Una figura se alzó oculta entre las sombras, observó a sus "camaradas", más no lo eran, no los consideraba como tal, pero al ser él el más poderoso de todos en resto le debía sumisión. Se aseguraría que no lo traicionarían como en el pasado, nunca más, ya había tomado medidas respecto a eso. Mediante su poder había ligado la vida de todo su ejército, en cuanto lo traicionaran o intentasen hacerlo, morirían, y su poder sería absorbido por él.
- Por fin llegó el momento que estábamos esperando – su voz fría helaría la sangre de cualquiera, tanto quienes para él trabajaban como quienes se lo encontrasen de casualidad, aunque quizá estos últimos ni tan siquiera llegasen a contarlo. Se giró hacia los digimon de cuerpo supremo, los únicos que podían desafiarlo, se desharía de la mayoría – ya sabéis lo que tenéis que hacer.
- Acabaremos con los tres grandes ángeles – aseguro uno de ellos
- Y al fin la oscuridad reinara en este mundo – corroboró otro
El tercero de este grupo, una mujer demonio, permaneció en silencio
- Buen – dispuso el digimon desde las sombras – elegid entre vosotros a vuestro objetivo; no me falléis.
No creía que esos digimons fuesen a tener éxito, no al menos un éxito rotundo, resultarían gravemente heridos o caerían en el intento; pero era necesario para cumplir con sus objetivos. El plan era separar a los tres ángeles y atacarlos por separado. Los mantendría vigilados, a la espera de su oportunidad de entrar en escena. Dejó instrucciones a los otros digimon de que debían hacer en el momento se completase aquel punto. Era el momento de ponerse en marcha.
El demonio fue destruido por un debilitado y agotado Seraphimon, la lucha había sido ardua y complicada, observo unos metros más adelante, sobre el suelo reposaba el digihuevo de cherubimon, quien había sido destruido por uno de los demonios que los habían atacado, aquel ataque no era algo que se esperasen, en ningún momento vieron indicio alguno del crecimiento de la oscuridad hasta el momento que esta se lanzó sobre ellos. Unos metros más adelante vio a Ophanimon, luchando con bravura tanto con quien le había atacado como con quien había destruido a Cherubimon. Si no la ayudaba todo estaría perdido. Tal era su afán por llegar hasta ellos que no se percató de la existencia de otro enemigo en el lugar, hasta que un potente ataque que recibió por la espalda lo atravesó, iriendolo de muerte. Alguien había aprovechado su actual estado para aquello. Se giró para verse cara a cara con su enemigo. Tenía la determinación de luchar hasta el final, sin embargo la sorpresa fue su perdición.
- ¡Tu!
Fue lo único que pudo decir, pues un nuevo ataque le dio alcance matándolo en el acto, de herido que estaba no pudo hacer nada por esquivarlo. Un digihuevo apareció en su lugar. No llego a tocar el suelo, pues fue destruido por aquel que había acabado con Seraphimon.
Por otro lado, Ophanimon caía al tiempo que lograba deshacerse de uno de los demonios, muriendo tal como había ocurrido con los otros dos ángeles, el digihuevo que apareció en el lugar, tal como había ocurrido con el de Seraphimon, fue destruido; lo mismo ocurriría más tarde con el de Cherubimon.
Las sombras todavía ocultaban al líder, esté observo a la digimon que había quedado en pie, aquella que había acabado con Ophanimon, estaba malherida, no viviría mucho más, a menos que curase sus heridas
- Bien hecho, Lilithmon; comanda una de las legiones. Que no quede ni un solo digimon sagrado
- Si Amo – no le agradaba estar bajo las ordenes de un digimon de cuerpo perfecto, pero este en particular era especialmente poderoso, no podía sublevarse, por el momento
- Dejad a unos cuantos con vida, pero capturadlos; será un juego muy divertido.
Con la muerte definitiva de los tres ángeles superiores, la onda de la oscuridad comenzó a fluir por el digimundo, ni las cuatro bestias sagradas pudieron hacer nada por evitarlo, se sentían impotentes por no poder hacer frente a la oscuridad que cubría nuevamente el mundo digital, oscuridad que de por sí, mermaba su poder.
Las noticias de la caída de los tres grandes ángeles se difundieron rápidamente, también el hecho de la cacería que se cernía sobre todos los digimon de tipo sagrado, desde los que desarrollaban su poder o tenían un poder evidente hasta los que estaban es sus etapas más jóvenes y débiles. Muchos de los digimon corrían a ocultarse, también alguno de los sagrados, no por cobardía, sino porque eran conscientes de que si eran completamente eliminados la oscuridad habría triunfado para siempre. Otros habían visto como algunos digimon caían en una especie de trance, un trance que les nublaba la mente, siendo inducidos a atacar a sus amigos y seres queridos.
Un pequeño Gotsumon, en la isla file, observo lo que ocurría, como ocurría este proceso. Un anillo maligno similar al que empleaba el antiguo emperador de los digimon, se fijaba al digimon en cuestión, luego este era absorbido por la piel y desaparecía en el interior del digimon; surgiendo alrededor de este una energía oscura que lo cambiaba por completo. Como pudo, el Gotsumon corrió hasta las ruinas sagradas, debía reunirse con Centarumon y contarle lo que había visto; era terrible.
Penetro en las ruinas, metiéndose en el laberinto, conocía el camino, hacía dos años que era ayudante de Centarumon. El pequeño digimon de detuvo al oír hablar a dos digimon, uno era
Centarumon, el otro Leomon
- El clima está cambiando – menciono Leomon
- La oscuridad está aumentando
En ese momento se decidió a entrar
- Centarumon, ha ocurrido algo terrible – dijo todavía asustado por lo que había visto.
