De las tres ideas que tuve, hace ya mucho tiempo, me había decidido por esta.

Es un ensayo general, la narrativa es relativamente nueva para mí, también el estilo así que espero que haya quedado bien. A mí me gusta, y eso es raro en mí.

Otra detalle nuevo, a diferencia de lo que siempre he dicho esta tendrá actualización de aquí a dos semanas, es decir el día 10 de mayo, la razón por la que me salgo del cascarón es muy simple pero no la diré.

El titulo es mejor que el provisional que tenía y si son curiosos depronto descubren algo interesante. Yo me reí mucho con eso, pero yo soy un poco rara.


Prólogo

Los hilos del destino

El templo. Construido con el mármol más fino, blanco y puro. Los canales de agua cristalina atraviesan las instancias. El jardín interior adornado con exquisitas plantas. Las sedas más finas decoran los altares. Las fuentes abarrotas de frutas, flores y vino. Las piezas de oro puro complementan la divinidad del lunar.

Las estatuas esculpidas en mármol muestra el cuerpo atlético de un joven hombre cubierto apenas por la túnica, sus músculos bien definidos, la belleza en los trazos de su rostro, la delicadeza de su acabado. Pero poca justicia puede hacerle al modelo. Pues ningún mortal puede equipararse a la belleza divina, muchas replicas se hallan por todo el recinto. En diferentes posiciones: de pie e imponente con jóvenes doncellas adorándole rendidas ante su hermosura. Tocando para ellas la bella tonada de la seducción, pobres jóvenes que le veneran con la ciega devoción del amor. Gallardo, conquistador. Todos rinden sus plegarías ante él, aquellos que son bendecidos con belleza le agradecen el favor recibido, otros cuyo don reside en la música le alaban con tonadas alegres. Otros tantos, ni hermosos ni musicales le magnifican con sus mejores poemas. Hombres y mujeres, guerreros y políticos, emperadores y esclavos. Muestran su respeto, su adoración por él. Por el siempre joven, galán y bellísimo Apolo.

Pero él reserva sus favores para una reducida población. Jóvenes doncellas vírgenes que consagran su mente, su cuerpo, su mera existencia a él. Todas de gran belleza. Aunque muchas eran llevadas a los templos, pocas se quedaban, algunas no soportaban la lejanía de sus hogares pues su devoción no era suficiente. Las que se quedaban servían con fervor y total entrega. Pero solo unas pocas, muy contadas eran bendecidas con el don de la visión: La profecía. Aquellas que él escogía para tal ministerio eran sus altas sacerdotisas. Un puñado lograba convertirse en Oráculo.

Una joven con el color del fuego en su cabello, y el azul del mar embravecido en sus ojos. Una muchacha que apenas hubo alcanzado la pubertad fue llevada desde una villa al oeste, casi una niña cuyos padres trabajan la tierra para sobrevivir. Pero él quedo cautivado por su belleza, la deseo entonces para él, ningún mortal merecía posar siquiera la vista en tan hermosa criatura, así fue como la eligió: Un día de verano, antes del solsticio del sol le habló. Se presentó ante ella en un sueño, tal y como era representado en sus muchas estatuas, un joven guapo, alto y bien parecido. Con voz gentil le pidió que fuera suya y ella aceptó. Al día siguiente ella abandonó su hogar, viajo bajo el ojo vigilante del inmortal y llegó sana y salva al templo que habitaría a su servicio por el resto de su vida.

Bella, obediente, dedicada.

Obstinada, salvaje, orgullosa.

Una extraña combinación. Más Apolo estaba fascinado con su nueva sacerdotisa. Llevaba a cabo con presteza e inusual precisión cada tarea que él le encomendaba, y ponía empeño ecuánime en las tareas más sencillas como más complejas, se encargaba personalmente que los altares estuvieran impecables, las flores frescas y el agua de las fuentes cristalinas, a pesar de que había otras quienes debían encargarse de ello. Atendía los peregrinos y se aseguraba que prestarán las debidas ofrendas.

Apenas un año después de su iniciación, ante la sorpresa de todos fue bendecida con el don de la profecía. Su ministerio dio un giro inesperado cuando a los dieciséis años fue ungida como alta sacerdotisa de Apolo durante el solsticio de verano, dos días de ofrendas fueron decretados - pues así él lo demandaba- en honor a ella por la Oráculo. Desde las regiones más recónditas de su provincia llegaron carros cargados de animales, seda, manjares de todos los tipos, bebida e incluso oro mismo, cada presente para horrarle. Pero ella no acepto ninguno para sí, los tomó e inmediatamente los ofreció como tributo a él.

Y él no podía sentirse más orgullosos de ella, su elección había sido sabía. Pues además de todas sus cualidades, cada día que pasaba la hacía más bella. Atrás quedaban sus rasgos infantiles para darle paso a caderas estrechas, muslos bien formados y pechos abundantes sin llegar a ser demasiado. Sus ojos cada día asemejaban más la malva en flor que tanto le gustaba, los rasgos de su rostro florecían con la belleza de una joven quién se convierte en mujer. Estaba embriagado con ella, tanto que fue el mismo quién sin notarlo le obligo a dar el primer paso para encontrar su destino, uno que la alejaría de su lado para siempre.

La región noreste contaba ya numerosos seguidores, templos y vírgenes a su disposición, pero al oeste su culto se extendía con fuerza aunque lentamente. Aquello no le gustaba, no soportaba como sus hermanos y hermanas eran venerados por doquier, en tanto él se veía confinado a una pequeña zona, así que nuevamente a través de un sueño le busco. Le ordeno que viajaré inmediatamente a Roma, al corazón del vasto imperio. Ella sería su voz, su cuerpo, su voluntad. Oeste le rendiría tributo, tanto o más que a los otros.

Diligente como era. Al día siguiente ella misma lo preparo todo. El viaje sin embargo, era peligroso, en especial para una joven mujer, indefensa, sola y virgen. Muchos mortales podía desear disfrutar de ella y enviarla sola a las garras de esos salvajes no estaba entre los planes de su maestro. A uno de sus más fieles seguidores entre la alta cúpula militar le confió la tarea de buscar un protector para su bien terrenal más preciado. Siendo que la tarea era de suma importancia, coincidió que por esos días uno de sus mejores elementos se hallaba en una misión rutinaria cerca de allí, entonces le escogió para tal ministerio. No dudo en mandar el halcón más veloz que tuviera a disposición.

Así fue como los hilos del destino empezaron a moverse.

Solo fue hasta que los ojos celeste de su preciada sacerdotisa se encontraron con los carmesí de quién se suponía la llevaría sana y salva hasta Roma para cumplir su deseo que lo supo, algo había ido terriblemente mal con su capricho de tenerla solo para sí. Abandonó su cómodo aposento, pero antes que pudiera encaminarse al Erebo, su hermana se interpuso en su camino. Ella que jamás intervenía en asuntos que no fueran de su directa incumbencia, ahora le bloqueaba el camino, su arco firmemente sujeto le dejaba en claro que de allí no pasaría. Iracundo intentó apartarla, pero la mujer cuyos rasgos eran idénticos a los suyos no se inmuto, lo miro con ojos imbuidos por el brillo divino y hablo con dulce voz.

"Lo han decidido así hermano, el telar del destino ha sido tejido. Ni siquiera tú puedes oponerte al entramado que ha de ser cumplido. Mi pobre hermano, has estado tan ciego. Cautivado por una mortal durante tanto tiempo no has visto que su vida, su alma y su destino estaban unidos desde el día mismo de su nacimiento. Has sido tú también una víctima de él, utilizado y ahora desechado. No luches, no vayas. Pues mejor que yo lo sabes, en Erebo nada has de lograr."

Intentó arremeter con su propia arma, pero su hermana, menos dedicada a los placeres de la adoración le venció fácilmente y cuando le doblego volvió a hablar.

"Acéptalo hermano mío. Tu joven sacerdotisa, aquella de la que tan orgulloso has estado, tu mejor adquisición. Nunca ha sido realmente tuya. Solo fuiste un maestro temporal. Pero ahora, con aquella alma que ha de ser su compañera por fin se ha encontrado y pronto, muy pronto mi dulce Apolo, ella será suya y de nadie más."

Derrotado, humillado y herido en su divinidad. Pero sin opción alguna se vio obligada a aceptar las palabras de su gemela. Volvió al palacio. Se posó de nuevo ante el impoluto espejo, observó atentamente, una sonrisa de victoria se formó en sus labios. Él no podía interferir directamente, pero nada había que le impidiere moverse en las sombras, utilizar todo el poder del que era orgulloso portador para que al final fuere suya. Así lo decidió.

Más él no contaba con que su hermana lo sabía ya, la decisión que él había tomado era algo con lo que contaba. Su orgullosos hermano jamás aceptaría ser desplazado y menos por un mortal. Él era después de todo, un dios. Él utilizaría su poder para separarles, por más que no pudiera intervenir con el telar del destino directamente, si podía manipular algunos elementos con la esperanza que fuere suficiente para obligar a las tres hermanas a tejerlo de nuevo. Y Artemisa, utilizaría cada recurso a su disposición, cada gota de su poder para impedir que la sombra de su hermano pudiera desligar el destino de las dos almas. Ella no era una diosa de amor, pero si tenía un profundo respeto por las decisiones de Cloto, Láquesis y Átropos. Y no dejaría que una berreta de su hermano menor fuere molestia alguna para las tres hermanas que regían sobre el destino.


Lo sé, es muy corto. Pero es porque es un prólogo. como las muestras gratis que dan, son diminutas solo para antojarte a ese estilo.

Y bueno, veremos que tal resultan los varios experimentos.