El la veía, veía como amaba y sufría, y lloraba con ella, porque sabía quien era y no podía ayudarla. Sabía de donde provenía, porque como él, ella no era humana y a diferencia de él, ese no era su hogar, y debería tener una familia, padres, hermanos y hermanas, pero estaba ahí, sufriendo por amor, un amor que nunca sería correspondido y aun así sonreía, aun cuando sus pies sangraban y su príncipe no la miraba como ella deseaba, aun así estaba feliz, feliz con el simple hecho de estar con él, de compartir un espacio que no era para ella.
Trato muchas veces de hacerla recapacitar, él podría hablar con la bruja del mar… quizá por ser quien era podría hacer una excepción o al menos un descuento, o quizá, si ella lo prefería así, podría hablar con su regente, contarle toda la verdad… ella negó con una sonrisa y acaricio sus cabellos rubios, acunándole como haría una madre, sintiendo su corazón con dolor y lamentando no poder hablar para expresarle su agradecimiento, la calidez con que le recibía y que tratara de ayudarle, pero siempre mostrando una sonrisa.
Al final, el la vio perecer, tuvo una última oportunidad y se rehusó a tomarla, no acabaría con aquello que más amaba por tener un poco más de vida. La vio convertirse en espuma de mar ante las miradas tristes de sus hermanas y no se atrevió a mostrarse ante ellas, a disculparse por no haber podido hacer más, pero… ¿quién iba a creerle la verdad? Además, ella le hubiera odiado por ello, y ella era pura, solo conocía el amor y la tristeza…
No… se dejó caer contra la puerta de su camarote con algunas pocas lagrimas cayendo de sus ojos, no lo había hecho por miedo, miedo a hacer el ridículo, miedo a quedar mal ante sus gobernantes, pero sobretodo, tenía terror que ella lo odiara. Tallo sus ojos con furia, pensando que podría haber hecho más y simplemente no se atrevió.
"Lo siento" murmuró al aire cerrando los ojos, sin alcanzar a notar la suave caricia que el viento proporcionaba a sus cabellos, una pequeña despedida y un agradecimiento, por haberla dejado ser, por permitirle tomar sus propias decisiones aun cuando no estuviera de acuerdo, por dejarla partir cuando quería impedirlo.
Un pequeño beso en su frente y abrió los ojos sorprendido por ello, estaba solo en la habitación, afuera, el sol comenzaba a arrancar pequeños destellos al azul del mar y unos gritos angustiados sonaban en cubierta, no era el único que iba a extrañarla, pero si el único que sabría alguna vez lo que en verdad ocurrió.
—Te lo prometí, aunque dudo que realmente a ti te importara mucho— esbozo una sonrisa triste viendo el libro gastado entre sus manos antes de abrirlo con sumo cuidado, dentro había muchas hojas sueltas ya, algunas del mismo libro, otras con ilustraciones un poco deformes de sirenas y el fondo del mar.
No importaba que para todo el mundo aquello no fuera más que un cuento, ficción o leyenda que se había ido deformando con el paso de los años, que en algún momento alguien hubiera dado vuelta a la historia era un mal menor, que algunas versiones tuvieran un final feliz, lo llenaba de alegría y de tristeza al mismo tiempo, pensando en lo que pudo ser y no fue. Al final SU historia era conocida por el mundo entero y no había niño o niña que alguna vez no hubiera escuchado hablar de la pequeña sirenita.
