Disclaimer: El Universo Cinematográfico de Marvel Cómics no es de mi propiedad, tan solo me adjudico la creación de los personajes desconocidos y la alteración de la trama vista en las películas.
SUNSET
Capítulo 1:
Rise Like a Phoenix
Aurora cruzó los brazos sobre el pecho, antes de inhalar el aroma que provenía de la cocina. Después de lo sucedido en Alemania, pensó que jamás volvería a divisar la Torre de los Vengadores. Ninguno de ellos se encontraba en el edificio, se habían mudado a la ribera del río Hudson, pero continuaba apreciando la estructura por su valor sentimental.
Después de abandonar el territorio de Wakanda, no podía recurrir a la mansión de Charles Xavier. Los niños, sus queridos estudiantes, no necesitaban la atención del gobierno de los Estados Unidos, que la perseguía como a una criminal de guerra. De saberse la ubicación de los mutantes, el ejército arribaría a Westchester para capturarlos a todos.
A pesar de todas las vidas que había salvado, antes de perder el control en Nigeria, las organizaciones de inteligencia no habían dudado a la hora de perseguirla. Muchas personas, que ostentaban cargos de importancia en variados gobiernos, siempre habían buscado una excusa para en cerrarla. Y, después del incidente en Alemania, de los atentados cometidos por el Círculo Interno, los mutantes eran blanco de todas las críticas.
De una vez por todas, la humanidad comprendía que su lugar como la especie dominante era amenazado por seres que eran víctimas de la evolución genética.
—¿Qué es lo que sucede? —Visión depositó el desayuno en la mesa del comedor, que era adornada por orquídeas frescas. Al soñar, Aurora perdía el control de sus poderes, y por ello las paredes tendían a desintegrarse durante la noche, pero tal fenómeno no había ocurrido—. No evadas mis preguntas.
—Soñé con la batalla de Nueva York, pero no logré verlos a todos—Aurora jugueteó con los huevos, al recordar su tardía intervención. En aquel entonces, se había encontrado en Ginebra para dictar una conferencia sobre fisión nuclear y, cuando había aterrizado en el vestíbulo de la Torre Stark, la batalla ya había terminado—. Sólo sentí a Thor.
Después de espantar al perverso Secretario del Consejo Mundial de Seguridad, se le encomendó la tarea de custodiar a Loki. Por esa razón, antes de que los asgardianos regresaran a su mundo, pasó demasiado tiempo con Odinson.
Aurora, durante las últimas semanas, era perseguida por la sombra que se ocultaba tras el horrible hombre morado que empuñaba las Gemas del Infinito para aniquilar a la mitad del Universo. Después de presenciar un genocidio de tales características, una y otra vez, le extrañaba soñar con un amigo tan divertido como el Dios del Trueno.
—Thor abandonó el planeta—Visión situó los trastes en el fregadero, antes de prepararle un café. A pesar de las circunstancias que rodearon su creación, no albergaba una gran simpatía por Odinson. Rory había sido arrestada por la policía, varias veces, debido a las peleas que Thor protagonizaba en los bares—. Creo que necesitas un poco de aire fresco.
Aurora acarició su frente, después de terminar el tocino. Aquel día, los pensamientos de las personas en Nueva York le provocaban una migraña bastante seria. De no controlar su propia mente, terminaría provocando un pulso de energía psíquica que derribaría a cientos de inocentes.
—Ambos sabemos que no es recomendable. Soy un peligro para ellos en este momento—Rory respiró profundamente a la hora de beber el café. Antes de que decidiera lanzarlo por el Centro de los Nuevos Vengadores, para rescatar a Clint, habían mantenido una conversación de similares características—. Debería trabajar en el esqueleto de Logan. En su estado actual, es susceptible a los ataques de Magneto, y a los episodios psicóticos de Polaris. Debo encontrar una manera de volverlo inmune al electromagnetismo.
El magnetismo era una de las cuatro fuerzas fundamentales del universo; ya que del campo magnético del sol dependía la mera posición de la Tierra en el sistema solar. Sin dicha fuerza, el planeta sería consumido por el sol, o se perdería en el vacío del espacio convirtiéndose en una roca congelada y sin vida. En el caso de Logan, el magnetismo se trataba de su peor enemigo. No había nacido con los huesos de adamantio, un horrible hombre se había aprovechado de él durante un momento de debilidad, y por ello Magneto tenía el poder de golpearlo como a un muñeco de trapo.
—Tu extraño amigo puede esperar—Visión se quitó el delantal de color rosa—. Desde tu reunión con el sujeto que pisoteó el aeropuerto, has permanecido en este departamento. Necesitas relajarte un poco.
—Soy una de las criminales más buscadas del mundo—Aurora jugueteó con sus guantes de cuero, que revelaban el extremos de sus dedos pequeños—. Ya he causado suficiente daño.
Rory agitó los dedos sobre la Gema de la Mente, para visualizar con claridad las imágenes que habían sido proyectadas en la conciencia de Vis.
—Se trata de una advertencia—concluyó Aurora, después de presenciar la unión de las Gemas del Infinito en un guantelete dorado que era empuñado por un horrible hombre de color morado. Por alguna razón, su mente se hallaba conectada con la gema de Visión, al grado de ser la única persona, en toda la Tierra, que era capaz de leerla—. No es una coincidencia que ambos soñáramos con el mismo genocidio. Pero Vis no debe recordarlo.
Aurora apretó los labios a la hora de borrar las espantosas imágenes que Visión albergaba en su extraña conciencia. No era la decisión más sabia, lo sabía de antemano, pero no podía permitir que él lidiara con el horror de la muerte.
Después de provocar la disolución de los Vengadores, no tenía la autoridad moral para juzgar las decisiones de su padre, pero debía hacerlo por el bien del mundo. Generalmente, los deseos de Tony Stark opacaban el bienestar de la humanidad, y esa era la razón por la que se negaba a revelarle la mayoría de sus secretos. Al verse acorralado por el peligro, Tony reaccionaba de forma exagerada, al grado de cometer errores tan grandes como crear una armadura para el mundo, en forma de un robot que terminó convirtiéndose en un psicópata con tendencias genocidas.
Visión se trataba de un buen amigo, del ente que cuidó de ella cuando no era más que un bebé, pero no podía revelarle el horror de aquellas imágenes porque, tarde o temprano, correría con Tony Stark. Aurora siempre había pensado que su madre se trataba de una tirana, pero debía admitir que su apreciación sobre Stark era completamente acertada. Al verse sobrecogido por el miedo, Tony desencadenaba su propia destrucción.
Aurora depositó el cuerpo de Visión en la habitación que utilizaba, antes de preparar una taza de chocolate caliente. Después de que Tony Stark anunciara su compromiso, la cuestión sobre el paradero de su inestable hija había regresado a la conciencia de las personas. Y, como telépata, debía lidiar con dichos pensamientos, todos los días de su vida.
A pesar de los sueños que experimentaba, Rory recordaba la sonrisa de Thor con bastante aprecio, porque era una de las pocas personas que no le temían. Provenía de un mundo repleto de hechiceros, de criaturas con capacidades sobrehumanas y, por esa razón, consideraba que los poderes de Aurora correspondían a los de una bruja asgardiana.
Los Vengadores, en su mayoría, desconocían los secretos del mundo. Pero ella no lo hacía. La humanidad evolucionaba a través de la mutación genética, mientras los Maestros de las Artes Místicas permanecían en los santuarios de Agamotto, al mando del hombre que heredó la sagrada misión del Hechicero Supremo. En un mundo repleto de misterios, como lo era el planeta Tierra, parecía sencillo enfocarse en héroes que surcaban los cielos, en lugar de prestarle atención a los horrores que se ocultaban en las sombras.
Aunque había pasado su vida entre mutantes, entre hechiceros que dominaban las Artes Místicas, se trataba de una marginada. Incluso en las dimensiones que daban forma al multiverso, algunas de las criaturas más poderosas temblaban al oír el nombre de Aurora Stark.
Desde el día en que fue concebida, estuvo condenada por el destino. Había nacido para convertirse en la forma física de una entidad más antigua que el tiempo mismo, una entidad que destruiría el universo cuando todas las estrellas se extinguieran en el cielo.
Aurora se frotó la frente, antes de abrir un portal que conducía a la tienda más cercana. Después de manipular la mente de Visión, no podía esperar a que despertara en el corto plazo para recolectar los víveres que necesitaba.
Cuando Clint decidió rescatarla, Aurora alteró la densidad del androide para lanzarlo por el Centro de los Nuevos Vengadores. En Alemania, después de vestir su traje y de reunirse con Steve, le propinó una golpiza a los héroes que decidieron firmar los Acuerdos de Sokovia. Ninguno de ellos actuó de forma maliciosa, se dejaron llevar por las emociones del momento, mas ignoraron la intención de los hombres que redactaron dichos acuerdos.
Después de todo lo que había hecho, no podía continuar con las clases que impartía en la mansión de Charles Xavier. Había luchado toda la vida por los derechos de los mutantes, de forma pacífica, para resarcir el daño causado por el Círculo Interno. Pero todos los años de activismo político desaparecieron en una semana, cuando se vio obligada a escoger un bando dentro de los Vengadores.
Nadie se sorprendió cuando ocurrió, no verdaderamente, no en ese nivel subconsciente donde las vivencias más brutales tenían lugar. Se había estado gestando desde el fiasco con Ultron, gestándose en forma lenta e inmutable, según todas las leyes que gobiernan la naturaleza humana, gestándose con la exacta regularidad de una reacción en cadena que se acerca a la mesa crítica.
—Lo siento tanto… —Aurora observó el portal cósmico a sus espaldas, antes de percibir las gotas de lluvia. Estaba allí parada simplemente, con la cabeza ligeramente inclinada, dejando que el agua se precipitara sobre su cuerpo y cayera al suelo. Parecía la típica cabeza de turco, el perpetuo blanco de todas las malas jugadas. Y lo era. Ni siquiera Magneto, el terrorista que propició la Guerra Fría, asesinó a tantas personas como Aurora Stark, cuando el Fénix Oscuro derrumbaba las barreras que la mantenían encerrada—. Ya no puedo soportarlo, Ayanna. No soy tan fuerte.
—Algún día, destruirás este universo para crear el siguiente—Aurora sostuvo su cabeza, en medio de un pulso de energía psíquica que estremeció Nueva York. Inquieta, sin pensarlo, comenzó a levantar cosas con la mente y a volver a ponerlas en su lugar, del mismo modo que una mujer que espera nerviosa en un restaurante doblaría y desdoblaría una servilleta. Podía balancear estrellas sin sentir cansancio ni dolor de cabeza. Se quedó esperando a que el poder disminuyera, pero éste se mantuvo con toda su fuerza sin dar señales de debilitamiento—. Ellos no pueden comprenderte, ni siquiera les es permitido discernir.
Ella no podía negar que la división de los Vengadores se debía al incidente en Lagos, a todas las muertes que había provocado al no ser capaz de contener un dispositivo nuclear. De haber sido más fuerte, los Acuerdos de Sokovia no habrían nacido, y no habrían cimentado el sistema de regulación mutante.
Facultades. Poderes que desafiaban cualquier explicación, unos talentos mentales tan monstruosos que médicos y científicos habían clasificado a toda una especie como mutante. Habían dejado de ser humanos, para todos los demás. Su cerebro rompía ese molde.
En el pasado, los psíquicos del Círculo Interno intentaron hacerse con el poder que dormía en la mente de Aurora Stark. Pero abandonaron toda pretensión cuando el cielo cayó sobre ellos. Habían ofendido a un poder que se encontraba más allá de la comprensión humana y pagaron el precio con sus vidas.
—Ya basta.
Poco después de haber nacido, Magneto intentó robarla de los brazos de Emma para convertirla en el arma más poderosa del Círculo Interno. Pero, antes de que lograra tocarla, conoció la esencia del poder verdadero. La capacidad para mover objetos mediante el uso exclusivo de la voluntad sólo se manifestaba en momentos de extrema tensión, como lo fue el ataque a la Mansión Frost. Y en ese momento, no importó que el individuo en cuestión se tratara de un bebé inocente.
Después de aquel incidente, Emma decidió entregársela a Tony Stark para mantenerla alejada de los planes de Erik Lehnsherr. Había disfrutado de una infancia relativamente normal, hasta que la Fuerza Fénix decidió manifestarse. Y cuando el fuego consumió la vida de inocentes, el Círculo Interno retomó los planes que había abandonado.
Emma se trataba de una terrorista reconocida por todas las organizaciones gubernamentales, pero en el fondo deseaba proteger a su hija de los hombres que buscaban aprovecharse de su poder. Los miembros de la Hermandad de Mutantes no tenían permitido acercársele, por órdenes de la Reina Blanca, hasta el incidente que terminó por despertar completamente al Fénix.
Aurora fue secuestrada por el amante de su madre, el día de su cumpleaños, para ser encadenada en un altar de sacrificio rodeado de fuego. En aquel lugar, los telépatas intentaron arrebatarle al Fénix, hasta verse sobrecogidos por el poder que terminó destruyéndolos. Habían desencadenado algo enorme, sin forma, titánico, un manantial de poder que se encontraba más allá de la comprensión humana.
Ella recordaba vagamente la desintegración de Sebastián Shaw, los alaridos de Selene y los sollozos de Emma, cuando presenció la muerte de su amante y la muerte de dos de los cinco clones que HYDRA creó con sus óvulos congelados.
—No puedes escapar de ti misma. Debes aceptar quién eres.
Aurora cubrió sus oídos cuando la Sala Blanca decidió succionarla, al igual que lo hizo en el pasado. Muchos telépatas, a lo largo de la historia, habían contenido al Fénix, pero ninguno de ellos logró ingresar al nexo de todas las realidades porque fueron destruidos antes de que alcanzaran la adultez.
La Sala Blanca era conocida como el centro de la creación, aunque existía en un plano de existencia más allá de todo. Era un reino hecho de pura energía que colindaba con todas las fronteras de los reinos de lo material a lo imaginario.
—Los escucho a todos… —Aurora flotó en el vacío, mientras le revolvían los rizos oscuros. Los pensamientos de todos los seres vivientes comenzaron a eliminar sus propios recuerdos, para convertirla en la forma perfecta de la Fuerza Fénix—. A todos, en todas partes.
En la Sala Blanca, Aurora fundía su conciencia con el multiverso mismo y por ello era capaz de sentir todas las dimensiones que mutaban y se expandían.
El Reino Cuántico era una dimensión alterna a la que sólo podía accederse a través del encogimiento subatómico, la energía mágica o el transporte místico. En el Reino Cuántico, el espacio y el tiempo eran irrelevantes, habiendo vórtices temporales, campos de tardígrados y ciudades subatómicas por doquier. En cierto sentido, la Dimensión Mandelibus, que contenía patrones fractales que se repetían infinitamente, guardaba cierta semejanza con el Reino Cuántico, tan impredecible como hermoso.
La Dimensión Astral, también conocida como Plano Astral, era una dimensión paralela donde el alma existía fuera del cuerpo. En ella, psíquicos y hechiceros proyectaban formas de energía pura que sólo podían ser percibidas por conocedores de los grandes misterios.
Por otro lado, la Dimensión Oscura se trataba de una dimensión gobernada por Dormammu. Era un extraño y hostil universo en el que el tiempo no existía de la misma manera en que lo hacía dentro del universo regular. Esto le permitía ser la fuente de energía de los hechizos que prologaban la vida y eliminaban la mortalidad, a veces, otorgándole a los hechiceros capacidades sobrehumanas, más allá de su magia.
El Infierno, tan mencionado en la Biblia, era una dimensión oscura que se encontraba más allá del plano terrenal, siendo un lugar de oscuridad interminable y desprovisto de cualquier forma de luz y calor, que absorbía a cualquier forma de vida que se aproximaba a ella. Dentro de las dimensiones más aterradoras existía a su vez la Dimensión del Miedo, donde los temores de quienes se exponían a ella trascendían a la realidad.
—Creación y destrucción son dos caras de la misma moneda. Y esa es la misión que me fue encomendada por el Primer Firmamento—Rory flexionó los dedos para rozar la energía que despertaba al fuego en su interior—. El poder siempre es peligroso. Atrae al peor y al mejor, lo corrompe. Hace mucho aprendí que el poder sólo se da a aquellos que no lo desean.
—No era más que un bebé en el vientre de mi madre—Aurora frunció el ceño, antes de acurrucarse en posición fetal. En la Sala Blanca, la gravedad era más intensa que en el interior del agujero negro más poderoso del multiverso—. ¿Qué clase de monstruo posee la mente de un bebé? Has destruido la vida de millones, a lo largo de los eones. Pero yo no soy tu esclava.
Entonces extendió las extremidades para liberar la energía de color púrpura que consumió la Sala Blanca. Aurora debió utilizar la mayor parte del poder que le quedaba, después de encerrar al Fénix, para ingresar a la realidad que la había visto nacer.
Rory acarició el concreto de la ruidosa calle, antes de frotar su cabeza repleta de imágenes confusas. Cuando regresaba de la Sala Blanca, viajaba a algunas semanas en el futuro, y por ello no le sorprendió el reportaje que aparecería en los televisores más cercanos.
Al parecer, Tony Stark perseguía el rastro del psíquico que provocó el pulso de energía en Nueva York, porque era bien sabido que solo existían tres telépatas capaces de derribar a una ciudad. Y, por las características de la destrucción aledaña, la responsable más probable se trataba de su hija fugitiva.
Rory aceptó la situación cuando su estómago comenzó a gruñir. No había comido desde la cena que Visión le preparó, cuando decidió remover el localizador en su cuello.
Después de sumergir las manos en los bolsillos de su chaqueta, para reunir el dinero que cargaba, alteró la mente de los transeúntes para hacerles creer que no se encontraba entre ellos. Necesitaba una buena comida para recuperar la noción de la realidad, que perdía al estar expuesta a la energía psiónica de todos los seres vivientes. Había pasado bastante tiempo desde su última visita a la Sala Blanca, y por ello no estaba en condiciones de soportar los síntomas.
Bajó por la Séptima Avenida y cruzó hacia la calle Bleecker, en el semáforo de la esquina. Tenia la cabeza inclinada y trataba de no pensar en nada. Las migrañas aparecían y desaparecían en oscuras oleadas que la oprimían y la hacían andar más despacio o apurar la marcha, como un automóvil que tenía problemas con el carburador. Llevaba la mirada clavada en el suelo para registrar su entorno: el cuarzo brillaba en el cemento, bolitas de goma de mascar aplastadas contra el suelo, trozos de papel de estaño, envoltorios de caramelos, una moneda metida en una grieta, el excremento de un perro con la huella de un zapato, tapas de botellas que algún chico había aplastado con una piedra, colillas de cigarrillo que aún desprendían un poco de humo.
De pronto, impactó el pecho de un hombre desaliñado que vestía como un vagabundo. Pero, antes de que lograra escapar, reconoció los ojos azules que le devolvían la mirada.
—¿Thor? —Aurora examinó el cabello rubio, antes de ocultarse en las inmediaciones de un callejón oscuro—. ¿Qué haces en Nueva York? Se supone que seguirías el rastro de la Gema del Alma.
—Una larga historia, hermosa doncella—Thor le besó los nudillos con una sonrisa que reveló sus dientes perfectos. Antes de que los Vengadores fueran divididos por los Acuerdos de Sokovia, Erik Selvig les comunicó que Jane, harta de las constantes desapariciones del asgardiano, decidió terminar con la extraña relación que mantenían—. ¿Podríais decirme vuestro nombre?
—¿No me recuerdas? —preguntó Aurora, con el ceño fruncido. Durante un momento, creyó haber caído en la realidad equivocada, mas logró percatarse del cambio en su cabellera castaña. Había nacido con el cabello blanco, al igual que Ororo, pero decidió cambiarlo para ocultar su mutación del mundo—. Ha pasado bastante tiempo.
—¿Lady Stark? —Thor pareció reconocerla cuando su cabellera regresó a la normalidad. Ella no podía culparlo: cuando abandonó la Tierra, para emprender la búsqueda de las Gemas del Infinito, el busto de Aurora no llenaba el espacio en su traje de heroína. Sin embargo, después de experimentar el exilio en Wakanda, con Shuri y Ororo, sus pechos crecieron de forma exagerada—. ¡Lady Stark!
—Es bueno verte—Aurora apretó los labios cuando fue abrazada por el hombre musculoso. Aunque Thor desconocía la existencia de los hechiceros en la Tierra, los santuarios de Agamotto invocaban su presencia por un motivo bastante específico. Desde que Stephen Strange heredó la misión de Ancestral, el tráfico de individuos místicos era controlado de una manera estúpida. Aurora fue entrenada por la Hechicera Suprema, mucho antes del accidente automovilístico de Strange, pero eso no impidió que el idiota persiguiera sus pasos por la amenaza que representaba—. Aunque desearía que las circunstancias fueran diferentes. No puedo quedarme contigo.
—¿Qué es lo que os sucede? —Thor le sujetó la mano, antes de observar a su alrededor con desconfianza. Rory sabía que, tarde o temprano, Fénix regresaría para cumplir con la misión que le encomendó el Primer Firmamento. Y cuando ella reapareciera, billones morirían—. ¿Alguien intenta lastimaros?
—No se trata de ello—Aurora cruzó los brazos sobre el pecho, antes de visualizar los recuerdos más recientes del asgardiano. Cuando las palabras de Surtur fueron procesadas por su confundido cerebro, comprendió la gravedad de la situación. Después de visitar la Sala Blanca, de forma involuntaria, su percepción sobre la realidad se hallaba descompuesta, pero aún así era capaz de dilucidar el desenlace del conflicto venidero. De acuerdo a la mitología nórdica, la serpiente de Midgard se levantaría del lecho profundo del océano para dirigirse a Asgard, retorciéndose y girando con furia sobre sí misma, para luchar en el Ragnarok. Thor mataría a Jörmungandr con su martillo, pero solo podría dar nueve pasos antes de caer muerto, envenenado por la saliva que fue escupida sobre él—. Ven conmigo. No has comido desde la horrible cena que tuviste en Muspelheim, antes de que los demonios de fuego te capturaran. Y ambos sabemos que tu apetito no conoce límites.
—Debo encontrar a mi hermano, lady Stark—Thor le enseñó un trozo de papel con la dirección del Santuario de Nueva York. Hace mucho, había aprendido a lidiar con los poderes psíquicos de Aurora Stark—. Loki usurpó el trono de Asgard, antes de exiliar a Odín.
—No lastimarán a tu hermano, mientras él no intente alguno de sus trucos—Rory le arrebató el pergamino para destruir el localizador místico de Strange. Después de todo lo que había hecho, Loki merecía pasar algún tiempo con el arrogante hechicero que custodiaba Nueva York—. Él puede esperar.
Más tarde, Aurora entrelazó los dedos sobre una taza de café para disfrutar de la brisa que le mecía la cabellera. A su lado, Thor devoraba un plato de macarrones con queso, después de comer tres hamburguesas, dos pizzas familiares, cuatro jarras de cerveza helada y dos cuencos con helado de chocolate.
—Para detener el Ragnarok, necesitas un poder que trascienda los límites de la compresión humana. De lo contrario, la naturaleza seguirá su curso hasta que Asgard sea consumido por las llamas—Aurora entrecerró los ojos azules para visualizar el ocaso de los dioses nórdicos—. Existe un factor que no has considerado en todo esto, uno que ha permanecido en las sombras.
—¿Qué es lo que sucedió? —Thor inclinó la cabeza cuando los televisores de la cafetería emitieron la batalla de Alemania, como parte de un reportaje centrado en la peligrosidad de los mutantes—. ¿Lady Stark?
—Los Vengadores ya no existen. Somos fugitivos del gobierno de los Estados Unidos—Rory apretó los labios cuando Visión fue derribado por un avión comercial, rodeado de energía telequinésica púrpura. Poco tiempo después, Tony Stark fue aplastado por los automóviles del aeropuerto, mientras Máquina de Guerra esquivaba los escombros que levitaban sobre las pistas de aterrizaje—. No somos más que armas de destrucción masiva.
Aurora observó el fondo de la taza, antes de reclinar la cabeza. A pesar de las consecuencias, consideraba que su decisión de apoyar a Steve Rogers, en la búsqueda de James Barnes, fue la correcta.
—Lady Stark—Thor frunció el ceño cuando los comensales comenzaron a discutir sobre los Vengadores, acerca de cuál era el más poderoso. Aurora Stark, la maestra de la energía psiónica, siempre era escogida por los expertos y por los adolescentes como Peter Parker, que babeaban por una mujer hermosa que podía manipular la materia con la mente—. No saben de lo que están hablando.
—La mutación es la clave de la evolución. Nos ha permitido convertirnos en la especie dominante del planeta. Este proceso suele tomar miles y miles de años, pero de vez en cuando la evolución da un salto repentino hacia adelante—Aurora masajeó la taza, al observar los vehículos que transitaban por la calle Bleecker—. No somos iguales, aunque lo parezca. Lo único que nos distingue de ellos, al menos en principio, son los rasgos corporales que delatan la mutación genética. Pero, aunque intenten impedirlo, los mutantes eclipsarán a la raza humana en algún punto de la historia.
—Ellos no pueden comprender—Thor lamió la cerveza de sus labios, antes acariciar la mano que dispuso sobre la mesa. En Asgard, los individuos que nacían con habilidades extraordinarias no eran marginados por su poder. Algunos de ellos se convertían en criminales, como lo hizo Amora la Encantadora, debido a su amor enfermizo; otros, como la reina Frigga, llegaban a ostentar grandes honores. A diferencia de la humanidad, temerosa y codiciosa por naturaleza, los asgardianos aceptaban a los grandes poderes como parte de la vida—. No necesitáis de su aprobación.
—Nací en este planeta. Todo lo que conozco se encuentra aquí—Aurora le masajeó los dedos callosos, de forma inconsciente—. Muchos mutantes son perseguidos, incluso dentro de sus propias familias. Ellos necesitan la ayuda de personas que conozcan el sentimiento en carne propia.
—¿Alguna vez pensáis en vos misma? —Thor inclinó la cabeza, después de terminar sus macarrones, para examinar el cambio que Aurora había sufrido en los últimos años.
—Lo hice una vez—aceptó Stark, con los labios apretados. Se había pasado la vida luchando, diferenciándose de Emma Frost, pero nada de ello importó al final—. Y no resultó bien.
Aurora era tan poderosa como inestable. Su fragilidad emocional resultaba novedosa en un mundo repleto de superhéroes fieros y seguros de sí mismos, y al mismo tiempo le provocaba el deseo de estrecharla en sus brazos.
—A todos nos llega un momento en la vida en el que se nos escapa de las manos el control que nos mantiene cuerdos. La mayoría intentamos recuperarlo. Y la mejor forma de luchar contra el caos es aceptándonos a nosotros mismos—sonrió Thor, de forma deslumbrante, para confirmarle que ni siquiera sospechaba que lidiaba con la chispa que creó el universo. Rory tragó saliva y con simpleza lanzó un fajo de dólares sobre la mesa repleta de platos sucios. Desde el primer momento, manipuló la mente de los comensales para hacerles creer que ninguno de ellos se encontraba devorando hamburguesas en las cercanías del Sanctum Sanctorum—. Venid conmigo. Nadie os juzgará.
—Sólo puedo ayudarte con Odín—Aurora movió la silla para permitir que el dinero fuese recogido por la camarera despistada—. No esperes más de mí.
Stark sujetó la mano del asgardiano para guiarlo a través de la calle repleta de personas, mientras utilizaba la telepatía para ingresar a la mente de Strange. El Hechicero Supremo, más presumido que el mismísimo Tony, ni siquiera había pensado en proteger su mente de la curiosidad de un psíquico.
Los telépatas eran raros, peligrosos y efectivos, incluso entre los mismos mutantes. Los rumores sobre ellos variaban, de acuerdo a lo que Rory sabía, pero todo se reducía a algo simple y estremecedor: podían entrar en la cabeza de las personas, leerle los pensamientos y controlarles la mente de la manera en que desearan.
—Aurora—Thor la sostuvo por la muñeca para obligarla a mirarlo. El fuego psiónico fluctuaba en sus ojos, feroz y atemorizante como una llamarada solar, mientras los zarcillos de fuego le quebraban la piel circundante—. ¿Qué sucede contigo?
De niña, solía creer que la telepatía no era más que la maldición que atrajo a la Fuerza Fénix. Pero al crecer descubrió que la entidad cósmica siempre estuvo allí, dormida en lo más profundo de su mente, esperando el momento oportuno para surgir.
Strange fue a la escuela de medicina y finalmente se graduó, usando su memoria fotográfica para aprender valiosa información con una rapidez increíble. Pero todo cambió después del accidente automovilístico que le destrozó las manos.
Aunque su enfoque inicial era curar sus nervios dañados, Strange aprendió más acerca de las artes místicas, y pronto ayudó a evitar que Kaecilius y los Fanáticos fusionaran la Tierra con la Dimensión Oscura, aunque todo dio como resultado la muerte de Ayanna. Con la pérdida de su mentora, Strange se convirtió en el protector del Santuario de Nueva York, así como en el protector de la Tierra contra las amenazas interdimensionales. Y, poco tiempo después, fue capaz de convertirse en el Hechicero Supremo.
Aunque se las ingeniaba para escapar de Strange, de la arrogancia que lo llevaba a pensar en que podía controlar a la Fuerza Fénix, Aurora lo respetaba por todo lo que había hecho cuando los Vengadores se encontraban divididos por los Acuerdos de Sokovia.
Durante la batalla en Hong Kong, Strange se alejó con la Capa de Levitación y llegó a la Dimensión Oscura, donde procedió a utilizar el Ojo de Agamotto para lanzar un hechizo de tiempo que le permitió crear un bucle temporal. Entonces confrontó al monstruoso Dormammu, declarando que había venido para negociar. Sin embargo, fue ignorado y rápidamente destruido.
De repente, Strange apareció diciendo las mismas palabras de antes. Ligeramente confundido, pero impávido, Dormammu lo mató una vez más, solo para que él reapareciera y repitiera su cita una vez más. Perplejo por esto, Dormammu exigió saber qué estaba pasando. Strange le explicó que había usado el Ojo de Agamotto para crear un bucle de tiempo interminable, manteniéndolos atrapados hasta que cediera y escuchara su oferta. Enfurecido, Dormammu mató a Strange una y otra vez, pero no pudo evitar que el bucle dejara de repetirse.
A diferencia de Stephen, Dormammu no tenía poder sobre el tiempo, ya que la Dimensión Oscura era un lugar más allá del tiempo. Tratando de convencerlo de romper el bucle, Dormammu señaló que pasaría una eternidad muriendo en agonía, pero él insistió en que era un precio que valía la pena pagar para proteger a todos los habitantes de la Tierra. Eventualmente, Dormammu se desesperó y se rindió. Fue entonces que Strange exigió que se llevara a los Fanáticos y no volviera a la Tierra nunca más.
Strange entonces vio como Dormammu convertía a Kaecilius y sus Fanáticos en seres sin mente y los llevaba a su dimensión para sufrir por la eternidad.
Inmediatamente después de su duelo con Dormammu, Stephen creó una lista de seres extraterrestres e interdimensionales que representaban una amenaza para los habitantes de la Tierra. Uno de esos seres era Loki de Asgard, quien dirigió la Invasión Chitauri algunos años atrás.
Eventualmente, Strange se enteró de que Odín estaba en la Tierra y se puso en contacto con él, aunque éste optó por permanecer en la Tierra, en lugar de regresar a Asgard.
—No es nada—susurró Aurora, antes de sostenerle los antebrazos. Aunque se vestía como un vagabundo, cuando ella no compraba su ropa ni elegía sus prendas, Thor se trataba del hombre más apuesto que había visto. Él podía convertirse en un hombre gordo, solitario y depresivo, pero aún así le parecería absolutamente adorable—. Sé donde están.
—Sois una magnífica aliada, lady Stark—sonrió Odinson, antes de que los obreros de la construcción de enfrente comenzaran a vitorear. Aurora, después de escuchar los comentarios subidos de tono, ocultó sus mejillas ruborizadas en el pecho del asgardiano. No era la primera vez que idiotas imprudentes decidían fastidiarlos cuando paseaban por las calles de Nueva York—. ¿Qué sucede con ellos?
—Creen que somos novios—susurró Stark, incrédula. A simple vista Thor se trataba de un hombre de mediana edad, más atractivo que todos los príncipes de Disney, pero ella sabía que en realidad bordeaba los mil quinientos años de edad. Tiempo atrás, cuando no era más que una tímida adolescente, nadie habría pensado en emparejarlos de aquella forma—. Esto no puede ser más incómodo.
Aurora decidió transportarlos a Noruega por medio de un portal que desprendía energía púrpura y que los hechiceros no eran capaces de rastrear. Estaban atados al anillo de onda, a la energía dimensional del mismo universo, y por ello se les dificultaba el rastreo de pasajes cósmicos ajenos a cualquier clase de magia.
Odinson deslizó una mano por su cintura para lanzarla fuera de la carretera, antes de que un camión de carga les pasara por encima. Como resultado, ambos cayeron sobre la hierba frondosa que se extendía por las fértiles costas de Noruega.
El Dios del Trueno, uno de los Vengadores más poderosos, clavó los ojos en su escote después de aterrizar sobre ella.
—Thor… —murmuró Aurora, al deslizar las manos por el cuerpo musculoso que se encontraba sobre ella. Tenía las mejillas ruborizadas debido a la ardiente atención que sus pechos recibían, aunque una parte de ella sentía que la situación resultaba terriblemente incómoda—. Thor.
No era la clase de mujer que vivía acomplejada por su apariencia, se trataba de una de las científicas más reconocidas del mundo, pero solía desear que sus pechos diminutos alcanzaran el tamaño promedio para detener los horribles comentarios de Wade. Sin embargo, todo cambió cuando el estrés emocional del exilio desencadenó todas las hormonas que su organismo contuvo a lo largo de los años.
Aurora usaría uno de los bikinis que tanto odiaba sólo para demostrar que sus malditos pechos eran más grandes que los de Emma Frost. Y nadie tenía los pechos más grandes que Emma Frost.
Thor se encontraba tan inmerso en su análisis, tan complacido por la visión, que incluso recargó su cuerpo sobre un codo para obtener la mayor comodidad posible.
Después de varios minutos, le propinó una bofetada para regresarlo a la realidad. Y, aunque tuvo la decencia de parecer arrepentido, en su mente disfrutaba de la experiencia.
—Lo siento mucho, lady Stark.
—No es cierto—Aurora recargó la cabeza en la hierba cuando la cercanía comenzó a provocarle un extraño hormigueo en el vientre. Ella no bebía alcohol, detestaba los licores desde la infancia y por ello jamás experimentó la embriaguez que provocaban, pero comenzó a preguntarse si era posible emborracharse con una mirada—. Puedo leer tus pensamientos.
A su alrededor la llanura se extendía, inmensa y desierta, hasta perderse en el lejano horizonte. A partir de aquel punto no había colinas, montañas ni árboles; solo una llanura cubierta de hierba que se ondulaba con el viento como si formara olas y que terminaba al encontrarse con un océano de agua cristalina.
El cielo tenía un color azul intenso y sobre ellos, muy arriba, nubes perezosas cubrían el sol. El aire le acariciaba el rostro con gentileza mientras compartía una mirada, más intensa que el calor en el núcleo de una estrella, con Thor.
—Eres muy hermosa.
—No deberías verme de esa manera—replicó Stark, con los dedos sobre el esculpido pecho del asgardiano. Se trataba de un individuo galante y testarudo, con un enorme complejo de héroe, mas poseía un corazón puro que le otorgaba la capacidad de empuñar a Mjolnir. Thor nació para convertirse en un líder—. No es correcto.
—¿Por qué no lo es? —susurró Odinson, al analizarle los ojos de color azul. Aurora temblaba bajo sus manos, como una niña pequeña, pero no intentaba moverlo de su lugar—. Ya hemos estado en esta posición.
Cuando Loki invadió Nueva York, ella ni siquiera se encontraba en el mismo continente. Había levitado sobre el océano Atlántico, en medio de una lluvia espantosa, para llegar con su padre antes de que la situación empeora, mas lo único que pudo hacer fue aterrorizar al Secretario del Consejo Mundial de Seguridad para evitar que SHIELD se quedara con la Gema del Espacio.
Todos sabían que Aurora Stark era más poderosa que el mismísimo Thor, aunque el asgardiano rechazara la idea públicamente. Mas nadie intentó inmiscuirla en las misiones de los Vengadores debido a su edad y a la inestabilidad que exhibía en sus peores días. Sin embargo, todo cambió cuando Ultrón tomó la decisión de utilizar telépatas para lavarle el cerebro a todos los Vengadores.
Aurora usó sus poderes de hipnosis en las personas de Sokovia para que salieran de sus casas antes de que la batalla comenzara. Posteriormente, trató de ayudar a los civiles que se movían a través de un puente mientras Clinton Barton se encargaba de destruir a los drones con sus flechas. Uno de los Centinelas aterrizó y le disparó a la gente, mas Aurora repelió las explosiones con un escudo de energía psíquica.
Repentinamente, una porción grande de Sokovia comenzó a levantarse del suelo, mientras los Vengadores no podían hacer nada más que mirar. Las personas evacuadas observaron con horror como su ciudad era levantada hacia el cielo, mientras que los que quedaron fueron aplastados por la caída de los escombros.
Mientras Tony trabajaba en una manera de acabar con la amenaza, Aurora se ofreció para proteger el núcleo con el fin de evitar que un centinela lo activara. Cuando todo parecía perdido, el poder en su interior emanó como un fénix de fuego psiónico que arrasó con todo a su paso.
Rory despertó más tarde, en los brazos de Thor, para admirar la destrucción que provocó antes de caer en el mar. Desde entonces, las barreras que mantenían dormida a la Fuerza Fénix comenzaron a decaer. Había salvado al mundo de un robot genocida, mas liberó a uno de los poderes más grandes del multiverso.
—Fue muy diferente. No éramos los mismos—murmuró Stark al recordar la sonrisa que Thor le dedicó cuando logró sacarla del agua. El caballero en su interior saltó de inmediato para rescatar a la damisela que, después de arrasar una ciudad, cayó del cielo como una estrella envuelta en llamas—. Pero te lo agradezco.
—Los salvaste—sonrió Odinson. Ella no dijo nada. No era necesario cuando una mirada era capaz de decirlo todo—. Alguien debía salvarte a ti.
Aurora le acarició la mejilla al recordar todas las relaciones a las que renunció. Años atrás, cuando se culpaba por rechazar a uno de sus mejores amigos, Logan le dijo que Bobby no sería el último hombre en amarla. Rory no creyó en tales palabras, no consideraba que una mujer como ella pudiera ser deseada con fervor, mas Bucky le demostró lo contrario. Y para destruir completamente la percepción que tenía de sí misma, el mismísimo Dios del Trueno la observaba como si se tratara de una visión celestial.
—No soy la mujer indicada para ti—Aurora depositó un beso en sus labios perfectos para sentir, por una vez en su vida, el placer que era capaz de proporcionarle un hombre. Nadie, ni siquiera Bobby, le había brindado una mirada tan apasionada—. No sabes cuánto daño puedo causarte.
Cuando la pasión nacía en su pecho, Thor no se detenía hasta conseguir su objetivo. Nadie le había negado la posibilidad de entablar una relación, simplemente debía batir sus hermosas pestañas para entrar a la cama de una mujer. Pero ella no era como el resto de la población femenina.
—No podría temerte.
—Entonces eres más tonto que Odín—susurró Stark antes de cederle el control a la Fuerza Fénix. Thor no tuvo más opción que rodar sobre la hierba para huir de las llamaradas que brotaban de ella—. Soy la chispa que crea la vida y el fuego que la consume. Muchos me han deseado. Pero nadie ha logrado domarme.
—¿Quién eres? —Odinson decidió señalarla con el paraguas, mientras levitaba a pocos metros de la llanura, para despejar todas las dudas que surgieron en un instante. La presencia de la Fuerza Fénix era tan poderosa que incluso los telépatas más débiles eran capaces de sentir el enorme temblor que amenazaba con destruir la Dimensión Astral—. Ella jamás amenazaría a un amigo.
—Pronto sabrás quien soy—sonrió Fénix, de forma misteriosa. Cuando Aurora recuperó el control de su cuerpo, después de una batalla psíquica que provocó la destrucción de Cerebro, Thor estuvo para cargarla en sus fuertes brazos. En momentos como ese, Charles Xavier sufría las consecuencias de lidiar con Aurora Maria Stark—. Lo siento mucho. Cada vez es más difícil controlarla.
—¿Qué sucede contigo? Puedes decirme lo que sea.
—Esto no se trata de mí—Rory apretó los labios al aterrizar en la hierba. Un hombre que había obtenido todo lo que deseaba, desde un palacio de oro sólido, jamás comprendería—. Encontrarás a tu padre, a Loki, y regresarás con todas las personas que te aman.
—Sé que no estás bien—Thor no era un tonto, a pesar de las apariencias. Era el hijo de la única mujer asgardiana que ostentó, en algún momento de su vida, el título de Hechicera Suprema. Ella le dirigió una triste mirada cuando un hombre delgado, vestido con un traje negro de alta costura, cayó de un portal que resplandecía en medio del cielo—. ¿Loki?
Aurora no había contemplado aquel rostro desde Nueva York. No había luchado contra los alienígenas, pero manipuló la mente de un dios, que jamás consideró ser víctima de un ser humano, para enseñarle sus peores temores.
—¡Estuve cayendo por más de dos horas!
—Lo merecías—espetó Stark, con los brazos cruzados sobre el pecho. Le parecía que Loki Laufeyson, Dios de las Mentiras, debía lavarse el cabello con más frecuencia—. Strange debió lanzarte a la Dimensión de la Fuerza Oscura.
Inmediatamente, Loki reveló las dagas que ocultaba en el traje negro. No había olvidado los horrores que Aurora Stark proyectó en su cabeza porque todo lo que presenció terminó ocurriendo años más tarde.
—¿Qué hace esta mujer aquí?
—Cierra la boca—Aurora agitó las manos para doblar el espacio, de la misma forma en que Ayanna solía manipular la Dimensión Espejo. En menos de un parpadeo, aterrizaron en un risco de hierba donde esperaba un anciano solitario—. Contrólalo. Y por ningún motivo confíes en él.
—No te vayas—Thor le sostuvo la mano para mirarla a los ojos. Después de semejante experiencia, sabía que un poder inmenso moraba en el interior de Stark—. Te necesito conmigo.
—Eres el Dios del Trueno—Aurora sonrió suavemente. Aquellos ojos azules le derretían el corazón, pero no podía quedarse con él, aunque su corazón lo anhelara—. No me necesitas para lograr lo que deseas.
—Legado. Esa es la palabra que ha estado rebotando en mi cerebro más que cualquier otra. Es la palabra que me preocupa, que me mantiene despierto en la noche. Sé que suena tonto para alguien de mi edad, pero últimamente no puedo evitarlo. Es más complicado de lo que solía ser entonces. No sólo he perdido mis sueños, he perdido a lo que me ataban. Supongo que parte de nuestro legado es que siempre terminemos perdidos—Odín giró sobre sus talones para dirigirle una mirada—. Ha pasado muchísimo tiempo, Fuerza Fénix.
—No eres más que un anciano aferrándose a la poca vida que le queda. ¿Cómo planeas cumplir la promesa que me hiciste?
—Eres otra persona. Y, en aquel entonces, yo era un hombre inmaduro y arrogante.
—Tu preciado mundo sucumbirá ante el Ragnarok—Fénix entrecerró los ojos de fuego. A lo largo de su existencia cayeron imperios, surgieron misterios, se desvelaron secretos, se lograron hazañas y se forjaron leyendas. Pero nada de ello importaría cuando el universo muriera ante sus ojos, así como lo había hecho incontables veces—. No tienen el poder para cambiar el destino.
—Nunca actúas sin pensar en las consecuencias. Ambos sabemos que estás en este universo, en este lugar, por una razón.
—Loki es un inútil y tu hijo se trata de un bufón. Asgard fue condenado el día en que los imbéciles nacieron—Fénix rodó los ojos—. De todas formas, los conflictos de mundanos no son de mi incumbencia. Al menos tienes el consuelo de saber que Muerte jamás permitiría que Mefistófeles se quedara con tu alma. En cuanto a mí, aún existen universos que debo destruir. Adiós, anciano miserable.
Aurora relajó su cuerpo cuando la Fuerza Fénix batió las alas de fuego psiónico alrededor de los planetas más avanzados del universo, maravillando y atemorizando a sus incrédulos habitantes. No era posible encender una llama en el espacio, no existía oxígeno para alimentarla, mas Fénix era capaz de invocar fuego incluso en los lugares donde el fuego no era capaz de existir.
—Conociste al padre de Thor—susurró Aurora, al atravesar un agujero negro—. Los conociste antes de que supieran en lo que se convertirían.
Stark contempló la vida en un planeta primitivo, a un equipo de héroes inexpertos. En aquel entonces, el avatar de la Fuerza Fénix no era más que una jovencita desdichada que, al reunir frutos silvestres, tuvo la mala suerte de toparse con el poder más cambiante del multiverso. Ella jamás tuvo la oportunidad de liberarlo, fue destruida antes de que comprendiera, mas Fénix conservó los recuerdos de aquella experiencia en la Tierra.
Hace miles de años, el ser conocido como Agamotto fue el primero en descubrir las Artes Místicas en la Tierra. Luego fundó los Maestros de las Artes Místicas y comenzó a entrenar a otros humanos. Tras obtener conocimientos y poder, él se encontró con una Gema del Infinito que utilizó para crear su reliquia personal, el Ojo de Agamotto. También erigió tres santuarios en tres diferentes lugares de poder en todo el mundo con el fin de protegerlo de amenazas extra-dimensionales como Dormammu, el señor de la Dimensión Oscura.
Aurora supo entonces que Agamotto cometió el error de amarla, al igual que Odín.
El avatar de Fénix no era más que una jovencita dotada de telekinesis, que exhibía una débil forma de telepatía, pero en aquellos tiempos no podía pedírsele más a la humanidad.
—Él no fue el primero en amarte y te aseguro que no será el último.
Aurora tiene diecinueve años de edad. Sé que ella es joven, pero ya es lo suficientemente mayor.
Aurora María Stark es interpretada por (una versión más alta) de Emilia Clarke.
