¡Hola todos! Este es el segundo fic que publico ¡Que emoción! :'D. Espero que disfruten de este primer capitulo, al igual que mi otra historia, que si no leyeron los invito a revisar, esta TERMINADA y la voy actualizar cada fin de semana en la medida de lo posible.

Sin mas que decir, aparte de que la película no me pertenece, los dejo con la lectura.

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Tebas 2.134 a.C

Ciudad de los vivos, joya de la corona del faraón Seti primero. Hogar de Imhotep, Gran Sacerdote del faraón, Guardián de los Muerto, también hogar de su bella y amada esposa Naunet. Tebas, lugar de nacimiento de Anck-su-namun, la favorita del faraón, ningún otro hombre podía tocarla.

Imhotep se encontraba en sus aposentos, mirando la puesta del sol mientras esperaba a su amante. Pensar en ella le dio un breve destello de culpa a causa de su joven y hermosa esposa. Sin embargo esos pensamientos fueron descartados cuando Anck-su-namun se deslizó entre las cortinas y caminó hacia él, Imhotep sonrió y se acercó a su amante y la beso con ferocidad, pasando sus manos por sus brazos y manchando la pintura que los adornaba. Ninguno de ellos noto a las dos mujeres que se encontraban en otro balcón, viendo lo que sucedía. Una de ella era Nefertiti, hija mayor del faraón, ella se encontraba abrazando y consolando a su amiga, Naunet, protegida del faraón y esposa de Imhotep.

Por su amor, estaban dispuestos a arriesgar su propia vida.

A mitad de su beso febril, el faraón irrumpió en los aposentos de Imhotep, y miró extrañado a los sacerdotes "¿Que hacen aquí?"

Al sonido de la voz del faraón, los amantes se separaron bruscamente e Imhotep fue a esconderse, Anck-su-namun se quedó allí, apoyada en estatua de Bastet e intentando lucir inocente y seductora para distraer al faraón, sin embargo, él no fue engañado.

"¿Quien te ha tocado?"exigio saber señalando su brazo manchado.

Naunet y Nefertiti miraron con horror cómo su esposo y su amante destrozaron al faraón.

"¡Asim! ¡El faraón los necesita!" aviso Naunet a su guardia personal y más querido amigo, él asintió para luego, junto con un grupo de guardias, correr a los aposentos de Imhotep, que era donde Naunet había señalado.

Sin embargo cuando los mummia llegaron, era demasiado tarde, el faraón había sido asesinado, Imhotep había desaparecido y Anck-su-namun, en un último acto de rebeldía, se había quitado la vida. Mientras Imhotep era arrastrado por sus sacerdotes y le prometía a Anck-su-namun que la devolvería a la vida, él captó el raro y hermoso destello de oro que era la cabellera de su esposa, sus ojos se encontraron con los raros y unicos ojos azules de Naunet y sintio su estomago caer por la vergüenza y la culpa al ver que su esposa había presenciado todo.

Sin embargo no había lugar para los arrepentimientos, su amor por Anck-su-namun supera cualquier amor que pudiera sentir por su esposa ¿Cierto?

Para revivir a Anck-su-namun, Imhotep y sus sacerdotes robaron su cuerpo y se adentraron en el desierto, llevándola a Hamunaptra, ciudad de los muertos, antiguo cementerio de los hijos de los faraones y lugar de reposo de los tesoros de egipto. Por su amor, Imhotep desafío a los dioses, internándose en la ciudad, donde tomó el libro de los muertos de su recinto sagrado. El alma de Anck-su-namun había sido llevada al oscuro mundo, removieron sus órganos vitales y fueron depositados en cinco vasijas sagradas.

Imhotep continuó leyendo el libro sagrado, incluso cuando una parte pequeña de su mente y su corazon se encontraban con su esposa, la rara y hermosa mujer de ojos azul profundo y cabellos dorados, su Naunet, quien había visto todo lo sucedido, y quien él sabía, ella conocía lo que haría a continuación, él se preguntó muy brevemente si es que su esposa no enviaría a los soldados a detenerlo o si es que estaba demasiado conmocionada como para hacer algo al respecto.

El alma de Anck-su-namun había regresado, pero la guardia del faraón los había seguido y detuvo el ritual antes de que terminara.

Imhotep fue arrastrado por los guardias al gran salón y obligado a arrodillarse frente al nuevo faraón. Ramsés se encontraba sentado en el trono, Nefertiti junto a él, y sentada en el suelo, con la enorme cabeza de un tigre de bengala en su regazo, estaba Naunet, quien acaricia con cariño el pelaje del animal y se negó a mirar a su esposo.

"Naunet" llamó Imhotep a su esposa, intentando arreglar aunque fuera una cosa antes de su inminente castigo "Amor mío, por favor mírame"

Naunet lo hizo, clavando sus tristes y profundos orbes azules en sus ojos, sin embargo ella no dijo nada, solo lo miró con profundo dolor y pena.

"Naunet, mi esposa, se que no lo merezco, pero, por favor, perdóname" pidió Imhotep, ella continuó mirándolo, antes de suspirar y mirar a Ramsés.

"¿Debo estar aquí hermano? ¿O se me es permitido retirarme?" preguntó ella, su voz dulce y tranquila estaba teñido por la tristeza. Ramsés la miró y le dio una pequeña sonrisa.

"No pequeña, no tienes obligación de quedarte, puedes irte si lo deseas" dijo el faraón, ella asintió y se levantó con gracia de su lugar en el suelo, ella se lo pensó bien antes de acercarse a Imhotep e inclinarse a su oído y susurrarle algo que solo él pudo escuchar, los ojos del sacerdote se abrieron con sorpresa, ella se alejo un poco y lo miró, sus ojos, aunque tristes, aún conservaban amor, solo que ya no brillaba con la misma intensidad, jamás lo haría, ella le dio una pequeña sonrisa triste antes de poner sus labios en su frente y presionar un suave y persistente beso antes de enderezarse e irse.

"Asim, asegurate de que Naunet llegue segura a sus habitaciones" ordenó Nefertiti, el fiel amigo y compañero de Naunet hizo una reverencia y junto con en el enorme tigre, la siguieron a su habitación

Sus sacerdotes fueron condenados a ser momificados vivos, y en cuanto a Imhotep, fue condenado al Hom-Dai, a no conocer la paz jamás, fue puesto en un sarcofago donde permaneceria no muerto por toda la eternidad, y donde los Mummia cuidarán por el resto de la eternidad. Pues si era despertado traería consigo las diez plagas de egipto, el inicio del apocalipsis y la gloria de lo invencible.

Y allí permaneció durante tres mil años, hasta ahora.

Cuando Imhotep fue enterrado, en todo lo que podía pensar era en el dorado cabello de su esposa y sus azules ojos, inundados por la pena y la traición.

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Y eso es todo por hoy, espero que les haya gustado este primer capitulo. Si les gusto o no los invito a comentar, me encantaría saber sus opiniones. Gracias y hasta la próxima semana.