Esto es una chorradita para felicitar a la Nee de Ang97. Felices veinte~
Disclaimer: Harry Potter no me pertenece.
Severus Snape no era un hombre feliz. ¿Cómo iba a serlo cuando Albus-muchos nombres-Dumbledore, líder de la luz, le había empleado como profesor de pociones de Hogwarts? Pociones... En Hogwarts... Profesor. Las pociones eran su pasión, era el único rayo de esperanza que veía en su oscuro y tenebroso futuro. Por otra parte, Hogwarts era algo así como su hogar, aunque no sentía precisamente aprecio por el noventa por ciento de su población. El problema estaba en la profesión. Ser profesor nunca había estado dentro de sus planes.
Snape odiaba a los niños. No había nada más repulsivo que un crío, según su opinión. Debería estar ahogándolos en sus calderos y no enseñándoles el maravilloso pero incomprendido arte de las pociones. Aunque, bien pensado, ahogarles en sus calderos sería poco sutil, algo impropio de un Slytherin como él. Un buen veneno podría serle de más utilidad para llevar a cabo la tarea.
Esos eran los pensamientos que corrían descontrolados por la mente del nuevo miembro del profesorado a apenas unos minutos de su primera clase. Para hacer las cosas todavía más desesperantes, era con los alumnos de primero. Los peores, sin duda alguna.
Cuando llegó la hora, irrumpió en el aula, cerrando de un portazo, y se paró frente a la clase. Intentando no mostrar en el rostro lo desagradable que le resultaba su situación, y fallando, se dirigió a sus alumnos con una voz firme y fría, que habría helado el interior de un volcán activo. Él mismo era joven, era consciente de ello, pero tenía en mente labrarse una fama adecuada desde el primer momento y para ello había preparado un pequeño discurso que, con suerte, podría reciclar hasta que se jubilara.
—Vosotros estáis aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de vosotros dudaréis que esto sea magia. No espero que lleguéis a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos... Puedo enseñaros cómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte... si sois algo más que los alcornoques a los que me temo que voy a tener que enseñar*.
Tras esa magnífica introducción de la asignatura, pasó sus primeras horas de clase quitando puntos a los Gryffindor y favoreciendo a los alumnos de su casa. Si bien dar clase a críos que no apreciaban el arte de las pociones era tedioso, quitarles puntos resultaba ciertamente gratificante. Tal vez no sería tan horrible.
El sonido de una explosión al fondo de la clase le probó que estaba equivocado.
*Extraído y editado de Harry Potter y la piedra filosofal.
