-Mejor recogemos mañana, ¿no? –dijo finalmente la pelirroja poniéndose en pie y bostezando.
Se acercó a Harry y lo abrazó desde la espalda, rodeándole la cintura y apoyando su cabeza sobre los omoplatos del muchacho. Harry acarició las manos de la muchacha, sintiendo su calidez y pensando que todo el dolor ya había pasado. Era tiempo de sanar las heridas, al menos, de cicatrizarlas.
-Lo echo de menos –confesó Ginny, su voz no estaba rota y eso reconfortó a Harry.
-Lo sé –dijo el moreno apretando con más fuerza sus manos.
Ginny lo soltó y lo miró de frente, sonriéndole con tristeza. Le dio un beso en la mejilla.
-Sé que lo sabes. Sé el día que es hoy, Harry. Estamos juntos aquí y ahora, y siempre lo estaremos. Juntos.
Harry bajó la mirada para enfrentar la castaña de la muchacha. Vio su blanco y joven rostro y sonrió complacido. Solo tuvo que agachar levemente la cabeza para acudir a la llamada de su beso. Un beso prolongado, lento, húmedo. Tierno.
Se separaron y cogidos de la mano salieron del salón, antes de abandonarlo Harry apagó todas las velas con un toque de su varita. Subieron las escaleras, ya no crujían ni olían a abandonado. Ambos entraron a la habitación donde se desnudaron y se introdujeron en la cama. Harry se acercó al menudo cuerpo de la pelirroja y la abrazó posicionándose en su espalda. Le besó el cuello y aspiró el aroma de su cabello. Se durmió con la tranquilidad de que mañana, un día más, despertaría abrazado a ella.
Sin embargo, cuando despertó no sintió la presencia ni el calor del cuerpo de Ginny. Abrió los ojos asustado. No estaba en su dormitorio de Grimmauld Place. Pero eso no fue lo que más le asustó. Se levantó con el corazón palpitando a cien por hora y miró a su alrededor sin dar crédito a lo que veía. Estaba en los terrenos de Hogwarts y sentía el frío helando cada parte de su piel. No había mucha nieve, pero el clima era bastante frío. Miró extrañado las colmenas y murallas de Hogwarts.
No parecía el mismo Hogwarts después de la batalla, estaba como él lo recordaba de su época de estudiante. ¿Cómo había ido a parar ahí? ¿Por qué presentaba Hogwarts ese aspecto? No, eso no podía estar sucediendo. No tenía ningún sentido. Entonces reparó en su ropa, pues no estaba casi desnudo, como se acostó. Llevaba una lúgubre túnica negra que apenas le defendía del frío que le calaba los huesos. Miró a su alrededor y no vio a nadie. Alarmado, se dirigió hacia las puertas del castillo. Tendría que encontrar a alguien, algo raro había pasado. Sintió alivio al comprobar que la cicatriz seguía sin molestarle, eso sería una buena señal. Creía.
Una vez llegó a las puertas comprobó que estas estaban abiertas de par en par y algunos alumnos madrugadores ya se encontraban entrando y saliendo, sentados en el patio, riendo y hablando de sus cosas. Todos llevaban el negro uniforme de Hogwarts cuya única diferencia era el color de la corbata y el escudo de la casa. Vio a unos pocos alumnos de Hufflepuff bromeando cerca de él, tuvo la tentación de acercarse y preguntarles pero pronto desechó la idea. ¿Qué iban a saber esos alumnos?
Harry respiró hondo e intentó calmarse. A lo largo de su vida había pasado por situaciones más raras de lo común y se había enfrentado a peores cosas, sin duda. Recordó la semana anterior. Fue una semana intensa pues su preparación como auror, con experiencia, eso sí, era realmente extenuante. Había tenido que enfrentarse a pruebas que le agotaban la mente y le incapacitaban el cuerpo. ¿Acaso tendrían efectos secundarios? No, no parecía ser el caso. Se notaba muy vivo, muy real. O al menos ese horrible frío así era.
Presuroso por resguardarse entró en el hall del castillo y rápidamente sintió el calor de las antorchas aliviando su cuerpo. Un grupo de niñas, de unos catorce años, pasaron a su lado riendo y sin prestarle la más mínima atención. Harry no sabía a dónde acudir pero sí estaba en Hogwarts debería ir a buscar a la directora, McGonagall, y explicarle lo que le ocurría. Sí, eso debería hacer.
Solo hacía dos años que había vivido en ese castillo al que consideró su hogar durante tanto tiempo. Sintió una opresión en el pecho al estar entre esos mismos muros, pero se sentía raro. No era el Hogwarts que él había dejado. Todo estaba impecable, no parecía que hubiera sufrido una terrible batalla no hacía más de un año. Cabeceó y se apresuró en su búsqueda de McGonagall, una vez la hubiera encontrado le formularía todas las preguntas que tenía en la punta de la lengua.
No tuvo que andar mucho, al tomar un pasillo a la derecha se encontró de frente con una rejuvenecida profesora McGonagall. Harry se quedó petrificado de la impresión. O se había hecho un tratamiento de rejuvenecimiento (y menudo tratamiento) o esa no era la Mirnerva McGonagall que él conocía. Su moño no era canoso, sino de un color castaño cobre. Su cara estaba tersa, a excepción de unas pequeñas patas de gallo que comenzaban a aparecer alrededor de su viva mirada. Iba hablando con una alumna de Hufflepuff.
-Lo siento señorita Bones, el director no puede verla en este momento.
-¡Pero es importante, profesora!
-Lo siento, tendrá que esperar a la noche.
Harry fijó su mirada en la niña. No, no era la Susan Bones que él había conocido. Realmente nunca había visto a esa niña. Pero su confusión se vio desbordada cuando la profesora y la niña pasaron a su lado sin dirigirle ni siquiera una mirada. No podía ser, no lo entendía. Si McGonagall lo viera ahí al menos se preguntaría que estaba haciendo. Harry se dio la vuelta y pegó varias zancadas hasta ponerse a su altura.
-¡Profesora McGonagall!
Pero la profesora siguió andando como si fuera incapaz de escuchar la voz de Harry, quien estaba a solo un metro de distancia. Harry se sintió confuso, no comprendía que estaba sucediendo. No podía ser que no lo viera ni escuchara.
-¡Profesora McGonagall!
No pasó nada. Se acercó a ella y estiró su brazo para detenerla pero su brazo simplemente traspasó el cuerpo de la profesora sin alterarla en lo más leve. Harry se sintió jodido. Ahora sí que nada tenía sentido. Miró su mano, parecía corpórea. ¿Cómo era posible que hubiera atravesado el cuerpo de su ex-profesora como si nada? No podía estar pasando eso. Debía ser un sueño, una mala pesadilla. Cerró los ojos con fuerza rogando que cuando los volviera a abrir se encontrara en su dormitorio de Grimmauld Place, junto a Ginny. Pero algo le dijo que no vería la cabellera pelirroja de su novia antes incluso de que abriera los ojos. Levantó poco a poco los párpados y vio el mismo muro del pasillo por donde hacía unos segundos había pasado la joven McGonagall y la alumna de Hufflepuff.
-¡Joder!
Harry corrió hacia el Gran Comedor donde había ya decenas de alumnos desayunando. Pasó por la mesa de Slytherin y ni siquiera se extrañó de que nadie lo mirara y señalara como solía ocurrir en sus tiempos de estudiante. Ya se imaginaba que tampoco lo verían, pero no perdía la esperanza. ¿A quién acudir en un mundo en el que solo eres un fantasma? Recorrió la mesa de Ravenclaw y Hufflepuff sin detenerse hasta llegar a la de Gryffindor. Escrutó a los alumnos que estaban desayunando, no conoció a ninguno. Se acercó a dos alumnos, los más cercanos, con la estúpida esperanza de que ellos sí pudieran verlo.
-Hola.
No hubo ninguna respuesta. Ellos siguieron hablando. Curioso, intentó tocar el hombro de uno pero se produjo el mismo efecto que cuando intentó detener a la profesora McGonagall. Su mano atravesó el cuerpo del alumno, quien seguía inmerso en su charla con su compañera. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué pensaría Ginny cuando despertara y no lo viera al lado? Miró a ambos lados, asustando, implorando una ayuda que no venía en su búsqueda. Estaba en Hogwarts, pero a su vez no era su Hogwarts. Tenía un mal presentimiento.
Resignado, salió del Gran Comedor y deambuló por los pasillos del castillo sin ningún rumbo fijo. Había escuchado decir a la profesora McGonagall que el director no estaba en el castillo ese día, ¿qué director? ¿Acaso sería Albus Dumbledore? Cabeceó sintiéndose estúpido. Él mismo había visto morir al anciano director, pero en el fondo de su corazón algo le decía que esa idea no era del todo absurda. Había algo en la atmósfera que respiraba que lo hacía distinto de su Hogwarts. McGonagall no era la misma.
Cansado, se sentó en el principio de la escalera que conducía al tercer piso. ¿Acaso estaba muerto y atrapado en una dimensión que parecía se Hogwarts? Pero si era así, ¿cómo había llegado hasta ahí? La frustración lo inundaba, ya ni se preocupaba por la gente que pasaba a su alrededor y la gente que lo "pisaba" y "atravesaba". Su primer instinto había sido retirarse, pero cuando un chico lo traspasó sin mayor dificultad, desistió de tomarse la molestia.
-Perdona, ¿te puedes apartar?
Harry se sintió extrañado. Se rodeó y solo vio a una muchacha con el uniforme de Ravenclaw, parecía de último curso.
-¿Me hablas a mí?
La muchacha lo miró extrañado y Harry se sintió estúpido, allí no había nadie más.
-Es obvio –dijo la muchacha observándolo con detalle.
Harry se levantó y la encaró. Tenía el pelo castaño claro y muy espeso, le recordó a su amiga Hermione, pero su rostro era diferente. La muchacha se acercó mirándolo con curiosidad.
-¿James?
Harry se extrañó por el hecho de que se dirigiera con ese nombre a él.
-No, no eres James –dijo la muchacha sin dejar de mirarlo-. Nunca te había visto, tienes que ser también de séptimo, ¿por qué no tienes el escudo de tu casa?
Harry miró hacia su túnica. Era completamente negra, a diferencia de la de la muchacha que tenía el escudo de un águila, azul.
-Yo… esto… ¿quién eres tú? –preguntó finalmente Harry al ser incapaz de responder a su pregunta-. ¿Puedes verme de verdad?
La muchacha lo observó con recelo, calibrándolo. Seguramente pensaría que estaba loco, pero en esa situación le daba igual. Había encontrado una persona que era capaz de verlo, quizá hubiera más.
-Yo he preguntado primero –dijo la chica con tono mandón y recelosa-. Y claro que te veo, ¿qué pregunta es esa?
-Me llamo Harry, Harry Potter –dijo finalmente Harry, pero la chica no reaccionó a su nombre como esperaba. Siempre había levantado expectación en el mundo mágico y desde que venció a Voldemort, era muchísimo más conocido. No entendía que la chica se mantuviera como si nada.
-¿Entonces eres familia de James, no? Yo soy Alyssa McKinnon.
Harry sintió un vuelco en el corazón. No quería creer lo que estaba pensando. No quería pensar lo que se temía. Simplemente no podía ser verdad. Estaba deseando formular la pregunta que rondaba su mente desde hacía unos minutos, pero a su vez se sentía temeroso de la respuesta. Una respuesta que casi se podía imaginar.
-¿Me podrías decir en qué fecha estamos? –dijo Harry lentamente, evaluando la mirada extrañada de la chica-. Año incluido.
Alyssa lo observó aún más extrañada. Sus azules ojos se entrecerraron, dubitativa entre responder a la extraña pregunta de un chico que no reconocía o simplemente continuar su camino al Gran Comedor. Vio en los verdes ojos del chico que su respuesta era de vital importancia para él, y total, ¿qué perdía?
-1 de noviembre de 1976.
Harry maldijo para sus adentros. Si no se equivocaba, ese James del que había hablado la muchacha era James Potter, su padre. Si no se equivocaba se encontraba, misteriosamente, en la época de los merodeadores.
Sinopsis: Harry, de 18 años, se despierta un día en la época de los merodeadores sin saber por qué. Nadie puede verle ni escucharle, solo una tal alumna de Ravenclaw que tendrá que ayudarle a saber por qué está ahí. ¿Intentará acercarse a sus seres queridos? ¿Podrá vencer la tentación de no cambiar las cosas? En todo caso, se tendrá que ayudar de la joven chica para acercarse a los merodeadores y su madre.
Qué os pareció? Todo se irá desvelando poco a poco. Espero que os haya gustado la idea y me lo hagáis saber por review, continuaré la historia si os gusta la idea, tengo cositas pensadas pero aún tengo q acabar el borrador. Por favor, espero vuestros reviews con las impresiones, me gustaría saber ke piensan.
Besossss
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